DOCTRINA DE JESUCRISTO EN EL EVANGELIO DE LUCAS 2ª PARTE CAP: 10 AL 24

CAPÍTULO

10

SETENTA DISCÍPULOS ENVIADOS.

1 Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.
8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;
9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10 Más en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
Vv. 1—16. Cristo envió a los setenta discípulos, en parejas, para que se fortalecieran y se estimularan mutuamente. El ministerio del evangelio pide a los hombres que reciban a Cristo como Príncipe y Salvador; y seguramente Él irá en el poder de su Espíritu a todos los lugares donde manda a sus siervos fieles; pero la condena de los que reciben en vano la gracia de Dios será temible.
Los que desprecian a los fieles ministros de Cristo, los que piensan mal de ellos y se burlan de ellos, serán reconocidos como los que despreciaron a Dios y Cristo.

LA BENDICIÓN DE LOS DISCÍPULOS DE CRISTO.

17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Vv. 17—24. Todas nuestras victorias sobre Satanás son logradas por el poder derivado de Jesucristo, que debe tener toda la alabanza. Cuidémonos del orgullo espiritual que ha causado la destrucción de tantos. Nuestro Señor se regocijó en la perspectiva de la salvación de muchas almas. Era apropiado que se tomara nota detallada de esa hora de gozo; hubo muy pocas, porque era varón de dolores: en esa hora en que vio caer a Satanás y oyó del buen resultado de sus ministros, en esa hora se regocijó. Siempre ha resistido al orgulloso y ha dado gracia al humilde.
Mientras más claramente dependamos de la enseñanza, ayuda y bendición del Hijo de Dios, más conocidos seremos del Padre y del Hijo; más bendecidos seremos al ver la gloria, y oír las palabras del Salvador divino; y más útiles seremos para el progreso de su causa.

EL BUEN SAMARITANO.

25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Vv. 25—37. Si hablamos en forma descuidada de la vida eterna y del camino a ella, tomamos en vano el nombre de Dios. Nadie ama a Dios ni a su prójimo con una medida de puro amor espiritual, si no participa de la gracia de la conversión. El orgulloso corazón humano se resiste mucho contra tales convicciones.
Cristo da el ejemplo de un pobre judío en apuros, socorrido por un buen samaritano. Este pobre cayó en manos de ladrones que lo dejaron herido y casi moribundo. Los que debieron ser sus amigos lo pasaron por alto, y fue atendido por un extranjero, un samaritano, de la nación que los judíos más despreciaban y detestaban, con quienes no querían tratos. Es lamentable observar cuánto domina el egoísmo en todos los rangos; cuántas excusas dan los hombres para ahorrarse problemas o gastos en ayudar al prójimo.
El verdadero cristiano tiene escrita en su corazón la ley del amor. El Espíritu de Cristo habita en él; la imagen de Cristo se renueva en su alma. La parábola es una bella explicación de la ley de amar al prójimo como a uno mismo, sin acepción de nación, partido ni otra distinción. También establece la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador con los miserables pecadores. Nosotros éramos como este viajero pobre y en apuros. Satanás, nuestro enemigo, nos robó y nos hirió: tal es el mal que nos hace el pecado.
El bendito Jesús se compadeció de nosotros. El creyente considera que Jesús le amó y dio su vida por él cuando éramos enemigos y rebeldes; y habiéndole mostrado misericordia, le exhorta que vaya y haga lo mismo. Es nuestro deber, en nuestro trabajo y según nuestra capacidad, socorrer, ayudar y aliviar a todos los que estén en apuros y necesitados.

JESÚS EN LA CASA DE MARTA Y MARÍA.

38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Vv. 38—42. Un buen sermón no es peor por ser predicado en una casa; y las visitas de nuestros amigos deben ser de tal modo administradas como para hacer que busquen el bien de sus almas. Sentarse a los pies de Cristo significa disposición pronta para recibir su palabra, y sumisión a su dirección. Marta estaba preocupada de atender a Cristo y a los que venían con Él. Aquí había respeto hacia nuestro Señor Jesús en la atención correcta de sus quehaceres domésticos, pero había algo de culpa.
Ella estaba muy dedicada a servir: abundancia, variedad, y exactitud. La actividad mundanal es una trampa para nosotros cuando nos impide servir a Dios y obtener lo bueno para nuestras almas. ¡Cuánto tiempo se desperdicia innecesariamente y, a menudo, se acumulan gastos para atender a quienes profesan el evangelio!
Aunque Marta era culpable en esta ocasión, era, no obstante, creyente verdadera y su conducta general no descuidaba la cosa necesaria. El favor de Dios es necesario para nuestra dicha: la salvación de Cristo es necesaria para nuestra seguridad. Donde se atienda esto, todas las demás cosas tomarán su correcto lugar. Cristo declaró: María ha elegido la buena cosa.
Porque una cosa es necesaria, y esta cosa hizo ella, rendirse a la dirección de Cristo. Las cosas de esta vida nos serán quitadas por completo cuando nosotros seamos quitados de ella, pero nada nos separará del amor de Cristo y de tener parte en ese amor. Los hombres y los demonios no pueden quitárnoslo, y Dios y Cristo no lo harán. Preocupémonos con más diligencia de la única cosa necesaria.
CAPÍTULO

11

ENSEÑA A ORAR A SUS DISCÍPULOS.

1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
Vv. 1—4. “Señor, enséñanos a orar”, es una buena oración, y muy necesaria, porque Jesucristo es el único que puede enseñarnos a orar por su palabra y su Espíritu. Señor, enséñame a orar; Señor, estimúlame y vivifícame para el deber; Señor, dirígeme sobre qué orar; enséñame qué debo decir. Cristo les enseñó una oración, en forma muy parecida a la que había dado antes en su sermón del monte.
Hay algunas palabras diferentes en el Padrenuestro en Mateo, y en Lucas, pero no son de gran importancia. En nuestros pedidos por el prójimo y por nosotros mismos, vamos a nuestro Padre celestial, confiando en su poder y bondad.

CRISTO EXHORTA A SER FERVIENTES EN LA ORACIÓN.

5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Vv. 5—13. Cristo alienta el fervor y la constancia en la oración. Debemos ir por lo que necesitamos, como hace el hombre acude a su vecino o amigo, que es bueno con él. Vamos por pan; porque es lo necesario. Si Dios no responde rápidamente nuestras oraciones, lo hará a su debido tiempo, si seguimos orando. Fijaos acerca de qué orar: debemos pedir el Espíritu Santo, no sólo por necesario para orar bien, sino porque todas las bendiciones espirituales están incluidas en ello.
Porque por el poder del Espíritu Santo se nos lleva a conocer a Dios y al arrepentimiento, a creer en Cristo y a amarlo; así somos consolados en este mundo, y destinados para la felicidad en el próximo.
Nuestro Padre celestial está listo para otorgar todas estas bendiciones a cada uno que se las pida, más que un padre o madre terrenal está dispuesta a dar comida a un niño hambriento. Esta es la ventaja de la oración de fe: que aquieta y fija el corazón en Dios.

CRISTO EXPULSA UN DEMONIO Y LA BLASFEMIA DE UN FARISEO.

14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló.
15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
16 Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo.
17 Más él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios.
19 Pues si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
20 Más si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
22 Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.
23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Vv. 14—26. La expulsión de demonios que hizo Cristo fue realmente la destrucción del poder de ellos. El corazón de todo pecador inconverso es el palacio del diablo, donde éste habita y donde manda. Hay una especie de paz en el corazón del alma inconversa que el diablo custodia como hombre fuerte armado. El pecador se siente seguro, no tiene dudas de la bondad de su estado, ni temor alguno de los juicios venideros. Pero obsérvese el cambio maravilloso efectuado en la conversión.
La conversión del alma a Dios es la victoria de Cristo sobre el diablo y su poder en esa alma, restaurando el alma a su libertad y recuperando su interés en ella y su poder sobre ella. Todos los dones del cuerpo y de la mente son ahora empleados para Cristo. Esta es la condición del hipócrita. La casa es barrida de los pecados corrientes por una confesión forzada, como la del faraón; por una contrición fingida como la de Acab; o por una reforma parcial como la de Herodes.
La casa está barrida, pero no lavada; el corazón no está santificado. El barrido saca solamente el polvo suelto mientras el pecado que acosa al pecador está indemne. La casa está adornada con gracias y dones corrientes. No está provista de ninguna gracia verdadera; todo es pintura y barniz, nada duradero ni real.
Nunca fue entregada a Cristo ni habitada por el Espíritu. Cuidémonos de no descansar en lo que pueda tener un hombre y así quedarnos sin alcanzar el cielo. Los espíritus malignos entran sin dificultad; son recibidos y viven allí; allí trabajan; allí mandan. Pidamos todos con fervor ser librados de tan horrendo estado.

LA VERDADERA FELICIDAD.

27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
28 Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
Vv. 27, 28. Mientras los escribas y los fariseos despreciaban y blasfemaban los discursos de nuestro Señor Jesús, esta buena mujer los admiraba, al igual que la sabiduría y el poder con que hablaba. Cristo condujo a la mujer a una consideración más elevada. Aunque es gran privilegio oír la palabra de Dios, sólo son bendecidos de verdad los bendecidos del Señor, que la oyen, la mantienen en su memoria y la obedecen como su camino y su ley.

CRISTO REPRENDE A LOS JUDÍOS.

29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.
30 Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.
32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.
33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
34 La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
Vv. 29—36. Cristo promete dar una señal más, la señal del profeta Jonás; se explica en Mateo qué significa la resurrección de Cristo; y les advirtió que debían sacar provecho de dicha señal. Pero aunque el mismo Cristo fuese el predicador estable de una congregación cualquiera, y obrara milagros diariamente entre ellos, aún así, a menos que su gracia humille los corazones, ellos no se beneficiarían de su palabra. No deseemos más pruebas ni una enseñanza más completa que lo que place al Señor permitirnos.
Debemos orar sin cesar que nuestros corazones y entendimientos sean abiertos, que podamos aprovechar la luz que disfrutamos. Cuidémonos especialmente de que la luz que está en nosotros no sea tinieblas, porque si nuestros principios directrices son malos, nuestro juicio y conducta serán malos.

A LOS FARISEOS.

37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
39 Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
41 Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
47 ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
48 De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
50 para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo,
51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas;
54 acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
Vv. 37—54. Todos debemos mirar en nuestros corazones, para que sean purificados y creados de nuevo; mientras atendemos a las grandes cosas de la ley y del evangelio, no debemos descuidar las cosas pequeñas señaladas por Dios.
Cuando alguien acecha para cazarnos en algo que decimos, oh Señor, danos tu prudencia y tu paciencia, y desbarata sus malos propósitos. Provéenos de tal mansedumbre y paciencia que podamos gloriarnos en las reprensiones, por amor a Cristo, y que su Espíritu Santo repose sobre nosotros.
CAPÍTULO

12

CRISTO REPRENDE A LOS INTÉRPRETES DE LA LEY.

1 En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
3 Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.
4 Más os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
8 Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
9 más el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
Vv. 1—12. Una firme creencia en la doctrina de la providencia universal de Dios y su magnitud debiera bastarnos cuando estamos en peligros, y estimularnos a confiar en Dios en el camino del deber. La providencia se fija en las criaturas más bajas, hasta de los gorriones, y en consecuencia en las preocupaciones menores de los discípulos de Cristo.
Quienes ahora confiesen a Cristo serán reconocidos por Él en el día grande, ante los ángeles de Dios. Para disuadirnos de negar a Cristo, y desertar de sus verdades y caminos, aquí se nos asegura que los que niegan a Cristo, aunque puedan así salvar la vida misma, y aunque puedan ganar un reino, serán los grandes perdedores al final; porque Cristo no los conocerá, no los reconocerá, ni les mostrará favor.
Pero que ningún descarriado penitente y tembloroso dude que obtendrá el perdón. Esto es muy diferente de la enemistad franca que es blasfemia contra el Espíritu Santo, la cual no será perdonada jamás porque de ella nunca habrá arrepentimiento.

ADVERTENCIA CONTRA LA AVARICIA Y LA PARÁBOLA DEL RICO.

13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
14 Más él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Vv. 13—21. El reino de Cristo es espiritual, y no es de este mundo. El cristianismo no se mete en política; obliga a todos a obrar con justicia, pero el poder mundano no se fundamenta en la gracia. No estimula las expectativas de ventajas mundanas por medio de la religión. La recompensa de los discípulos de Cristo son de otra naturaleza.
La avaricia es un pecado del cual tenemos que estar constantemente precavidos, porque la dicha y el consuelo no dependen de la riqueza de este mundo. Las cosas del mundo no satisfacen los deseos del alma.
Aquí hay una parábola que muestra la necedad de los mundanos carnales mientras viven, y su miseria cuando mueren. El carácter descrito es exactamente el de un hombre mundano prudente que no tiene gratitud hacia la providencia de Dios, ni un pensamiento recto sobre la incertidumbre de los asuntos humanos, el valor de su alma o la importancia de la eternidad.
¡Cuántos, aún entre cristianos profesos, señalan a personajes semejantes como modelos para imitar y personas con las cuales sería bueno relacionarse! Erramos si pensamos que los pensamientos se pueden ocultar, y que los pensamientos son libres. Cuando vio una gran cosecha en su terreno, en lugar de dar gracias a Dios por ella, o de regocijarse por tener mayor capacidad para hacer el bien, se aflige. ¿Qué haré ahora? ¿Qué hago ahora? El mendigo más pobre del país no podría haber dicho algo con mayor ansiedad.
Mientras más tengan los hombres, más confusión tienen. Fue necio no pensar en usar de otro modo la riqueza, sino en darse gustos carnales y satisfacer los apetitos sensuales, sin pensar en hacer el bien a los demás. Los mundanos carnales son necios; y llega el día en que Dios los llamará por nombre propio, y ellos se llamarán así. La muerte de tales personas es miserable en sí y terrible para ellos. Pedirán tu alma.
Él detesta separase de sus bienes, pero Dios lo requerirá, requerirá una rendición de cuentas, lo requerirá como de alma culpable, para ser castigada sin demora. Necedad de la mayoría de los hombres es preocuparse y perseguir lo que es sólo para el cuerpo y para el tiempo, y no para el alma y para la eternidad.

CONDENACIÓN DE LAS PREOCUPACIONES MUNDANAS.

22 Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
23 La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido.
24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
25 ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
26 Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.
30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
31 Más buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
35 Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;
36 y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.
37 Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
40 Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
Vv. 22—40. Cristo insiste mucho en que esta cautela no dé lugar a preocupaciones confusas e inquietantes, Mateo 6: 25–34. Los argumentos aquí usados son para animarnos a echar sobre Dios nuestra preocupación, que es la manera correcta de obtener tranquilidad. Como en nuestra estatura, así en nuestra condición es sabio aceptarla como es. Una búsqueda angustiosa y ansiosa de las cosas de este mundo, aún de las necesarias, no va con los discípulos de Cristo.
Los temores no deben dominar cuando nos asustamos con pensamientos de un mal venidero, y nos disponemos a preocupaciones innecesarias sobre cómo evitarlo. Si valoramos la belleza de la santidad, no codiciaremos los lujos de la vida. Entonces, examinemos si pertenecemos a esta manada pequeña. Cristo es nuestro Maestro, y nosotros Sus siervos; no sólo siervos que trabajan, sino siervos que esperan.
Debemos ser como hombres que esperan a su señor, que se sientan a esperar mientras él sigue afuera, preparados para recibirlo. En esto alude Cristo a su ascensión al cielo, su venida para reunir junto a Él su pueblo por la muerte, y segunda venida a juzgar al mundo. No tenemos certeza de la hora de su venida; por tanto, debemos estar siempre preparados.
Si los hombres cuidan diligentes sus casas, seamos nosotros igualmente sabios con nuestras almas. Por tanto, estad vosotros preparados también; velando como lo haría el buen padre de familia si supiera a qué hora viene el ladrón.

LLAMADO A VELAR.

41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?
43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
44 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
45 Más si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
46 vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
48 Más el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
Vv. 41—53. Todos tienen que tomar en serio lo que Cristo dice en su palabra e indagar al respecto. Nadie es dejado en tanta ignorancia como para no saber que muchas cosas que hace, y desprecia son buenas; por tanto, nadie tiene excusa en su pecado. Introducir la dispensación del evangelio puede producir desolación.
No es que sea la tendencia de la religión de Cristo, que es pura, pacífica y amable; pero su efecto es ser contraria al orgullo y la lujuria del hombre. Habrá una amplia difusión del evangelio, pero antes Cristo tiene un bautismo con el cual ser bautizado, muy diferente del de agua y bautismo del Espíritu Santo. Debe soportar los sufrimientos y la muerte.
No estaba en su plan de predicar el evangelio más ampliamente hasta haber pasado este bautismo. Nosotros debiéramos ser celosos para dar a conocer la verdad, porque aunque se susciten divisiones y la propia familia del hombre sea su enemiga, aún así, los pecadores se convertirán y Dios será glorificado.

LLAMADO A RECONCILIARSE CON DIOS.

54 Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Vv. 54—59. Cristo quiere que la gente sea tan sabia en cuanto a los intereses de su alma como con los asuntos exteriores. Que se apresuren a tener paz con Dios antes que sea demasiado tarde. Si un hombre halla que Dios está contra él por sus pecados, invoque a Dios en Cristo que reconcilia el mundo consigo mismo. Mientras estemos vivos estamos en el camino y ahora es nuestra oportunidad.
CAPÍTULO

13

CRISTO EXHORTA AL ARREPENTIMIENTO A PARTIR DEL CASO DE LOS GALILEOS Y OTROS.

1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Vv. 1—5. Le cuentan a Cristo la muerte de unos galileos. Esta historia trágica se relata brevemente aquí y no la mencionan los historiadores. Al responder, Cristo habla de otro hecho que era como este, otro caso de gente afectada por una muerte repentina. Las torres, que se construyen para seguridad, suelen ser la destrucción de los hombres. Les advierte que no culpen a los grandes sufrientes como debieran ser tenidos como grandes pecadores.
Como ningún puesto ni empleo puede asegurarnos en contra del golpe de la muerte, debemos considerar las súbitas partidas de los demás como advertencia para nosotros. En estos relatos, Cristo fundamenta un llamado al arrepentimiento. El mismo Jesús que nos pide arrepentimiento, porque el reino del cielo está a la puerta, nos pide que nos arrepintamos, porque de lo contrario, pereceremos.

PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL.

6 Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
8 Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
Vv. 6—9. La parábola de la higuera estéril tiene el propósito de reforzar la advertencia recién dada: la higuera estéril, a menos que dé fruto, será cortada. Esta parábola se refiere, en primer lugar, a la nación y al pueblo judío. Pero, sin duda, es para despertar a todos los que disfrutan los medios de gracia, y los privilegios de la iglesia visible. Cuando Dios haya soportado por mucho tiempo, podemos esperar que nos tolere un poco más, pero no podemos tener la esperanza de que siempre soportará.

SANIDAD DE LA MUJER ENFERMA.

10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo;
11 y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
13 Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?
17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
Vv. 10—17. Nuestro Señor Jesús asistía al servicio público de adoración los días de reposo. Aun las enfermedades corporales, a menos que sean muy graves, no deben impedirnos ir al servicio público de adoración los días de reposo. Esta mujer vino para ser enseñada por Cristo y para recibir bien para su alma, y entonces Él alivió su enfermedad corporal.
Cuando las almas torcidas se enderezan, lo demuestran glorificando a Dios. Cristo sabía que este príncipe tenía una verdadera enemistad contra Él y su evangelio, y que sólo lo ocultaba con un celo fingido por el día de reposo; realmente él no deseaba que fueran sanados en ningún día; pero si Jesús dice la palabra, y da su poder sanador, los pecadores son puestos en libertad. Esta liberación suele obrarse en el día del Señor; y cualquiera sea la labor que ponga a los hombres en el camino de la bendición, concuerda con el objetivo de ese día.

LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA DE MOSTAZA, Y LA LEVADURA.

18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?
19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
20 Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Vv. 18—22. Aquí tenemos el progreso del evangelio anunciado en dos parábolas, como en Mateo 13. El reino del Mesías es el reino de Dios. Que la gracia crezca en nuestros corazones; que nuestra fe y amor crezcan abundantemente para dar prueba indudable de su realidad. Que el ejemplo de los santos de Dios sea de bendición entre quienes viven; y que su gracia fluya de corazón a corazón, hasta que el pequeño se vuelva miles.

EXHORTACIÓN PARA ENTRAR POR LA PUERTA ANGOSTA.

23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
28 Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
30 Y he aquí hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.
Vv. 23—30. Nuestro Salvador vino a guiar la conciencia de los hombres, no a satisfacer su curiosidad. No preguntes ¿cuántos serán salvados? sino ¿seré salvo? No preguntes ¿qué será de tal y tal persona? sino ¿qué haré yo y qué será de mí? Esfuérzate para entrar por la puerta estrecha. Esto se manda a cada uno de nosotros: Esfuérzate.
Todo el que será salvado debe entrar por la puerta angosta, debe emprender un cambio de todo el hombre. Los que entren por ella, deben esforzarse por entrar. He aquí consideraciones vivificantes para reforzar esta exhortación.
¡Oh, seamos todos despertados por ellas! Ellos contestan la pregunta, ¿son pocos lo que se salvan? Pero que nadie se desprecie a sí mismo o a los demás, porque hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. Si llegamos al cielo, encontraremos a muchos allá a quienes no pensamos encontrar, y echaremos de menos a muchos que esperábamos hallar.

CRISTO REPRENDE A HERODES Y AL PUEBLO DE JERUSALÉN.

31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.
33 Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Vv. 31—35. Cristo al tratar de zorro a Herodes le dio su carácter verdadero. Los hombres más grandes eran responsables de rendir cuenta a Dios, por tanto, le correspondía llamar a este rey orgulloso por su nombre propio, pero no es ejemplo para nosotros. Sé, dijo nuestro Señor, que yo debo morir dentro de muy poco tiempo; cuando muera, seré perfeccionado, habré completado mi tarea.
Bueno es que miremos el tiempo que tenemos ante nosotros como muy corto, para que eso nos estimule para hacer la obra del día en su día. La maldad de las personas y de los lugares que más que otros profesan la religión y relación con Dios, desagrada y contrista especialmente al Señor Jesús. El juicio del gran día convencerá a los incrédulos, pero aprendamos agradecidamente a acoger bien, y beneficiarnos, de todos los que vienen en el nombre del Señor a llamarnos para participar de su gran salvación.
CAPÍTULO

14

CRISTO SANA A UN HOMBRE EN EL DÍA DE REPOSO.

1 Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban.
2 Y he aquí estaban delante de él un hombre hidrópico.
3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?
4 Más ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.
5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?
6 Y no le podían replicar a estas cosas.
Vv. 1—6. Este fariseo, como otros, parece haber tenido mala intención para recibir a Jesús en su casa, pero a nuestro Señor no le impide sanar un hombre aunque sabía que suscitaría una murmuración por hacerlo en el día de reposo.
Requiere cuidado entender la relación apropiada entre la piedad y la caridad al observar el día de reposo, y la distinción entre obras de necesidad real y hábitos de darse el gusto a uno mismo. La sabiduría de lo alto enseña la paciente perseverancia en hacer el bien.

ENSEÑA HUMILDAD.

7 Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
8 Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
10 Más cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
12 Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
13 Más cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14 y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
Vv. 7—14. Aun en las acciones corrientes de la vida Cristo marca lo que hacemos, no sólo en nuestras asambleas religiosas sino en nuestras mesas. Vemos en muchos casos que el orgullo de un hombre le rebajará y que antes de la honra está la humildad.
Nuestro Salvador nos enseña aquí que las obras de caridad son mejores que las obras hechas para ser vistos. Pero nuestro Señor no significó que una generosidad orgullosa e incrédula deba ser recompensada, pero su precepto de hacer el bien al pobre y al afligido debe obedecerse por amor a Él.

PARÁBOLA DEL GRAN BANQUETE.

15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
23 Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Vv. 15—24. En esta parábola fíjese en la gracia y misericordia gratuita de Dios que brilla en el evangelio de Cristo, lo cual será comida y banquete para el alma del hombre que conoce sus propias necesidades y miserias. Todos encontraron un pretexto para rechazar la invitación. Esto reprueba a la nación judía por rechazar el ofrecimiento de la gracia de Cristo. También muestra la renuencia que hay para unirse al llamado del evangelio.
La ingratitud de quienes toman con liviandad la oferta del evangelio, y el desprecio que hacen del Dios del cielo, le provocan con justicia. Los apóstoles tenían que volverse a los gentiles, cuando los judíos rechazaran la oferta; y con ellos se llenó la Iglesia. La provisión hecha para almas preciosas en el evangelio de Cristo, no fue hecha en vano; porque si algunos lo rechazan, otros aceptan agradecidos la oferta.
Los muy pobres y bajos del mundo serán tan bien acogidos por Cristo como los ricos y grandes; y, muchas veces, el evangelio tiene mayor éxito entre los que laboran bajo desventajas mundanales y con enfermedades corporales. La casa de Cristo se llenará al final; será así cuando se complete el número de los elegidos.

LA NECESIDAD DE CONSIDERACIÓN Y ABNEGACIÓN.

25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
Vv. 25—35. Aunque los discípulos de Cristo no son todos crucificados, sin embargo, todos llevan su cruz y deben llevarla en el camino del deber. Jesús le invita a contar con eso y, luego, a considerarlo. Nuestro Salvador explica esto con dos símiles: el primero que muestra que debemos considerar los gastos de nuestra religión; el segundo, que debemos considerar los peligros de esta.
Sentaos y calculad el costo; considerad lo que costará la mortificación del pecado, de las lujurias más apreciadas. El pecador más orgulloso y atrevido no puede resistir a Dios, porque ¿quién conoce la fuerza de su ira? Nos interesa buscar la paz con Él, y no tenemos que enviar a preguntar las condiciones de la paz, porque nos son ofrecidas y nos son muy provechosas.
El discípulo de Cristo será puesto a prueba en alguna forma. Sin vacilar, procuremos ser discípulos, y seamos cuidadosos para no relajarnos en nuestra profesión, ni asustarnos ante la cruz; que podamos ser la buena sal de la tierra, para sazonar a quienes nos rodean con el sabor de Cristo.
CAPÍTULO

15

PARÁBOLAS DE LA OVEJA Y DE LA PIEZA DE PLATA PERDIDAS.

1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle,
2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Vv. 1—10. La parábola de la oveja perdida es muy aplicable a la gran obra de la redención del hombre. La oveja perdida representa al pecador apartado de Dios y expuesto a ruina segura si no es llevado de vuelta a Él, aunque no desee regresar. Cristo es ferviente para llevar a casa a los pecadores.
En la parábola de la pieza de plata perdida, lo que está perdido es una pieza de pequeño valor, comparada con el resto. Pero la mujer busca diligentemente hasta encontrarla. Esto representa los variados medios y métodos que usa Dios para llevar las almas perdidas a casa, a sí mismo, y el gozo del Salvador por el regreso de ellos a Él. ¡Cuán cuidadosos debemos ser entonces con nuestro arrepentimiento, que sea para salvación!

EL HIJO PRÓDIGO, SU MALDAD Y ANGUSTIA.

11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Vv. 11—16. La parábola del hijo pródigo muestra la naturaleza del arrepentimiento y la prontitud del Señor para acoger bien y bendecir a todos los que vuelven a Él. Expone plenamente las riquezas de la gracia del evangelio; y ha sido y será, mientras dure el mundo, de utilidad indecible para los pobres pecadores, para guiarlos y alentarlos a arrepentirse y a regresar a Dios.
Malo es, y es el peor comienzo, cuando los hombres consideran los dones de Dios como deuda. La gran necedad de los pecadores, y lo que los arruina, es estar contentos con recibir sus cosas buenas durante su vida. Nuestros primeros padres se destruyeron, a sí mismos y a toda la raza, por la necia ambición de ser independientes, y esto está en el fondo de la persistencia de los pecadores en su pecado.
Todos podemos discernir algunos rasgos de nuestro propio carácter en el del hijo pródigo. Un estado pecaminoso es un estado de separación y alejamiento de Dios. Un estado pecaminoso es un estado de derroche: los pecadores voluntarios emplean mal sus pensamientos y los poderes de su alma, gastan mal su tiempo y todas las oportunidades. Un estado pecaminoso es un estado de necesidad. Los pecadores carecen de las cosas necesarias para su alma; no tienen comida ni ropa para ellos, ni ninguna provisión para el más allá.
Un estado pecaminoso es un vil estado de esclavitud. El negocio de los siervos del demonio es hacer provisión para la carne, cumplir sus lujurias y eso no es mejor que alimentar los cerdos. Un estado pecaminoso es un estado de descontento constante. La riqueza del mundo y los placeres de los sentidos ni siquiera satisfacen nuestros cuerpos, pero ¡qué son en comparación con el valor de las almas! Un estado pecaminoso es un estado que no puede buscar alivio de ninguna criatura.
En vano lloramos al mundo y a la carne; tienen lo que envenena el alma, pero nada tienen que la alimente y nutra. Un estado pecaminoso es un estado de muerte. El pecador está muerto en delitos y pecados, desprovisto de vida espiritual. Un estado pecaminoso es un estado perdido. Las almas que están separadas de Dios, si su misericordia no lo evita, pronto estarán perdidas para siempre.
El desgraciado estado del hijo pródigo sólo es una pálida sombra de la horrorosa ruina del hombre por el pecado, ¡pero cuán pocos son sensibles a su propio estado y carácter!

ARREPENTIMIENTO Y PERDÓN.

17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Vv. 17—24. Habiendo visto el hijo pródigo en su abyecto estado de miseria, tenemos que considerar en seguida su recuperación. Esto empieza cuando vuelve en sí. Ese es un punto de retorno en la conversión del pecador. El Señor abre sus ojos y le convence de pecado; entonces, se ve a sí mismo, y a todo objeto bajo una luz diferente de la de antes. Así, el pecador convicto percibe que el siervo más pobre de Dios es más dichoso que él.
Mirar a Dios como Padre, y nuestro Padre, será muy útil para nuestro arrepentimiento y regreso a Él. El hijo pródigo se levantó y no se detuvo hasta que llegó a su casa. Así, el pecador arrepentido deja resueltamente la atadura de Satanás y sus lujurias, y regresa a Dios por medio de la oración, a pesar de sus temores y desalientos. El Señor lo sale a encontrar con muestras inesperadas de su amor perdonador.
Nuevamente, la recepción del pecador humillado es como la del pródigo. Es vestido con el manto de la justicia del Redentor, hecho partícipe del Espíritu de adopción, preparado por la paz de conciencia y la gracia del evangelio para andar en los caminos de la piedad, y festejado con consolaciones divinas. Los principios de la gracia y la santidad obran en él, para hacer y para querer.

EL HERMANO MAYOR OFENDIDO.

25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Más él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Más era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Vv. 25—32. En la última parte de esta parábola tenemos el carácter de los fariseos, aunque no de ellos solos. Establece la bondad del Señor y la soberbia con que se recibe su bondad de gracia.
Los judíos, en general, mostraron el mismo espíritu hacia los gentiles convertidos; y cantidades de ellos en toda época objetan el evangelio y a sus predicadores sobre la misma base. ¡Cómo será ese temperamento que incita al hombre a despreciar y aborrecer a aquellos por quienes derramó su preciosa sangre el Salvador, ésos que son objetos de la elección del Padre, y templos del Espíritu Santo! Esto brota del orgullo, la preferencia del sí mismo y la ignorancia propia del corazón del hombre.
La misericordia y la gracia de nuestro Dios en Cristo brillan casi con tanto fulgor en su tierna y gentil tolerancia para con los santos beligerantes como para recibir a los pecadores pródigos que se arrepienten. Dicha indecible de todos los hijos de Dios, que se mantienen cerca de la casa de su Padre, es que estén, y estarán siempre con Él. Dicha será para los que acepten agradecidos la invitación de Cristo.
CAPÍTULO

16

LA PARÁBOLA DEL MAYORDOMO INJUSTO.

1 Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
6 Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Vv. 1—12. Cualquier cosa que tengamos, su propiedad es de Dios; nosotros sólo tenemos su uso conforme a lo que manda nuestro gran Señor, y para su honra. Este mayordomo despilfarró los bienes de su señor. Todos somos responsables de la misma acusación; no sacamos el provecho debido de lo que Dios nos ha encargado.
El mayordomo no puede negarlo; debe rendir cuentas e irse. Esto puede enseñarnos que la muerte vendrá y nos privará de las oportunidades que tenemos ahora. El mayordomo ganará amigos de los deudores e inquilinos de su señor, eliminando una parte considerable de la deuda de ellos con su señor. El señor al cual se alude en esta parábola no elogió el fraude, sino la política del mayordomo. Sólo se destaca en este aspecto.
Los hombres mundanos, al elegir sus objetivos son necios, pero en su actividad y perseverancia, son a menudo más sabios que los creyentes. El mayordomo injusto no se nos pone como ejemplo de engaño a su amo, ni para justificar la deshonestidad, sino para señalar el cuidado que ponen los hombres mundanos.
Bueno sería que los hijos de la luz aprendieran sabiduría de los hombres del mundo, y siguieran con igual diligencia su mejor objetivo. Las riquezas verdaderas significan bendiciones espirituales; y si un hombre gasta en sí mismo o acumula lo que Dios le ha confiado, en cuanto a las cosas externas, ¿qué prueba puede tener de que es heredero de Dios por medio de Cristo?
Las riquezas de este mundo son engañosas e inciertas. Convenzámonos que son ricos verdaderamente, y muy ricos, los que son ricos en fe, y ricos para con Dios, ricos en Cristo, en las promesas; entonces acumulemos nuestro tesoro en el cielo y esperemos nuestra porción de allá.

CRISTO REPRENDE LA HIPOCRESÍA DE LOS FARISEOS CODICIOSOS.

13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
16 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.
17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.
Vv. 13—18. Nuestro Señor agrega a esta parábola una advertencia solemne: Ustedes no pueden servir a Dios y al mundo, porque así de divididos son los dos intereses. Cuando nuestro Señor habló así, los fariseos codiciosos recibieron con desprecio sus instrucciones, pero Él les advirtió que lo que ellos contendían si fuera la ley, era una lucha sobre su significado: esto muestra nuestro Señor en un ejemplo referido al divorcio.
Hay muchos abogados pertinaces codiciosos que favorecen la forma de piedad y que son los enemigos más enconados de su poder, y tratan de poner a los demás en contra de la verdad.

EL RICO Y LÁZARO.

19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Más Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
Vv. 19—31. Aquí las cosas espirituales están representadas por una descripción del estado diferente de lo bueno y lo malo en este mundo y el otro. No se nos dice que el rico obtuvo su fortuna por fraude u opresión, pero Cristo muestra que un hombre puede tener una gran cantidad de riqueza, pompa y placer de este mundo, pero perecer para siempre bajo la ira y la maldición de Dios.
El pecado de este rico era que sólo proveía para sí. Aquí hay un santo varón, en las profundidades de la adversidad y angustia que será dichoso para siempre en el más allá. A menudo la suerte de algunos de los santos y siervos más amados de Dios es la de ser afligido grandemente en este mundo. No se nos dice que el rico le infligiera daño alguno, pero no hallamos que se hubiera interesado por él.
Aquí está la diferente condición de este pobre santo, y este rico impío, en y después de la muerte. El rico en el infierno levantó la vista estando en los tormentos. No es probable que haya conversaciones entre los santos glorificados y los pecadores condenados, pero este diálogo muestra la miseria y desesperanza, y los deseos infructuosos a los cuales entran los espíritus condenados.
Viene el día en que los que hoy odian y desprecian al pueblo de Dios, recibirían alegremente la bondad de ellos, pero el condenado en el infierno no tendrá el más mínimo alivio de su tormento. Los pecadores son llamados ahora a recapacitar, pero no lo hacen, no quieren hacerlo y hallan maneras de evitarlo.
Como la gente mala tiene cosas buenas sólo en esta vida, y en la muerte son para siempre separados de todo bien, así la gente santa tiene cosas malas sólo en esta vida, y en la muerte son para siempre separados de ellas. Bendito sea Dios que en este mundo no hay un abismo insondable entre el estado natural y la gracia; podemos pasar del pecado a Dios, pero si morimos en nuestros pecados, no hay salida.
El rico tenía cinco hermanos y hubiera querido detenerlos en su rumbo pecaminoso; que ellos llegaran a ese lugar de tormento empeoraría su desgracia, él había ayudado a mostrarles el camino a ese lugar. ¡Cuántos desearían ahora retractarse o deshacer lo que escribieron o hicieron!
Quienes quisieran que el ruego del rico a Abraham justificara orar a los santos ya muertos, llegan así tan lejos en busca de pruebas, cuando el error del pecador condenado es todo lo que pueden hallar como ejemplo. Seguro que no hay estímulo para seguir el ejemplo cuando todas sus peticiones fueron hechas en vano.
Un mensajero desde los muertos no podría decir más que lo dicho en las Escrituras. La misma fuerza de la corrupción que irrumpe a través de las convicciones de la palabra escrita, triunfaría sobre un testigo de los muertos. Busquemos la ley y el testimonio, Isaías 8: 19, 20, porque esa es la palabra cierta de la profecía, sobre la cual podemos tener más certeza, 2ª Pedro 1: 19.
Las circunstancias de cada época muestran que los terrores y los argumentos no pueden dar el verdadero arrepentimiento sin la gracia especial de Dios que renueva el corazón del pecador.
CAPÍTULO

17

EVITAR LAS OFENSAS Y  ORAR POR EL AUMENTO DE LA FE Y ENSEÑANZA SOBRE LA HUMILDAD.

1 Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
7 ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Vv. 1—10. No hay disculpa para los que cometen una ofensa, ni aminorará el castigo el hecho de que tiene que haber ofensas. La fe en la misericordia de Dios que perdona nos capacitará para superar las dificultades más grandes que haya para perdonar a nuestros hermanos. Como para Dios nada es imposible, así todas las cosas son posibles para el que puede creer.
Nuestro Señor mostró a sus discípulos la necesidad de tener una profunda humildad. El Señor tiene derecho sobre toda criatura como ningún hombre puede tenerla sobre otro; Él no puede estar endeudado con ellos por sus servicios, ni ellos merecen ninguna recompensa suya.

DIEZ LEPROSOS, LIMPIADOS

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Vv. 11—19. La conciencia de ser leprosos espirituales debiera hacernos muy humildes cada vez que nos acercamos a Cristo. Basta que nos sometamos a la compasión de Cristo, porque no fallan.
Podemos esperar que Dios nos satisfaga con misericordia cuando seamos hallados en el camino de la obediencia. Sólo uno de los sanados volvió a dar las gracias. Nos corresponde, como a él, ser muy humilde en la acción de gracias y en las oraciones.
Cristo destacó al que así se distinguió: era un samaritano. Los otros sólo obtuvieron la cura externa, solo éste tuvo la bendición espiritual.

EL REINO DE CRISTO.

20 Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,
21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.
25 Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
26 Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
28 Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 más el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
31 En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
36 Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.
Vv. 20—37. El reino de Dios estaba entre los judíos o, más bien, en algunos. Era un reino espiritual, establecido en el corazón por el poder de la gracia divina. Fijaos cómo había sido anteriormente con los pecadores, y en qué estado los hallaban los juicios de Dios, de los cuales habían sido advertidos. Aquí se muestra qué sorpresa temible será esta destrucción para el seguro y sensual.
Así será en el día en que se revele el Hijo del Hombre. Cuando Cristo vino a destruir a la nación judía por medio de los ejércitos romanos, esa nación fue hallada en tal estado de falsa seguridad como el aquí mencionado. En forma similar, cuando Jesucristo venga a juzgar al mundo, los pecadores serán hallados totalmente descuidados, porque, en forma semejante, los pecadores de toda época van con seguridad por sus malos caminos, sin recordar su final ulterior.
Dondequiera que se hallen los impíos, marcados para la ruina eterna, serán alcanzados por los juicios de Dios.
CAPÍTULO

18

LA PARÁBOLA DE LA VIUDA INOPORTUNA.

1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Vv. 1—8. Todo el pueblo de Dios es pueblo de oración. Aquí se enseña la fervorosa constancia para orar pidiendo misericordias espirituales. El fervor de la viuda prevaleció con el juez injusto: ella podía temer que se volviera más en contra suya; pero nuestra oración ferviente agrada a nuestro Dios. Aun hasta el fin habrá base para la misma queja de debilidad de la fe.

EL FARISEO Y EL PUBLICANO.

9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Más el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Vv. 9—14. Esta parábola era para convencer a algunos que confiaban en sí mismos como justos y despreciaban al prójimo. Dios ve con qué disposición y propósito vamos a Él en las santas ordenanzas. Lo que dijo el fariseo demuestra que él tenía confianza en sí mismo de ser justo.
Podemos suponer que estaba exento de pecados groseros y escandalosos. Todo eso era muy bueno y encomiable. Miserable es la condición de quienes no alcanzan la justicia de ese fariseo, aunque él no fue aceptado, y ¿por qué no? Iba a orar al templo, pero estaba lleno de sí mismo y de su propia bondad; no pensaba que valía la pena pedir el favor y la gracia de Dios.
Cuidémonos de presentar oraciones orgullosas al Señor y de despreciar al prójimo. La oración del publicano estaba llena de humildad y de arrepentimiento por el pecado, y deseo de Dios. Su oración fue breve, pero con un objetivo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
Bendito sea Dios, que tenemos registrada esta oración corta como oración contestada; y que tenemos la seguridad que aquel que la dijo volvió justificado a casa; así será con nosotros si oramos como él por medio de Jesucristo. Se reconoció pecador por naturaleza y costumbre, culpable ante Dios. No dependía de nada sino de la misericordia de Dios, sólo en ella confiaba. Gloria de Dios es resistir al soberbio y dar gracia al humilde.
La justificación es de Dios en Cristo; por tanto, el que se condena a sí mismo, no el que se justifica a sí mismo, es justificado ante Dios.

NIÑOS LLEVADOS A CRISTO.

15 Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16 Más Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
17 De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Vv. 15—17. Nadie es demasiado pequeño, demasiado joven para ser llevado a Cristo, Él sabe mostrar bondad a los incapaces de hacerle un servicio. La idea de Cristo es que los pequeños sean llevados a Él.
La promesa es para nosotros y para nuestra descendencia; por tanto, Él los recibirá bien con nosotros. Debemos recibir su reino como niños, no comprarlo, y debemos considerarlo un regalo de nuestro Padre.

EL RICO ESTORBADO POR SUS RIQUEZAS.

18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21 Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Vv. 18—30. Muchos tienen muchas cosas encomiables en sí, pero perecen por falta de una cosa; este rico no podía aceptar las condiciones de Cristo que lo separarían de su patrimonio. Muchos que detestan dejar a Cristo, sin embargo, lo dejan. Después de larga lucha con sus convicciones y sus corrupciones, ganan sus corrupciones.
Se lamentan mucho de no poder servir a ambos, pero si deben dejar a uno, dejarán a su Dios, no a su ganancia mundanal. La obediencia de que se jactan resulta ser puro espectáculo; el amor al mundo está, de una u otra forma, en la raíz de esto. Los hombres son dados a hablar demasiado de lo que dejaron y perdieron, de lo que hicieron y sufrieron por Cristo, como hizo Pedro. Más bien, debemos avergonzarnos que haya alguna dificultad para hacerlo.

CRISTO ANUNCIA SU MUERTE.

31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Vv. 31—34. El Espíritu de Cristo en los profetas del Antiguo Testamento, testificaba de antemano de sus sufrimientos, y de la gloria que seguiría, 1ª Pedro 1: 11. Los prejuicios de los discípulos eran tan fuertes que no entendían literalmente estas cosas. Estaban tan concentrados en las profecías que hablaban de la gloria de Cristo, que olvidaron las que hablaban de sus sufrimientos.
La gente comete errores porque leen su Biblia parcialmente, y sólo gustan de las cosas lindas. Somos tan reacios a aprender las lecciones de los sufrimientos, la crucifixión y resurrección de Cristo como lo eran los discípulos a los que les dijo sobre estos hechos; y, por la misma razón; el amor propio y el deseo de objetos mundanos nos cierran el entendimiento.

UN CIEGO RECIBE LA VISTA.

35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Vv. 35—43. Este pobre ciego estaba al costado del camino mendigando. No sólo era ciego, sino pobre, digno símbolo de la humanidad que Cristo vino a sanar y salvar. La oración de fe guiada por las alentadoras promesas de Cristo, y basada en ellas, no son en vano. La gracia de Cristo debe reconocerse con gratitud para la gloria de Dios.
Es para la gloria de Dios si seguimos a Jesús, como lo harán aquellos cuyos ojos sean abiertos. Debemos alabar a Dios por sus misericordias con el prójimo, y por las nuestras. Si deseamos entender con justicia estas cosas, debemos ir a Cristo, como el ciego, rogando fervorosamente que nos abra los ojos, y nos muestre claramente la excelencia de sus preceptos y el valor de su salvación.
CAPÍTULO

19

LA CONVERSIÓN DE ZAQUEO.

1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.
2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Vv. 1—10. Los que, como Zaqueo, desean sinceramente ver a Cristo, vencerán cualquier obstáculo y se esforzarán para verlo. Cristo ofrece visita a la casa de Zaqueo. Donde Cristo va, abre el corazón y lo inclina a recibirlo. El que quiere conocer a Cristo, será conocido de Él. Aquellos a quienes Cristo llama, deben humillarse y descender. Bien podemos recibir con gozo al que trae todo lo bueno consigo.
Zaqueo públicamente dio pruebas de haber llegado a ser un verdadero convertido. No busca ser justificado por sus obras como el fariseo, pero por sus buenas obras demostrará la sinceridad de su fe y el arrepentimiento por la gracia de Dios. Zaqueo es considerado feliz, ahora que se volvió del pecado a Dios.
Ahora que es salvo de sus pecados, de su culpa, del poder de ellos, son suyos todos los beneficios de la salvación. Cristo ha venido a su casa, y donde Cristo va, lleva consigo la salvación. Vino a este mundo perdido a buscarlo y salvarlo. Su objetivo era salvar, donde no había salvación en ningún otro. Él busca a los que no lo buscan y ni preguntan por Él.

LA PARÁBOLA DEL NOBLE Y SUS SIERVOS.

11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
23 ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?
24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí.
Vv. 11—27. Esta parábola es como la de los talentos, Mateo 25. A los que son llamados a Cristo, les provee los dones necesarios para su actividad; y espera servicio de aquellos a los que da poder. La manifestación del Espíritu es dada a todo hombre para que la aproveche, 1ª Corintios 12: 7. Como cada uno ha recibido el don, que lo ministre, 1ª Pedro 4: 10. El relato requerido recuerda el de la parábola de los talentos; y señala el castigo de los enemigos jurados de Cristo, y el de los falsos profesantes.
La diferencia principal está en que la mina dada a cada uno parece apuntar a la dádiva del evangelio, que es la misma para todos los que lo oyen; pero los talentos repartidos en más y en menos, parecen indicar que Dios da diferentes capacidades y ventajas a los hombres, por las cuales puedan mejorar de manera diferente este don único del evangelio.

CRISTO ENTRA EN JERUSALÉN.

28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,
38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
Vv. 28—40. Cristo tiene dominio sobre todas las criaturas y puede usarlas como le plazca. Tiene los corazones de todos los hombres bajo su ojo y en su mano. Los triunfos de Cristo, y las jubilosas alabanzas de sus discípulos, afligen a los orgullosos fariseos que son enemigos suyos y de su reino. Como Cristo desprecia el desdén de los soberbios, acepta las alabanzas del humilde.
Los fariseos quisieron silenciar las alabanzas a Cristo, pero no pueden puesto que Dios puede levantar hijos para Abraham aun de las piedras, y volver el corazón de piedra hacia Él, para sacar alabanza de las bocas de los niños. ¡Cómo van a ser los sentimientos de los hombres cuando el Señor regrese en gloria a juzgar el mundo!

CRISTO LLORA SOBRE JERUSALÉN.

41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
Vv. 41—48. ¿Quién puede contemplar al santo Jesús mirando anticipadamente las miserias que aguardaban a sus asesinos, llorando por la ciudad donde se iba a derramar su sangre preciosa, y no ver que la imagen de Dios en el creyente consiste en gran medida en buena voluntad y compasión? Por cierto no pueden ser buenos los que toman las doctrinas de la verdad en forma tal que se endurecen hacia su prójimo pecador.
Cada uno recuerde que, pese a que Jesús lloró por Jerusalén, va a ejecutar una venganza espantosa en ella. Aunque no se goce en la muerte del pecador, con toda seguridad hará que se concreten sus amenazas temibles en los que rechazaron su salvación. El Hijo de Dios no lloró con lágrimas vanas y sin causa, por un asunto liviano ni por sí mismo.
Él conoce el valor de las almas, el peso de la culpa y cuánto oprime y hunde a la humanidad. Venga entonces Él y limpie nuestros corazones por Su Espíritu, de todo eso que lo contamina. Que los pecadores en todo lugar presten atención a las palabras de verdad y salvación.
CAPÍTULO

20

LOS SACERDOTES Y LOS ESCRIBAS CUESTIONAN LA AUTORIDAD DE CRISTO.

1 Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
2 y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
3 Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme:
4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
5 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.
7 Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
8 Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Vv. 1—8. A menudo, los hombres pretenden examinar las pruebas de la revelación y de la verdad del evangelio, cuando sólo andan buscando excusas para su propia incredulidad y desobediencia.
Cristo responde a estos sacerdotes y escribas con una sencilla pregunta sobre el bautismo de Juan, que la gente corriente podía responder. Todos sabían que era del cielo, nada en este tenía una tendencia terrenal.
A los que entierran el conocimiento que tienen, se les niega con justicia un conocimiento superior. Fue justo que Cristo rehusara dar cuenta de su autoridad a los que sabían que el bautismo de Juan era del cielo, pero no creían en él ni reconocían lo que sabían.

LA PARÁBOLA DE LA VIÑA Y EL PROPIETARIO.

9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
10 Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
11 Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías.
12 Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.
14 Más los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.
15 Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo?
18 Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
19 Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
Vv. 9—19. Cristo dijo esta parábola contra los que resolvieron no reconocer su autoridad, aunque era tan completa la prueba de ella. ¡Cuántos se parecen a los judíos que asesinaron a los profetas y crucificaron a Cristo, en su enemistad contra Dios y la aversión a su servicio, porque desean vivir descontroladamente en conformidad con sus concupiscencias!
Que todos los favorecidos con la palabra de Dios, la miren para usar provechosamente sus ventajas. Espantosa será la condena de quienes rechazan al Hijo y de quienes profesan reverenciarle, pero no dan los frutos a su debido tiempo.
Aunque no podían sino reconocer tal pecado, el castigo era justo, aunque ellos no pudieron tolerar escucharlo. La necedad de los pecadores es que perseveran en los caminos pecaminosos aunque teman la destrucción al final de esos caminos.

SOBRE DAR TRIBUTO.

20 Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
23 Más él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
24 Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
25 Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.
Vv. 20—26. Los que son muy astutos en sus designios contra Cristo y su evangelio no pueden ocultarlo. No dio respuesta directa, pero los reprendió por ofrecer imponerse sobre Él; y no pudieron hallar nada con que incitar al gobernador o al pueblo en su contra.
La sabiduría que es de lo alto dirigirá a todos los que enseñan verdaderamente el camino de Dios para que eviten las trampas tendidas contra ellos por los hombres impíos; y enseñarán nuestro deber a Dios, a nuestros gobernantes y a todos los hombres tan claramente que los opositores no tendrán nada malo que decir de nosotros.

                                                                ACERCA DE LA RESURRECCIÓN.

27 Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
29 Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.
31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.
32 Finalmente murió también la mujer.
33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
35 más los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
36 Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
Vv. 27—38. Corriente es que los que conciben el saboteo de la verdad de Dios, la carguen con dificultades. Nos equivocamos y dañamos la verdad de Cristo cuando formamos nuestras ideas del mundo de los espíritus por el mundo de los sentidos. Hay más mundos que el mundo visible actual y el mundo invisible futuro; que todos comparen este mundo y ese mundo y den preferencia, en sus pensamientos e intereses, al que los merezca.
Los creyentes tendrán la resurrección de los muertos; esa es la resurrección bendita. No podemos expresar ni concebir cuál será el estado dichoso de los habitantes de ese mundo, 1ª Corintios 2: 9. Quienes entran en el gozo de su Señor, están totalmente arrobados con eso; cuando sea perfecta la santidad, no habrá ocasión para las previsiones contra el pecado.
Cuando Dios se dice Dios de los patriarcas, quiere decir que fue el Dios absolutamente suficiente para ellos, Génesis 17: 1; el excelente galardón de ellos. Génesis 15: 1. Él nunca hizo eso por ellos en este mundo, lo cual respondía a la plena magnitud de su esfuerzo; por tanto, debe haber otra vida en que Él hará eso por ellos, que cumplirá completamente la promesa.

LOS ESCRIBAS, SILENCIADOS.

39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
40 Y no osaron preguntarle nada más.
41 Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
43 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
47 que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.
Vv. 39—47. Los escribas elogiaron la respuesta de Cristo a los saduceos sobre la resurrección, pero fueron silenciados por una pregunta sobre el Mesías. Cristo, como Dios, era el Señor de David, pero Cristo, como hombre, era Hijo de David.
Los escribas recibieron el juicio más severo por engañar a las viudas pobres y por abusar de la religión, en particular de la oración, que usaban como pretexto para ejecutar planes impíos y mundanos. La piedad fingida es doble pecado. Entonces, roguemos a Dios que nos impida el orgullo, la ambición, la codicia, y toda cosa mala; y que nos enseñe a buscar ese honor que sólo viene de Él.
CAPÍTULO

21

CRISTO ELOGIA A UNA VIUDA POBRE.

1 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.
3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.
4 Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; más ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Vv. 1—4. De la ofrenda de esta viuda pobre aprendamos que lo que damos en justicia para ayuda del pobre, y para el sostenimiento del culto a Dios, se da a Dios; y que nuestro Salvador ve con agrado lo que tenemos en nuestros corazones cuando damos para ayuda de sus miembros o para su servicio.
¡Bendito Señor! El más pobre de tus siervos tiene dos centavos, ellos tienen un alma y un cuerpo; convéncenos y capacítanos para ofrecerte ambos a Ti; ¡cuán dichosos seremos si los aceptas!

SU PROFECÍA.

5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
6 En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.
7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?
8 Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos.
9 Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
11 y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.
13 Y esto os será ocasión para dar testimonio.
14 Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
15 porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
16 Más seréis entregados aún por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros;
17 y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.
18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
Vv. 5—19. Los cercanos a Cristo preguntan con mucha curiosidad cuándo será la gran desolación. Responde clara y completamente en la medida que era necesario para enseñarles su deber; porque todo conocimiento es deseable en la medida que sea para poner por obra. Aunque los juicios espirituales son los más corrientes de los tiempos del evangelio, Dios también hace uso de los juicios temporales.
Cristo les dice qué cosas duras van a sufrir por amor de su nombre y les exhorta a soportar sus pruebas, y seguir con su obra, a pesar de la oposición que encontrarán. Dios estará con vosotros, y os reconocerá y os asistirá. Esto se cumplió notablemente después del derramamiento del Espíritu Santo, por el cual Cristo dio sabiduría y elocuencia a sus discípulos. Aunque seamos perdedores por Cristo no seremos ni podemos ser perdedores para Él al fin.
Nuestro deber e interés en todo tiempo, especialmente en los peligros de prueba, es garantizar la seguridad de nuestras almas. Mantenemos la posesión de nuestras almas por la paciencia cristiana y dejamos fuera todas aquellas impresiones que nos harían perder el carácter.

CRISTO EXHORTA A ESTAR ALERTAS.

20 Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
21 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
22 Porque éstos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 Más ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
24 Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
25 Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
26 desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
27 Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.
Vv. 20—28. Podemos ver ante nosotros una profecía muy parecida a las del Antiguo Testamento que, juntas con su gran objeto, abarcan o dan un vistazo a un objeto más cercano de importancia para la Iglesia. Habiendo dado una idea de los tiempos de los siguientes treinta y ocho años, Cristo muestra que todas esas cosas terminarán en la destrucción de Jerusalén y la completa dispersión de la nación judía; lo cual será tipo y figura de la segunda venida de Cristo.
Los judíos dispersos a nuestro alrededor predican la verdad del cristianismo y demuestran que las palabras de Jesús no pasarán aunque el cielo y la tierra pasarán. También nos recuerdan que oremos por los tiempos en que la verdadera Jerusalén y la espiritual no serán ya más pisoteadas por los gentiles, y cuando judíos y gentiles sean vueltos al Señor.
Cuando Cristo vino a destruir a los judíos, vino a redimir a los cristianos que eran perseguidos y oprimidos por ellos; y entonces tuvieron reposo las iglesias. Cuando venga a juzgar al mundo, redimirá de sus tribulaciones a todos los suyos.
Tan completamente cayeron los juicios divinos sobre los judíos que su ciudad es puesta como ejemplo ante nosotros para mostrar que los pecados no pasarán sin castigo; y que los terrores del Señor y todas sus amenazas contra los pecadores que no se han arrepentido se llevarán a cabo, así como su palabra sobre Jerusalén fue verdad y grande su ira contra ella.

LA CERTEZA DEL FIN

29 También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
30 Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32 De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
35 Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36 Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37 Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo.
Vv. 29—38. Cristo dice a sus discípulos que observen las señales de los tiempos para que juzguen por ellos. Les encarga que consideren cercana la ruina de la nación judía. Sin embargo, esta raza y familia de Abraham no será desarraigada; sobrevivirá como nación y será hallada según fue profetizado, cuando sea revelado el Hijo del Hombre. Les advierte contra estar confiados en su sensualidad.
Este mandamiento es dado a todos los discípulos de Cristo. Cuidaos de no ser abrumados por las tentaciones ni traicionados por vuestras propias corrupciones. No podemos estar a salvo si estamos carnalmente seguros. Nuestro peligro es que nos sobrevenga el día de la muerte y el juicio cuando no estemos preparados.
No sea que cuando seamos llamados a encontrarnos con nuestro Señor, lo que debiera estar más cerca de nuestros corazones sea lo que esté más lejos de nuestros pensamientos. Pues así será para la mayoría de los hombres que habitan la tierra y que únicamente piensan las cosas terrenales y no tienen comunicación con el cielo. Será terror y destrucción para ellos.
Aquí véanse la que debiera ser nuestra mira para ser tenidos por dignos de escapar de todas esas cosas; para que cuando los juicios de Dios estén por todos lados, nosotros no estemos en la calamidad común, o que no sea para nosotros lo que es para los demás. ¿Se pregunta cómo puede ser hallado digno de comparecer ante Cristo en aquel día?
Los que nunca han buscado a Cristo, que ahora vayan a Él; los que nunca se han humillado por sus pecados, que empiecen ahora; los que ya han empezado, que sigan y se conserven humildes. Por tanto, vela y ora siempre. Sé alerta contra el pecado; alerta en todo deber, y aprovecha al máximo toda oportunidad de hacer el bien.
Ora siempre: serán tenidos por dignos de vivir una vida de alabanza en el otro mundo los que viven una vida de oración en este mundo. Empecemos, empleemos y concluyamos cada día atendiendo a la palabra de Cristo, obedeciendo sus preceptos, y siguiendo su ejemplo, para que cuando Él llegue nosotros seamos hallados velando.
CAPÍTULO

22

LA TRAICIÓN DE JUDAS.

1 Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua.
2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.
5 Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
Vv. 1—6. Cristo conocía a todos los hombres y tuvo fines sabios y santos al aceptar que Judas fuera un discípulo. Aquí se nos dice cómo aquel que conocía tan bien a Cristo, llegó a traicionarlo:
Satanás entró en Judas. Cuesta mucho decir si hacen más daño al reino de Cristo el poder de sus enemigos declarados o la traición de falsos amigos, pero sin éstos, los enemigos no podrían hacer tanto mal como el que hacen.

LA PASCUA.

7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
10 Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
Vv. 7—18. Cristo guardó las ordenanzas de la ley, particularmente la de la pascua para enseñarnos a observar las instituciones del evangelio y, más que nada, la de la cena del Señor. Los que andan por la palabra de Cristo no tienen que temer desilusiones. Según las instrucciones que les dio, todos los discípulos se prepararon para la pascua. Jesús expresa su alegría por celebrar esta pascua.
La deseaba, aunque sabía que luego vendrían sus sufrimientos, porque tenía como objetivo la gloria de su Padre y la redención del hombre. Se despide de todas las pascuas significando que terminan las ordenanzas de la ley ceremonial, de la cual la pascua era una de las primeras y la principal. El tipo fue dejado de lado, porque ahora en el reino de Dios había llegado la sustancia.

INSTITUCIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR.

19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
Vv. 19, 20. La cena del Señor es una señal o conmemoración de Cristo que ya vino, que nos liberó muriendo por nosotros; su muerte se pone ante nosotros de manera especial en esta ordenanza, por la que la recordamos. Aquí el partimiento del pan nos recuerda el quebranto del cuerpo de Cristo en sacrificio por nosotros.
Nada puede ser mejor alimento y más satisfactorio para el alma que la doctrina de la expiación del pecado hecha por Cristo y la seguridad de tener parte en esa expiración. Por tanto, hacemos esto en memoria de lo que Él hizo por nosotros cuando murió por nosotros; y como recordatorio de lo que hacemos, al unirnos a Él en el pacto eterno. El derramamiento de la sangre de Cristo, por lo cual se hace la expiación, se representa por el vino en la copa.

CRISTO AMONESTA A LOS DISCÍPULOS.

21 Más he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
25 Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;
26 mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Más yo estoy entre vosotros como el que sirve.
28 Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
33 Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.
34 Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
37 Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
Vv. 21—38. ¡Qué inconveniente para el carácter del seguidor de Jesús es la ambición mundana de ser el más grande, sabiendo que Cristo asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte de cruz! En el camino a la dicha eterna tenemos que esperar ser atacados y zarandeados por Satanás. Si no puede destruirnos, tratará de hacernos desdichados o de angustiarnos.
Nada precede con mayor certeza a la caída de un seguidor confeso de Cristo, que la confianza en sí mismo, con desconsideración por las advertencias y desprecio del peligro. A menos que velemos y oremos siempre podemos ser arrastrados en el curso del día a aquellos pecados contra los cuales estábamos más decididos en la mañana. Si los creyentes fueran dejados a sí mismos, caerían, pero son mantenidos por el poder de Dios, y la oración de Cristo.
Nuestro Señor les anuncia la aproximación de un cambio muy grande de circunstancias. Los discípulos no deben esperar que sus amigos sean amables con ellos como antes. Por tanto, el que tenga dinero, que lo lleve consigo porque puede necesitarlo. Ahora deben esperar que sus enemigos sean más feroces que antes y necesitarán armas.
En esa época los apóstoles entendieron que Cristo quería decir armas reales, pero Él sólo hablaba de las armas de la guerra espiritual. La espada del Espíritu es la espada con que deben armarse los discípulos de Cristo.

LA AGONÍA DE CRISTO EN EL HUERTO.

39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
45 Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Vv. 39—46. Cada descripción que dan los evangelistas de la disposición mental con que nuestro Señor enfrenta este conflicto, prueba la terrible naturaleza del ataque, y el perfecto conocimiento anticipado de sus terrores que poseía el manso y humilde Jesús. Aquí hay tres cosas que no están en los otros evangelistas:
1. Cuando Cristo agoniza se presenta un ángel del cielo que le fortalece. Parte de su humillación fue tener que ser fortalecido por un espíritu ministrador.
2. Estando en agonía oró más fervorosamente. La oración, aunque nunca es inoportuna, es especialmente oportuna cuando agonizamos.
3. En esta agonía su sudor fue como grandes gotas de sangre que caían. Esto muestra el sufrimiento de su alma.
Debemos orar también para ser capacitados para resistir hasta derramar nuestra sangre en la lucha contra el pecado, si alguna vez se nos llama a eso. ¡La próxima vez que en tu imaginación te detengas a deleitarte en algún pecado favorito, piensa en sus efectos como los que ves aquí!
Mira sus terribles efectos en el huerto de Getsemaní y desea profundamente odiar y abandonar a ese enemigo, con la ayuda de Dios, y rescatar pecadores por los cuales el Redentor oró, agonizó y sangró.

CRISTO TRAICIONADO.

47 Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
52 Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
Vv. 47—53. Nada puede ser mayor afrenta o dolor para el Señor Jesús que ser traicionado por los que profesan ser sus seguidores, y dicen que le aman. Muchos ejemplos hay de Cristo traicionado por quienes, bajo la apariencia de piedad, luchan contra su poder. Aquí Jesús dio un ejemplo ilustre de su regla de hacer el bien a los que nos odian, como después lo dio sobre orar por quienes nos tratan desdeñosamente.
La naturaleza corrompida envuelve nuestra conducta hasta el extremo; debemos buscar la dirección del Señor antes de actuar en circunstancias difíciles. Cristo estuvo dispuesto a esperar sus triunfos hasta que su guerra estuviera consumada, y así debemos hacer nosotros también.
La hora y el poder de las tinieblas fueron cortos, y siempre será así con los triunfos de los impíos.

LA CAÍDA DE PEDRO.

54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.
56 Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él.
57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
58 Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
59 Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.
60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Vv. 54—62. La caída de Pedro fue negar que conocía a Cristo y que era su discípulo; lo negó debido a la angustia y el peligro. El que una vez dice una mentira es tentado fuertemente a persistir: el comienzo de ese pecado, como en las luchas, es como dejar correr el agua. El Señor se vuelve y mira a Pedro:
1. Fue una mirada acusadora. Jesús se volvió y lo miró como diciendo, Pedro, ¿no me conoces?
2. Fue una mirada de reproche. Pensemos con que aspecto de reprensión nos mira Cristo, con justicia, cuando pecamos.
3. Fue una mirada de amonestación. ¡Tú que eras el más dispuesto a confesarme como Hijo de Dios, y prometiste solemnemente no negarme jamás!
4. Fue una mirada compasiva. Pedro, ¡cuán caído y deshecho estás si no te ayudo!
5. Fue una mirada de mando, ve y reflexiona.
6. Fue una mirada significante. Significaba la transmisión de gracia al corazón de Pedro para capacitarlo, para que se arrepintiera.
La gracia de Dios obra en la palabra de Dios y por ella, la trae a la mente y la hace llegar a la conciencia, y así da al alma el feliz regreso. Cristo miró a los principales sacerdotes, pero no los impresionó como a Pedro. No fue la sola mirada de Cristo lo que restauró a Pedro, sino su gracia divina en ella.

CRISTO RECONOCE SER EL HIJO DE DIOS.

63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
65 Y decían otras muchas cosas injuriándole.
66 Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
67 ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
68 y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentaré a la diestra del poder de Dios.
70 Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Vv. 63—71. Los que condenaron a Jesús por blasfemo eran los más viles blasfemos. Los refirió a su segunda venida como prueba completa de que era el Cristo, para confusión de ellos, puesto que no reconocerían la prueba que los dejaría convictos. Se reconoce Hijo de Dios aunque sabe que debía sufrir por ello. Ellos basaron en esto su condena. Cegados sus ojos, se precipitaron.
Meditemos en esta asombrosa transacción y consideremos a Aquel que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo.
CAPÍTULO

23

CRISTO ANTE PILATO.

1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Vv. 1—5. Pilato tenía bien clara la diferencia entre sus fuerzas armadas y los seguidores de nuestro Señor. Pero, en lugar de ablandarse por la declaración de inocencia dada por Pilato, y de considerar si no estaban echándose encima la culpa de sangre inocente, los judíos se enojaron más.
El Señor lleva sus designios a un glorioso final, aun por medio de los que siguen las invenciones de su propio corazón. Así, todos los partidos se unieron, como para probar la inocencia de Jesús, que era el sacrificio expiatorio por nuestros pecados.

CRISTO ANTE HERODES.

6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Vv. 6—12. Herodes había oído muchas cosas de Jesús en Galilea y, por curiosidad, anhelaba verlo. El mendigo más pobre que haya pedido un milagro para el alivio de su necesidad, nunca fue rechazado; pero este príncipe orgulloso, que pedía un milagro sólo para satisfacer su curiosidad, es rechazado.
Podría haber visto a Cristo y sus prodigios en Galilea y no quiso; por tanto, se dice con justicia: Ahora que desea verlas, no las verá. Herodes mandó a Cristo de vuelta a Pilato: las amistades de los hombres impíos se forman a menudo de la unión en la maldad. En poco estaban de acuerdo, salvo en la enemistad contra Dios, y el desprecio por Cristo.

BARRABÁS PREFERIDO A CRISTO.

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.
15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
16 Le soltaré, pues, después de castigarle.
17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18 Más toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
19 Éste había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
22 Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23 Más ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;
25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Vv. 13—25. El temor al hombre mete a muchos en la trampa de hacer algo injusto aún contra su conciencia para no meterse en problemas. Pilato declara inocente a Jesús y tiene la intención de dejarlo libre, pero, para complacer al pueblo, lo castiga como a malhechor.
Si no halló falta en Él, ¿por qué castigarlo? Pilato se rindió a la larga; no tuvo el valor de ir contra una corriente tan fuerte. Dejó a Jesús librado a la voluntad de ellos para ser crucificado.

CRISTO HABLA DE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN.

26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
Vv. 26—31. Aquí tenemos al bendito Jesús, el Cordero de Dios, llevado como cordero al matadero, al sacrificio. Aunque muchos le reprocharon e insultaron, algunos lo compadecieron, pero la muerte de Cristo fue su victoria y triunfo sobre sus enemigos: fue nuestra liberación, la compra de la vida eterna para nosotros.
Por tanto, no lloremos por Él sino por nuestros propios pecados, y los pecados de nuestros hijos, que causaron su muerte; y lloremos por temor a las miserias que nos acarrearemos si tomamos su amor a la ligera, y rechazamos su gracia. Si Dios lo dejó librado a sufrimientos como estos, porque era sacrificio por el pecado, ¡qué hará con los pecadores mismos que se hicieron árbol seco, generación corrupta y mala y buena para nada! Los amargos sufrimientos de nuestro Señor Jesús deben hacernos estar sobrecogidos ante la justicia de Dios.
Los mejores santos, comparados con Cristo, son árboles secos; si Él sufrió, ¿por qué ellos tendrían la expectativa de no sufrir? ¡Cómo será, entonces, la condenación de los pecadores! Hasta los sufrimientos de Cristo predican terror a los transgresores obstinados.

LA CRUCIFIXIÓN Y EL MALHECHOR ARREPENTIDO.

32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Vv. 32—43. Tan pronto como Cristo fue clavado en la cruz, oró por los que lo crucificaron. Él murió para comprarnos y conseguirnos la gran cosa que es el perdón de pecados. Por esto oró.  Jesús fue crucificado entre dos ladrones; en ellos se muestran los diferentes efectos que la cruz de Cristo tiene sobre los hijos de los hombres por la predicación del evangelio. Un malhechor se endureció hasta el fin.
Ninguna aflicción cambiará de por sí un corazón endurecido. El otro se ablandó al fin: fue sacado como tizón de la hoguera y fue hecho monumento a la misericordia divina. Esto no estimula a nadie a postergar el arrepentimiento hasta el lecho de muerte, o esperar hallar entonces misericordia. Cierto es que el arrepentimiento verdadero nunca es demasiado tarde, pero es tan cierto que el arrepentimiento tardío rara vez es verdadero.
Nadie puede estar seguro de tener tiempo para arrepentirse en la muerte, pero nadie puede tener la seguridad de tener las ventajas que tuvo este ladrón penitente. Veremos que este caso es único si observamos los efectos nada comunes de la gracia de Dios en este hombre. Él reprochó al otro por reírse de Cristo. Reconoció que merecía lo que le hacían. Creyó que Jesús sufría injustamente.
Observe su fe en esta oración. Cristo estaba sumido en lo hondo de la desgracia, sufriendo como un engañador sin ser librado por su Padre. Hizo esta profesión antes que mostrara los prodigios, que dieron honra a los sufrimientos de Cristo, y asombraron al centurión. Creyó en una vida venidera, y deseó ser feliz en esa vida; no como el otro ladrón, que solo quería ser salvado de la cruz. Véase su humildad en esta oración.
Todo lo que pide es, Señor, acuérdate de mí, dejando enteramente en manos de Jesús el cómo recordarlo. Así fue humillado en el arrepentimiento verdadero, y dio todos los frutos del arrepentimiento que permitieron sus circunstancias. Cristo en la cruz muestra como Cristo en el trono.
Aunque estaba en la lucha y agonía más grandes, aun así, tuvo piedad de un pobre penitente. Por este acto de gracia tenemos que comprender que Jesucristo murió para abrir el cielo a todos los creyentes penitentes y obedientes.
Es un solo caso en la Escritura; debe enseñarnos a no desesperar de nada, y que nadie debiera desesperar; pero, para que no se cometa abuso se pone en contraste con el estado espantoso del otro ladrón que se endureció en la incredulidad, aunque tenía tan cerca al Salvador crucificado. Téngase la seguridad de que, en general, los hombres mueren como viven.

LA MUERTE DE CRISTO.

44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Vv. 44—49. Aquí tenemos la muerte de Cristo magnificada por los prodigios que la acompañaron, y su muerte explicada por las palabras con que expiró su alma. Estaba dispuesto a ofrendarse. Procuremos glorificar a Dios por el arrepentimiento verdadero y la conversión; protestando contra los que crucificaron al Salvador; por una vida santa, justa y sobria; y empleando nuestros talentos al servicio de aquel que murió y resucitó por nosotros.

EL ENTIERRO DE CRISTO.

50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.
51 Éste, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
Vv. 50—56. Aunque no se jacten de una profesión de fe externa hay muchos que como José de Arimatea, cuando se presenta la ocasión están más dispuestos que otros que hacen mucho ruido, a efectuar un servicio verdadero. Cristo fue sepultado con prisa, porque se acercaba el día de reposo. Llorar no debe estorbar al sembrar. Aunque estaban llorando la muerte de su Señor aun así, debían prepararse para mantener santo el día de reposo.
Cuando se acerca el día de reposo debe haber preparativos. Nuestros asuntos mundanos deben ser ordenados en forma tal que no nos impidan hacer la obra del día de reposo; y nuestros afectos santos deben ser tan estimulados que nos guíen a cumplirla. Cualquiera sea la obra que emprendamos, o como sean afectados nuestros corazones, no fallemos en prepararnos para el santo día de reposo y mantenerlo santo, porque es el día del Señor.
CAPÍTULO

24

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO.

1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;
3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,
9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.
11 Más a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían.
12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Vv. 1—12. Véase el afecto y el respeto que las mujeres demostraron hacia Cristo, después que murió y fue sepultado. Obsérvese la sorpresa cuando hallaron removida la piedra y vacía la tumba. Los cristianos suelen quedar confundidos con lo que debiera consolarlos y animarlos.
Esperaban hallar a su Maestro en su sudario, en vez de ángeles en ropajes refulgentes. Los ángeles les aseguraron que había resucitado de entre los muertos; ha resucitado por su poder. Estos ángeles del cielo no traen un evangelio nuevo, pero recuerdan a las mujeres las palabras de Cristo, y les enseñan a aplicarlas.
Podemos maravillarnos de estos discípulos, que creían que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías verdadero, a los que tan a menudo les había dicho que debía morir y resucitar, y luego entrar en su gloria, y que en más de una ocasión le habían visto resucitar muertos, pudieran tardar tanto en creer en su resurrección por su poder.
Todos nuestros errores en la religión surgen de ignorar u olvidar las palabras que Cristo ha dicho. Ahora Pedro corre al sepulcro, él que tan recientemente había huido de su Maestro. Estaba asombrado. Hay muchas cosas que nos causan estupefacción y confusión, y que serían claras y provechosas si entendiésemos correctamente las palabras de Cristo.

SE APARECE A DOS DISCÍPULOS EN EL CAMINO A EMAÚS.

13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
16 Más los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Vv. 13—27. Esta aparición de Jesús a los dos discípulos que iban a Emaús, sucedió el mismo día en que resucitó de entre los muertos. Muy bien corresponde a los discípulos de Cristo hablar de su muerte y resurrección, cuando están juntos; de este modo pueden beneficiarse del conocimiento mutuo, refrescarse mutuamente la memoria y estimularse unos a otros sus afectos devotos.
Dónde haya sólo dos que estén ocupados en este tipo de obra, Él vendrá a ellos y será el tercero. Los que buscan a Cristo lo hallarán: Él se manifestará a los que preguntan por Él; y dará conocimiento a los que usan las ayudas que tienen para el conocimiento. No importa cómo fue, pero ocurre que ellos no lo conocieron; Él lo ordenó así para que ellos pudieran conversar más libremente con Él.
Los discípulos de Cristo suelen entristecerse y apenarse aunque tienen razón para regocijarse, pero por la debilidad de su fe, no pueden tomar el consuelo ofrecido. Aunque Cristo entró a su estado de exaltación, todavía nota la tristeza de sus discípulos y se aflige de sus aflicciones. Son forasteros en Jerusalén los que no saben de la muerte y de los padecimientos de Jesús. Los que tienen el conocimiento de Cristo crucificado, deben tratar de difundir ese saber.
Nuestro Señor Jesús les reprochó la debilidad de su fe en las Escrituras del Antiguo Testamento. Si supiéramos más de los consejos divinos según han sido dados a conocer en las Escrituras, no estaríamos sujetos a las confusiones en que a menudo nos enredamos. Les muestra que los padecimientos de Cristo eran, realmente, el camino designado a su gloria, pero la cruz de Cristo era aquello en que ellos no se podían reconciliar por sí mismos.
Empezando por Moisés, el primer escritor inspirado del Antiguo Testamento, Jesús les expone cosas acerca de sí mismo. Hay muchos pasajes en todas las Escrituras con referencia a Cristo, y es muy provechoso reunirlos.
No nos adentramos en ningún texto sin encontrar algo referido a Cristo, una profecía, una promesa, una oración, un tipo u otra cosa. El hilo de oro de la gracia del evangelio recorre toda la trama del Antiguo Testamento.
Cristo es el mejor expositor de la Escritura y, aun después de su resurrección, condujo a la gente a conocer el misterio acerca de sí mismo; no por el planteamiento de nociones nuevas, sino mostrándoles cómo se cumplió la Escritura, y volviéndolos al estudio ferviente de ellas.

SE DA A CONOCER A ELLOS.

28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.
29 Más ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Vv. 28—35. Si deseamos tener a Cristo habitando en nosotros, debemos ser honestos con Él. Los que han experimentado el placer y el provecho de la comunión con Él, sólo pueden desear más de su compañía. Tomó el pan, lo bendijo y lo partió, y lo dio a ellos. Esto hizo con la autoridad y afecto acostumbrado, en la misma forma, quizás con las mismas palabras.
Aquí nos enseña a desear una bendición para cada comida. Véase cómo Cristo, por su Espíritu y su gracia, se da a conocer a las almas de su pueblo. Les abre las Escrituras. Se reúne con ellos en su mesa, en la ordenanza de la cena del Señor; se da a conocer a ellos al partir el pan, pero la obra se completa abriéndoles los ojos del entendimiento; tenemos breves visiones de Cristo en este mundo, pero cuando entremos al cielo lo veremos para siempre.
Ellos habían encontrado poderosa la predicación, aunque no reconocieron al predicador. Las Escrituras que hablan de Cristo harán arder los corazones de sus verdaderos discípulos. Probablemente nos haga el mayor bien lo que nos afecta con el amor de Jesús al morir por nosotros.
Es deber de aquellos a quienes se ha mostrado, dar a conocer al prójimo lo que Él ha hecho por sus almas. De gran uso para los discípulos de Cristo es comparar sus experiencias y contárselas unos a otros.

CRISTO SE APARECE A OTROS DISCÍPULOS.

36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.
43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
44 Y les dijo: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Vv. 36—49. Jesús se apareció de manera milagrosa, asegurando a los discípulos su paz, aunque ellos lo habían olvidado tan recientemente, y prometiéndoles paz espiritual con cada bendición. Muchos pensamientos conflictivos que inquietan nuestra mente, proceden de errores sobre Cristo.
Todos los pensamientos conflictivos que surgen en nuestros corazones en cualquier momento son conocidos por el Señor Jesús, y le desagradan. Habló con ellos sobre su incredulidad irracional.
Nada ha pasado, sino lo anunciado por los profetas, y lo necesario para la salvación de los pecadores. Ahora, se debe enseñar a todos los hombres la naturaleza y la necesidad del arrepentimiento para el perdón de sus pecados. Se debe procurar estas bendiciones por fe en el nombre de Jesús.
Cristo por su Espíritu obra en las mentes de los hombres. Hasta los hombres buenos necesitan que se les abra el entendimiento, pero para que piensen bien de Cristo, nada se necesita más que se les haga entender las Escrituras.

SU ASCENSIÓN.

50 Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
51 Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
52 Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
Vv. 50—53. Cristo ascendió desde Betania, cerca del Monte de los Olivos. Ahí estaba el huerto donde empezaron sus sufrimientos; ahí estuvo en su agonía. Los que van al cielo deben ascender desde la casa de los sufrimientos y los dolores. Los discípulos no lo vieron salir de la tumba; su resurrección pudo probarse viéndolo vivo después: pero lo vieron ascender al cielo; de lo contrario, no hubiesen tenido pruebas de su ascensión.
Levantó las manos y los bendijo. No se fue descontento, sino con amor, dejando una bendición tras Él. Como resucitó, así ascendía, por su poder. Ellos le adoraron. Esta nueva muestra de la gloria de Cristo sacó de ellos nuevos reconocimientos.
Volvieron a Jerusalén con gran gozo. La gloria de Cristo es el gozo de todos los creyentes verdaderos, ya en este mundo. Mientras esperamos las promesas de Dios, debemos salir a recibirlas con alabanzas. Nada prepara mejor la mente para recibir al Espíritu Santo. Los temores son acallados, las penas endulzadas y aliviadas, y se conservan las esperanzas.
Esta es la base de la confianza del cristiano ante el trono de la gracia; sí, el trono del Padre es el trono de la gracia para nosotros, porque también es el trono de nuestro Mediador, Jesucristo. Descansemos en sus promesas e invoquémoslas.

Atendamos a sus ordenanzas, alabemos y bendigamos a Dios por sus misericordias, pongamos nuestros afectos en las cosas de arriba, y esperemos la venida del Redentor para completar nuestra felicidad. Amén. Sí, Señor Jesús, ven pronto.