DOCTRINA DE JESUCRISTO EN EL EVANGELIO DE MARCOS

MARCOS 
Judío de Jerusalén mencionado en Hechos, en las cartas de Pablo y 1 Pedro, e identificado tradicionalmente con el autor del segundo Evangelio (EVANGELIO DE MARCOS). Llevaba dos nombres: «Juan», nombre hebreo, y Marcos, sobrenombre romano (Hch 12.12, 25; 13.5, 13; 15.37, 39). Era hijo de una viuda rica llamada María, cuya casa era centro de reunió para los primeros cristianos en Jerusalén (Hch 12.12–17), pero no se sabe cuándo Marcos abrazó el cristianismo. Llevado a Antioquía por Bernabé y Pablo (12.25), Marcos los acompañó también en el primer viaje misionero en calidad de ayudante (13.5), encargado probablemente de los arreglos del viaje (comida, hospedaje, etc.). Por razones que se desconocen (¿disensiones en algunos puntos de vista?), se separó de Bernabé y Pablo y volvió solo a Jerusalén (13.13), lo cual dio lugar a una desavenencia entre Pablo y Bernabé cuando estaban a punto de salir para el segundo viaje (15.36–41).
El Marcos de Hechos y el que se menciona en Col 4.10; Flm 24 y 2 Ti 4.11 son una misma persona, como lo demuestra el hecho de que Pablo en Col 4.10 transmita a los colosenses el saludo de «Marcos, el primo de Bernabé». Este parentesco explica que Bernabé haya intervenido a favor de Marcos y lo haya acompañado a Chipre (Hch 15.39).
A pesar de las divergencias relatadas en Hch 15, Marcos debía haberse reconciliado ya con Pablo cuando este escribió a los colosenses, puesto que se encontraba a su lado. La petición de 2 Ti 4.11 confirma la utilidad de Marcos en el ministerio de Pablo.
En 1 P 5.13 leemos: «La iglesia que está en Babilonia ... y Marcos, mi hijo, os saludan». Si admitimos que se trata de un mismo Marcos y que el autor de 1 Pedro es Pedro o un secretario allegado a él, Marcos debe haber trabajado con este apóstol en Roma, además de colaborar con Pablo. Hechos 12.12 y Papías, quien lo llama «intérprete de Pedro», evidentemente confirman esto. La expresión «mi hijo» es una muestra del cariño que unían al apóstol y su discípulo. Se ha conjeturado que el joven que «huyó desnudo» (mencionado solo en Mc 14.51s), fue Marcos. Según la tradición, Marcos fue el fundador y el primer obispo de la iglesia de ® ALEJANDRÍA y, años después, los venecianos se apoderaron de sus restos y los llevaron a Venecia, ciudad que ahora lo tiene como su santo patrono.
EVANGELIO DE MARCOS: Segundo libro del Nuevo Testamento y el más antiguo de los cuatro Evangelios. El Evangelio de Marcos describe más a la persona de Jesús por lo que hace que por lo que dice. Se caracteriza por un estilo vívido y directo.
ESTRUCTURA DEL LIBRO
El libro puede dividirse en dos secciones. En la primera sección el eje geográfico es Galilea, región que despreciaban los judíos por estar poblada en parte por gentiles. Allí es donde Jesús predica y hace milagros públicamente. Pero sus enseñanzas y actos siguen siendo incomprensibles aun para los discípulos. El período de la predicación en Galilea termina con la confesión de Pedro y la Transfiguración, donde se revelan la identidad de Jesús y el misterio de su destino.
En la segunda sección, Jesús va camino de Jerusalén, y cuando llega concentra allí su ministerio por varios días. La hostilidad contra Jesús culmina con su crucifixión en la capital misma de la religión judía
AUTOR Y FECHA
Aunque el Evangelio es anónimo, a su autor se le llama MARCOS; y desde el siglo IV se le ha identificado con el Marcos mencionado en el Nuevo Testamento, que por cierto no era apóstol como Mateo o Juan. Varios cristianos antiguos se refieren a este Evangelio y a las circunstancias en que este fue escrito. El testimonio más antiguo (Papías,110 d.C.) dice así: «Marcos, quien fue intérprete de Pedro, escribió exactamente, aunque sin orden, todo lo que recordaba, tanto las palabras como las acciones del Señor». De este y otros documentos se desprenden varios datos que concuerdan con los estudios modernos. En una época cuando la tradición cristiana tendía a atribuir la redacción de los Evangelios a los apóstoles, es improbable que Marcos haya sido designado como autor sin razones históricas fehacientes.
Si bien Marcos no siguió a Jesús en su vida terrestre, como «intérprete de Pedro» pudo transcribir con fidelidad las enseñanzas del Maestro. Su dependencia de Pedro se recalcó tanto en la tradición eclesiástica que el segundo Evangelio llegó a considerarse una simple transcripción de las memorias de Pedro. La realidad es más compleja, como veremos.
Desde fecha muy temprana, el Evangelio recibió críticas por su falta de orden y por incompleto (posiblemente por los círculos en que se escribieron Mateo y Juan). Sufrió en particular la comparación con Mateo, ya que este Evangelio se atribuía a un apóstol, era más extenso y ordenado, y retrataba a Cristo en forma más comprensible y atractiva. De ahí el escaso interés de los comentaristas en Marcos hasta el siglo pasado.
Para determinar cuándo se redactó este Evangelio, existen varios testimonios antiguos. Los mejores (por ejemplo, Papías, allá por el 110 d.C. e Ireneo, allá por el 180) afirman que Marcos escribió después de la muerte de PEDRO, ocurrida entre 64–68 d.C.
Además, el discurso escatológico de Marcos 13 refleja probablemente una situación anterior a la destrucción de Jerusalén por los romanos en el 70 (Mc 13.14; cf. Lc 21.20). Así que podemos fechar la composición de Marcos entre el 65 y el 70 d.C. Otros lo datan diez años antes.
MARCO HISTÓRICO
La tradición antigua según la cual Marcos escribió en Italia se confirma por indicios como la traducción al latín de algunas expresiones griegas (12.42; 15.16) y la alusión al romano RUFO (15.21). No obstante, los latinismos (5.9; 6.27, 37, etc.) no constituyen un argumento decisivo ya que casi todos son palabras técnicas de uso común en todo el imperio. La rápida difusión y aceptación de un Evangelio bastante deslucido comparado con los otros, y sin patrocinio apostólico directo, se entendería mejor de haberse editado en una iglesia de gran prestigio como la de Roma.
Además, parece estar dirigido a un público de cristianos procedentes de otras tradiciones religiosas (y no del judaísmo) por la explicación de las palabras arameas (3.17; 5.41; 7.11, 34; 14.36; 15.22) y de ciertas costumbres judías (7.3, 4; 14.12; 15.42). Así que es muy probable que Roma haya sido el lugar de origen al menos en cuanto a la redacción final. Con todo, no se puede descartar la posibilidad de que una primera versión de este Evangelio (o parte de sus elementos) provenga de otro medio (como Palestina).
APORTE A LA TEOLOGÍA
El Evangelio de Marcos es una obra literaria original y obedece a un propósito determinado. Este propósito no es en primer término biográfico, aunque sí hubo curiosidad en la iglesia sobre la vida de Jesús, sino teológico. Se ha llegado a llamar el Evangelio de Marcos un tratado de capacitación para equipos misioneros. Marcos quiere edificar a la comunidad cristiana ofreciéndole una serie de enseñanzas puestas en el molde de un relato de la vida terrenal de Jesús. No siendo un historiador moderno, le interesa menos la precisión cronológica y geográfica de su relato que la significación que tiene. Para él, el pasado y el presente se confunden; el Jesús que predicaba y curaba a los enfermos en Palestina se identifica totalmente con el Señor resucitado que habla y actúa en la iglesia contemporánea de Marcos.
Un rasgo muy original del retrato de Jesús en Marcos es el llamado «secreto mesiánico». Jesús rehuye la publicidad y procura ocultar su identidad de Mesías o de Hijo de Dios (1.24s; 34, 44; 5.43; 7.36, etc.); prefiere enseñar privadamente a sus discípulos (4.10–12; 7.17–30, etc.), quienes, sin embargo, no entienden el verdadero sentido de sus dichos y milagros (6.52; 8.17). Algunos autores ven en el secreto mesiánico una invención de Marcos o de su comunidad, pero este aspecto del Evangelio tiene bases históricas.
Jesús impulsó el silencio para evitar un entusiasmo popular de tipo revolucionario, o porque la naturaleza misma de su misión se lo exigía. No quería discípulos que le siguieran únicamente por los milagros que Él hacía. Se puede aceptar perfectamente que el secreto mesiánico sea una formulación teológica de la comunidad primitiva y afirmar a la vez que se apoya en una realidad histórica. Jesús, al vincular la predicación de la inminencia del reino de Dios con su propia persona, dio a su vida un significado implícitamente mesiánico.
Con la sistematización del secreto, Marcos quiso destacar el carácter misterioso de Jesús, y especialmente de la necesidad de su pasión y muerte (cf. 10.45). Para él, ningún título ni ninguna confesión de fe abarcaba totalmente la significación de la vida, cruz y resurrección del Señor. Más importante aún que la creencia recta es la acción recta, el seguimiento de Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (8.34).
Esta tendencia antidogmática y activista de Marcos se expresa también en su concepción de la iglesia y en el entusiasmo misionero que llena su obra. Su Evangelio es la historia del compañerismo de Jesús con los suyos (cf. 3.14) que perdura en la iglesia contemporánea del evangelista. El Resucitado es el único jefe de la Iglesia, y nadie puede arrogarse una autoridad universal en la comunidad. De ahí la marcada reserva de Marcos hacia los discípulos, cuya incomprensión, ambición y exclusivismo señala varias veces (8.33; 9.38–41, etc.), y sobre todo hacia la familia de Jesús. Algunos han concluido que los pasajes 3.20s, 31–35 constituyen una censura indirecta de la hegemonía de JACOBO, hermano de Jesús, sobre la iglesia de Jerusalén.
El evangelista enfatiza a lo menos cinco «contradicciones» en la vida y misión de Jesucristo:
(1) Entre su divinidad y humanidad,
(2) Entre el Jesús victorioso y el Cristo de la cruz,
(3) Entre la levadura de muerte y el pan de vida,
(4) Entre la docencia ortodoxa y el discipulado vivencial y:
(5) Entre la religiosidad eclesio-céntrica y una visión hacia el mundo.
A partir de estos rasgos polémicos, se puede vislumbrar el tipo de iglesia que Marcos encomia: abierta, sin límites rígidos, popular, sin preocupación intelectual y apologética exagerada, y movida totalmente por la exigencia dinámica de la conquista misionera.
La división del Evangelio en dos períodos y en dos zonas geográficas no obedece tanto a un desarrollo sicológico en la personalidad de Jesús, ni a una sucesión cronológica de acontecimientos, como a la expresión de una verdad teológica: el misterio de la salvación en Jesús no se entiende sino después de la resurrección.
¿Quién es Jesús para Marcos? ¿Cómo ve su persona y su obra? Comparado con los otros Evangelios, Marcos es moderado en el uso de los títulos relativos a Jesús. En ochenta y un casos lo llama sencillamente «Jesús». El término «Cristo» aparece solo siete veces, y nunca dicho por Jesús. En Marcos, Jesús suele designarse «Hijo del hombre», mientras que Marcos prefiere el título de «Hijo de Dios» que aparece en momentos clave del relato: al principio, en el relato del bautismo de Jesús (1.11), en el centro, dicho por la voz divina que se escucha en la transfiguración (9.7) y al final, en la confesión del centurión gentil al pie de la cruz (15.39). Según algunos más antiguos, Marcos lo incluyó también en el título de su libro (1.1).
OTROS PUNTOS IMPORTANTES
Las distintas escuelas de crítica bíblica llegan a una misma conclusión: el Evangelio de Marcos no es una obra enteramente original, nacida toda de la mente del evangelista, sino que este se valió de tradiciones orales o escritas que no se han conservado.
El léxico y el estilo de Marcos son típicos del habla popular. Su vocabulario contiene más diminutivos, más palabras arameas o hebreas y más transcripciones de palabras latinas que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. La sintaxis es sencilla: las oraciones se coordinan solo mediante la yuxtaposición o la conjunción «y» y los adverbios «después», «entonces», «en seguida» y frases similares.
El análisis textual más reciente reconoce que lo que antes se consideraba como señal de un estilo poco refinado y artístico (como las frecuentes expresiones redundantes y parénteticas que interrumpen la narración) son artificios editoriales que Marcos usa en forma genial para destacar hechos o palabras con aplicación teológica (por ejemplo, 3.20–35 5.21–43). Lo mismo ocurre con las anticipaciones (analepsis, cf. 3.9 y 4.1; 11.11 y 15–19; 14.54 y 66–72), repeticiones (prolepsis, cf. 1.32, 35; 4.2, 39; 5.39; 14.61; 15.25; 16.2) frecuentes paralelismos y estructuras concéntricas (quiamos, cf. 1.16–20 [21/28] 29–31; 14. 53–54 [55–65] 66–72).
Marcos, además, usa palabras («pan», «levadura») y espacios físicos («camino», «mar», «monte», «desierto», «ciudad», «casa», «templo») en forma simbólica y con intención teológica. Lejos de ser un narrador ingenuo, a Marcos se le considera hoy un teólogo profundo.
Una teoría muy antigua afirma que Marcos se inspiró en otro Evangelio anterior.
Desde San Agustín, prevalecía la opinión de que Marcos no era sino una imitación y abreviación de Mateo, pero se dejó de subestimarlo en el siglo XIX al reconocerse que en realidad Marcos no solo era anterior a Mateo y Lucas, sino que les había servido de fuente a los dos (EVANGELIOS). El evangelista Marcos creó el género literario «evangelio», combinando por primera vez los dos aspectos de la tradición anterior relativa a Jesús: los dichos y las narraciones.
Para descubrir las fuentes de Marcos, es indispensable estudiar la tradición evangélica que le precede en su estado oral. A continuación se dan algunos ejemplos de la agrupación de las unidades, aisladas en un principio.
Marcos 2.1–3.6 contiene cinco narraciones breves que enmarcan y ponen de relieve ciertas sentencias de Jesús (2.10, 17, 19, 27, 28; 3.4). Esas historias carecen de detalles realistas y de indicaciones temporales y geográficas. No fueron agrupadas para contar una serie de acontecimientos, sino para dar a conocer la opinión de Jesús sobre problemas de importancia vital para la comunidad cristiana (el perdón de los pecados, el ayuno, la actitud respecto al sábado, etc.).
Marcos 4.35–5.43 es de un carácter muy distinto. Contiene cuatro narraciones de milagros donde el interés principal es el relato del acontecimiento mismo. En contraste con 2.1–3.6, están vinculadas por anotaciones de lugar y de tiempo, y ofrecen detalles concretos. Las narraciones de milagros, construidas según un mismo esquema, ocupan un lugar importante en Marcos (1/5 de la totalidad del Evangelio), y recalcan el poder de Jesús sobre los demonios y la naturaleza, o bien para manifestar su misericordia para con los desdichados.
Una tercera clase de material utilizado por Marcos son los dichos y parábolas de Jesús. En 8.34–9.1 y en 9.33–50, por ejemplo, tenemos dos colecciones de sentencias primitivamente aisladas y luego recopiladas en relación con un tema para facilitar su aprendizaje.
Por último, Marcos incluye un cuerpo de tradición independiente, el relato de la Pasión. El enfoque principal del evangelista es la muerte y resurrección de Jesús como fundamento de la vida y misión de la Iglesia. Por eso algunos dicen que Marcos es un relato de la Pasión de Jesús (14.1–16.8a) con una larga introducción (1.11–3.37).
 CAPÍTULO

1

EL OFICIO DE JUAN EL BAUTISTA.

1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.
5 Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Vv. 1—8. Isaías y Malaquías hablaron sobre el comienzo del evangelio de Jesucristo en el ministerio de Juan. De lo que dicen estos profetas podemos observar que Cristo, en un evangelio, viene a nosotros trayendo consigo un tesoro de gracia y un cetro de gobierno. Tal es la corrupción del mundo que hay gran oposición a su avance.
Cuando Dios envió a su Hijo al mundo, y cuando lo manda al corazón, se encargó, y se encarga, de prepararle camino. Juan se cree indigno del oficio más vil ante Cristo. Los santos más eminentes siempre han sido los más humildes. Sienten, más que los otros, su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo y del Espíritu santificador.
La gran promesa que hace Cristo en su evangelio a los arrepentidos y cuyos pecados han sido perdonados, es que serán bautizados con el Espíritu Santo; purificados por su gracia, y renovados por su consuelo.
Usamos las ordenanzas, la palabra y los sacramentos en su mayor parte sin provecho ni consuelo, porque no tenemos la luz divina dentro de nosotros; y no la tenemos porque no la pedimos; porque dice su palabra que no puede fallar, que nuestro Padre celestial dará esta luz, su Espíritu Santo, a los que se lo pidan.

EL BAUTISMO Y LA TENTACIÓN DE CRISTO.

9 Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.
11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.
13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
Vv. 9—13. El bautismo de Cristo fue su primera aparición pública después de haber vivido mucho tiempo ignorado. ¡Cuánto valor oculto hay que no es conocido en este mundo! Pero, tarde o temprano, se conocerá, como lo fue Cristo. Tomó sobre sí la semejanza de la carne de pecado, y de este modo, por nosotros, se santificó a sí mismo para que también nosotros fuésemos santificados y bautizados con Él, Juan 17: 19.
Véase con cuán honra lo reconoció Dios, cuando se sometió al bautismo de Juan. Vio al Espíritu que descendía sobre Él como paloma. Podemos ver que se nos abre el cielo cuando vemos al Espíritu que baja y obra en nosotros. La buena obra de Dios en nosotros es prueba cierta de su buena voluntad hacia nosotros, y de sus preparativos para nosotros.
Marcos comenta de la tentación de Cristo que estaba en el desierto y que estaba con las bestias salvajes. Era un ejemplo del cuidado que su Padre tenía de Él, lo cual le animaba más en cuanto a la provisión que su Padre le daría. Las protecciones especiales son primicias de provisiones oportunas.
La serpiente tentó al primer Adán en el huerto, al Segundo Adán en el desierto; sin duda que con diferente resultado, y desde entonces, sigue tentando a los hijos de ambos en todo lugar y condición. La compañía y la conversación tienen sus tentaciones; y estar a solas, aun en un desierto, también tiene las suyas.
Ningún lugar ni estado exime, ninguna ocupación, ningún trabajo lícito, comer o beber, y hasta ayunar y orar; la mayoría de los asaltos suelen ocurrir en estos deberes, pero en ellos está la victoria más dulce.
El ministerio de los ángeles buenos es cosa de gran consuelo en contraste con los designios malos de los ángeles malos; pero nos consuela mucho más que nuestros corazones sean la morada de Dios Espíritu Santo.

CRISTO PREDICA Y LLAMA DISCÍPULOS.

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.
19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
21 Y entraron en Capernaúm; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.
22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Vv. 14—22. Jesús empezó a predicar en Galilea, después que Juan fue encarcelado. Si alguien es desechado, otros serán levantados para ejecutar la misma obra. Obsérvese las grandes verdades que predicó Cristo. Por el arrepentimiento damos gloria a nuestro Creador a quien hemos ofendido; por la fe damos gloria a nuestro Redentor, que vino a salvarnos de nuestros pecados. Cristo ha unido ambas (la fe y el arrepentimiento) y que ningún hombre piense en separarlas. Cristo da honra a los que son diligentes en sus cosas y amables unos con otros aunque sean poca cosa en este mundo.
La laboriosidad y la unidad son buenas y agradables, y el Señor Jesús les manda una bendición. A los que Cristo llama deben dejar todo para seguirlo, y por su gracia hace que ellos quieran hacerlo así. No que tengamos que salir del mundo, sino que debemos soltar el mundo; abandonar todo lo que sea contrario a nuestro deber con Cristo, y no se pueda conservar sin dañar nuestras almas.
Jesús guardó estrictamente el día de reposo aplicándose a ello y abundando en la obra del día de reposo para la cual fue designado el día de reposo. Hay mucho en la doctrina de Cristo que es asombroso; y mientras más la oímos, más causa vemos para admirarla.

EXPULSA UN ESPÍRITU INMUNDO.

23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,
24 diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.
27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Vv. 23—28. El diablo es un espíritu inmundo porque perdió toda la pureza de su naturaleza, debido a que actúa en oposición directa al Espíritu Santo de Dios, y por sus sugerencias que contaminan los espíritus de los hombres. En nuestras asambleas hay muchos que calladamente atienden a maestros puramente formales, pero si el Señor llega con ministros fieles y la santa doctrina, y por Su Espíritu queda convicción, ellos están preparados para decir, como este hombre: ¡Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno! Ningún trastorno capacita al hombre para saber que Jesús es el Santo de Dios. No quiere tener nada que ver con Jesús, porque no espera ser salvado por Él y teme ser destruido por Él.
Véase el lenguaje que hablan los que dicen al Todopoderoso: Apártate de nosotros. Este espíritu inmundo odia y teme a Cristo porque sabe que Él es Santo, porque la mente carnal es enemistad contra Dios, especialmente contra su santidad. Cuando Cristo, por su gracia, libra almas de las manos de Satanás, no es sin tumulto en el alma; porque ese enemigo maligno alborotará (inquietará) a los que no puede destruir.
Esto hace que todos los que lo vieron piensen: ¿Qué es esta nueva doctrina? Ahora se hace una obra tan grande, pero los hombres la trataron con desprecio y descuido. Si no fuera así, la conversión de un hombre notoriamente malo a una vida sobria, justa y santa, por la predicación del Salvador crucificado, haría que muchos se pregunten:¿Qué doctrina es esta?

SANA A MUCHOS ENFERMOS.

29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban;
37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
38 Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Vv. 29—39. Dondequiera que Cristo llega, viene a hacer el bien. Cura para que podamos ministrarlo a Él y al prójimo que es suyo y por amor a Él. Quienes no pueden ir a las ordenanzas públicas por estar enfermos o por otros impedimentos verdaderos, pueden esperar la gracia de la presencia del Salvador; Él calmará sus tristezas, y abatirá sus dolores. Obsérvese cuán numerosos eran los pacientes.
Cuando otros andan bien con Cristo debiera instarnos a ir en pos de Él. Cristo se fue a un lugar desierto. Aunque no corría peligro de distraerse o de tentación a la vanagloria, de todos modos se retiraba. Quienes desempeñan en público la mayor parte de su actividad, y de la mejor clase, a veces deben, no obstante, estar a solas con Dios.

SANA A UN LEPROSO.

40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,
44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,
44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Vv. 40—45. Aquí tenemos que Cristo limpia a un leproso. Nos enseña a recurrir al Salvador con gran humildad y con sumisión total a su voluntad, diciendo: “Señor, si quieres”, sin dudar del ánimo pronto de Cristo para socorrer al angustiado.
Véase también qué esperar de Cristo: que conforme a nuestra fe será hecho. El pobre leproso dijo: Si quieres. Cristo dispensa prestamente favores a los que prontamente se encomiendan a su voluntad. Cristo no hace nada que haga parecer como que busca la alabanza de la gente. Pero ahora no hay razón para que dudemos en difundir las alabanzas de Cristo.
CAPÍTULO

2

CRISTO SANA A UN PARALÍTICO.

1 Entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.
4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:
7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
12 Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Vv. 1—12. Era la desgracia de este hombre que tuvieran que transportarlo de esa manera, y que muestra el estado de sufrimiento de la vida humana; fue una muestra de bondad de los que así lo llevaban y enseña la compasión que debiera haber en el hombre hacia sus congéneres que tienen dificultades.
La fe verdadera y la fe firme pueden obrar de diversas maneras, pero será aceptada y aprobada por Jesucristo. El pecado es la causa de todos nuestros dolores y enfermedades. La manera de eliminar el efecto es eliminar la causa. El perdón de pecado golpea la raíz de todas las enfermedades. Cristo probó su poder para perdonar pecado mostrando su poder para curar al hombre enfermo de parálisis.
La curación de las enfermedades era figura del perdón del pecado, porque el pecado es la enfermedad del alma; cuando es perdonado, es sanada. Cuando vemos lo que Cristo hace al sanar almas debemos reconocer que nunca vimos algo igual.
La mayoría de los hombres se piensan íntegros; no sienten necesidad de un médico, por tanto desprecian o rechazan a Cristo y su evangelio. Pero el pecador humilde y convicto, que desespera de toda ayuda, excepto del Salvador, mostrará su fe recurriendo a Él sin demora.

EL LLAMAMIENTO A LEVÍ, Y LA HOSPITALIDAD QUE DA A JESÚS.

13 Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14 Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15 Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?
17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
13 Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14 Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15 Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?
17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Vv. 13—17. Mateo no era una buena persona, al contrario, porque siendo judío nunca debiera haber sido publicano, esto es, cobrador de impuestos para los romanos. Sin embargo, Cristo llamó a este publicano para que lo siguiera. Con Dios, a través de Cristo, hay misericordia para perdonar los pecados más grandes, y gracia para cambiar a los pecadores más grandes y hacerlos santos. Un publicano fiel que tratara con equidad era cosa rara.
Debido a que los judíos tenían un odio particular por un oficio que demostraba que ellos estaban sometidos a los romanos, dieron un mal nombre a los cobradores de impuestos. Pero nuestro bendito Señor no vaciló en conversar con los tales cuando se manifestó en semejanza de carne de pecado. No es novedad que lo que está bien hecho y bien diseñado, sea calumniado y convertido en reproche para los hombres mejores y más sabios.
Cristo no se retractaría aunque se ofendieran los fariseos. Si el mundo hubiera sido justo no hubiera habido ocasión para su venida ni para predicar el arrepentimiento o comprar el perdón. No debemos seguir en compañía con los impíos por amor a su conversación vana; pero tenemos que mostrar amor a sus almas, recordando que nuestro buen Médico tenía en sí el poder de sanar, y que no corría peligro de contagiarse la enfermedad, pero no es así como nosotros. Al tratar de hacer bien al prójimo, tengamos cuidado con no dañarnos a nosotros mismos.

POR QUÉ NO AYUNABAN LOS DISCÍPULOS DE CRISTO.

18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Vv. 18—22. Los profesantes estrictos son buenos para hallar falta en todo lo que no concuerda plenamente con sus puntos de vista. Cristo no escapó de las calumnias; nosotros debemos estar dispuestos a soportarlas y poner cuidado para no merecerlas; debemos atender cada parte de nuestro deber en su orden y momento apropiado.

JUSTIFICA A SUS DISCÍPULOS POR RECOGER MAÍZ EN EL DÍA DE REPOSO.

23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
24 Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?
25 Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Vv. 23—28. El día de reposo es una institución divina sagrada; privilegio y beneficio, no es tarea ni esclavitud. Dios nunca lo concibió para que fuera una carga para nosotros; por tanto, no debemos hacer que sea así. El día de reposo fue instituido para el bien de la humanidad, por cuanto vive en sociedad teniendo muchas necesidades y problemas, y se prepara para un estado de dicha o desdicha.
El hombre no fue hecho para el día de reposo como si guardarlo pudiera ser un servicio a Dios, ni se le mandó que guardara sus formas externas para su perjuicio real. Toda obediencia al respecto debe interpretarse por la regla de la misericordia.
CAPÍTULO

3

SANIDAD DE LA MANO SECA.

1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
Vv. 1—5. El caso de este hombre era triste; su mano seca que lo incapacitaba para trabajar y ganarse la vida; quienes tienen este tipo de problema, son los objetos más apropiados para la caridad. Los que no pueden valerse por sí mismos deben ser socorridos. Pero los infieles obcecados, cuando nada pueden decir contra la verdad, aun así no se rinden. Oímos lo que se dijo mal y vemos lo que se hizo mal, pero Cristo mira a la raíz de amargura del corazón, su ceguera y dureza y se entristece.
Tiemblen los pecadores de corazón duro al pensar en la ira con que los mirará dentro de poco tiempo, cuando llegue el día de su ira. El gran día de sanidad es ahora, el día de reposo, y el lugar de sanidad es la casa de oración, pero el poder sanador es de Cristo. El mandato del evangelio es como el registrado aquí: aunque nuestras manos estén secas, aun así, si no las extendemos, es nuestra falta que no seamos sanados. Pero si somos sanados, Cristo, su poder y gracia, deben tener toda la gloria.

LA GENTE RECURRE A CRISTO.

6 Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.
7 Más Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.
9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.
10 Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él.
11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12 Más él les reprendía mucho para que no le descubriesen.
Vv. 6—12. Todas nuestras enfermedades y calamidades vienen de la ira de Dios contra nuestros pecados. Su eliminación, o su transformación en bendiciones para nosotros fue adquirida para nosotros por la sangre de Cristo. Pero debemos temer principalmente las plagas y enfermedades de nuestra alma, de nuestro corazón; Él puede sanarlas también por una palabra. Que más y más gente se apresuren a ir a Cristo para ser sanados de estas plagas y ser librados de los enemigos de sus almas.

LLAMAMIENTO DE LOS APÓSTOLES.

13 Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
15 y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
16 a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno;
18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,
19 y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
20 Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
21 Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.
Vv. 13—21. Cristo llama a quien quiere, porque la gracia es suya. Había pedido a los apóstoles que se apartaran de la multitud y que fueran a Él. Ahora les dio poder para sanar enfermedades, y expulsar demonios. Que el Señor envíe a muchos más de los que han estado con Él, y han aprendido de Él a predicar su evangelio, a ser instrumentos de su obra bendita.
Los que tienen un corazón que ha crecido en la obra de Dios, pueden tolerar fácilmente lo que es inconveniente para ellos, y preferirán perderse una comida antes que una oportunidad de hacer el bien. Los que andan con celo en la obra de Dios deben esperar estorbos del odio de los enemigos y de los afectos equivocados de los amigos, y deben cuidarse de ambos.

LA BLASFEMIA DE LOS ESCRIBAS.

22 Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
24 Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
25 Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
27 Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa.
28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean;
29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno.
30 Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.
Vv. 22—30. Era claro que la doctrina de Cristo tendía directamente a romper el poder del diablo; y también era claro que su expulsión de los cuerpos de la gente, confirmaba esa doctrina; en consecuencia, Satanás no podía soportar ese designio. Cristo dio una advertencia espantosa contra decir palabras tan peligrosas como esas.
Verdad es que el evangelio promete perdón para los pecados y pecadores más grandes, porque Cristo lo compró; pero por este pecado, ellos se oponen a los dones del Espíritu Santo después de la ascensión de Cristo. Tal es la enemistad del corazón, que los inconversos pretenden que los creyentes están haciendo la obra de Satanás, cuando los pecadores son llevados al arrepentimiento y a la vida nueva.

LOS FAMILIARES DE CRISTO.

31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.
32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.
33 Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Vv. 31—35. Es de gran consuelo para todos los cristianos verdaderos saber que son más queridos para Cristo que madre, hermano o hermana como tales, si son santos, simplemente como serían los familiares en la carne. Bendito sea Dios, este privilegio grande y de gracia es nuestro ya ahora; porque aunque no podemos disfrutar la presencia corporal de Cristo, no se nos niega su presencia espiritual.
CAPÍTULO

4

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR.

1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4 y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.
6 Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
10 Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
11 Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
13 Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador es el que siembra la palabra.
15 Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
16 Éstos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
20 Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Vv. 1—20. Esta parábola contenía instrucciones tan importantes que todos los capaces de oír estaban obligados a atender. Hay muchas cosas que debemos saber; y si no entendemos las verdades claras del evangelio, ¿cómo aprendemos las más difíciles? Nos servirá valorar los privilegios que disfrutamos como discípulos de Cristo, si meditamos seriamente en el estado deplorable de todos los que no tienen tales privilegios.
En el gran campo de la Iglesia, se dispensa a todos la palabra de Dios. De los muchos que oyen la palabra del evangelio unos pocos la reciben como para dar fruto. Muchos que son muy afectados por la palabra momentáneamente no reciben un beneficio perdurable. La palabra no deja impresiones permanentes en la mente de los hombres porque sus corazones no están debidamente dispuestos para recibirla. El diablo está muy ocupado con los escuchas negligentes, como las aves del aire lo están con la semilla que está sobre el suelo.
Muchos siguen una profesión falsa y estéril, y se van al infierno. Las impresiones que no son profundas, no durarán. A muchos no les importa la obra de corazón sin la cual la religión es nada.
La abundancia del mundo impide que otros sean beneficiados por la palabra de Dios. Los que tienen poco del mundo, pueden ser destruidos aun por darle gusto al cuerpo. Dios espera y requiere fruto de quienes disfrutan el evangelio, un temperamento mental y las gracias cristianas ejercidos diariamente, los deberes cristianos debidamente desempeñados.
Miremos al Señor para que por su gracia regeneradora, nuestros corazones puedan llegar a ser buena tierra, y que la buena semilla de la palabra produzca en nuestra vida esas buenas palabras y obras que vienen por medio de Jesucristo para alabanza y gloria de Dios Padre.

OTRAS PARÁBOLAS.

21 También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
24 Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís.
25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
30 Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
32 pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
33 Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo.
Vv. 21—34. Estas declaraciones estaban concebidas para atraer la atención de los discípulos a la palabra de Cristo. Por este tipo de instrucción, fueron capacitados para instruir a otros; como las velas se encienden, no para ser cubiertas, sino para ser puestas en un candelabro para que den luz a la habitación. Esta parábola de la buena semilla, muestra la manera en que el reino de Dios avanza en el mundo.
Que nada sino la palabra de Cristo tenga el lugar que debe tener en el alma, y se demostrará en la buena conversación. Crece paulatinamente: primero el brote; luego la hoja; después de eso, el trigo maduro en la espiga. Cuando ha brotado seguirá creciendo. La obra de gracia en el alma es, primero, sólo el día de las cosas pequeñas; sin embargo, ya tiene productos poderosos, mientras crece; ¡pero lo que habrá cuando esté perfeccionada en el cielo!

CRISTO CALMA LA TEMPESTAD.

35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.
37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Vv. 35—41. Cristo estaba dormido durante la tormenta para probar la fe de sus discípulos, e instarlos a orar. La fe de ellos se mostró débil y sus oraciones poderosas. Cuando nuestro corazón malvado es como el mar tempestuoso que no tiene reposo, cuando nuestras pasiones son ingobernables, pensemos que oímos la ley de Cristo diciendo: Calla, enmudece. Cuando afuera hay pleitos, y adentro temores, y los espíritus están inquietos, si Él dice, “paz, ten calma”, hay gran calma de inmediato.
¿Por qué estáis así amedrentados? Aunque haya causa para temer, de todos modos no la hay para un terror como éste. Pueden sospechar de su fe los que piensan que a Jesús no le importó mucho que su gente pereciera. ¡Cuán imperfectos son los mejores santos! La fe y el temor cumplen turnos mientras estemos en este mundo, pero, dentro de poco, el temor será vencido y la fe se perderá en la vista.
CAPÍTULO

5

SANIDAD DEL ENDEMONIADO.

1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
2 Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, más las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.
7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.
15 Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
19 Más Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
20 Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
Vv. 1—20. Algunos pecadores francamente intencionados son como este loco. Los mandamientos de la ley son como cadenas y grillos para frenar a los pecadores en sus malos rumbos; pero ellos rompen esos frenos, y eso es prueba del poder del diablo en ellos. Una legión de soldados estaba compuesta por seis mil hombres o más. ¡Cuántas multitudes de espíritus caídos debe de haber, y todos enemigos de Dios y del hombre, cuando aquí había una legión en un solo pobre infeliz! Muchos hay que se levantan contra nosotros.
No somos adversarios que podamos enfrentar a los enemigos espirituales con nuestra propia fuerza, pero en el Señor, y con el poder de su fuerza, seremos capaces de resistirlos aunque haya legiones de ellos. Cuando el transgresor más vil es liberado de la esclavitud de Satanás por el poder de Jesús, se sienta contento a los pies de su Libertador y oye su palabra, que libera a los desdichados esclavos de Satanás, y los cuenta entre sus santos y siervos. Cuando la gente supo que sus cerdos se habían perdido, Cristo ya no les gustó.
La paciencia y la misericordia pueden verse aun en las medidas correctivas por los cuales los hombres pierden sus pertenencias, y salvan las vidas, y se les advierte que busquen la salvación de sus almas. El hombre proclamó jubilosamente las grandes cosas que Jesús había hecho por él. Todos los hombres se maravillaron pero pocos lo siguieron. Muchos que no pueden sino maravillarse por las obras de Cristo, no se prendan de Él como debieran.

SANIDAD DE UNA MUJER.

21 Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.
22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,
23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.
29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31 Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.
33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
Vv. 21—34. Un evangelio despreciado irá hacia donde sea mejor recibido. Uno de los dirigentes de una sinagoga buscó fervorosamente a Cristo porque una hijita, de unos doce años, se estaba muriendo. En el camino hizo otra sanidad. Debemos hacer el bien no sólo cuando estamos en casa, sino cuando vamos por el camino, Deuteronomio 6: 7. Común es que la gente no recurra a Cristo, sino cuando ya han probado en vano todas las demás ayudas y hallaron, como ciertamente suele ocurrir, que eran médicos sin valor.
Algunos corren en dirección a las diversiones y las compañías alegres; otros se zambullen en los negocios y hasta la embriaguez; otros se dedican a establecer su propia justicia o se atormentan con vanas supersticiones. Muchos perecen en tales caminos, pero nadie encontrará jamás reposo para el alma con tales métodos; mientras aquellos a quienes Cristo cura de la enfermedad del pecado, hallan en sí mismos un cambio total para mejor.
Como los actos secretos de pecado, así los actos secretos de fe son conocidos por el Señor Jesús. La mujer dijo toda la verdad. Es la voluntad de Cristo que su pueblo sea consolado y Él tiene el poder para mandar consuelo a los espíritus turbados. Mientras más claramente dependamos de Él, y esperemos grandes cosas de Él, más encontraremos en nosotros mismos que Él ha llegado a ser nuestra salvación. Quienes por fe son sanados de sus enfermedades espirituales tienen razón para ir en paz.

LA HIJA DE JAIRO ES RESUCITADA.

35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
42 Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.
43 Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
Vv. 35—43. Podemos suponer que Jairo vaciló si debía o no pedir a Cristo que fuera a su casa cuando le dijeron que su hija estaba muerta. Pero, ¿no tenemos la misma oportunidad para la gracia de Dios, y el consuelo de su Espíritu, para las oraciones de nuestros ministros y amigos cristianos, cuando la muerte está en la casa, como cuando allí está la enfermedad? La fe es el único remedio contra la tristeza y el temor en momentos como esos.
Crees en la resurrección y entonces no temes. Resucitó a la niña muerta por una palabra de poder. Tal es el llamado del evangelio para quienes por naturaleza están muertos en delitos y pecados. Por la palabra de Cristo es que se da la vida espiritual.
Todos los que vieron y oyeron, se maravillaron ante el milagro y de Aquel que lo hizo. Aunque ahora no podemos esperar que nuestros hijos o familiares muertos sean resucitados, podemos esperar consuelo cuando estamos en pruebas.
CAPÍTULO

6

CRISTO ES DESPRECIADO EN SU PROPIO PAÍS.

1 Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos.
2 Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4 Más Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Vv. 1—6. Los compatriotas de nuestro Señor trataron de prejuiciar a la gente en su contra. ¿No es este el carpintero? Nuestro Señor Jesús había trabajado, probablemente, en ese oficio con su padre. Así honró el trabajo manual y estimula a toda persona a comer del trabajo de sus manos. Conviene a los seguidores de Cristo contentarse con la satisfacción de hacer el bien, aunque les nieguen un elogio por eso. ¡Cuánto perdieron estos nazarenos por su prejuicio obstinado contra Jesús!
Que la gracia divina nos libre de esa incredulidad, que hace a Cristo como olor de muerte más que de vida para el alma. Vamos, como nuestro Maestro, y enseñemos el camino de la salvación a aldeanos y campesinos.

COMISIÓN DE LOS APÓSTOLES.

7 Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9 sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10 Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11 Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Vv. 7—13. Aunque los apóstoles estaban conscientes de su gran debilidad y no esperaban ventajas mundanales, por obediencia a su Maestro, y dependiendo de su fuerza salieron pese a todo. No divirtieron a la gente con materias curiosas; les decían que debían arrepentirse de sus pecados y volverse a Dios. Los siervos de Cristo esperan volver a muchos de las tinieblas a Dios, y sanar almas por el poder del Espíritu Santo.

JUAN EL BAUTISTA ES CONDENADO A MUERTE.

14 Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
16 Al oír esto Herodes, dijo: Éste es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
17 Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer.
18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19 Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
21 Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
22 entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25 Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
28 El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Vv. 14—29. Herodes temía a Juan mientras éste vivía, y temió aún cuando Juan murió. Herodes hizo muchas de esas cosas que Juan en su predicación le enseñó, pero no basta hacer muchas cosas; debemos respetar todos los mandamientos. Herodes respetó a Juan hasta que éste le tocó a su Herodías.
De esta manera, muchos aman la buena predicación siempre que se mantenga lejos del pecado que ellos aman. Pero es mejor que los pecadores persigan ahora a los ministros por su fidelidad a que los maldigan eternamente por su infidelidad.
Los caminos de Dios son inescrutables; pero podemos estar seguros que nunca considerará pérdida al recompensar a sus siervos por lo que soportan o pierden por amor a Él. La muerte no podía llegar como una sorpresa tan grande a este hombre santo; el triunfo del impío duró poco.

REGRESO DE LOS APÓSTOLES Y MILAGRO DE LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL.

30 Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31 Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.
32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33 Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37 Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38 Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40 Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
41 Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42 Y comieron todos, y se saciaron.
43 Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.
Vv. 30—44. Los ministros no deben hacer ni enseñar ninguna otra cosa, sino lo que estén dispuestos a contar a su Señor. Cristo nota en sus discípulos el miedo de algunos y los trabajos de otros, y da reposo a los que están fatigados, y refugio para los que están atemorizados. La gente buscó el alimento espiritual en la palabra de Cristo y, entonces, Él cuidó que no carecieran de comida para su cuerpo.
Si Cristo y sus discípulos soportaron cosas viles, con seguridad nosotros podemos. Este milagro demuestra que Cristo vino al mundo no sólo a restaurar sino a preservar y nutrir la vida espiritual; en Él hay suficiente para todos los que acudan. Nadie es enviado vacío por Cristo sino los que van a Él llenos de sí mismos.
Aunque Cristo tenía bastante pan al dar la orden, nos enseña a no desperdiciar nada de la generosidad de Dios, recordando cuántos padecen necesidad. A veces podremos necesitar los pedazos que ahora tiramos.

CRISTO CAMINA SOBRE EL MAR Y SANA A LOS QUE LO TOCAN.

45 En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47 y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48 Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
49 Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
50 porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52 Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
53 Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
54 Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció.
55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Vv. 45—56. Frecuentemente la iglesia es como barco en el mar, zarandeado por tormentas y sin consuelo: podemos tener a Cristo por nosotros, pero el viento y la marea en contra. Es un consuelo para los discípulos de Cristo en medio de una tormenta que su Maestro esté en el monte celestial intercediendo por ellos.
No hay dificultades que puedan impedir la manifestación de Cristo a favor de su pueblo, cuando llega el tiempo fijado. Él aquietó sus temores dándoseles a conocer. Nuestros temores se satisfacen pronto si se corrigen nuestros errores, especialmente los errores acerca de Cristo. Si los discípulos tienen a su Maestro con ellos, todo está bien.
Por falta de un entendimiento adecuado de las obras anteriores de Cristo, es que vemos sus obras actuales como si nunca las hubiera habido iguales. Si los ministros de Cristo pudieran ahora curar las enfermedades corporales, ¡qué multitudes se arremolinarían en torno a ellos! Triste es pensar cuánto se preocupan muchos por sus cuerpos más que por sus almas.
CAPÍTULO

7

LAS TRADICIONES DE LOS ANCIANOS.

1 Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén;
2 los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban.
3 Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.
5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?
6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
11 Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte,
12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
Vv. 1—13. Un gran objetivo de la venida de Cristo era poner de lado la ley ceremonial; para dar lugar a esto, rechaza las ceremonias que los hombres agregan a la ley de Dios. Las manos limpias y el corazón puro que Cristo da a Sus discípulos, y requiere de ellos, son muy diferentes de las formalidades externas y supersticiosas de los fariseos de toda época. Jesús los reprueba por rechazar el mandamiento de Dios.
Queda claro que es deber de los hijos, si los padres son pobres, aliviarlos en la medida que pueden; y si merecen morir los hijos que maldicen a sus padres, mucho más los que los dejan pasar hambre. Pero si un hombre se conformaba a las tradiciones de los fariseos, ellos encontraban una forma de liberarlo del cumplimiento de este deber.

LO QUE CONTAMINA AL HOMBRE.

14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended:
15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18 Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar,
19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.
20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
Vv. 14—23. Nuestros malos pensamientos y afectos, palabras y acciones, nos contaminan, y solo eso nos contamina. Como un manantial podrido surte de aguas corrompidas, así es el corazón corrupto que produce razonamientos corruptos, apetitos y pasiones corruptas, y todas las malas obras y acciones que de ellos surgen.
El entendimiento espiritual de la ley de Dios, y la conciencia de lo malo del pecado, hará que el hombre busque la gracia del Espíritu Santo para suprimir los malos pensamientos y afectos que obran por dentro.

CURACIÓN DE LA MUJER CANANEA.

24 Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.
Vv. 24—30. Cristo nunca despidió a nadie que cayera a sus pies, cosa que una pobre alma temblorosa puede hacer. Como ella era una buena mujer, así era una buena madre. Esto la hizo venir a Cristo. El hecho de decir: Que los hijos se sacien primeros, muestra que había misericordia para los gentiles, y no lejana. Ella habló, no como si tomara a la ligera la misericordia, sino magnificando la abundancia de las curaciones milagrosas hechas a los judíos, las cuales en contraste con una sola curación no era sino migaja.
Así, pues, mientras los orgullosos fariseos son abandonados por el bendito Salvador, Él manifiesta su compasión por los pobres pecadores humildes, que miran a Él por el pan de los hijos. Él aún sigue buscando y salvando lo que se había perdido.

CRISTO RESTAURA EL OÍDO Y EL HABLA A UN HOMBRE.

31 Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.
32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto.
35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Vv. 31—37. Aquí hay una curación de un sordomudo. Los que trajeron a este pobre hombre a Cristo, le rogaron que viera el caso y pusiera en acción su poder. Nuestro Señor usó más actos externos de lo acostumbrado para hacer esta curación. Estas eran solo señales del poder de Cristo para curar al hombre, para exhortar su fe, y la de los que lo traían.
Aunque hayamos gran variedad en los casos y modos de aliviar a los que recurrieron a Cristo, todos, sin embargo, tuvieron el alivio que buscaban. Así siguen siendo la gran preocupación de nuestras almas.
CAPÍTULO

8

EL MILAGRO DE LA ALIMENTACIÓN DE LOS CUATRO MIL.

1 En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
2 Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
3 y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
4 Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
5 Él les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.
6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.
8 Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas.
9 Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.
10 Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
Vv. 1—10. Nuestro Señor Jesús exhortó a los más viles que acudieran a Él en busca de vida y gracia. Cristo conoce y considera nuestro estado de ánimo. La generosidad de Cristo está siempre preparada; para mostrar eso repite este milagro. Sus favores se renuevan, como ocurre con nuestras carencias y necesidades. No debe temer la escasez el que tiene a Cristo para vivir por fe, y debe hacer con acción de gracias.

ADVERTENCIA DE CRISTO CONTRA LOS FARISEOS Y LOS HERODIANOS.

11 Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle.
12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.
14 Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
15 Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
16 Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.
17 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?
19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.
21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
Vv. 11—21. La incredulidad obstinada tendrá algo que decir aunque sea muy irracional. Cristo rehusó contestar la demanda de ellos. Si no sienten convicción de pecado, nunca se convencerán. ¡Ay, qué razón tenemos para lamentarnos por los que nos rodean, y se destruyen a sí mismos y a los demás con su incredulidad perversa y obcecada, y por su enemistad con el evangelio!
Cuando olvidamos las obras de Dios y desconfiamos de Él, debemos reprendernos severamente como Cristo reprende aquí a sus discípulos. ¿Cómo es que tan a menudo nos equivocamos con su significación, desechamos sus advertencias y desconfiamos de su providencia?

SANIDAD DE UN CIEGO.

22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.
23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.
24 Él, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan.
25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
Vv. 22—26. He aquí un ciego llevado a Cristo por sus amigos. De ahí se demuestra la fe de los que lo trajeron. Si los que están espiritualmente ciegos, no oran por sí mismos, de todos modos sus amistades y parientes deben orar por ellos, para que quiera Cristo tocarlos. La sanidad fue obrada en forma paulatina, lo que estaba fuera de lo común en los milagros de nuestro Señor.
Cristo demuestra su método común para sanar por su gracia a los que, por naturaleza están espiritualmente ciegos. Primero, su conocimiento es confuso, pero como la luz de la aurora, va en aumento hasta que el día es perfecto y, entonces, ellos ven claramente todas las cosas. Tomar a la ligera los favores de Cristo es renunciar a ellos; y a quienes lo hacen, les dará a conocer el valor de sus beneficios por medio de la necesidad.

EL TESTIMONIO DE PEDRO SOBRE CRISTO.

27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.
29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
30 Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno.
31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
32 Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.
33 Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Vv. 27—33. Estas cosas están escritas para que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Los milagros de nuestro Señor nos aseguran que no fue vencido, sino que fue vencedor. Ahora, los discípulos están convencidos que Jesús es el Cristo; están en condiciones de soportar si saben de sus sufrimientos, los cuales Cristo empieza aquí a dárselos a conocer.
Él ve lo errado en lo que decimos y hacemos, de lo cual nosotros mismos no tenemos conciencia, y sabe de qué espíritu somos, aun cuando nosotros no. La sabiduría del hombre es necedad si pretende limitar los consejos divinos. Pedro no entendía correctamente la naturaleza del reino de Cristo.

CRISTO DEBE SER SEGUIDO.

34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Vv. 34—38. Se da noticia frecuente de la gran aglomeración que había en torno a Cristo para que ayudara en diversos casos. A todos les corresponde saber esto, si esperan que sane sus almas. Ellos no deben ser indulgentes a la comodidad de la carne.
Como la felicidad del cielo con Cristo es suficiente para compensar la pérdida de la vida misma por amor a Él, así si se gana todo el mundo por medio del pecado no compensa la destrucción del alma por el pecado. Llega el día en que la causa de Cristo aparecerá tan gloriosa, como ahora algunos la creen poca cosa y despreciable. Pensemos en esa época y veamos todo objeto terrenal como lo veremos en ese gran día.
CAPÍTULO

9

LA TRANSFIGURACIÓN.

1 También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.
2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
4 Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
5 Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
6 Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd.
8 Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
10 Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
12 Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada?
13 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Vv. 1—13. He aquí una predicción de la proximidad inmediata del reino de Cristo. Un vistazo de ese reino se dio en la transfiguración de Cristo. ¡Bueno es alejarse del mundo y estar a solas con Cristo; qué bueno es estar con Cristo glorificado en el cielo con todos los santos! Pero cuando las cosas nos salen bien, somos dados a no preocuparnos por el prójimo, y en la plenitud de nuestros deleites, olvidamos las muchas necesidades de nuestros hermanos.
Dios reconoce a Jesús y lo acepta como su amado Hijo, y está dispuesto a aceptarnos en Él. Por tanto, hemos de reconocerle y aceptarle como nuestro amado Salvador, y debemos rendirnos para que Él nos mande. Cristo no deja al alma cuando el gozo y los consuelos la dejan. Jesús explica a los discípulos la profecía sobre Elías. Esto se prestaba para mal entender a Juan el Bautista.

EXPULSIÓN DE UN ESPÍRITU MALIGNO.

14 Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.
15 Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.
16 Él les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?
17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18 el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.
19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos.
21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.
22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.
23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Vv. 14—29. El padre del joven sufriente mostró la falta de poder de los discípulos; pero Cristo hace que atribuya su desilusión a la falta de fe. Mucho se promete si creemos. Si tú no puedes creer, es posible que tu duro corazón sea ablandado, curadas tus enfermedades espirituales, y débil como eres, puedes resistir hasta el fin. Los que se quejan de incredulidad, deben mirar a Cristo pidiendo gracia que les ayuda contra eso, y su gracia será suficiente para ellos. A quién Cristo sana, lo cura eficazmente.
Pero Satanás no quiere ser expulsado de quienes han sido sus esclavos por mucho tiempo, y cuando no puede engañar o destruir al pecador, le causa todo el terror que puede. Los discípulos no deben pensar que siempre harán su obra con la misma facilidad; algunos servicios exigen algo más que dolores corrientes.

REPRENSIÓN A LOS APÓSTOLES.

30 Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
31 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
32 Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
33 Y llegó a Capernaúm; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
34 Más ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor.
35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
37 El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Vv. 30—40. El tiempo del sufrimiento de Cristo se acercaba. Si hubiera sido entregado en las manos de demonios y ellos hubieran hecho esto, no hubiese sido tan raro; sin embargo, resulta sorprendente que sean hombres quienes traten tan vergonzosamente al Hijo del Hombre, que vino a redimirlos y salvarlos. Nótese que cuando Cristo hablaba de su muerte siempre hablaba de su resurrección, la cual quitaba de sí el reproche de la muerte y debiera quitar la tristeza a sus discípulos.
Muchos siguen siendo ignorantes porque les da vergüenza preguntar. ¡Qué cosa! Aunque el Salvador enseña tan claramente las cosas que corresponden a su amor y gracia, los hombres están tan cegados que no entienden su decir. Seremos llamados a rendir cuentas de lo que hablamos, y a dar cuenta de nuestras disputas, especialmente sobre quién es más grande. Los más humildes y abnegados se parecen más a Cristo y Él los reconocerá más tiernamente.
Esto les enseñó Jesús por medio de una señal: El que reciba a un niño como éste, me recibe a mí. Muchos han sido como los discípulos, dispuestos a hacer callar a los hombres que lograron predicar el arrepentimiento en el nombre de Cristo a los pecadores, porque no siguen con ellos. Nuestro Señor culpa a los apóstoles recordándoles que quien obra milagros en su nombre no puede dañar a su causa.
Si se lleva pecadores al arrepentimiento, a creer en el Salvador, y a llevar vidas sobrias, justas y santas, entonces vemos que el Señor obra por medio del predicador.

SE DEBE PREFERIR EL DOLOR AL PECADO.

41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,
46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
50 Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.
Vv. 41—50. Se dice repetidamente sobre el impío que su gusano no muere, como también, el fuego que nunca se apaga. Indudablemente el remordimiento de conciencia y la aguda reflexión en sí mismo son el gusano que nunca muere. Queda por cierto fuera de comparación si es mejor pasar por todo dolor, dificultad y negación de sí mismo aquí, y ser feliz por siempre en el más allá, que disfrutar aquí de todas clase de placer mundanal temporal y ser desgraciado para siempre.
Nosotros debemos ser salados con sal, como los sacrificios; nuestros afectos corruptos deben ser sometidos y mortificados por el Espíritu Santo. Los que tienen la sal de la gracia deben demostrar que tienen un principio vivo de gracia en sus corazones, el cual elimina las disposiciones corruptas del alma que ofenden a Dios o a nuestras propias conciencias.
CAPÍTULO

10

PREGUNTA DE LOS FARISEOS SOBRE EL DIVORCIO.

1 Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
2 Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer.
3 Él, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla.
5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;
6 Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
9 Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,
11 y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Vv. 1—12. Donde estuviera Jesús le seguían multitudes y Él les enseñaba. Predicar era costumbre constante de Jesús. Aquí señala que la razón por la cual la ley de Moisés permitió el divorcio, era de tal naturaleza que ellos no debían usar ese permiso; era solamente por la dureza de sus corazones.
Dios mismo unió a marido y mujer; los preparó para que fueran de consuelo y ayuda mutuo. Lo que Dios unió no debe ser desatado a la ligera. Los que están por desechar a sus esposas piensen qué sería de ellos si Dios los tratara de esa manera.

EL AMOR DE CRISTO POR LOS PEQUEÑUELOS.

13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
Vv. 13—16. Algunos padres o niñeras trajeron niños pequeños a Cristo para que Él los tocara como símbolo de su bendición sobre ellos. No parece que necesitaran sanidad corporal ni que fueran capaces de ser enseñados; pero los encargados de cuidarlos, creían que la bendición de Cristo haría bien a sus almas; por tanto, los llevaron a Él.
Jesús mandó que los dejaran venir a Él y que nada debía decirse o hacerse para impedirlo. Los niños deben ser guiados al Salvador tan pronto como sean capaces de entender sus palabras. Además, debemos recibir el reino de Dios como niños pequeños; debemos ser afectuosos con Cristo y su gracia, como los niñitos con sus padres, niñeras y maestros.

CONVERSACIÓN DE CRISTO CON EL JOVEN RICO.

17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Vv. 17—22. Este joven rico mostró gran honestidad. Preguntó qué debía hacer ahora para ser feliz para siempre. La mayoría pide bienes para tenerlos en este mundo; cualquier bien, Salmo 4: 6; éste pide el bien que hay que hacer en este mundo para disfrutar del bien mayor en el otro. Cristo estimula esta pregunta asistiendo su fe y guiando su práctica. Sin embargo, aquí hay una separación penosa entre Jesús y este joven.
Pregunta a Cristo qué debe hacer además de lo que ya hizo para obtener la vida eterna; y Cristo le dice si tiene, como parece sin duda, esa fe firme en la vida eterna, y si le da elevado valor, ¿está dispuesto a soportar una cruz presente con la expectativa de una corona futura? El joven lamentó no poder ser un seguidor de Cristo en condiciones más fáciles; que no pudiera obtener la vida eterna y retener también sus posesiones mundanales. Se fue triste. Véase Mateo 6: 24: No podéis servir a Dios y Mamón.

EL ESTORBO DE LAS RIQUEZAS.

23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
29 Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
Vv. 23—31. Cristo aprovecha esta ocasión para hablar a sus discípulos sobre la dificultad de la salvación de quienes tienen abundancia en este mundo. Los que así buscan ansiosamente la riqueza del mundo, nunca valorarán en justicia a Cristo y su gracia. Además habla de la grandeza de la salvación de los que tienen poco de este mundo y lo dejan por Cristo. La prueba más grande de la constancia de un hombre bueno se produce cuando el amor a Jesús le pide que renuncie al amor a los amigos y a los familiares.
Aunque vencedores por Cristo, aun deben esperar sufrir por Él hasta que lleguen al cielo. Aprendamos a contentarnos en una situación mala y a estar alertas contra el amor a las riquezas en una situación buena. Oremos para ser capaces de dejarlo todo si fuere necesario por el servicio de Cristo, y para usar en su servicio todo lo que se nos permita retener.

CRISTO ANUNCIA SUS SUFRIMIENTOS.

32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
34 y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
36 Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
40 pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan.
42 Más Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.
45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Vv. 32—45. Cristo sigue adelante con su empresa para la salvación de la humanidad, cosa que fue, es y será el asombro de todos sus discípulos. La honra mundanal tiene un brillo, con el cual pueden haberse deslumbrado muchas veces los ojos de los discípulos mismos de Cristo.
Cuidémonos de tener sabiduría y gracia para saber sufrir con Él; y que podamos confiar en que Él proveerá los grados de nuestra gloria. Cristo les muestra que generalmente se abusa del poder en el mundo. Si Jesús nos concediera todos los deseos, pronto se haría evidente que deseamos fama o poder, y que no queremos beber su copa ni pasar su bautismo; con frecuencia sería una ruina que respondiera nuestras oraciones. Pero nos ama y dará a su pueblo sólo lo que es bueno para ellos.

SANIDAD DE BARTIMEO.

46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Vv. 46—52. Bartimeo, que había oído de Jesús y sus milagros, y sabido que iba a pasar por ahí, esperaba recuperar la vista. Al ir a Cristo a pedir ayuda y salud, debemos mirarlo como el Mesías prometido. Los llamados de gracia que Cristo nos hace para que vayamos a Él, animan nuestra esperanza de que si vamos a Él tendremos aquello por lo cual fuimos a Él.
Quienes vayan a Jesús deben desechar el ropaje de su propia suficiencia, deben librarse de todo peso, y del pecado que, como ropajes largos, los asedian más fácilmente, Hebreos 12: 1. Él ruega que sus ojos sean abiertos. Muy deseable es ser capaz de ganar nuestro pan; y donde Dios ha dado a los hombres sus extremidades y sentidos, es vergonzoso que, por necedad y pereza, se hagan efectivamente ciegos y cojos. Sus ojos fueron abiertos.
Tu fe te ha hecho salvo: la fe en Cristo como el Hijo de David, y en su compasión y poder; no tus palabras repetidas, sino tu fe; Cristo pone a trabajar tu fe. Los pecadores sean llamados a imitar al ciego Bartimeo. Jesús pasa por donde se predica el evangelio o circulan las palabras escritas de la verdad, y esta es la oportunidad.
No basta con ir a Cristo por salud espiritual, sino que, cuando estemos sanados, debemos continuar siguiéndole, para que podamos honrarle y recibir instrucción de Él. Los que tienen vista espiritual ven en Cristo esa belleza atractiva que los hará correr tras Él.
CAPÍTULO

11

ENTRADA TRIUNFAL DE CRISTO EN JERUSALÉN.

1 Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos,
2 y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.
4 Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.
5 Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
8 También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.
9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Vv. 1—11. La llegada de Cristo a Jerusalén muestra en forma notable, que Él no temía el poder ni la maldad de sus enemigos. Esto alentaría a sus discípulos que estaban llenos de miedo. Además, no le inquietaban los pensamientos sobre sus sufrimientos que se aproximaban. Sin embargo, todo marcaba su humillación; y estos asuntos nos enseñan a no preocuparnos por alcanzar las cosas de alto rango, sino a condescender a las de bajo nivel.
¡Qué mal le hace a los cristianos darse categorías elevadas, cuando Cristo estuvo tan lejos de reclamarlas! Dieron la bienvenida a su persona: ¡Bendito el que viene! El que debía venir: tan a menudo prometido; tanto tiempo esperado; viene en el nombre del Señor. Que tenga nuestros mejores afectos; Él es un Salvador bendito, y nos trae bendiciones, y bendito sea el que lo envió. Las alabanzas sean a nuestro Dios que está en los cielos más altos, y por sobre todo es Dios bendito para siempre.

MALDICIÓN DE LA HIGUERA ESTÉRIL Y PURIFICACIÓN DEL TEMPLO.

12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.
Vv. 12—18. Cristo miró buscando algún fruto, porque el tiempo de cosechar higos, aunque cercano, no había llegado aún, pero no encontró ninguno. Hizo de la higuera un ejemplo, no para los árboles, sino para los hombres de esa generación. Era una figura de la condenación para la iglesia judía, a la cual vino en busca de frutos sin hallar ninguno.
Cristo fue al templo y empezó a reformar los abusos de sus atrios, para señalar que cuando el Redentor viniera a Sion, iba a eliminar la impiedad de Jacob. Los escribas y los principales sacerdotes procuraban, no cómo pudieran hacer su paz con Él, sino cómo destruirlo. Un intento desesperado en que sólo podían temer, porque era pelear contra Dios.

ORACIÓN EN FE.

19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
Vv. 19—26. Los discípulos no podían pensar por qué la higuera se marchitó tan pronto, pero todos los que rechazan a Cristo se marchitan: eso representa el estado de la iglesia judía. No debemos descansar en ninguna religión que no nos haga fértiles en buenas obras. A partir de eso, Cristo les enseñó a orar con fe. Puede aplicarse a la fe poderosa con que son dotados todos los cristianos verdaderos y que hace maravillas en las cosas espirituales.
Nos justifica, y así elimina montañas de culpa, que nunca se volverán a levantar en juicio contra nosotros. Purifica el corazón y, así, elimina montañas de corrupción, y las allana ante la gracia de Dios. Una diligencia grande ante el trono de la gracia es orar por el perdón de nuestros pecados; y preocuparse por esto debiera ser nuestro afán diario.

LOS SACERDOTES Y LOS ANCIANOS INTERROGADOS SOBRE JUAN EL BAUTISTA.

27 Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?
29 Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32 ¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
33 Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Vv. 27—33. Nuestro Salvador demuestra cuán emparentados estaban su doctrina y su bautismo con los de Juan; tenían el mismo designio y tendencia: traer el evangelio del reino. Estos ancianos no merecían que se les enseñara; porque era claro que no contendían por la verdad sino por la victoria; ni tampoco tuvo que decírselo, porque las obras que Él hizo, decían claramente que tenía autoridad de Dios; puesto que ningún hombre podía hacer los milagros que hacía a menos que Dios estuviera con él.
CAPÍTULO

12

LA PARÁBOLA DE LA VIÑA Y LOS ARRENDATARIOS.

1 Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas: Un hombre plantó una viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
2 Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que recibiese de éstos del fruto de la viña.
3 Más ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
4 Volvió a enviarles otro siervo; pero apedreándole, le hirieron en la cabeza, y también le enviaron afrentado.
5 Volvió a enviar otro, y a éste mataron; y a otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
6 Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
7 Más aquellos labradores dijeron entre sí: Éste es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
8 Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los labradores, y dará su viña a otros.
10 ¿Ni aun esta escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo;
11 El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
Vv. 1—12. Cristo mostró en parábolas que dejaría a un lado la iglesia judía. Entristece pensar el maltrato que han hallado los fieles ministros de Dios en todas las épocas, de parte de quienes disfrutaron los privilegios de la iglesia, pero que no dieron el fruto requerido. Dios envió, finalmente, a su Hijo, su bien amado; y se podría esperar que ellos también respetaran y amaran al amado de su Señor; no obstante, en lugar de honrarle porque era el Hijo y heredero, lo odiaron.
Pero la exaltación de Cristo fue obra del Señor; y es su obra exaltarlo en nuestros corazones, y establecer ahí su trono; y si esto se hace, no puede ser sino maravilloso ante nuestros ojos. Las Escrituras y los predicadores fieles, y la venida próxima de Cristo encarnado, nos llaman a rendir la debida alabanza a Dios en nuestra vida. Los pecadores deben cuidarse del espíritu orgulloso y carnal; si injurian o desprecian a los predicadores de Cristo, lo harían así a su Señor si hubieran vivido cuando estuvo en la tierra.

PREGUNTA SOBRE EL TRIBUTO.

13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra.
14 Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
15 Más él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
16 Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César.
17 Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
Vv. 13—17. Se pensaría que los enemigos de Cristo desearían conocer su deber, cuando realmente esperaban que, tomara cualquier partido para acusarlo. Nada es más probable para atrapar a los seguidores de Cristo que llevarlos a meterse en los debates de la política mundanal. Jesús evitó la trampa refiriéndose al sometimiento que ellos ya habían efectuado como nación. Muchos elogiarán las palabras de un sermón, pero sin obedecer sus doctrinas.

TOCANTE A LA RESURRECCIÓN.

18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
20 Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia.
21 Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
22 Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
24 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?
25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.
26 Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27 Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
Vv. 18—27. El recto conocimiento de la Escritura, como fuente de donde fluye ahora toda la religión revelada, y el fundamento sobre lo cual se construye, es el mejor preservativo contra el error. Cristo desechó la objeción de los saduceos, que eran infieles calumniadores de la religión de aquella época, afirmando la doctrina del estado futuro bajo la luz verdadera. La relación entre marido y mujer, aunque estipulada en el paraíso terrenal, no se conocerá en el celestial. No es de maravillarse si nos confundimos con errores necios, cuando nos formamos nuestras ideas del mundo de los espíritus por los sucesos en este mundo de los sentidos.
Absurdo es pensar que el Dios vivo sea la porción y la felicidad de un hombre si éste está muerto para siempre; por tanto, es seguro que el alma de Abraham existe y actúa aunque separada, temporalmente del cuerpo. Aquellos que niegan la resurrección yerran mucho y se les debe decir eso. Procuremos pasar por este mundo moribundo con la esperanza jubilosa de la dicha eterna, y de la resurrección gloriosa.

EL GRAN MANDAMIENTO DE LA LEY.

28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento.
31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
Vv. 28—34. A los que desean sinceramente que se les enseñe su deber, Cristo les guiará en juicio y les enseñará su camino. Dice al escriba que el mandamiento más grande, que indudablemente incluye todo, es amar a Dios con todo nuestro corazón. Donde este es el principio rector del alma, allí hay una disposición para todo otro deber. Amar a Dios con todo nuestro corazón nos compromete con todo lo que le complazca.
Los sacrificios sólo representaban la expiación de las transgresiones de la ley moral perpetradas por los hombres; no tenían poder excepto al expresar el arrepentimiento y la fe en el prometido Salvador, y en cuanto llevaran a la obediencia moral.
Como nosotros no hemos amado así a Dios ni al hombre, sino precisamente a la inversa, somos pecadores condenados; necesitamos arrepentimiento y necesitamos misericordia. Cristo aprobó lo que el escriba dijo y le animó. Se quedó para ulterior consejo, porque este conocimiento de la ley conduce a la convicción de pecado, al arrepentimiento, a descubrir nuestra necesidad de misericordia, y a entender el camino de la justificación por Cristo.

CRISTO EL HIJO Y, SIN EMBARGO, EL SEÑOR DE DAVID.

35 Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
37 David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas,
39 y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
40 que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación.
Vv. 35—40. Cuando atendemos lo que declaran las Escrituras, en cuanto a la persona y los oficios de Cristo, seremos guiados a confesarlo como nuestro Señor y Dios; a obedecerle como nuestro Redentor exaltado. Si la gente común oye alegremente estas cosas, mientras los educados y distinguidos se oponen, aquellos son dichosos y estos, deben ser compadecidos. Y como el pecado disfrazado con apariencia de piedad, es doble iniquidad, así su condena será doblemente pesada.

ELOGIO DE LA VIUDA POBRE.

41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Vv. 41—44. No olvidemos que Jesús todavía observa el arca de las ofrendas. Él sabe cuánto y por qué motivos dan a su causa los hombres. Él mira el corazón, y cuáles son nuestras opiniones al dar limosna; y si lo hacemos como para el Señor o sólo para ser vistos por los hombres.
Es tan raro encontrar a alguien que no culpe a esta viuda, que no podemos esperar encontrar a muchos que hagan como ella; no obstante, nuestro Salvador la elogia; por tanto, estamos seguros que ella hizo bien y sabiamente. Los débiles esfuerzos del pobre para honrar a su Salvador, serán elogiados en el día cuando las acciones espléndidas de los incrédulos sean expuestas al desprecio.
CAPÍTULO

13

ANUNCIO DE LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO.

1 Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
2 Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
3 Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
Vv. 1—4. Obsérvese en cuán poco valora Cristo la pompa externa, donde no hay verdadera pureza de corazón. Mira con compasión la ruina de almas preciosas, y llora por ellas, pero nosotros no lo hayamos mirando con lástima la ruina de una casa hermosa.
Entonces, recordemos cuán necesario es que tengamos una habitación más perdurable en el cielo y estar preparados para ella por la obra del Espíritu Santo, buscada en el uso ferviente de todos los medios de gracia.

DISCURSO PROFÉTICO DE CRISTO.

5 Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe;
6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
7 Más cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos.
9 Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos.
10 Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones.
11 Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Vv. 5—13. Nuestro Señor Jesús, al responder la pregunta de los discípulos, no hace tanto para satisfacer su curiosidad como para dirigir sus conciencias. Cuando muchos son engañados, debemos por ello ser despertados para examinarnos a nosotros mismos. Los discípulos de Cristo, si no es su propia falta, pueden disfrutar de santa seguridad y paz mental cuando todo a su alrededor está desordenado.
Pero ellos deben cuidar de no ser alejados de Cristo y de su deber hacia Él por los sufrimientos con que se encontrarán por amor a Él. Serán odiados por todos los hombres: ¡problema más que suficiente! Pero la obra a la que fueron llamados debe seguir adelante y prosperar. Aunque ellos sean aplastados y derribados, el evangelio no puede serlo. La salvación prometida es más que liberación del mal, es bendición eterna.

LA PROFECÍA DE CRISTO.

14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.
15 El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Más ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!
18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;
19 porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
20 Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
21 Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis.
22 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.
23 Más vosotros mirad; os lo he dicho todo antes.
Vv. 14—23. Los judíos apresuraron el ritmo de su ruina al rebelarse contra los romanos y perseguir a los cristianos. Aquí tenemos una predicción de la destrucción que les sobrevino unos cuarenta años después de esto; una destrucción y un estrago como no los ha habido en la historia. Las promesas de poder para perseverar y las advertencias contra un alejamiento concuerdan bien unas con otras.
Pero mientras más consideremos estas cosas, veremos motivos más abundantes para huir sin demora a refugiarnos en Cristo, y a renunciar a todo objeto terrenal por la salvación de nuestras almas.

DECLARACIONES PROFÉTICAS

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor,
25 y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.
26 Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.
27 Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Vv. 24—27. Los discípulos habían confundido la destrucción de Jerusalén con el fin del mundo. Cristo corrigió este error y demostró que el día de la venida de Cristo y el día del juicio serán después de aquella tribulación. Aquí anuncia la disolución final del marco y trama presentes del mundo. Además, predice la aparición visible del Señor Jesús que viene en las nubes y la reunión de todos los elegidos con Él.

EXHORTACIÓN A VELAR.

28 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
30 De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33 Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
36 para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.
37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.
Vv. 28—37. Tenemos la aplicación del sermón profético. En cuanto a la destrucción de Jerusalén, esperad que venga dentro de muy poco tiempo. En cuanto al fin del mundo, no preguntéis cuando vendrá, porque el día y la hora no lo sabe ningún hombre. Cristo, como Dios, no podía ignorar nada, porque la sabiduría divina que habitaba en nuestro Señor se comunicaba a su alma humana conforme al beneplácito divino. Nuestro deber respecto de las dos es estar alertas y orar.
Nuestro Señor Jesús, cuando ascendió a lo alto, dejó algo para que todos sus siervos hagan. Siempre debemos estar vigilantes esperando su regreso. Esto se aplica a la venida de Cristo a nosotros en nuestra muerte y también al juicio general. No sabemos si nuestro Señor vendrá en los días de la juventud, en la edad mediana o en la vejez, pero, tan pronto como nacemos, empezamos a morir y, por tanto, debemos esperar la muerte.
Nuestro gran afán debe ser que, cuando venga el Señor, no nos halle confiados, dándonos el gusto en comodidad y pereza, despreocupados de nuestra obra y del deber. A todos les dice: Velad, para que sean hallados en paz, sin mancha e irreprensibles.
CAPÍTULO

14

CRISTO UNGIDO EN BETANIA.

1 Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle.
2 Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del pueblo.
3 Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
4 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
6 Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
7 Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis.
8 Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
11 Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
Vv. 1—11. ¿Derramó Cristo Su alma hasta morir por nosotros, y pensaremos que haya algo demasiado precioso para Él? ¿Le damos el ungüento precioso de nuestros mejores afectos? Amémosle con todo el corazón aunque es común que el celo y el afecto sean malentendidos y culpados; y recordemos que la caridad para con el pobre no será excusa de ningún acto particular de piedad para con el Señor Jesús.
Cristo elogió la piadosa atención de esta mujer para que lo sepan los creyentes de todas las épocas. A quienes honran a Cristo, Él los honrará. La codicia era la lujuria principal de Judas y eso le traicionó para que pecara traicionando a su Maestro; el diablo adaptó su tentación a eso y, de ese modo, lo venció. Véase cuántas tretas engañosas tienen muchos en sus esfuerzos pecaminosos; pero lo que parece progresar en sus planes, al final resultará ser maldición.

LA PASCUA Y JESÚS DECLARA QUE JUDAS LO TRAICIONARÁ.

12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?
13 Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,
14 y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
15 Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.
16 Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
17 Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.
18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
20 Él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.
21 A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, más ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
Vv. 12—21. Nada podría ser menos resultado de la previsión humana que los sucesos aquí relatados. Pero nuestro Señor sabe todas las cosas sobre nosotros antes que acontezcan. Si lo recibimos, habitará en nuestros corazones.
El Hijo del Hombre va, como está escrito de Él, como cordero al matadero; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Si Dios permite los pecados de los hombres, y se glorifica en ellos, no los obliga a pecar; ni es excusa para su culpa, ni aminorará el castigo.

INSTITUCIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR.

22 Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
27 Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas.
28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.
30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
31 Más él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Vv. 22—31. La cena del Señor es alimento para el alma, por tanto, basta con muy poco en comparación con lo que es para el cuerpo en tanto sirva de señal. Fue instituida por el ejemplo y la práctica de nuestro Maestro para que siguiera vigente hasta su segunda venida. Fue instituida con bendición y acción de gracias para ser un memorial de la muerte de Cristo.
Se menciona frecuentemente su preciosa sangre como el precio de nuestra redención. ¡Cuán consolador es esto para los pobres pecadores arrepentidos, que la sangre de Cristo sea derramada por muchos! Si por muchos, ¿por qué no por mí? Fue señal del traspaso de los beneficios adquiridos para nosotros por su muerte.
Aplicaos la doctrina de Cristo crucificado a vosotros mismos; que sea carne y bebida para vuestras almas, fortaleciendo y refrescando vuestra vida espiritual. Iba a ser una primicia y un sabor anticipado de la dicha del cielo, y por ello, nos quita el gusto por los placeres y deleites de los sentidos. Todo el que ha saboreado las delicias espirituales, directamente desea las eternas.
Aunque el gran Pastor pasó por sus sufrimientos sin dar un paso en falso, sus seguidores han sido, no obstante, esparcidos a menudos por la pequeña medida de sufrimientos asignados a ellos. ¡Qué dados somos a pensar bien de nosotros mismos y a confiar en nuestros corazones! Fue malo que Pedro le contestara así a su Señor, sin temor ni temblor. Señor, dame gracia para evitar que te niegue.

LA AGONÍA DE CRISTO EN EL HUERTO.

32 Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
33 Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
35 Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora.
36 Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
37 Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
40 Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
41 Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
42 Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
Vv. 32—42. Los sufrimientos de Cristo empezaron con los más dolorosos, los de su alma. Empezó a entristecerse y a angustiarse; palabras no empleadas en San Mateo, pero muy llenas de sentido. Los terrores de Dios lo combatieron, y Él le permitió contemplarlos. Nunca hubo dolor como su dolor hasta ahora. Él fue hecho maldición por nosotros; las maldiciones de la ley fueron echadas sobre Él como nuestra prenda.
Ahora Él saboreó la muerte en toda su amargura. Esto era ese miedo del que habla el apóstol, el miedo natural al dolor y la muerte, ante la cual se sobresalta la naturaleza humana. ¿Podremos alguna vez tener pensamientos favorables o siquiera ligeros sobre el pecado, cuando vemos los penosos sufrimientos que el pecado trajo al Señor Jesús, aunque le fueron reconocidos? ¿Será leve para nuestras almas lo que fue tan pesado para la Suya? ¿Estuvo Cristo en tal agonía por nuestros pecados, y nosotros nunca agonizaremos por ellos?
¡Cómo debiéramos mirar a Aquel que traspasamos, y cómo debiera dolernos! Nos corresponde entristecernos excesivamente por el pecado, porque Él lo estuvo y nunca se rió de eso. Cristo, como Hombre rogó que si era posible pasaran de Él sus sufrimientos. Como Mediador se sometió a la voluntad de Dios, diciendo: Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú; lo acepto. Véase cómo vuelve la pecaminosa debilidad de los discípulos de Cristo y los vence. ¡Qué lastres tan pesados son nuestros cuerpos para nuestras almas!
Pero cuando veamos el problema en la puerta, debemos prepararnos para ello. Ay, hasta los creyentes suelen mirar de manera turbia los sufrimientos del Redentor, y en lugar de estar listos para morir con Cristo, ni siquiera están preparados para velar con Él durante una hora.

TRAICIONADO Y APRESADO.

43 Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad.
45 Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.
46 Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron.
47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme?
49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
51 Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron;
52 más él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Vv. 43—52. Debido a que Cristo no se manifestó como un príncipe temporal, sino que predicó el arrepentimiento, la reforma y la vida santa, y dirigió los pensamientos, afectos y propósitos de los hombres a otro mundo, por eso, los dirigentes judíos procuraron destruirlo. Pedro hirió a uno de la partida. Es más fácil pelear por Cristo que morir por Él.
Pero hay una gran diferencia entre los discípulos falibles y los hipócritas. Estos últimos llaman Maestro a Cristo, presurosos y sin pensar, y expresan gran afecto por Él, pero lo entregan a sus enemigos. Así aceleran su propia destrucción.

CRISTO ANTE EL SUMO SACERDOTE.

53 Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas.
54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego.
55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
56 Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban.
57 Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
59 Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
61 Más él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
65 Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
Vv. 53—65. Aquí tenemos la condena de Cristo ante el gran consejo de los judíos. Pedro siguió, pero el lado del fuego del Sumo Sacerdote no era el lugar apropiado, ni sus siervos eran compañía adecuada para Pedro: era una entrada en la tentación. Se empleó gran diligencia para conseguir testigos falsos contra Jesús aunque el testimonio de ellos no era equivalente a una acusación de delito capital, por mucho que ellos estiraran la ley.
Se le preguntó: ¿Eres el Hijo del Bendito? Esto es, el Hijo de Dios. Él se refiere a su segunda venida para probar que es el Hijo de Dios. Tenemos en estos ultrajes muchas pruebas de la enemistad del hombre hacia Dios, y del amor gratuito e indecible de Dios por el hombre.

PEDRO NIEGA A CRISTO.

66 Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno.
68 Más él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo.
69 Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Éste es de ellos.
70 Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos.
71 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis.
72 Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Vv. 66—72. La negación de Cristo por parte de Pedro empezó por mantenerse alejado de Él. Los que se avergüenzan de la santidad están bien avanzados en el camino de negar a Cristo. Quienes piensan que es peligroso andar en compañía de los discípulos de Cristo, porque de ahí pueden ser llevados a sufrir por Él, encontrarán mucho más peligroso estar en la compañía de sus enemigos, porque ahí serán llevados a pecar contra Él.
Cuando Cristo era admirado y lo seguían, Pedro lo confesó con prontitud; pero no reconoce su relación con Él ahora que está abandonado y despreciado. Pero obsérvese que el arrepentimiento de Pedro fue muy rápido. El que piensa estar firme, mire que no caiga; y el que ha caído piense en estas cosas, y en sus propias ofensas, y vuelva al Señor con llanto y súplicas, buscando el perdón para ser levantado por el Espíritu Santo.
CAPÍTULO

15

CRISTO ANTE PILATO.

1 Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
3 Y los principales sacerdotes le acusaban mucho.
4 Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Más Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.
6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.
8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.
9 Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
10 Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.
11 Más los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.
12 Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
14 Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más: ¡Crucifícale!
Vv. 1—14. Ellos ataron a Cristo. Bueno es para nosotros recordar frecuentemente las ataduras del Señor Jesús, como que estamos atados con el que fue atado por nosotros. Al entregar al Rey, en efecto, ellos entregaron el reino de Dios, que por tanto, les fue quitado como por propio consentimiento de ellos, y fue dado a otra nación.
Cristo dio una respuesta directa a Pilato, pero no quiso responder a los testigos porque se sabía que las cosas que alegaron eran falsas, hasta el mismo Pilato estaba convencido que era así. Pilato pensó que podía apelar desde los sacerdotes al pueblo, y que ellos liberarían a Jesús de las manos de los sacerdotes, pero ellos fueron más y más presionados por los sacerdotes, y gritaron: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Juzguemos a las personas y cosas por sus méritos y la norma de la palabra de Dios, y no por el saber corriente.
El pensamiento de que nunca nadie fue tratado tan vergonzosamente, como la única Persona que es perfectamente excelente, santa y sabia que haya aparecido en la tierra, lleva a la mente seria a formarse una firme opinión de la maldad del hombre y la enemistad contra Dios. Aborrezcamos más y más las disposiciones malas que marcaron la conducta de esos perseguidores.

CRISTO ES LLEVADO A SER CRUCIFICADO.

15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía.
17 Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas,
18 comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias.
20 Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.
Vv. 15—21. Cristo encontró a la muerte en su aspecto más terrorífico. Fue la muerte de los malhechores más viles. Así, se reúnen la cruz y la vergüenza. Dios había sido deshonrado por el pecado del hombre, Cristo dio satisfacción sometiéndose a la mayor desgracia con que la naturaleza humana podía ser cargada. Era una muerte maldita; así fue marcada por la ley judía, Deuteronomio 21: 23.
Los soldados romanos se burlaron de nuestro Señor Jesús como Rey; como los siervos se habían burlado de Él como Profeta y Salvador en el patio del sumo sacerdote. ¿Será un manto púrpura o escarlata una cuestión de orgullo para un cristiano, si fue cuestión de reproche y vergüenza para Cristo? Él llevó la corona de espinas que nosotros merecíamos, para que nosotros pudiéramos llevar la corona de gloria que Él merece. Nosotros fuimos por el pecado condenados a vergüenza y desprecio eternos.
Él fue llevado con los hacedores de iniquidad, aunque Él no pecó. Los sufrimientos del manso y santo Redentor son siempre una fuente de instrucción para el creyente, de la cual no puede agotarse en sus mejores horas. ¿Sufrió Jesús así y yo, vil pecador, me afanaré o me pondré descontento? ¿Consentiré a la ira o emitiré reproches y amenazas debido a los problemas e injurias?

LA CRUCIFIXIÓN.

22 Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera.
23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.
24 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.
26 Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda.
28 Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos.
29 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas,
30 sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
31 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.
32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban.
Vv. 22—32. El lugar donde fue crucificado nuestro Señor Jesús, era llamado el lugar de la Calavera; era el lugar corriente para las ejecuciones, porque Él fue en todo aspecto contado entre los transgresores. Cada vez que miremos a Cristo crucificado, debemos recordar el escrito puesto sobre su cabeza: Él es un Rey y nosotros debemos rendirnos para ser sus súbditos, sin duda, como israelitas.
Crucificaron a dos ladrones con Él, y Él en el medio; con eso pretendían deshonrarlo mucho, pero estaba profetizado que sería contado con los transgresores, porque Él fue hecho pecado por nosotros. Aun los que pasaban por ahí lo insultaban. Le decían que se bajara de la cruz, y creerían, pero no creyeron aunque les dio la señal más convincente cuando se levantó de la tumba.
¡Con qué fervor buscará salvación el hombre que cree firmemente la verdad, como es dada a conocer por los sufrimientos de Cristo! ¡Con cuánta gratitud recibirá la esperanza naciente del perdón y la vida eterna, adquiridas por los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios! ¡Y con qué piadosa tristeza se dolerá por los pecados que crucificaron al Señor de gloria!

LA MUERTE DE CRISTO.

33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.
36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40 También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
41 quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Vv. 33—41. Hubo una densa oscuridad sobre la tierra, desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Los judíos estaban haciendo lo más que podían para apagar al Sol de Justicia. Las tinieblas significaban la nube bajo la cual estaba el alma humana de Cristo cuando la estaba presentando como ofrenda por el pecado. Él no se quejó de que sus discípulos lo abandonaran, sino de que su Padre lo desamparara. Especialmente en esto fue Él hecho pecado por nosotros.
Cuando Pablo iba a ser ofrecido como sacrificio en el servicio de los santos, se gozaba y se regocijaba, Filipenses 2: 17; pero es otra cosa ser ofrecido como sacrificio por el pecado de los pecadores.
En el mismo instante en que Jesús murió, fue rasgado de arriba abajo el velo del templo. Esto expresó terror a los judíos incrédulos, y fue señal de la destrucción de su iglesia y nación. Expresa consuelo para todos los cristianos creyentes, porque significaba abrir un camino nuevo y vivo al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús.
La confianza con que Cristo había tratado francamente a Dios como su Padre, encomendando su alma en sus manos, parece haber afectado mucho al centurión. Los puntos de vista correctos sobre Cristo crucificado reconcilian al creyente con el pensamiento de la muerte; anhela contemplar, amar, y alabar, como se debe, a ese Salvador que fue herido y traspasado para salvarlo de la ira venidera.

SU CUERPO ES ENTERRADO.

42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo,
43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José,
46 el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían.
Vv. 42—47. Aquí asistimos al entierro de nuestro Señor Jesús. ¡Oh, que nosotros podamos, por gracia, ser plantados en su semejanza! José de Arimatea fue uno que esperaba el reino de Dios. Los que esperan por una cuota de sus privilegios deben confesar la causa de Cristo cuando parece estar aplastada.
A este hombre levantó Dios para su servicio. Hubo una providencia especial, que Pilato fuera tan estricto en su investigación para que no hubiera pretensión de decir que Jesús estuviera vivo. Pilato dio a José permiso para bajar el cuerpo, y hacer lo que le pareciera bien con él.
Algunas de las mujeres vieron donde fue puesto Jesús, para poder ir después del día de reposo a ungir el cuerpo muerto porque no tuvieron tiempo de hacerlo antes. Se fijaron especialmente en el sepulcro de Cristo porque Él iba a levantarse de nuevo. Él no abandonará a los que confían en Él, y lo invocan. La muerte, privada de su aguijón, pronto terminará las penas del creyente, como terminó las del Salvador.
CAPÍTULO

16

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO REVELADA A LAS MUJERES.

1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.
2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol.
3 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande.
5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
6 Más él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.
7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
Vv. 1—8. Nicodemo trajo una gran cantidad de especias, pero estas buenas mujeres no creyeron que fueran suficientes. El respeto que otros muestran a Cristo no nos debe impedir que mostremos nuestro respeto. Los que son llevados por el celo santo a buscar con diligencia a Cristo, encontrarán que los tropiezos del camino se desaparecen con rapidez.
Cuando nos exponemos a problemas y gastos por amor a Cristo, somos aceptos aunque nuestros esfuerzos no tengan éxito. La vista del ángel podía haberlas animado, con justicia, pero ellas se asustaron. Así, pues, muchas veces lo que debiera ser nuestro consuelo, produce terror debido a nuestro propio error. Él fue crucificado, pero está glorificado.
Ha resucitado, no está aquí. No está muerto, y vive de nuevo; más adelante, le veréis, pero aquí podéis ver el lugar donde fue puesto. Así, se enviará el consuelo oportuno a los que lloran al Señor Jesús. Pedro es nombrado en particular: Decid a Pedro; esto lo recibirá muy bien, porque está triste por el pecado. Ver a Cristo es algo muy bien recibido por un verdadero arrepentido, y el penitente verdadero es muy bien recibido cuando quiere ver a Cristo.
Los hombres corrieron a toda prisa hacia donde estaban los discípulos; pero los temores inquietantes suelen impedirnos hacer el servicio que podríamos hacer a Cristo y a las almas de los hombres, si la fe y el gozo de la fe fueran firmes.

CRISTO APARECE A MARÍA MAGDALENA Y A OTROS DISCÍPULOS.

9 Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
12 Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.
Vv. 9—13. Mejores noticias no pudieron ser llevadas a los discípulos que lloraban, que contarles de la resurrección de Cristo. Nosotros debiéramos estudiar para consolar a los discípulos dolientes diciéndoles lo que hemos visto de Cristo. Fue una sabia providencia que las pruebas de la resurrección de Cristo fueran dadas gradualmente, y recibidas con cautela, para que la seguridad con que los apóstoles predicaron esta doctrina después, fuera más satisfactoria.
Sin embargo, ¡cuán lentos somos para admitir los consuelos que la palabra de Dios tiene! Entonces, mientras Cristo consuela a su pueblo, ve que, a menudo, es necesario reprenderlos y corregirlos por la dureza de corazón que desconfía de su promesa como asimismo que no obedece sus santos preceptos.

SU COMISIÓN PARA LOS DISCÍPULOS.

14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Vv. 14—18. Las pruebas de la verdad del evangelio son tan completas que los que no las aceptan, pueden ser justamente reprendidos por su incredulidad. Nuestro bendito Señor renueva la elección de los once como apóstoles suyos y les encarga la misión de ir a todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. Sólo el que es verdadero cristiano será salvo por medio de Cristo. Simón el mago profesó creer, y fue bautizado, pero se declaró que estaba en los lazos de la iniquidad: léase su historia en Hechos 8: Vv. 13—15.
Sin duda esta es una declaración solemne de la fe verdadera que recibe a Cristo en todos sus caracteres y oficios, y para todos los propósitos de la salvación, y produce su buen efecto en el corazón y la vida; no el simple asentimiento, que es fe muerta y no da provecho. La comisión de los ministros de Cristo se extiende a toda criatura de todo el mundo, y las declaraciones del evangelio contienen no sólo verdades, exhortaciones y preceptos, sino también advertencias temibles.
Obsérvese con qué poder fueron dotados los apóstoles, para confirmar la doctrina que iban a predicar. Estos fueron milagros para confirmar la verdad del evangelio, y medios para difundirlo en las naciones que no lo habían oído.

LA ASCENSIÓN DE CRISTO.

19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
Vv. 19, 20. Después que el Señor habló, subió al cielo. Sentarse es una postura de reposo; había terminado su obra; es postura de gobierno: tomó posesión de su reino. Se sentó a la diestra de Dios, lo que denota su soberana dignidad y poder universal. Lo que Dios haga con nosotros, nos dé o nos acepte, es por su Hijo. Ahora Él está glorificado con la gloria que tuvo antes que el mundo fuese.
Los apóstoles fueron y predicaron en todas partes, lejos y cerca. Aunque la doctrina que predicaron era espiritual y celestial, directamente contraria al espíritu y temperamento del mundo; aunque se encontraron con mucha oposición, y fueron absolutamente desprovistos de todos los apoyos y ventajas del mundo, aun así, en unos pocos años, su voz llegó hasta lo último de la tierra.

Los ministros de Cristo no necesitan ahora obrar milagros para probar su mensaje; está demostrado que las Escrituras son de origen divino y esto hace que no tengan excusa los que las rechazan o desprecian. Los efectos del evangelio, cuando se predica fielmente y se cree verdaderamente, y cambia los temperamentos y el carácter de la humanidad, son una prueba constante, una prueba milagrosa, de que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.