EL OFICIO PROFÉTICO
OBSERVACIONES INTRODUCTORIAS
ACERCA DE LOS OFICIOS EN GENERAL.
LA IDEA DE LOS OFICIOS EN LA HISTORIA
Se ha hecho costumbre hablar de tres oficios en relación con la
obra de Cristo, el profético, el sacerdotal, y el real. Aunque algunos de los
primitivos Padres de la Iglesia hablaron ya de los diferentes oficios de
Cristo, Calvino fue el primero en reconocer la importancia de distinguir los
tres oficios del Mediador llamando la atención a este asunto en un capítulo completo
de sus Institutos.184 Entre los luteranos Gerhard fue el primero en desarrollar
la doctrina de los tres oficios, Quenstedt consideró la triple distinción, más
bien, como carente de significado y llamó la atención al hecho de que algunos
teólogos luteranos distinguían únicamente dos oficios, combinando el profético
con el sacerdotal.
Desde los días de la Reforma la distinción se adoptó casi de
modo general como uno de los lugares comunes de la teología, aunque no hubo
acuerdo general en cuanto a la importancia relativa de los oficios, ni en
cuanto a su interrelación. Algunos colocaron el oficio profético en la mayor prominencia,
en tanto que otros hicieron esto con el sacerdotal, y otros más con el real.
Hubo quienes les aplicaron la idea de una sucesión cronológica
pensando que Cristo actuó como profeta durante su ministerio público sobre la
tierra; que actuó como sacerdote en sus últimos sufrimientos y muerte en la
cruz, y como rey, ahora que está sentado a la diestra de Dios. No obstante,
otros correctamente insistieron en el hecho de que El debe ser considerado en
funciones de su triple capacidad tanto en su estado de humillación como en el
de exaltación. Los socinianos reconocieron en verdad sólo dos oficios: Cristo
funcionó como profeta en la tierra, y funciona como rey en el cielo. Aunque
hablaron de Cristo como sacerdote, clasificaron su obra sacerdotal bajo la real
y, por tanto, no reconocieron su sacerdocio terrenal.
Hubo mucha oposición en la Iglesia luterana a la doctrina de los
tres oficios de Cristo. Ernesti da un sumario de las objeciones que se
levantaron. Según él, la división es puramente artificial; los términos
profeta, sacerdote y rey no se usan en la Escritura en el sentido que implica
esta división; es imposible discriminar claramente una función de la otra en la
obra de Cristo; y los términos tal como se usan en la Escritura se aplican a
Cristo nada más con el sentido de tropos, y por tanto, no pueden tener un
significado preciso unido a ellos, para designar fracciones particulares de la
obra de Cristo.
En respuesta a esto puede decirse que hay muy poca fuerza en
esta crítica del uso de los términos, puesto que se usan a través del Antiguo
Testamento como designaciones para aquellos que en los oficios de profeta,
sacerdote y rey tipificaron a Cristo. La única crítica en verdad significativa
se debe al hecho de que en Cristo los tres oficios están unidos en una persona.
El resultado es que no podemos discriminar tajantemente entre las diferentes
funciones de la obra oficial de Cristo. La obra mediatoria siempre es trabajo
de una persona completa; ningún acto particular puede limitarse a uno solo de
los oficios.
De los teólogos luteranos posteriores, Reinhard, Doederlein,
Storr y Bretschneider rechazaron la distinción. Ritschl también la objetó y
sostuvo que el término "vocación" debiera tomar el lugar de la
palabra equívoca "oficio". Además, considera la función real o la
actividad de Cristo como fundamental, y la sacerdotal y profética como
secundaria y subordinada; la primera, para indicar la relación del hombre con
el mundo, y la última, su relación con Dios. Además, insiste en el hecho de que
su realeza profética y sacerdotal debe afirmarse por igual acerca de su estado
de humillación como del de su exaltación. Haering sigue a Ritshl en su negación
de los tres oficios y en su énfasis sobre la vocación.
La teología moderna es adversa a la idea completa, en parte
debido a que le disgusta la terminología de las escuelas, y en parte porque
rehúsa pensar en Cristo según su carácter oficial. Está tan enamorada de Cristo
como el Hombre Ideal, el amante Ayudador y el Hermano Mayor tan verdaderamente humano,
que teme considerarlo en su función formal mediatoria, puesto que esto serviría
para deshumanizarlo.
IMPORTANCIA DE LA DISTINCIÓN
La distinción de los tres oficios de Cristo es valiosa y debe
conservarse, a pesar del hecho de que su aplicación consistente con los dos
estados de Cristo no siempre resulta fácil ni siempre ha sido igualmente
exitosa. El hecho de que Cristo fue ungido para un oficio triple encuentra su
explicación en el hecho de que el hombre fue planeado desde el principio para este
triple oficio y trabajo. Según fue creado por Dios, el hombre era profeta,
sacerdote y rey, y como tal fue capacitado con conocimiento y entendimiento,
con justicia y santidad, y con dominio sobre la baja creación.
El pecado afectó a toda la vida del hombre y se manifestó no
sólo como ignorancia, ceguedad, error y mentira, sino también como injusticia,
culpa, y corrupción moral, y además de eso, como miseria, muerte y destrucción.
De aquí que se hiciera necesario que Cristo como nuestro
Mediador fuera profeta, sacerdote y rey. Como profeta presenta a Dios ante el
hombre; como sacerdote presenta al hombre en la presencia de Dios; y como rey
ejerce su dominio, y restaura el dominio original del hombre. El racionalismo
reconoce únicamente al oficio profético de Cristo; el misticismo tan sólo su
oficio sacerdotal; y el quilianismo pone un énfasis unilateral sobre su futuro oficio
real.
EL
OFICIO PROFÉTICO
LA IDEA BÍBLICA DE PROFETA
1. Los términos usados en la Escritura. El Antiguo Testamento usa
tres palabras para designar el profeta, es decir, nabhi, ro'eh, y chozeh. El
significado radical de la palabra nabhi es incierto, pero con toda evidencia se
descubre en pasajes como Ex 7: 1 y Deut. 18: 18 que la palabra designa a uno
que viene con un mensaje de Dios para el pueblo. Las palabras ro'eh y chozeh
acentúan el hecho de que el profeta es uno que recibe revelaciones de Dios,
particularmente en forma de visiones. Estas palabras se usan de manera
indistinta.
Otras designaciones son "hombre de Dios", "mensajero
de Dios", y "vigilante". Estos nombres indican que los profetas
están en el servicio especial del Señor, y vigilan los intereses espirituales
del pueblo. En el Nuevo Testamento se usa la palabra prophétes, que está
compuesta de pro y phemi.
La preposición no es temporal en este caso. Consecuentemente, la
palabra prophemi no significa "predecir" sino "expresar".
El profeta es uno que expresa o que dice lo que Dios quiere. De los dos
nombres, tomados en conjunto, reunimos el significado de que, profeta es uno
que ve las cosas, es decir, que recibe revelaciones, que está en el servicio de
Dios particularmente como mensajero, y que habla en nombre de Dios.
2. Los dos elementos combinados en la idea. Los pasajes clásicos,
Ex 7: 1 y Deut. 18: 18 indican que hay dos elementos en la función profética,
uno pasivo y el otro activo; uno receptivo y el otro productivo. El profeta
recibe revelaciones divinas en sueños, visiones, o comunicaciones verbales; y
pasa éstas al pueblo, sea oral o visiblemente, en acciones proféticas, Núm. 12:
6-8; Isa. 6; Jer. 1: 4-10; Ez. 3: 1-4, 17.
De estos dos elementos el pasivo es el más importante, debido a
que controla al elemento activo. Sin recibir, el profeta no puede dar, y no
puede dar más de lo que recibe. Pero el activo también es un elemento integral.
Uno que recibe revelación no es todavía necesariamente un profeta. Pensemos en
Abimelec, Faraón y Nabucodonosor que recibieron revelaciones. Lo que constituye
al profeta es el llamamiento divino, y la instrucción para comunicar la
revelación divina a otros.
3. El deber de los profetas. Era el deber de los profetas revelar
la voluntad de Dios al pueblo. Esto podía hacerse en forma de instrucción,
admonición y exhortación, promesas gloriosas, o amargas reprensiones. Fueron
los monitores ministeriales del pueblo, los intérpretes de la ley,
especialmente en sus aspectos morales y espirituales. Era su deber protestar en
contra del mero formalismo, acentuar el deber moral, hacer presión sobre la
necesidad del servicio espiritual, y promover los intereses de la verdad y de
la justicia.
Si el pueblo se apartaba de la senda del deber, tenían que
llamarlos a que volvieran a la ley y al testimonio, y tenían que anunciarles el
terror que había de venir de parte del Señor sobre los malvados. Pero su
trabajo estaba también íntimamente relacionado con la promesa, las promesas de gracia
de Dios para el futuro.
Fue su privilegio describir las cosas gloriosas que Dios tenía
reservadas para su pueblo. También se hace evidente por medio de la Biblia que
los verdaderos profetas de Israel tipificaron al gran profeta del futuro que había
de venir, Deut. 18: 15, compárese Hech. 3: 22-24, y que ya estaba funcionando
por medio de ellos en los días del Antiguo Testamento, 1 Ped. 1: 11.
DISTINCIONES APLICADAS A LA OBRA PROFÉTICA DE CRISTO
Cristo como profeta funciona de varias maneras:
1. Antes y después de la encarnación. Los socinianos estuvieron
equivocados al limitar la obra profética de Cristo al tiempo de su ministerio
público. El estuvo activo como profeta aun en la antigua dispensación, por
ejemplo, en las revelaciones especiales del ángel del Señor, en las enseñanzas
de los profetas en quienes actuó como el Espíritu de revelación (I Ped. 1: 11),
y en la iluminación e instrucción de los creyentes, como el Espíritu que habita
sabiduría personificada, enseñando a los hijos de los hombres.
Y después de la encarnación prosigue su obra profética en sus enseñanzas
y milagros, en la predicación de los apóstoles y de los ministros de la palabra,
y también en la iluminación e instrucción de los creyentes, como el Espíritu que
habita en ellos. Continúa su actividad profética desde el cielo por medio de la
operación del Espíritu Santo.
Sus enseñanzas son a la vez verbales y de hecho, es decir,
enseña no únicamente por medio de comunicaciones verbales, sino también por
medio de los hechos de la revelación, por ejemplo, la encarnación, su muerte expiatoria,
la resurrección y la ascensión y aun durante el período del Antiguo Testamento
por medio de tipos y ceremonias, por medio de los milagros de la historia de la
redención, y por medio de la redención providencial del pueblo de Israel.
2. Tanto antes como después de su encarnación, su trabajo
profético fue inmediato y mediato. Ejerció su oficio profético inmediatamente,
como el Ángel del Señor, en el período del Antiguo Testamento, y como el Señor
encarnado mediante sus enseñanzas y también mediante su ejemplo, Juan 13: 15;
Fil. 2: 5; I Ped. 2: 22. Y lo ejerció mediatamente por medio de la operación
del Espíritu Santo, por medio de las enseñanzas de los profetas del Antiguo
Testamento y de los apóstoles del Nuevo Testamento, y todavía ahora lo ejerce
por medio del Espíritu que habita en los creyentes y por medio de la agencia de
los ministros del Evangelio. Esto también significa que prosigue su obra
profética tanto objetiva y externamente como subjetiva e internamente, por
medio del Espíritu que se describe como el Espíritu de Cristo.
PRUEBA
BÍBLICA DEL OFICIO PROFÉTICO DE CRISTO
La Escritura testifica, en más de un modo, al oficio profético
de Cristo. Se predijo como profeta en Deut. 18: 15, un pasaje que se aplica a
Cristo en Hech. 3: 22, 23. El habla de sí mismo como de un profeta en Luc. 13:
33. Además, declara traer un mensaje del Padre, Juan 8: 26-28; 12: 49, 50; 14:
10, 24; 15: 15, 17: 8, 20, predice cosas futuras, Mat. 24: 3-35; Luc. 19:
41-44, y habla con singular autoridad, Mat. 7: 29. Sus obras poderosas
sirvieron para probar la autenticidad de su mensaje. En vista de todo esto no
es extraño que el pueblo lo reconociera como profeta, Mat. 21: 11, 46; Luc. 7 :
16; 24: 19 ; Juan 3 : 2 ; 4: 19; 6: 14; 7: 40; 9 : 17.
EL ÉNFASIS MODERNO SOBRE EL OFICIO PROFÉTICO DE CRISTO
ES tina de las principales características de la escuela ancha
tanto la antigua representada por Renan, Strauss y Keim, y de la más reciente
representada por personas como Pfleiderer, Weinel, Wernle, Wrede, Juelicher, Harnack,
Bouset y otros, que coloca el énfasis principal sobre Jesús como maestro. Su
importancia como tal se acentúa excluyendo los otros aspectos de su persona y
obra. No obstante, hay una muy marcada diferencia entre estas dos líneas de la
escuela ancha. Según la antigua toda la importancia de Jesús se deriva de sus enseñanzas,
pero según la más reciente es la personalidad única de Jesús la que le presta peso
a sus enseñanzas.
Este es sin duda un avance afortunado, pero la ganancia no es
tan grande como parece serlo. En las palabras de La Touche diremos : "En
realidad, al reconocer la escuela ancha la importancia verdadera de la
personalidad de Jesús más bien que de su enseñanza, intenta un poco más que una
exaltación de la pedagogía por el ejemplo sobre la pedagogía por el
precepto". Cristo es, después de todo, únicamente un gran maestro. El
modernismo actual está por completo bajo la preponderancia de esta escuela
ancha.
Aun en la misma teología bartiana hay un énfasis que parece
acercarla mucho en línea con la teología moderna. Walter Lowrie dice
correctamente: "Es característico de la teología bartiana que con
preferencia piense del Mediador como Revelador". Se nos dice repetidas veces por medio de Barth
y Brunner que la revelación es la reconciliación. Luego, de nuevo, la
reconciliación se representa como la revelación.
En el reciente Symposium sobre Revelación, Barth dice:
"Jesucristo es la revelación, porque en su existencia El es la
reconciliación. . . . La existencia de Jesucristo es la reconciliación y, por
tanto, El es el puente sobre el golfo que se ha abierto aquí".186 La cruz se
define a veces como la revelación de la absoluta contradicción, el conflicto
final entre este mundo y el otro.
Consecuentemente, Zerbe dice que la muerte de Cristo, según
Barth, no es en forma exacta una expiación de la segunda persona de la
divinidad por el pecado del mundo, sino "un mensaje de Dios para el
hombre, en realidad, el último mensaje; la negación fundamental; el juicio
sobre toda posibilidad humana, especial-mente la religión".
Pero aunque es cierto que en la teología bartiana el Mediador es
primero que todo el Revelador, esto no quiere decir que deje de hacer justicia
al sacrificio y obra expiatoria de Cristo.187 Sídney Cabe hasta dice en su obra
The Doctrine of the Work of Christ: "Para Barth la cruz es central en el
mensaje cristiano. 'Todo brilla a la luz de la muerte de Cristo y todo está
iluminado por ella'."