CAPÍTULO
10
SETENTA DISCÍPULOS ENVIADOS.
1 Después de estas cosas, designó
el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a
toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
2 Y les decía: La mies a la verdad
es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe
obreros a su mies.
3 Id; he aquí yo os envío como
corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni
calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis,
primeramente decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de
paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y posad en aquella misma casa,
comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No
os paséis de casa en casa.
8 En cualquier ciudad donde
entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;
9 y sanad a los enfermos que en
ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10 Más en cualquier ciudad donde
entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo de vuestra ciudad,
que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto
sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será
más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti,
Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han
hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían
arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio será más
tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que hasta los
cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 El que a vosotros oye, a mí me
oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí,
desecha al que me envió.
Vv. 1—16. Cristo envió a los setenta
discípulos, en parejas, para que se fortalecieran y se estimularan mutuamente.
El ministerio del evangelio pide a los hombres que reciban a Cristo como
Príncipe y Salvador; y seguramente Él irá en el poder de su Espíritu a todos
los lugares donde manda a sus siervos fieles; pero la condena de los que
reciben en vano la gracia de Dios será temible.
Los que
desprecian a los fieles ministros de Cristo, los que piensan mal de ellos y se
burlan de ellos, serán reconocidos como los que despreciaron a Dios y Cristo.
LA BENDICIÓN DE LOS
DISCÍPULOS DE CRISTO.
17 Volvieron los setenta con gozo,
diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
18 Y les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad de
hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará.
20 Pero no os regocijéis de que los
espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos
en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se
regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has
revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me fueron
entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni
quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los discípulos,
les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que muchos
profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo
que oís, y no lo oyeron.
Vv. 17—24. Todas nuestras victorias sobre
Satanás son logradas por el poder derivado de Jesucristo, que debe tener toda
la alabanza. Cuidémonos del orgullo espiritual que ha causado la destrucción de
tantos. Nuestro Señor se regocijó en la perspectiva de la salvación de muchas
almas. Era apropiado que se tomara nota detallada de esa hora de gozo; hubo muy
pocas, porque era varón de dolores: en esa hora en que vio caer a Satanás y oyó
del buen resultado de sus ministros, en esa hora se regocijó. Siempre ha
resistido al orgulloso y ha dado gracia al humilde.
Mientras más
claramente dependamos de la enseñanza, ayuda y bendición del Hijo de Dios, más
conocidos seremos del Padre y del Hijo; más bendecidos seremos al ver la
gloria, y oír las palabras del Salvador divino; y más útiles seremos para el
progreso de su causa.
EL BUEN SAMARITANO.
25 Y he aquí un intérprete de la
ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la
vida eterna?
26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en
la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas
tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido;
haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a
sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un
hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales
le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando
cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de
camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas,
echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y
cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos
denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de
más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te
parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 Él dijo: El que usó de
misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Vv. 25—37. Si hablamos en forma descuidada
de la vida eterna y del camino a ella, tomamos en vano el nombre de Dios. Nadie
ama a Dios ni a su prójimo con una medida de puro amor espiritual, si no
participa de la gracia de la conversión. El orgulloso corazón humano se resiste
mucho contra tales convicciones.
Cristo da el
ejemplo de un pobre judío en apuros, socorrido por un buen samaritano. Este
pobre cayó en manos de ladrones que lo dejaron herido y casi moribundo. Los que
debieron ser sus amigos lo pasaron por alto, y fue atendido por un extranjero,
un samaritano, de la nación que los judíos más despreciaban y detestaban, con
quienes no querían tratos. Es lamentable observar cuánto domina el egoísmo en
todos los rangos; cuántas excusas dan los hombres para ahorrarse problemas o
gastos en ayudar al prójimo.
El verdadero
cristiano tiene escrita en su corazón la ley del amor. El Espíritu de Cristo
habita en él; la imagen de Cristo se renueva en su alma. La parábola es una
bella explicación de la ley de amar al prójimo como a uno mismo, sin acepción
de nación, partido ni otra distinción. También establece la bondad y el amor de
Dios nuestro Salvador con los miserables pecadores. Nosotros éramos como este
viajero pobre y en apuros. Satanás, nuestro enemigo, nos robó y nos hirió: tal
es el mal que nos hace el pecado.
El bendito
Jesús se compadeció de nosotros. El creyente considera que Jesús le amó y dio
su vida por él cuando éramos enemigos y rebeldes; y habiéndole mostrado
misericordia, le exhorta que vaya y haga lo mismo. Es nuestro deber, en nuestro
trabajo y según nuestra capacidad, socorrer, ayudar y aliviar a todos los que
estén en apuros y necesitados.
JESÚS EN LA CASA DE MARTA Y
MARÍA.
38 Aconteció que yendo de camino,
entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana que se
llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con
muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana
me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo Jesús, le dijo:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero sólo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Vv. 38—42. Un buen sermón no es peor por
ser predicado en una casa; y las visitas de nuestros amigos deben ser de tal
modo administradas como para hacer que busquen el bien de sus almas. Sentarse a
los pies de Cristo significa disposición pronta para recibir su palabra, y
sumisión a su dirección. Marta estaba preocupada de atender a Cristo y a los
que venían con Él. Aquí había respeto hacia nuestro Señor Jesús en la atención
correcta de sus quehaceres domésticos, pero había algo de culpa.
Ella estaba
muy dedicada a servir: abundancia, variedad, y exactitud. La actividad mundanal
es una trampa para nosotros cuando nos impide servir a Dios y obtener lo bueno
para nuestras almas. ¡Cuánto tiempo se desperdicia innecesariamente y, a
menudo, se acumulan gastos para atender a quienes profesan el evangelio!
Aunque Marta
era culpable en esta ocasión, era, no obstante, creyente verdadera y su
conducta general no descuidaba la cosa necesaria. El favor de Dios es necesario
para nuestra dicha: la salvación de Cristo es necesaria para nuestra seguridad.
Donde se atienda esto, todas las demás cosas tomarán su correcto lugar. Cristo
declaró: María ha elegido la buena cosa.
Porque una
cosa es necesaria, y esta cosa hizo ella, rendirse a la dirección de Cristo.
Las cosas de esta vida nos serán quitadas por completo cuando nosotros seamos
quitados de ella, pero nada nos separará del amor de Cristo y de tener parte en
ese amor. Los hombres y los demonios no pueden quitárnoslo, y Dios y Cristo no
lo harán. Preocupémonos con más diligencia de la única cosa necesaria.
CAPÍTULO
11
ENSEÑA A ORAR A SUS
DISCÍPULOS.
1 Aconteció que estaba Jesús orando
en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos
a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y les dijo: Cuando oréis, decid:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu
reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal.
Vv. 1—4. “Señor, enséñanos a orar”, es
una buena oración, y muy necesaria, porque Jesucristo es el único que puede
enseñarnos a orar por su palabra y su Espíritu. Señor, enséñame a orar; Señor,
estimúlame y vivifícame para el deber; Señor, dirígeme sobre qué orar; enséñame
qué debo decir. Cristo les enseñó una oración, en forma muy parecida a la que
había dado antes en su sermón del monte.
Hay algunas
palabras diferentes en el Padrenuestro en Mateo, y en Lucas, pero no son de
gran importancia. En nuestros pedidos por el prójimo y por nosotros mismos,
vamos a nuestro Padre celestial, confiando en su poder y bondad.
CRISTO EXHORTA A SER
FERVIENTES EN LA ORACIÓN.
5 Les dijo también: ¿Quién de
vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame
tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a
mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
7 y aquél, respondiendo desde
adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están
conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
8 Os digo, que aunque no se
levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se
levantará y le dará todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
10 Porque todo aquel que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre de vosotros, si su
hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le
dará una serpiente?
12 ¿O si le pide un huevo, le dará
un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Vv. 5—13. Cristo alienta el fervor y la
constancia en la oración. Debemos ir por lo que necesitamos, como hace el
hombre acude a su vecino o amigo, que es bueno con él. Vamos por pan; porque es
lo necesario. Si Dios no responde rápidamente nuestras oraciones, lo hará a su
debido tiempo, si seguimos orando. Fijaos acerca de qué orar: debemos pedir el
Espíritu Santo, no sólo por necesario para orar bien, sino porque todas las bendiciones
espirituales están incluidas en ello.
Porque por
el poder del Espíritu Santo se nos lleva a conocer a Dios y al arrepentimiento,
a creer en Cristo y a amarlo; así somos consolados en este mundo, y destinados
para la felicidad en el próximo.
Nuestro
Padre celestial está listo para otorgar todas estas bendiciones a cada uno que
se las pida, más que un padre o madre terrenal está dispuesta a dar comida a un
niño hambriento. Esta es la ventaja de la oración de fe: que aquieta y fija el
corazón en Dios.
CRISTO EXPULSA UN DEMONIO Y
LA BLASFEMIA DE UN FARISEO.
14 Estaba Jesús echando fuera un
demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la
gente se maravilló.
15 Pero algunos de ellos decían:
Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
16 Otros, para tentarle, le pedían
señal del cielo.
17 Más él, conociendo los
pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es
asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
18 Y si también Satanás está
dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por
Beelzebú echo yo fuera los demonios.
19 Pues si yo echo fuera los
demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces.
20 Más si por el dedo de Dios echo
yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
21 Cuando el hombre fuerte armado
guarda su palacio, en paz está lo que posee.
22 Pero cuando viene otro más
fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte
el botín.
23 El que no es conmigo, contra mí
es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
24 Cuando el espíritu inmundo sale
del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice:
Volveré a mi casa de donde salí.
25 Y cuando llega, la halla barrida
y adornada.
26 Entonces va, y toma otros siete
espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero.
Vv. 14—26. La expulsión de demonios que
hizo Cristo fue realmente la destrucción del poder de ellos. El corazón de todo
pecador inconverso es el palacio del diablo, donde éste habita y donde manda.
Hay una especie de paz en el corazón del alma inconversa que el diablo custodia
como hombre fuerte armado. El pecador se siente seguro, no tiene dudas de la
bondad de su estado, ni temor alguno de los juicios venideros. Pero obsérvese
el cambio maravilloso efectuado en la conversión.
La
conversión del alma a Dios es la victoria de Cristo sobre el diablo y su poder
en esa alma, restaurando el alma a su libertad y recuperando su interés en ella
y su poder sobre ella. Todos los dones del cuerpo y de la mente son ahora
empleados para Cristo. Esta es la condición del hipócrita. La casa es barrida
de los pecados corrientes por una confesión forzada, como la del faraón; por
una contrición fingida como la de Acab; o por una reforma parcial como la de
Herodes.
La casa está
barrida, pero no lavada; el corazón no está santificado. El barrido saca
solamente el polvo suelto mientras el pecado que acosa al pecador está indemne.
La casa está adornada con gracias y dones corrientes. No está provista de
ninguna gracia verdadera; todo es pintura y barniz, nada duradero ni real.
Nunca fue entregada
a Cristo ni habitada por el Espíritu. Cuidémonos de no descansar en lo que
pueda tener un hombre y así quedarnos sin alcanzar el cielo. Los espíritus
malignos entran sin dificultad; son recibidos y viven allí; allí trabajan; allí
mandan. Pidamos todos con fervor ser librados de tan horrendo estado.
LA VERDADERA FELICIDAD.
27 Mientras él decía estas cosas,
una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el
vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
28 Y él dijo: Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
Vv. 27, 28. Mientras los escribas y los
fariseos despreciaban y blasfemaban los discursos de nuestro Señor Jesús, esta
buena mujer los admiraba, al igual que la sabiduría y el poder con que hablaba.
Cristo condujo a la mujer a una consideración más elevada. Aunque es gran
privilegio oír la palabra de Dios, sólo son bendecidos de verdad los bendecidos
del Señor, que la oyen, la mantienen en su memoria y la obedecen como su camino
y su ley.
CRISTO REPRENDE A LOS JUDÍOS.
29 Y apiñándose las multitudes,
comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será
dada, sino la señal de Jonás.
30 Porque así como Jonás fue señal
a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
31 La reina del Sur se levantará en
el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino
de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que
Salomón en este lugar.
32 Los hombres de Nínive se
levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la
predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.
33 Nadie pone en oculto la luz
encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran
vean la luz.
34 La lámpara del cuerpo es el ojo;
cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando
tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
35 Mira pues, no suceda que la luz
que en ti hay, sea tinieblas.
36 Así que, si todo tu cuerpo está
lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como
cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
Vv. 29—36. Cristo promete dar una señal
más, la señal del profeta Jonás; se explica en Mateo qué significa la
resurrección de Cristo; y les advirtió que debían sacar provecho de dicha
señal. Pero aunque el mismo Cristo fuese el predicador estable de una
congregación cualquiera, y obrara milagros diariamente entre ellos, aún así, a
menos que su gracia humille los corazones, ellos no se beneficiarían de su
palabra. No deseemos más pruebas ni una enseñanza más completa que lo que place
al Señor permitirnos.
Debemos orar
sin cesar que nuestros corazones y entendimientos sean abiertos, que podamos aprovechar
la luz que disfrutamos. Cuidémonos especialmente de que la luz que está en
nosotros no sea tinieblas, porque si nuestros principios directrices son malos,
nuestro juicio y conducta serán malos.
A LOS FARISEOS.
37 Luego que hubo hablado, le rogó
un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
38 El fariseo, cuando lo vio, se
extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
39 Pero el Señor le dijo: Ahora
bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por
dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera,
no hizo también lo de adentro?
41 Pero dad limosna de lo que tenéis,
y entonces todo os será limpio.
42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos!
que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la
justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis
las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
44 ¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que
andan encima no lo saben.
45 Respondiendo uno de los
intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos
afrentas a nosotros.
46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros
también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no
pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
47 ¡Ay de vosotros, que edificáis
los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres!
48 De modo que sois testigos y
consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los
mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso la sabiduría de Dios
también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a
otros perseguirán,
50 para que se demande de esta
generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la
fundación del mundo,
51 desde la sangre de Abel hasta la
sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será
demandada de esta generación.
52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de
la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no
entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
53 Diciéndoles él estas cosas, los
escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle
a que hablase de muchas cosas;
54 acechándole, y procurando cazar
alguna palabra de su boca para acusarle.
Vv. 37—54. Todos debemos mirar en nuestros
corazones, para que sean purificados y creados de nuevo; mientras atendemos a
las grandes cosas de la ley y del evangelio, no debemos descuidar las cosas
pequeñas señaladas por Dios.
Cuando
alguien acecha para cazarnos en algo que decimos, oh Señor, danos tu prudencia
y tu paciencia, y desbarata sus malos propósitos. Provéenos de tal mansedumbre
y paciencia que podamos gloriarnos en las reprensiones, por amor a Cristo, y
que su Espíritu Santo repose sobre nosotros.
CAPÍTULO
12
CRISTO REPRENDE A LOS
INTÉRPRETES DE LA LEY.
1 En esto, juntándose por millares
la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus
discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la
hipocresía.
2 Porque nada hay encubierto, que
no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
3 Por tanto, todo lo que habéis
dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los
aposentos, se proclamará en las azoteas.
4 Más os digo, amigos míos: No
temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
5 Pero os enseñaré a quién debéis
temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar
en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos
por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Pues aun los cabellos de vuestra
cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos
pajarillos.
8 Os digo que todo aquel que me
confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios;
9 más el que me negare delante de
los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10 A todo aquel que dijere alguna
palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11 Cuando os trajeren a las
sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo
o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;
12 porque el Espíritu Santo os
enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
Vv. 1—12. Una firme creencia en la
doctrina de la providencia universal de Dios y su magnitud debiera bastarnos
cuando estamos en peligros, y estimularnos a confiar en Dios en el camino del
deber. La providencia se fija en las criaturas más bajas, hasta de los
gorriones, y en consecuencia en las preocupaciones menores de los discípulos de
Cristo.
Quienes
ahora confiesen a Cristo serán reconocidos por Él en el día grande, ante los
ángeles de Dios. Para disuadirnos de negar a Cristo, y desertar de sus verdades
y caminos, aquí se nos asegura que los que niegan a Cristo, aunque puedan así
salvar la vida misma, y aunque puedan ganar un reino, serán los grandes
perdedores al final; porque Cristo no los conocerá, no los reconocerá, ni les
mostrará favor.
Pero que
ningún descarriado penitente y tembloroso dude que obtendrá el perdón. Esto es
muy diferente de la enemistad franca que es blasfemia contra el Espíritu Santo,
la cual no será perdonada jamás porque de ella nunca habrá arrepentimiento.
ADVERTENCIA CONTRA LA
AVARICIA Y LA PARÁBOLA DEL RICO.
13 Le dijo uno de la multitud:
Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
14 Más él le dijo: Hombre, ¿quién
me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de
toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee.
16 También les refirió una
parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis
graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis
bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta
noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios.
Vv. 13—21. El reino de Cristo es
espiritual, y no es de este mundo. El cristianismo no se mete en política;
obliga a todos a obrar con justicia, pero el poder mundano no se fundamenta en
la gracia. No estimula las expectativas de ventajas mundanas por medio de la
religión. La recompensa de los discípulos de Cristo son de otra naturaleza.
La avaricia
es un pecado del cual tenemos que estar constantemente precavidos, porque la
dicha y el consuelo no dependen de la riqueza de este mundo. Las cosas del
mundo no satisfacen los deseos del alma.
Aquí hay una
parábola que muestra la necedad de los mundanos carnales mientras viven, y su
miseria cuando mueren. El carácter descrito es exactamente el de un hombre
mundano prudente que no tiene gratitud hacia la providencia de Dios, ni un
pensamiento recto sobre la incertidumbre de los asuntos humanos, el valor de su
alma o la importancia de la eternidad.
¡Cuántos,
aún entre cristianos profesos, señalan a personajes semejantes como modelos
para imitar y personas con las cuales sería bueno relacionarse! Erramos si
pensamos que los pensamientos se pueden ocultar, y que los pensamientos son
libres. Cuando vio una gran cosecha en su terreno, en lugar de dar gracias a
Dios por ella, o de regocijarse por tener mayor capacidad para hacer el bien,
se aflige. ¿Qué haré ahora? ¿Qué hago ahora? El mendigo más pobre del país no
podría haber dicho algo con mayor ansiedad.
Mientras más
tengan los hombres, más confusión tienen. Fue necio no pensar en usar de otro
modo la riqueza, sino en darse gustos carnales y satisfacer los apetitos
sensuales, sin pensar en hacer el bien a los demás. Los mundanos carnales son
necios; y llega el día en que Dios los llamará por nombre propio, y ellos se
llamarán así. La muerte de tales personas es miserable en sí y terrible para
ellos. Pedirán tu alma.
Él detesta
separase de sus bienes, pero Dios lo requerirá, requerirá una rendición de
cuentas, lo requerirá como de alma culpable, para ser castigada sin demora.
Necedad de la mayoría de los hombres es preocuparse y perseguir lo que es sólo
para el cuerpo y para el tiempo, y no para el alma y para la eternidad.
CONDENACIÓN DE LAS
PREOCUPACIONES MUNDANAS.
22 Dijo luego a sus discípulos: Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo,
qué vestiréis.
23 La vida es más que la comida, y
el cuerpo que el vestido.
24 Considerad los cuervos, que ni
siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
25 ¿Y quién de vosotros podrá con
afanarse añadir a su estatura un codo?
26 Pues si no podéis ni aun lo que
es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
27 Considerad los lirios, cómo
crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió como uno de ellos.
28 Y si así viste Dios la hierba
que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros,
hombres de poca fe?
29 Vosotros, pues, no os preocupéis
por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa
inquietud.
30 Porque todas estas cosas buscan
las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas
cosas.
31 Más buscad el reino de Dios, y
todas estas cosas os serán añadidas.
32 No temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
33 Vended lo que poseéis, y dad
limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se
agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
34 Porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón.
35 Estén ceñidos vuestros lomos, y
vuestras lámparas encendidas;
36 y vosotros sed semejantes a
hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando
llegue y llame, le abran en seguida.
37 Bienaventurados aquellos siervos
a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se
ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.
38 Y aunque venga a la segunda
vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así,
bienaventurados son aquellos siervos.
39 Pero sabed esto, que si supiese
el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y
no dejaría minar su casa.
40 Vosotros, pues, también, estad
preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
Vv. 22—40. Cristo insiste mucho en que esta
cautela no dé lugar a preocupaciones confusas e inquietantes, Mateo 6: 25–34.
Los argumentos aquí usados son para animarnos a echar sobre Dios nuestra
preocupación, que es la manera correcta de obtener tranquilidad. Como en
nuestra estatura, así en nuestra condición es sabio aceptarla como es. Una
búsqueda angustiosa y ansiosa de las cosas de este mundo, aún de las
necesarias, no va con los discípulos de Cristo.
Los temores
no deben dominar cuando nos asustamos con pensamientos de un mal venidero, y
nos disponemos a preocupaciones innecesarias sobre cómo evitarlo. Si valoramos
la belleza de la santidad, no codiciaremos los lujos de la vida. Entonces,
examinemos si pertenecemos a esta manada pequeña. Cristo es nuestro Maestro, y
nosotros Sus siervos; no sólo siervos que trabajan, sino siervos que esperan.
Debemos ser
como hombres que esperan a su señor, que se sientan a esperar mientras él sigue
afuera, preparados para recibirlo. En esto alude Cristo a su ascensión al
cielo, su venida para reunir junto a Él su pueblo por la muerte, y segunda
venida a juzgar al mundo. No tenemos certeza de la hora de su venida; por
tanto, debemos estar siempre preparados.
Si los
hombres cuidan diligentes sus casas, seamos nosotros igualmente sabios con
nuestras almas. Por tanto, estad vosotros preparados también; velando como lo
haría el buen padre de familia si supiera a qué hora viene el ladrón.
LLAMADO A VELAR.
41 Entonces Pedro le dijo: Señor,
¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
42 Y dijo el Señor: ¿Quién es el
mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a
tiempo les dé su ración?
43 Bienaventurado aquel siervo al
cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
44 En verdad os digo que le pondrá
sobre todos sus bienes.
45 Más si aquel siervo dijere en su
corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las
criadas, y a comer y beber y embriagarse,
46 vendrá el señor de aquel siervo
en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y
le pondrá con los infieles.
47 Aquel siervo que conociendo la
voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá
muchos azotes.
48 Más el que sin conocerla hizo
cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya
dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se
le pedirá.
49 Fuego vine a echar en la tierra;
¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
50 De un bautismo tengo que ser
bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido para dar
paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
52 Porque de aquí en adelante,
cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 Estará dividido el padre contra
el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra
la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
Vv. 41—53. Todos tienen que tomar en serio
lo que Cristo dice en su palabra e indagar al respecto. Nadie es dejado en
tanta ignorancia como para no saber que muchas cosas que hace, y desprecia son
buenas; por tanto, nadie tiene excusa en su pecado. Introducir la dispensación
del evangelio puede producir desolación.
No es que
sea la tendencia de la religión de Cristo, que es pura, pacífica y amable; pero
su efecto es ser contraria al orgullo y la lujuria del hombre. Habrá una amplia
difusión del evangelio, pero antes Cristo tiene un bautismo con el cual ser
bautizado, muy diferente del de agua y bautismo del Espíritu Santo. Debe
soportar los sufrimientos y la muerte.
No estaba en
su plan de predicar el evangelio más ampliamente hasta haber pasado este
bautismo. Nosotros debiéramos ser celosos para dar a conocer la verdad, porque
aunque se susciten divisiones y la propia familia del hombre sea su enemiga,
aún así, los pecadores se convertirán y Dios será glorificado.
LLAMADO A RECONCILIARSE CON
DIOS.
54 Decía también a la multitud:
Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así
sucede.
55 Y cuando sopla el viento del
sur, decís: Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir
el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
57 ¿Y por qué no juzgáis por
vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas al magistrado con
tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre
al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí,
hasta que hayas pagado aun la última blanca.
Vv. 54—59. Cristo quiere que la gente sea
tan sabia en cuanto a los intereses de su alma como con los asuntos exteriores.
Que se apresuren a tener paz con Dios antes que sea demasiado tarde. Si un
hombre halla que Dios está contra él por sus pecados, invoque a Dios en Cristo
que reconcilia el mundo consigo mismo. Mientras estemos vivos estamos en el
camino y ahora es nuestra oportunidad.
CAPÍTULO
13
CRISTO EXHORTA AL
ARREPENTIMIENTO A PARTIR DEL CASO DE LOS GALILEOS Y OTROS.
1 En este mismo tiempo estaban
allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había
mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores
que todos los galileos?
3 Os digo: No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los
cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que
todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo: No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Vv. 1—5. Le cuentan a Cristo la muerte de
unos galileos. Esta historia trágica se relata brevemente aquí y no la
mencionan los historiadores. Al responder, Cristo habla de otro hecho que era
como este, otro caso de gente afectada por una muerte repentina. Las torres,
que se construyen para seguridad, suelen ser la destrucción de los hombres. Les
advierte que no culpen a los grandes sufrientes como debieran ser tenidos como
grandes pecadores.
Como ningún
puesto ni empleo puede asegurarnos en contra del golpe de la muerte, debemos
considerar las súbitas partidas de los demás como advertencia para nosotros. En
estos relatos, Cristo fundamenta un llamado al arrepentimiento. El mismo Jesús
que nos pide arrepentimiento, porque el reino del cielo está a la puerta, nos
pide que nos arrepintamos, porque de lo contrario, pereceremos.
PARÁBOLA DE LA HIGUERA
ESTÉRIL.
6 Dijo también esta parábola:
Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella,
y no lo halló.
7 Y dijo al viñador: He aquí, hace
tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala;
¿para qué inutiliza también la tierra?
8 Él entonces, respondiendo, le
dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la
abone.
9 Y si diere fruto, bien; y si no,
la cortarás después.
Vv. 6—9. La parábola de la higuera estéril
tiene el propósito de reforzar la advertencia recién dada: la higuera estéril,
a menos que dé fruto, será cortada. Esta parábola se refiere, en primer lugar,
a la nación y al pueblo judío. Pero, sin duda, es para despertar a todos los
que disfrutan los medios de gracia, y los privilegios de la iglesia visible.
Cuando Dios haya soportado por mucho tiempo, podemos esperar que nos tolere un
poco más, pero no podemos tener la esperanza de que siempre soportará.
SANIDAD DE LA MUJER ENFERMA.
10 Enseñaba Jesús en una sinagoga en
el día de reposo;
11 y había allí una mujer que desde
hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en
ninguna manera se podía enderezar.
12 Cuando Jesús la vio, la llamó y
le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
13 Y puso las manos sobre ella; y
ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
14 Pero el principal de la
sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la
gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed
sanados, y no en día de reposo.
15 Entonces el Señor le respondió y
dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o
su asno del pesebre y lo lleva a beber?
16 Y a esta hija de Abraham, que
Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en
el día de reposo?
17 Al decir él estas cosas, se
avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas
las cosas gloriosas hechas por él.
Vv. 10—17. Nuestro Señor Jesús asistía al
servicio público de adoración los días de reposo. Aun las enfermedades
corporales, a menos que sean muy graves, no deben impedirnos ir al servicio
público de adoración los días de reposo. Esta mujer vino para ser enseñada por
Cristo y para recibir bien para su alma, y entonces Él alivió su enfermedad
corporal.
Cuando las
almas torcidas se enderezan, lo demuestran glorificando a Dios. Cristo sabía
que este príncipe tenía una verdadera enemistad contra Él y su evangelio, y que
sólo lo ocultaba con un celo fingido por el día de reposo; realmente él no
deseaba que fueran sanados en ningún día; pero si Jesús dice la palabra, y da
su poder sanador, los pecadores son puestos en libertad. Esta liberación suele
obrarse en el día del Señor; y cualquiera sea la labor que ponga a los hombres
en el camino de la bendición, concuerda con el objetivo de ese día.
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA DE
MOSTAZA, Y LA LEVADURA.
18 Y dijo: ¿A qué es semejante el
reino de Dios, y con qué lo compararé?
19 Es semejante al grano de
mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol
grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
20 Y volvió a decir: ¿A qué
compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura, que
una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo
fermentado.
22 Pasaba Jesús por ciudades y
aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Vv. 18—22. Aquí tenemos el progreso del
evangelio anunciado en dos parábolas, como en Mateo 13. El reino del Mesías es
el reino de Dios. Que la gracia crezca en nuestros corazones; que nuestra fe y
amor crezcan abundantemente para dar prueba indudable de su realidad. Que el
ejemplo de los santos de Dios sea de bendición entre quienes viven; y que su
gracia fluya de corazón a corazón, hasta que el pequeño se vuelva miles.
EXHORTACIÓN PARA ENTRAR POR
LA PUERTA ANGOSTA.
23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son
pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24 Esforzaos a entrar por la puerta
angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25 Después que el padre de familia
se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la
puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de
dónde sois.
26 Entonces comenzaréis a decir:
Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
27 Pero os dirá: Os digo que no sé
de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
28 Allí será el llanto y el crujir
de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en
el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
29 Porque vendrán del oriente y del
occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
30 Y he aquí hay postreros que serán
primeros, y primeros que serán postreros.
Vv. 23—30. Nuestro Salvador vino a guiar la
conciencia de los hombres, no a satisfacer su curiosidad. No preguntes ¿cuántos
serán salvados? sino ¿seré salvo? No preguntes ¿qué será de tal y tal persona?
sino ¿qué haré yo y qué será de mí? Esfuérzate para entrar por la puerta
estrecha. Esto se manda a cada uno de nosotros: Esfuérzate.
Todo el que
será salvado debe entrar por la puerta angosta, debe emprender un cambio de
todo el hombre. Los que entren por ella, deben esforzarse por entrar. He aquí
consideraciones vivificantes para reforzar esta exhortación.
¡Oh, seamos
todos despertados por ellas! Ellos contestan la pregunta, ¿son pocos lo que se
salvan? Pero que nadie se desprecie a sí mismo o a los demás, porque hay
postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. Si llegamos al
cielo, encontraremos a muchos allá a quienes no pensamos encontrar, y echaremos
de menos a muchos que esperábamos hallar.
CRISTO REPRENDE A HERODES Y
AL PUEBLO DE JERUSALÉN.
31 Aquel mismo día llegaron unos
fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Y les dijo: Id, y decid a
aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y
al tercer día termino mi obra.
33 Sin embargo, es necesario que
hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un
profeta muera fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise
juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no
quisiste!
35 He aquí, vuestra casa os es
dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que
digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Vv. 31—35. Cristo al tratar de zorro a
Herodes le dio su carácter verdadero. Los hombres más grandes eran responsables
de rendir cuenta a Dios, por tanto, le correspondía llamar a este rey orgulloso
por su nombre propio, pero no es ejemplo para nosotros. Sé, dijo nuestro Señor,
que yo debo morir dentro de muy poco tiempo; cuando muera, seré perfeccionado,
habré completado mi tarea.
Bueno es que
miremos el tiempo que tenemos ante nosotros como muy corto, para que eso nos
estimule para hacer la obra del día en su día. La maldad de las personas y de
los lugares que más que otros profesan la religión y relación con Dios,
desagrada y contrista especialmente al Señor Jesús. El juicio del gran día
convencerá a los incrédulos, pero aprendamos agradecidamente a acoger bien, y
beneficiarnos, de todos los que vienen en el nombre del Señor a llamarnos para
participar de su gran salvación.
CAPÍTULO
14
CRISTO SANA A UN HOMBRE EN EL
DÍA DE REPOSO.
1 Aconteció un día de reposo, que
habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le
acechaban.
2 Y he aquí estaban delante de él
un hombre hidrópico.
3 Entonces Jesús habló a los
intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de
reposo?
4 Más ellos callaron. Y él,
tomándole, le sanó, y le despidió.
5 Y dirigiéndose a ellos, dijo:
¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará
inmediatamente, aunque sea en día de reposo?
6 Y no le podían replicar a estas
cosas.
Vv. 1—6. Este fariseo, como otros, parece
haber tenido mala intención para recibir a Jesús en su casa, pero a nuestro
Señor no le impide sanar un hombre aunque sabía que suscitaría una murmuración
por hacerlo en el día de reposo.
Requiere
cuidado entender la relación apropiada entre la piedad y la caridad al observar
el día de reposo, y la distinción entre obras de necesidad real y hábitos de
darse el gusto a uno mismo. La sabiduría de lo alto enseña la paciente
perseverancia en hacer el bien.
ENSEÑA HUMILDAD.
7 Observando cómo escogían los
primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola,
diciéndoles:
8 Cuando fueres convidado por
alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más
distinguido que tú esté convidado por él,
9 y viniendo el que te convidó a
ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a
ocupar el último lugar.
10 Más cuando fueres convidado, ve
y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te
diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se
sientan contigo a la mesa.
11 Porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
12 Dijo también al que le había
convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te
vuelvan a convidar, y seas recompensado.
13 Más cuando hagas banquete, llama
a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14 y serás bienaventurado; porque
ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de
los justos.
Vv. 7—14. Aun en las acciones corrientes
de la vida Cristo marca lo que hacemos, no sólo en nuestras asambleas
religiosas sino en nuestras mesas. Vemos en muchos casos que el orgullo de un
hombre le rebajará y que antes de la honra está la humildad.
Nuestro
Salvador nos enseña aquí que las obras de caridad son mejores que las obras
hechas para ser vistos. Pero nuestro Señor no significó que una generosidad
orgullosa e incrédula deba ser recompensada, pero su precepto de hacer el bien
al pobre y al afligido debe obedecerse por amor a Él.
PARÁBOLA DEL GRAN BANQUETE.
15 Oyendo esto uno de los que
estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en
el reino de Dios.
16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre
hizo una gran cena, y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena envió a
su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
18 Y todos a una comenzaron a
excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te
ruego que me excuses.
19 Otro dijo: He comprado cinco
yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y
por tanto no puedo ir.
21 Vuelto el siervo, hizo saber
estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo:
Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los
mancos, los cojos y los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha
hecho como mandaste, y aún hay lugar.
23 Dijo el señor al siervo: Ve por
los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi
casa.
24 Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Vv. 15—24. En esta parábola fíjese en la
gracia y misericordia gratuita de Dios que brilla en el evangelio de Cristo, lo
cual será comida y banquete para el alma del hombre que conoce sus propias necesidades
y miserias. Todos encontraron un pretexto para rechazar la invitación. Esto
reprueba a la nación judía por rechazar el ofrecimiento de la gracia de Cristo.
También muestra la renuencia que hay para unirse al llamado del evangelio.
La
ingratitud de quienes toman con liviandad la oferta del evangelio, y el
desprecio que hacen del Dios del cielo, le provocan con justicia. Los apóstoles
tenían que volverse a los gentiles, cuando los judíos rechazaran la oferta; y
con ellos se llenó la Iglesia. La provisión hecha para almas preciosas en el
evangelio de Cristo, no fue hecha en vano; porque si algunos lo rechazan, otros
aceptan agradecidos la oferta.
Los muy
pobres y bajos del mundo serán tan bien acogidos por Cristo como los ricos y
grandes; y, muchas veces, el evangelio tiene mayor éxito entre los que laboran
bajo desventajas mundanales y con enfermedades corporales. La casa de Cristo se
llenará al final; será así cuando se complete el número de los elegidos.
LA NECESIDAD DE CONSIDERACIÓN
Y ABNEGACIÓN.
25 Grandes multitudes iban con él; y
volviéndose, les dijo:
26 Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun
también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su cruz y viene
en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿quién de vosotros,
queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver
si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que haya
puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a
hacer burla de él,
30 diciendo: Este hombre comenzó a
edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, al marchar a la
guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente
con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, cuando el otro
está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera de
vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; mas si la sal
se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni para el
muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
Vv. 25—35. Aunque los discípulos de Cristo
no son todos crucificados, sin embargo, todos llevan su cruz y deben llevarla
en el camino del deber. Jesús le invita a contar con eso y, luego, a
considerarlo. Nuestro Salvador explica esto con dos símiles: el primero que
muestra que debemos considerar los gastos de nuestra religión; el segundo, que
debemos considerar los peligros de esta.
Sentaos y
calculad el costo; considerad lo que costará la mortificación del pecado, de
las lujurias más apreciadas. El pecador más orgulloso y atrevido no puede
resistir a Dios, porque ¿quién conoce la fuerza de su ira? Nos interesa buscar
la paz con Él, y no tenemos que enviar a preguntar las condiciones de la paz,
porque nos son ofrecidas y nos son muy provechosas.
El discípulo
de Cristo será puesto a prueba en alguna forma. Sin vacilar, procuremos ser
discípulos, y seamos cuidadosos para no relajarnos en nuestra profesión, ni
asustarnos ante la cruz; que podamos ser la buena sal de la tierra, para
sazonar a quienes nos rodean con el sabor de Cristo.
CAPÍTULO
15
PARÁBOLAS DE LA OVEJA Y DE LA
PIEZA DE PLATA PERDIDAS.
1 Se acercaban a Jesús todos los
publicanos y pecadores para oírle,
2 y los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió esta
parábola, diciendo:
4 ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el
desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5 Y cuando la encuentra, la pone
sobre sus hombros gozoso;
6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos
y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se
había perdido.
7 Os digo que así habrá más gozo en
el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que
no necesitan de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene diez
dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca
con diligencia hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a
sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma
que había perdido.
10 Así os digo que hay gozo delante
de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Vv. 1—10. La parábola de la oveja perdida
es muy aplicable a la gran obra de la redención del hombre. La oveja perdida
representa al pecador apartado de Dios y expuesto a ruina segura si no es
llevado de vuelta a Él, aunque no desee regresar. Cristo es ferviente para
llevar a casa a los pecadores.
En la
parábola de la pieza de plata perdida, lo que está perdido es una pieza de
pequeño valor, comparada con el resto. Pero la mujer busca diligentemente hasta
encontrarla. Esto representa los variados medios y métodos que usa Dios para
llevar las almas perdidas a casa, a sí mismo, y el gozo del Salvador por el
regreso de ellos a Él. ¡Cuán cuidadosos debemos ser entonces con nuestro
arrepentimiento, que sea para salvación!
EL HIJO PRÓDIGO, SU MALDAD Y
ANGUSTIA.
11 También dijo: Un hombre tenía
dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su
padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió
los bienes.
13 No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los
ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de
las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Vv. 11—16. La parábola del hijo pródigo
muestra la naturaleza del arrepentimiento y la prontitud del Señor para acoger
bien y bendecir a todos los que vuelven a Él. Expone plenamente las riquezas de
la gracia del evangelio; y ha sido y será, mientras dure el mundo, de utilidad
indecible para los pobres pecadores, para guiarlos y alentarlos a arrepentirse
y a regresar a Dios.
Malo es, y
es el peor comienzo, cuando los hombres consideran los dones de Dios como
deuda. La gran necedad de los pecadores, y lo que los arruina, es estar
contentos con recibir sus cosas buenas durante su vida. Nuestros primeros
padres se destruyeron, a sí mismos y a toda la raza, por la necia ambición de
ser independientes, y esto está en el fondo de la persistencia de los pecadores
en su pecado.
Todos
podemos discernir algunos rasgos de nuestro propio carácter en el del hijo
pródigo. Un estado pecaminoso es un estado de separación y alejamiento de Dios.
Un estado pecaminoso es un estado de derroche: los pecadores voluntarios
emplean mal sus pensamientos y los poderes de su alma, gastan mal su tiempo y
todas las oportunidades. Un estado pecaminoso es un estado de necesidad. Los
pecadores carecen de las cosas necesarias para su alma; no tienen comida ni
ropa para ellos, ni ninguna provisión para el más allá.
Un estado
pecaminoso es un vil estado de esclavitud. El negocio de los siervos del
demonio es hacer provisión para la carne, cumplir sus lujurias y eso no es
mejor que alimentar los cerdos. Un estado pecaminoso es un estado de
descontento constante. La riqueza del mundo y los placeres de los sentidos ni
siquiera satisfacen nuestros cuerpos, pero ¡qué son en comparación con el valor
de las almas! Un estado pecaminoso es un estado que no puede buscar alivio de
ninguna criatura.
En vano
lloramos al mundo y a la carne; tienen lo que envenena el alma, pero nada
tienen que la alimente y nutra. Un estado pecaminoso es un estado de muerte. El
pecador está muerto en delitos y pecados, desprovisto de vida espiritual. Un
estado pecaminoso es un estado perdido. Las almas que están separadas de Dios,
si su misericordia no lo evita, pronto estarán perdidas para siempre.
El
desgraciado estado del hijo pródigo sólo es una pálida sombra de la horrorosa
ruina del hombre por el pecado, ¡pero cuán pocos son sensibles a su propio
estado y carácter!
ARREPENTIMIENTO Y PERDÓN.
17 Y volviendo en sí, dijo:
¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y
le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado
tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y
corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y
calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era,
y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Vv. 17—24. Habiendo visto el hijo pródigo
en su abyecto estado de miseria, tenemos que considerar en seguida su
recuperación. Esto empieza cuando vuelve en sí. Ese es un punto de retorno en
la conversión del pecador. El Señor abre sus ojos y le convence de pecado;
entonces, se ve a sí mismo, y a todo objeto bajo una luz diferente de la de
antes. Así, el pecador convicto percibe que el siervo más pobre de Dios es más
dichoso que él.
Mirar a Dios
como Padre, y nuestro Padre, será muy útil para nuestro arrepentimiento y
regreso a Él. El hijo pródigo se levantó y no se detuvo hasta que llegó a su
casa. Así, el pecador arrepentido deja resueltamente la atadura de Satanás y
sus lujurias, y regresa a Dios por medio de la oración, a pesar de sus temores
y desalientos. El Señor lo sale a encontrar con muestras inesperadas de su amor
perdonador.
Nuevamente,
la recepción del pecador humillado es como la del pródigo. Es vestido con el
manto de la justicia del Redentor, hecho partícipe del Espíritu de adopción,
preparado por la paz de conciencia y la gracia del evangelio para andar en los
caminos de la piedad, y festejado con consolaciones divinas. Los principios de
la gracia y la santidad obran en él, para hacer y para querer.
EL HERMANO MAYOR OFENDIDO.
25 Y su hijo mayor estaba en el
campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados,
le preguntó qué era aquello.
27 Él le dijo: Tu hermano ha
venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno
y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Más él, respondiendo, dijo al
padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca
me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo,
que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro
gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Más era necesario hacer fiesta y
regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado.
Vv. 25—32. En la última parte de esta
parábola tenemos el carácter de los fariseos, aunque no de ellos solos.
Establece la bondad del Señor y la soberbia con que se recibe su bondad de
gracia.
Los judíos,
en general, mostraron el mismo espíritu hacia los gentiles convertidos; y
cantidades de ellos en toda época objetan el evangelio y a sus predicadores
sobre la misma base. ¡Cómo será ese temperamento que incita al hombre a
despreciar y aborrecer a aquellos por quienes derramó su preciosa sangre el
Salvador, ésos que son objetos de la elección del Padre, y templos del Espíritu
Santo! Esto brota del orgullo, la preferencia del sí mismo y la ignorancia
propia del corazón del hombre.
La
misericordia y la gracia de nuestro Dios en Cristo brillan casi con tanto
fulgor en su tierna y gentil tolerancia para con los santos beligerantes como
para recibir a los pecadores pródigos que se arrepienten. Dicha indecible de
todos los hijos de Dios, que se mantienen cerca de la casa de su Padre, es que
estén, y estarán siempre con Él. Dicha será para los que acepten agradecidos la
invitación de Cristo.
CAPÍTULO
16
LA PARÁBOLA DEL MAYORDOMO
INJUSTO.
1 Dijo también a sus discípulos:
Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como
disipador de sus bienes.
2 Entonces le llamó, y le dijo:
¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no
podrás más ser mayordomo.
3 Entonces el mayordomo dijo para
sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar,
me da vergüenza.
4 Ya sé lo que haré para que cuando
se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
5 Y llamando a cada uno de los
deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
6 Él dijo: Cien barriles de
aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
7 Después dijo a otro: Y tú,
¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y
escribe ochenta.
8 Y alabó el amo al mayordomo malo
por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en
el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
9 Y yo os digo: Ganad amigos por
medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las
moradas eternas.
10 El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto.
11 Pues si en las riquezas injustas
no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si en lo ajeno no fuisteis
fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Vv. 1—12. Cualquier cosa que tengamos, su
propiedad es de Dios; nosotros sólo tenemos su uso conforme a lo que manda
nuestro gran Señor, y para su honra. Este mayordomo despilfarró los bienes de
su señor. Todos somos responsables de la misma acusación; no sacamos el
provecho debido de lo que Dios nos ha encargado.
El mayordomo
no puede negarlo; debe rendir cuentas e irse. Esto puede enseñarnos que la
muerte vendrá y nos privará de las oportunidades que tenemos ahora. El
mayordomo ganará amigos de los deudores e inquilinos de su señor, eliminando
una parte considerable de la deuda de ellos con su señor. El señor al cual se
alude en esta parábola no elogió el fraude, sino la política del mayordomo.
Sólo se destaca en este aspecto.
Los hombres
mundanos, al elegir sus objetivos son necios, pero en su actividad y
perseverancia, son a menudo más sabios que los creyentes. El mayordomo injusto
no se nos pone como ejemplo de engaño a su amo, ni para justificar la
deshonestidad, sino para señalar el cuidado que ponen los hombres mundanos.
Bueno sería
que los hijos de la luz aprendieran sabiduría de los hombres del mundo, y
siguieran con igual diligencia su mejor objetivo. Las riquezas verdaderas
significan bendiciones espirituales; y si un hombre gasta en sí mismo o acumula
lo que Dios le ha confiado, en cuanto a las cosas externas, ¿qué prueba puede
tener de que es heredero de Dios por medio de Cristo?
Las riquezas
de este mundo son engañosas e inciertas. Convenzámonos que son ricos
verdaderamente, y muy ricos, los que son ricos en fe, y ricos para con Dios,
ricos en Cristo, en las promesas; entonces acumulemos nuestro tesoro en el
cielo y esperemos nuestra porción de allá.
CRISTO REPRENDE LA HIPOCRESÍA
DE LOS FARISEOS CODICIOSOS.
13 Ningún siervo puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
14 Y oían también todas estas cosas
los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo: Vosotros sois
los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios
conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominación.
16 La ley y los profetas eran hasta
Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por
entrar en él.
17 Pero más fácil es que pasen el
cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
18 Todo el que repudia a su mujer,
y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido,
adultera.
Vv. 13—18. Nuestro Señor agrega a esta
parábola una advertencia solemne: Ustedes no pueden servir a Dios y al mundo,
porque así de divididos son los dos intereses. Cuando nuestro Señor habló así,
los fariseos codiciosos recibieron con desprecio sus instrucciones, pero Él les
advirtió que lo que ellos contendían si fuera la ley, era una lucha sobre su
significado: esto muestra nuestro Señor en un ejemplo referido al divorcio.
Hay muchos
abogados pertinaces codiciosos que favorecen la forma de piedad y que son los
enemigos más enconados de su poder, y tratan de poner a los demás en contra de
la verdad.
EL RICO Y LÁZARO.
19 Había un hombre rico, que se
vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado
Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las
migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las
llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo,
y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y
fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo:
Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta
de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta
llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo,
acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero
ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran
sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren
pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego,
pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos,
para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a
los profetas tienen; óiganlos.
30 Él entonces dijo: No, padre
Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Más Abraham le dijo: Si no oyen
a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de
los muertos.
Vv. 19—31. Aquí las cosas espirituales
están representadas por una descripción del estado diferente de lo bueno y lo
malo en este mundo y el otro. No se nos dice que el rico obtuvo su fortuna por
fraude u opresión, pero Cristo muestra que un hombre puede tener una gran
cantidad de riqueza, pompa y placer de este mundo, pero perecer para siempre
bajo la ira y la maldición de Dios.
El pecado de
este rico era que sólo proveía para sí. Aquí hay un santo varón, en las
profundidades de la adversidad y angustia que será dichoso para siempre en el
más allá. A menudo la suerte de algunos de los santos y siervos más amados de
Dios es la de ser afligido grandemente en este mundo. No se nos dice que el
rico le infligiera daño alguno, pero no hallamos que se hubiera interesado por
él.
Aquí está la
diferente condición de este pobre santo, y este rico impío, en y después de la
muerte. El rico en el infierno levantó la vista estando en los tormentos. No es
probable que haya conversaciones entre los santos glorificados y los pecadores
condenados, pero este diálogo muestra la miseria y desesperanza, y los deseos
infructuosos a los cuales entran los espíritus condenados.
Viene el día
en que los que hoy odian y desprecian al pueblo de Dios, recibirían alegremente
la bondad de ellos, pero el condenado en el infierno no tendrá el más mínimo
alivio de su tormento. Los pecadores son llamados ahora a recapacitar, pero no
lo hacen, no quieren hacerlo y hallan maneras de evitarlo.
Como la gente
mala tiene cosas buenas sólo en esta vida, y en la muerte son para siempre
separados de todo bien, así la gente santa tiene cosas malas sólo en esta vida,
y en la muerte son para siempre separados de ellas. Bendito sea Dios que en
este mundo no hay un abismo insondable entre el estado natural y la gracia;
podemos pasar del pecado a Dios, pero si morimos en nuestros pecados, no hay
salida.
El rico
tenía cinco hermanos y hubiera querido detenerlos en su rumbo pecaminoso; que
ellos llegaran a ese lugar de tormento empeoraría su desgracia, él había
ayudado a mostrarles el camino a ese lugar. ¡Cuántos desearían ahora
retractarse o deshacer lo que escribieron o hicieron!
Quienes
quisieran que el ruego del rico a Abraham justificara orar a los santos ya muertos,
llegan así tan lejos en busca de pruebas, cuando el error del pecador condenado
es todo lo que pueden hallar como ejemplo. Seguro que no hay estímulo para
seguir el ejemplo cuando todas sus peticiones fueron hechas en vano.
Un mensajero
desde los muertos no podría decir más que lo dicho en las Escrituras. La misma
fuerza de la corrupción que irrumpe a través de las convicciones de la palabra
escrita, triunfaría sobre un testigo de los muertos. Busquemos la ley y el
testimonio, Isaías 8: 19, 20, porque esa es la palabra cierta de la profecía,
sobre la cual podemos tener más certeza, 2ª Pedro 1: 19.
Las
circunstancias de cada época muestran que los terrores y los argumentos no
pueden dar el verdadero arrepentimiento sin la gracia especial de Dios que renueva
el corazón del pecador.
CAPÍTULO
17
EVITAR LAS OFENSAS Y ORAR POR EL AUMENTO DE LA FE Y ENSEÑANZA
SOBRE LA HUMILDAD.
1 Dijo Jesús a sus discípulos:
Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le fuera que se le atase
al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a
uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros mismos. Si tu
hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare
contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento;
perdónale.
5 Dijeron los apóstoles al Señor:
Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo: Si
tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate,
y plántate en el mar; y os obedecería.
7 ¿Quién de vosotros, teniendo un
siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa,
siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame
la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto,
come y bebe tú?
9 ¿Acaso da gracias al siervo
porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros, cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos,
pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Vv. 1—10. No hay disculpa para los que
cometen una ofensa, ni aminorará el castigo el hecho de que tiene que haber
ofensas. La fe en la misericordia de Dios que perdona nos capacitará para
superar las dificultades más grandes que haya para perdonar a nuestros
hermanos. Como para Dios nada es imposible, así todas las cosas son posibles
para el que puede creer.
Nuestro
Señor mostró a sus discípulos la necesidad de tener una profunda humildad. El
Señor tiene derecho sobre toda criatura como ningún hombre puede tenerla sobre
otro; Él no puede estar endeudado con ellos por sus servicios, ni ellos merecen
ninguna recompensa suya.
DIEZ LEPROSOS, LIMPIADOS
11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba
entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le
salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo:
¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo: Id,
mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
15 Entonces uno de ellos, viendo
que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
16 y se postró rostro en tierra a
sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No
son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
18 ¿No hubo quien volviese y diese
gloria a Dios sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe
te ha salvado.
Vv. 11—19. La conciencia de ser leprosos
espirituales debiera hacernos muy humildes cada vez que nos acercamos a Cristo.
Basta que nos sometamos a la compasión de Cristo, porque no fallan.
Podemos
esperar que Dios nos satisfaga con misericordia cuando seamos hallados en el
camino de la obediencia. Sólo uno de los sanados volvió a dar las gracias. Nos
corresponde, como a él, ser muy humilde en la acción de gracias y en las
oraciones.
Cristo
destacó al que así se distinguió: era un samaritano. Los otros sólo obtuvieron
la cura externa, solo éste tuvo la bendición espiritual.
EL REINO DE CRISTO.
20 Preguntado por los fariseos,
cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios
no vendrá con advertencia,
21 ni dirán: Helo aquí, o helo
allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo
vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo
veréis.
23 Y os dirán: Helo aquí, o helo
allí. No vayáis, ni los sigáis.
24 Porque como el relámpago que al
fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será
el Hijo del Hombre en su día.
25 Pero primero es necesario que
padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
26 Como fue en los días de Noé, así
también será en los días del Hijo del Hombre.
27 Comían, bebían, se casaban y se
daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el
diluvio y los destruyó a todos.
28 Asimismo como sucedió en los
días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 más el día en que Lot salió de
Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
30 Así será el día en que el Hijo
del Hombre se manifieste.
31 En aquel día, el que esté en la
azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo,
asimismo no vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Todo el que procure salvar su
vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
34 Os digo que en aquella noche
estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán moliendo
juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
36 Dos estarán en el campo; el uno
será tomado, y el otro dejado.
37 Y respondiendo, le dijeron:
¿Dónde, Señor? Él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también
las águilas.
Vv. 20—37. El reino de Dios estaba entre
los judíos o, más bien, en algunos. Era un reino espiritual, establecido en el
corazón por el poder de la gracia divina. Fijaos cómo había sido anteriormente
con los pecadores, y en qué estado los hallaban los juicios de Dios, de los
cuales habían sido advertidos. Aquí se muestra qué sorpresa temible será esta
destrucción para el seguro y sensual.
Así será en
el día en que se revele el Hijo del Hombre. Cuando Cristo vino a destruir a la
nación judía por medio de los ejércitos romanos, esa nación fue hallada en tal
estado de falsa seguridad como el aquí mencionado. En forma similar, cuando
Jesucristo venga a juzgar al mundo, los pecadores serán hallados totalmente
descuidados, porque, en forma semejante, los pecadores de toda época van con
seguridad por sus malos caminos, sin recordar su final ulterior.
Dondequiera
que se hallen los impíos, marcados para la ruina eterna, serán alcanzados por
los juicios de Dios.
CAPÍTULO
18
LA PARÁBOLA DE LA VIUDA
INOPORTUNA.
1 También les refirió Jesús una
parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,
2 diciendo: Había en una ciudad un
juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad
una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
4 Y él no quiso por algún tiempo;
pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto
a hombre,
5 sin embargo, porque esta viuda
me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la
paciencia.
6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo
el juez injusto.
7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a
sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
8 Os digo que pronto les hará
justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Vv. 1—8. Todo el pueblo de Dios es pueblo
de oración. Aquí se enseña la fervorosa constancia para orar pidiendo misericordias
espirituales. El fervor de la viuda prevaleció con el juez injusto: ella podía
temer que se volviera más en contra suya; pero nuestra oración ferviente agrada
a nuestro Dios. Aun hasta el fin habrá base para la misma queja de debilidad de
la fe.
EL FARISEO Y EL PUBLICANO.
9 A unos que confiaban en sí mismos
como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a
orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba
consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy
diezmos de todo lo que gano.
13 Más el publicano, estando lejos,
no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su
casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Vv. 9—14. Esta parábola era para convencer
a algunos que confiaban en sí mismos como justos y despreciaban al prójimo.
Dios ve con qué disposición y propósito vamos a Él en las santas ordenanzas. Lo
que dijo el fariseo demuestra que él tenía confianza en sí mismo de ser justo.
Podemos
suponer que estaba exento de pecados groseros y escandalosos. Todo eso era muy
bueno y encomiable. Miserable es la condición de quienes no alcanzan la
justicia de ese fariseo, aunque él no fue aceptado, y ¿por qué no? Iba a orar
al templo, pero estaba lleno de sí mismo y de su propia bondad; no pensaba que
valía la pena pedir el favor y la gracia de Dios.
Cuidémonos
de presentar oraciones orgullosas al Señor y de despreciar al prójimo. La
oración del publicano estaba llena de humildad y de arrepentimiento por el
pecado, y deseo de Dios. Su oración fue breve, pero con un objetivo: Dios, sé
propicio a mí, pecador.
Bendito sea
Dios, que tenemos registrada esta oración corta como oración contestada; y que
tenemos la seguridad que aquel que la dijo volvió justificado a casa; así será
con nosotros si oramos como él por medio de Jesucristo. Se reconoció pecador
por naturaleza y costumbre, culpable ante Dios. No dependía de nada sino de la
misericordia de Dios, sólo en ella confiaba. Gloria de Dios es resistir al
soberbio y dar gracia al humilde.
La
justificación es de Dios en Cristo; por tanto, el que se condena a sí mismo, no
el que se justifica a sí mismo, es justificado ante Dios.
NIÑOS LLEVADOS A CRISTO.
15 Traían a él los niños para que
los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.
16 Más Jesús, llamándolos, dijo:
Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el
reino de Dios.
17 De cierto os digo, que el que no
recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Vv. 15—17. Nadie es demasiado pequeño,
demasiado joven para ser llevado a Cristo, Él sabe mostrar bondad a los
incapaces de hacerle un servicio. La idea de Cristo es que los pequeños sean
llevados a Él.
La promesa
es para nosotros y para nuestra descendencia; por tanto, Él los recibirá bien
con nosotros. Debemos recibir su reino como niños, no comprarlo, y debemos
considerarlo un regalo de nuestro Padre.
EL RICO ESTORBADO POR SUS
RIQUEZAS.
18 Un hombre principal le preguntó,
diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas
bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20 Los mandamientos sabes: No
adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu
padre y a tu madre.
21 Él dijo: Todo esto lo he
guardado desde mi juventud.
22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún
te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo esto, se
puso muy triste, porque era muy rico.
24 Al ver Jesús que se había
entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los
que tienen riquezas!
25 Porque es más fácil pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Y los que oyeron esto dijeron:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Él les dijo: Lo que es imposible
para los hombres, es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo: He aquí,
nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo: De cierto os
digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o
hijos, por el reino de Dios,
30 que no haya de recibir mucho más
en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Vv. 18—30. Muchos tienen muchas cosas
encomiables en sí, pero perecen por falta de una cosa; este rico no podía
aceptar las condiciones de Cristo que lo separarían de su patrimonio. Muchos
que detestan dejar a Cristo, sin embargo, lo dejan. Después de larga lucha con sus
convicciones y sus corrupciones, ganan sus corrupciones.
Se lamentan
mucho de no poder servir a ambos, pero si deben dejar a uno, dejarán a su Dios,
no a su ganancia mundanal. La obediencia de que se jactan resulta ser puro
espectáculo; el amor al mundo está, de una u otra forma, en la raíz de esto.
Los hombres son dados a hablar demasiado de lo que dejaron y perdieron, de lo
que hicieron y sufrieron por Cristo, como hizo Pedro. Más bien, debemos
avergonzarnos que haya alguna dificultad para hacerlo.
CRISTO ANUNCIA SU MUERTE.
31 Tomando Jesús a los doce, les
dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por
los profetas acerca del Hijo del Hombre.
32 Pues será entregado a los
gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
33 Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará.
34 Pero ellos nada comprendieron de
estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les
decía.
Vv. 31—34. El Espíritu de Cristo en los
profetas del Antiguo Testamento, testificaba de antemano de sus sufrimientos, y
de la gloria que seguiría, 1ª Pedro 1: 11. Los prejuicios de los discípulos
eran tan fuertes que no entendían literalmente estas cosas. Estaban tan
concentrados en las profecías que hablaban de la gloria de Cristo, que
olvidaron las que hablaban de sus sufrimientos.
La gente
comete errores porque leen su Biblia parcialmente, y sólo gustan de las cosas
lindas. Somos tan reacios a aprender las lecciones de los sufrimientos, la
crucifixión y resurrección de Cristo como lo eran los discípulos a los que les
dijo sobre estos hechos; y, por la misma razón; el amor propio y el deseo de
objetos mundanos nos cierran el entendimiento.
UN CIEGO RECIBE LA VISTA.
35 Aconteció que acercándose Jesús a
Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
36 y al oír a la multitud que
pasaba, preguntó qué era aquello.
37 Y le dijeron que pasaba Jesús
nazareno.
38 Entonces dio voces, diciendo:
¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Y los que iban delante le
reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten
misericordia de mí!
40 Jesús entonces, deteniéndose,
mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
41 diciendo: ¿Qué quieres que te
haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe
te ha salvado.
43 Y luego vio, y le seguía,
glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Vv. 35—43. Este pobre ciego estaba al
costado del camino mendigando. No sólo era ciego, sino pobre, digno símbolo de
la humanidad que Cristo vino a sanar y salvar. La oración de fe guiada por las
alentadoras promesas de Cristo, y basada en ellas, no son en vano. La gracia de
Cristo debe reconocerse con gratitud para la gloria de Dios.
Es para la
gloria de Dios si seguimos a Jesús, como lo harán aquellos cuyos ojos sean
abiertos. Debemos alabar a Dios por sus misericordias con el prójimo, y por las
nuestras. Si deseamos entender con justicia estas cosas, debemos ir a Cristo,
como el ciego, rogando fervorosamente que nos abra los ojos, y nos muestre
claramente la excelencia de sus preceptos y el valor de su salvación.
CAPÍTULO
19
LA CONVERSIÓN DE ZAQUEO.
1 Habiendo entrado Jesús en Jericó,
iba pasando por la ciudad.
2 Y sucedió que un varón llamado
Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
3 procuraba ver quién era Jesús;
pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
4 Y corriendo delante, subió a un
árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar,
mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque
hoy es necesario que pose yo en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa, y
le recibió gozoso.
7 Al ver esto, todos murmuraban,
diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8 Entonces Zaqueo, puesto en pie,
dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en
algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10 Porque el Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido.
Vv. 1—10. Los que, como Zaqueo, desean
sinceramente ver a Cristo, vencerán cualquier obstáculo y se esforzarán para
verlo. Cristo ofrece visita a la casa de Zaqueo. Donde Cristo va, abre el
corazón y lo inclina a recibirlo. El que quiere conocer a Cristo, será conocido
de Él. Aquellos a quienes Cristo llama, deben humillarse y descender. Bien
podemos recibir con gozo al que trae todo lo bueno consigo.
Zaqueo
públicamente dio pruebas de haber llegado a ser un verdadero convertido. No
busca ser justificado por sus obras como el fariseo, pero por sus buenas obras
demostrará la sinceridad de su fe y el arrepentimiento por la gracia de Dios.
Zaqueo es considerado feliz, ahora que se volvió del pecado a Dios.
Ahora que es
salvo de sus pecados, de su culpa, del poder de ellos, son suyos todos los
beneficios de la salvación. Cristo ha venido a su casa, y donde Cristo va,
lleva consigo la salvación. Vino a este mundo perdido a buscarlo y salvarlo. Su
objetivo era salvar, donde no había salvación en ningún otro. Él busca a los
que no lo buscan y ni preguntan por Él.
LA PARÁBOLA DEL NOBLE Y SUS
SIERVOS.
11 Oyendo ellos estas cosas,
prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y
ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
12 Dijo, pues: Un hombre noble se
fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
13 Y llamando a diez siervos suyos,
les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
14 Pero sus conciudadanos le
aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste
reine sobre nosotros.
15 Aconteció que vuelto él, después
de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había
dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Vino el primero, diciendo:
Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 Él le dijo: Está bien, buen
siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades.
18 Vino otro, diciendo: Señor, tu
mina ha producido cinco minas.
19 Y también a éste dijo: Tú también
sé sobre cinco ciudades.
20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí
está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
21 porque tuve miedo de ti, por
cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no
sembraste.
22 Entonces él le dijo: Mal siervo,
por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que
no puse, y que siego lo que no sembré;
23 ¿por qué, pues, no pusiste mi
dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los
intereses?
24 Y dijo a los que estaban
presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
25 Ellos le dijeron: Señor, tiene
diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el
que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
27 Y también a aquellos mis
enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y
decapitadlos delante de mí.
Vv. 11—27. Esta parábola es como la de los
talentos, Mateo 25. A los que son llamados a Cristo, les provee los dones
necesarios para su actividad; y espera servicio de aquellos a los que da poder.
La manifestación del Espíritu es dada a todo hombre para que la aproveche, 1ª
Corintios 12: 7. Como cada uno ha recibido el don, que lo ministre, 1ª Pedro 4:
10. El relato requerido recuerda el de la parábola de los talentos; y señala el
castigo de los enemigos jurados de Cristo, y el de los falsos profesantes.
La
diferencia principal está en que la mina dada a cada uno parece apuntar a la
dádiva del evangelio, que es la misma para todos los que lo oyen; pero los
talentos repartidos en más y en menos, parecen indicar que Dios da diferentes
capacidades y ventajas a los hombres, por las cuales puedan mejorar de manera
diferente este don único del evangelio.
CRISTO ENTRA EN JERUSALÉN.
28 Dicho esto, iba delante subiendo
a Jerusalén.
29 Y aconteció que llegando cerca
de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus
discípulos,
30 diciendo: Id a la aldea de
enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún
hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
31 Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
32 Fueron los que habían sido
enviados, y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban el pollino,
sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Ellos dijeron: Porque el Señor
lo necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús; y
habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
36 Y a su paso tendían sus mantos
por el camino.
37 Cuando llegaban ya cerca de la
bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose,
comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían
visto,
38 diciendo: ¡Bendito el rey que
viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
39 Entonces algunos de los fariseos
de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Él, respondiendo, les dijo: Os
digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
Vv. 28—40. Cristo tiene dominio sobre todas
las criaturas y puede usarlas como le plazca. Tiene los corazones de todos los
hombres bajo su ojo y en su mano. Los triunfos de Cristo, y las jubilosas
alabanzas de sus discípulos, afligen a los orgullosos fariseos que son enemigos
suyos y de su reino. Como Cristo desprecia el desdén de los soberbios, acepta
las alabanzas del humilde.
Los fariseos
quisieron silenciar las alabanzas a Cristo, pero no pueden puesto que Dios
puede levantar hijos para Abraham aun de las piedras, y volver el corazón de
piedra hacia Él, para sacar alabanza de las bocas de los niños. ¡Cómo van a ser
los sentimientos de los hombres cuando el Señor regrese en gloria a juzgar el
mundo!
CRISTO LLORA SOBRE JERUSALÉN.
41 Y cuando llegó cerca de la ciudad,
al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú
conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti,
cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes
te estrecharán,
44 y te derribarán a tierra, y a
tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no
conociste el tiempo de tu visitación.
45 Y entrando en el templo, comenzó
a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
46 diciéndoles: Escrito está: Mi
casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Y enseñaba cada día en el
templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del
pueblo procuraban matarle.
48 Y no hallaban nada que pudieran
hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
Vv. 41—48. ¿Quién puede contemplar al santo
Jesús mirando anticipadamente las miserias que aguardaban a sus asesinos,
llorando por la ciudad donde se iba a derramar su sangre preciosa, y no ver que
la imagen de Dios en el creyente consiste en gran medida en buena voluntad y
compasión? Por cierto no pueden ser buenos los que toman las doctrinas de la
verdad en forma tal que se endurecen hacia su prójimo pecador.
Cada uno
recuerde que, pese a que Jesús lloró por Jerusalén, va a ejecutar una venganza
espantosa en ella. Aunque no se goce en la muerte del pecador, con toda seguridad
hará que se concreten sus amenazas temibles en los que rechazaron su salvación.
El Hijo de Dios no lloró con lágrimas vanas y sin causa, por un asunto liviano
ni por sí mismo.
Él conoce el
valor de las almas, el peso de la culpa y cuánto oprime y hunde a la humanidad.
Venga entonces Él y limpie nuestros corazones por Su Espíritu, de todo eso que
lo contamina. Que los pecadores en todo lugar presten atención a las palabras
de verdad y salvación.
CAPÍTULO
20
LOS SACERDOTES Y LOS ESCRIBAS
CUESTIONAN LA AUTORIDAD DE CRISTO.
1 Sucedió un día, que enseñando
Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los
principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
2 y le hablaron diciendo: Dinos:
¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta
autoridad?
3 Respondiendo Jesús, les dijo: Os
haré yo también una pregunta; respondedme:
4 El bautismo de Juan, ¿era del
cielo, o de los hombres?
5 Entonces ellos discutían entre
sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
6 Y si decimos, de los hombres,
todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.
7 Y respondieron que no sabían de
dónde fuese.
8 Entonces Jesús les dijo: Yo
tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Vv. 1—8. A menudo, los hombres pretenden
examinar las pruebas de la revelación y de la verdad del evangelio, cuando sólo
andan buscando excusas para su propia incredulidad y desobediencia.
Cristo
responde a estos sacerdotes y escribas con una sencilla pregunta sobre el
bautismo de Juan, que la gente corriente podía responder. Todos sabían que era
del cielo, nada en este tenía una tendencia terrenal.
A los que
entierran el conocimiento que tienen, se les niega con justicia un conocimiento
superior. Fue justo que Cristo rehusara dar cuenta de su autoridad a los que
sabían que el bautismo de Juan era del cielo, pero no creían en él ni
reconocían lo que sabían.
LA PARÁBOLA DE LA VIÑA Y EL
PROPIETARIO.
9 Comenzó luego a decir al pueblo
esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó
por mucho tiempo.
10 Y a su tiempo envió un siervo a
los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le
golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
11 Volvió a enviar otro siervo; mas
ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías.
12 Volvió a enviar un tercer siervo;
mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
13 Entonces el señor de la viña
dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le
tendrán respeto.
14 Más los labradores, al verle,
discutían entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que
la heredad sea nuestra.
15 Y le echaron fuera de la viña, y
le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y destruirá a estos
labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios
nos libre!
17 Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué,
pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores Ha
venido a ser cabeza del ángulo?
18 Todo el que cayere sobre aquella
piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
19 Procuraban los principales
sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron
que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
Vv. 9—19. Cristo dijo esta parábola contra
los que resolvieron no reconocer su autoridad, aunque era tan completa la
prueba de ella. ¡Cuántos se parecen a los judíos que asesinaron a los profetas
y crucificaron a Cristo, en su enemistad contra Dios y la aversión a su
servicio, porque desean vivir descontroladamente en conformidad con sus
concupiscencias!
Que todos
los favorecidos con la palabra de Dios, la miren para usar provechosamente sus
ventajas. Espantosa será la condena de quienes rechazan al Hijo y de quienes
profesan reverenciarle, pero no dan los frutos a su debido tiempo.
Aunque no
podían sino reconocer tal pecado, el castigo era justo, aunque ellos no
pudieron tolerar escucharlo. La necedad de los pecadores es que perseveran en
los caminos pecaminosos aunque teman la destrucción al final de esos caminos.
SOBRE DAR TRIBUTO.
20 Y acechándole enviaron espías
que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para
entregarle al poder y autoridad del gobernador.
21 Y le preguntaron, diciendo:
Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de
persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
22 ¿Nos es lícito dar tributo a
César, o no?
23 Más él, comprendiendo la astucia
de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
24 Mostradme la moneda. ¿De quién
tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
25 Entonces les dijo: Pues dad a
César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron sorprenderle en
palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta,
callaron.
Vv. 20—26. Los que son muy astutos en sus
designios contra Cristo y su evangelio no pueden ocultarlo. No dio respuesta
directa, pero los reprendió por ofrecer imponerse sobre Él; y no pudieron
hallar nada con que incitar al gobernador o al pueblo en su contra.
La sabiduría
que es de lo alto dirigirá a todos los que enseñan verdaderamente el camino de
Dios para que eviten las trampas tendidas contra ellos por los hombres impíos;
y enseñarán nuestro deber a Dios, a nuestros gobernantes y a todos los hombres
tan claramente que los opositores no tendrán nada malo que decir de nosotros.
ACERCA
DE LA RESURRECCIÓN.
27 Llegando entonces algunos de los
saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
28 diciendo: Maestro, Moisés nos
escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos,
que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
29 Hubo, pues, siete hermanos; y el
primero tomó esposa, y murió sin hijos.
30 Y la tomó el segundo, el cual
también murió sin hijos.
31 La tomó el tercero, y así todos
los siete, y murieron sin dejar descendencia.
32 Finalmente murió también la
mujer.
33 En la resurrección, pues, ¿de
cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
34 Entonces respondiendo Jesús, les
dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
35 más los que fueren tenidos por
dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se
casan, ni se dan en casamiento.
36 Porque no pueden ya más morir,
pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la
resurrección.
37 Pero en cuanto a que los muertos
han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama
al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 Porque Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
Vv. 27—38. Corriente es que los que
conciben el saboteo de la verdad de Dios, la carguen con dificultades. Nos
equivocamos y dañamos la verdad de Cristo cuando formamos nuestras ideas del
mundo de los espíritus por el mundo de los sentidos. Hay más mundos que el
mundo visible actual y el mundo invisible futuro; que todos comparen este mundo
y ese mundo y den preferencia, en sus pensamientos e intereses, al que los
merezca.
Los
creyentes tendrán la resurrección de los muertos; esa es la resurrección bendita.
No podemos expresar ni concebir cuál será el estado dichoso de los habitantes
de ese mundo, 1ª Corintios 2: 9. Quienes entran en el gozo de su Señor, están
totalmente arrobados con eso; cuando sea perfecta la santidad, no habrá ocasión
para las previsiones contra el pecado.
Cuando Dios
se dice Dios de los patriarcas, quiere decir que fue el Dios absolutamente
suficiente para ellos, Génesis 17: 1; el excelente galardón de ellos. Génesis
15: 1. Él nunca hizo eso por ellos en este mundo, lo cual respondía a la plena
magnitud de su esfuerzo; por tanto, debe haber otra vida en que Él hará eso por
ellos, que cumplirá completamente la promesa.
LOS ESCRIBAS, SILENCIADOS.
39 Respondiéndole algunos de los
escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
40 Y no osaron preguntarle nada
más.
41 Entonces él les dijo: ¿Cómo
dicen que el Cristo es hijo de David?
42 Pues el mismo David dice en el
libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
43 Hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies.
44 David, pues, le llama Señor;
¿cómo entonces es su hijo?
45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo
a sus discípulos:
46 Guardaos de los escribas, que
gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las
primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
47 que devoran las casas de las
viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor
condenación.
Vv. 39—47. Los escribas elogiaron la
respuesta de Cristo a los saduceos sobre la resurrección, pero fueron
silenciados por una pregunta sobre el Mesías. Cristo, como Dios, era el Señor
de David, pero Cristo, como hombre, era Hijo de David.
Los escribas
recibieron el juicio más severo por engañar a las viudas pobres y por abusar de
la religión, en particular de la oración, que usaban como pretexto para
ejecutar planes impíos y mundanos. La piedad fingida es doble pecado. Entonces,
roguemos a Dios que nos impida el orgullo, la ambición, la codicia, y toda cosa
mala; y que nos enseñe a buscar ese honor que sólo viene de Él.
CAPÍTULO
21
CRISTO ELOGIA A UNA VIUDA
POBRE.
1 Levantando los ojos, vio a los
ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
2 Vio también a una viuda muy
pobre, que echaba allí dos blancas.
3 Y dijo: En verdad os digo, que esta
viuda pobre echó más que todos.
4 Porque todos aquéllos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; más ésta, de su pobreza echó
todo el sustento que tenía.
Vv. 1—4. De la ofrenda de esta viuda
pobre aprendamos que lo que damos en justicia para ayuda del pobre, y para el
sostenimiento del culto a Dios, se da a Dios; y que nuestro Salvador ve con
agrado lo que tenemos en nuestros corazones cuando damos para ayuda de sus
miembros o para su servicio.
¡Bendito
Señor! El más pobre de tus siervos tiene dos centavos, ellos tienen un alma y
un cuerpo; convéncenos y capacítanos para ofrecerte ambos a Ti; ¡cuán dichosos
seremos si los aceptas!
SU PROFECÍA.
5 Y a unos que hablaban de que el
templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
6 En cuanto a estas cosas que
veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.
7 Y le preguntaron, diciendo:
Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para
suceder?
8 Él entonces dijo: Mirad que no
seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos.
9 Y cuando oigáis de guerras y de
sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan
primero; pero el fin no será inmediatamente.
10 Entonces les dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino;
11 y habrá grandes terremotos, y en
diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del
cielo.
12 Pero antes de todas estas cosas
os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las
cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi
nombre.
13 Y esto os será ocasión para dar
testimonio.
14 Proponed en vuestros corazones
no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
15 porque yo os daré palabra y
sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.
16 Más seréis entregados aún por
vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de
vosotros;
17 y seréis aborrecidos de todos por
causa de mi nombre.
18 Pero ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá.
19 Con vuestra paciencia ganaréis
vuestras almas.
Vv. 5—19. Los cercanos a Cristo preguntan
con mucha curiosidad cuándo será la gran desolación. Responde clara y
completamente en la medida que era necesario para enseñarles su deber; porque
todo conocimiento es deseable en la medida que sea para poner por obra. Aunque
los juicios espirituales son los más corrientes de los tiempos del evangelio,
Dios también hace uso de los juicios temporales.
Cristo les
dice qué cosas duras van a sufrir por amor de su nombre y les exhorta a
soportar sus pruebas, y seguir con su obra, a pesar de la oposición que
encontrarán. Dios estará con vosotros, y os reconocerá y os asistirá. Esto se
cumplió notablemente después del derramamiento del Espíritu Santo, por el cual
Cristo dio sabiduría y elocuencia a sus discípulos. Aunque seamos perdedores
por Cristo no seremos ni podemos ser perdedores para Él al fin.
Nuestro
deber e interés en todo tiempo, especialmente en los peligros de prueba, es
garantizar la seguridad de nuestras almas. Mantenemos la posesión de nuestras
almas por la paciencia cristiana y dejamos fuera todas aquellas impresiones que
nos harían perder el carácter.
CRISTO EXHORTA A ESTAR
ALERTAS.
20 Pero cuando viereis a Jerusalén
rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.
21 Entonces los que estén en Judea,
huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los
campos, no entren en ella.
22 Porque éstos son días de
retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 Más ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en
la tierra, e ira sobre este pueblo.
24 Y caerán a filo de espada, y
serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los
gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
25 Entonces habrá señales en el
sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
26 desfalleciendo los hombres por
el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque
las potencias de los cielos serán conmovidas.
27 Entonces verán al Hijo del
Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
28 Cuando estas cosas comiencen a
suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está
cerca.
Vv. 20—28. Podemos ver ante nosotros una
profecía muy parecida a las del Antiguo Testamento que, juntas con su gran
objeto, abarcan o dan un vistazo a un objeto más cercano de importancia para la
Iglesia. Habiendo dado una idea de los tiempos de los siguientes treinta y ocho
años, Cristo muestra que todas esas cosas terminarán en la destrucción de Jerusalén
y la completa dispersión de la nación judía; lo cual será tipo y figura de la
segunda venida de Cristo.
Los judíos
dispersos a nuestro alrededor predican la verdad del cristianismo y demuestran
que las palabras de Jesús no pasarán aunque el cielo y la tierra pasarán.
También nos recuerdan que oremos por los tiempos en que la verdadera Jerusalén
y la espiritual no serán ya más pisoteadas por los gentiles, y cuando judíos y
gentiles sean vueltos al Señor.
Cuando
Cristo vino a destruir a los judíos, vino a redimir a los cristianos que eran
perseguidos y oprimidos por ellos; y entonces tuvieron reposo las iglesias.
Cuando venga a juzgar al mundo, redimirá de sus tribulaciones a todos los
suyos.
Tan
completamente cayeron los juicios divinos sobre los judíos que su ciudad es
puesta como ejemplo ante nosotros para mostrar que los pecados no pasarán sin
castigo; y que los terrores del Señor y todas sus amenazas contra los pecadores
que no se han arrepentido se llevarán a cabo, así como su palabra sobre Jerusalén
fue verdad y grande su ira contra ella.
LA CERTEZA DEL FIN
29 También les dijo una parábola:
Mirad la higuera y todos los árboles.
30 Cuando ya brotan, viéndolo,
sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
31 Así también vosotros, cuando
veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
33 El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
34 Mirad también por vosotros mismos,
que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes
de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
35 Porque como un lazo vendrá sobre
todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
36 Velad, pues, en todo tiempo
orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37 Y enseñaba de día en el templo;
y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
38 Y todo el pueblo venía a él por
la mañana, para oírle en el templo.
Vv. 29—38. Cristo dice a sus discípulos que
observen las señales de los tiempos para que juzguen por ellos. Les encarga que
consideren cercana la ruina de la nación judía. Sin embargo, esta raza y
familia de Abraham no será desarraigada; sobrevivirá como nación y será hallada
según fue profetizado, cuando sea revelado el Hijo del Hombre. Les advierte
contra estar confiados en su sensualidad.
Este
mandamiento es dado a todos los discípulos de Cristo. Cuidaos de no ser
abrumados por las tentaciones ni traicionados por vuestras propias
corrupciones. No podemos estar a salvo si estamos carnalmente seguros. Nuestro
peligro es que nos sobrevenga el día de la muerte y el juicio cuando no estemos
preparados.
No sea que
cuando seamos llamados a encontrarnos con nuestro Señor, lo que debiera estar
más cerca de nuestros corazones sea lo que esté más lejos de nuestros
pensamientos. Pues así será para la mayoría de los hombres que habitan la
tierra y que únicamente piensan las cosas terrenales y no tienen comunicación
con el cielo. Será terror y destrucción para ellos.
Aquí véanse
la que debiera ser nuestra mira para ser tenidos por dignos de escapar de todas
esas cosas; para que cuando los juicios de Dios estén por todos lados, nosotros
no estemos en la calamidad común, o que no sea para nosotros lo que es para los
demás. ¿Se pregunta cómo puede ser hallado digno de comparecer ante Cristo en
aquel día?
Los que
nunca han buscado a Cristo, que ahora vayan a Él; los que nunca se han
humillado por sus pecados, que empiecen ahora; los que ya han empezado, que
sigan y se conserven humildes. Por tanto, vela y ora siempre. Sé alerta contra
el pecado; alerta en todo deber, y aprovecha al máximo toda oportunidad de
hacer el bien.
Ora siempre:
serán tenidos por dignos de vivir una vida de alabanza en el otro mundo los que
viven una vida de oración en este mundo. Empecemos, empleemos y concluyamos
cada día atendiendo a la palabra de Cristo, obedeciendo sus preceptos, y
siguiendo su ejemplo, para que cuando Él llegue nosotros seamos hallados velando.
CAPÍTULO
22
LA TRAICIÓN DE JUDAS.
1 Estaba cerca la fiesta de los
panes sin levadura, que se llama la pascua.
2 Y los principales sacerdotes y
los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
3 Y entró Satanás en Judas, por
sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
4 y éste fue y habló con los
principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo
entregaría.
5 Ellos se alegraron, y
convinieron en darle dinero.
6 Y él se comprometió, y buscaba
una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
Vv. 1—6. Cristo conocía a todos los
hombres y tuvo fines sabios y santos al aceptar que Judas fuera un discípulo.
Aquí se nos dice cómo aquel que conocía tan bien a Cristo, llegó a
traicionarlo:
Satanás
entró en Judas. Cuesta mucho decir si hacen más daño al reino de Cristo el
poder de sus enemigos declarados o la traición de falsos amigos, pero sin
éstos, los enemigos no podrían hacer tanto mal como el que hacen.
LA PASCUA.
7 Llegó el día de los panes sin
levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan,
diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres
que la preparemos?
10 Él les dijo: He aquí, al entrar
en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidle hasta la casa donde entrare,
11 y decid al padre de familia de
esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la
pascua con mis discípulos?
12 Entonces él os mostrará un gran
aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les
había dicho; y prepararon la pascua.
14 Cuando era la hora, se sentó a
la mesa, y con él los apóstoles.
15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y habiendo tomado la copa, dio
gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que no beberé más
del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
Vv. 7—18. Cristo guardó las ordenanzas de
la ley, particularmente la de la pascua para enseñarnos a observar las
instituciones del evangelio y, más que nada, la de la cena del Señor. Los que
andan por la palabra de Cristo no tienen que temer desilusiones. Según las
instrucciones que les dio, todos los discípulos se prepararon para la pascua.
Jesús expresa su alegría por celebrar esta pascua.
La deseaba,
aunque sabía que luego vendrían sus sufrimientos, porque tenía como objetivo la
gloria de su Padre y la redención del hombre. Se despide de todas las pascuas
significando que terminan las ordenanzas de la ley ceremonial, de la cual la
pascua era una de las primeras y la principal. El tipo fue dejado de lado,
porque ahora en el reino de Dios había llegado la sustancia.
INSTITUCIÓN DE LA CENA DEL
SEÑOR.
19 Y tomó el pan y dio gracias, y
lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado;
haced esto en memoria de mí.
20 De igual manera, después que
hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre,
que por vosotros se derrama.
Vv. 19, 20. La cena del Señor es una señal o
conmemoración de Cristo que ya vino, que nos liberó muriendo por nosotros; su
muerte se pone ante nosotros de manera especial en esta ordenanza, por la que
la recordamos. Aquí el partimiento del pan nos recuerda el quebranto del cuerpo
de Cristo en sacrificio por nosotros.
Nada puede
ser mejor alimento y más satisfactorio para el alma que la doctrina de la
expiación del pecado hecha por Cristo y la seguridad de tener parte en esa
expiración. Por tanto, hacemos esto en memoria de lo que Él hizo por nosotros
cuando murió por nosotros; y como recordatorio de lo que hacemos, al unirnos a
Él en el pacto eterno. El derramamiento de la sangre de Cristo, por lo cual se
hace la expiación, se representa por el vino en la copa.
CRISTO AMONESTA A LOS
DISCÍPULOS.
21 Más he aquí, la mano del que me
entrega está conmigo en la mesa.
22 A la verdad el Hijo del Hombre
va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es
entregado!
23 Entonces ellos comenzaron a discutir
entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
24 Hubo también entre ellos una
disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
25 Pero él les dijo: Los reyes de
las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son
llamados bienhechores;
26 mas no así vosotros, sino sea el
mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
27 Porque, ¿cuál es mayor, el que
se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Más yo
estoy entre vosotros como el que sirve.
28 Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas.
29 Yo, pues, os asigno un reino,
como mi Padre me lo asignó a mí,
30 para que comáis y bebáis a mi
mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
31 Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
32 pero yo he rogado por ti, que tu
fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
33 Él le dijo: Señor, dispuesto estoy
a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.
34 Y él le dijo: Pedro, te digo que
el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
35 Y a ellos dijo: Cuando os envié
sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
36 Y les dijo: Pues ahora, el que
tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su
capa y compre una.
37 Porque os digo que es necesario
que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los
inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron: Señor,
aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
Vv. 21—38. ¡Qué inconveniente para el
carácter del seguidor de Jesús es la ambición mundana de ser el más grande,
sabiendo que Cristo asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte de
cruz! En el camino a la dicha eterna tenemos que esperar ser atacados y
zarandeados por Satanás. Si no puede destruirnos, tratará de hacernos
desdichados o de angustiarnos.
Nada precede
con mayor certeza a la caída de un seguidor confeso de Cristo, que la confianza
en sí mismo, con desconsideración por las advertencias y desprecio del peligro.
A menos que velemos y oremos siempre podemos ser arrastrados en el curso del
día a aquellos pecados contra los cuales estábamos más decididos en la mañana.
Si los creyentes fueran dejados a sí mismos, caerían, pero son mantenidos por
el poder de Dios, y la oración de Cristo.
Nuestro
Señor les anuncia la aproximación de un cambio muy grande de circunstancias.
Los discípulos no deben esperar que sus amigos sean amables con ellos como
antes. Por tanto, el que tenga dinero, que lo lleve consigo porque puede
necesitarlo. Ahora deben esperar que sus enemigos sean más feroces que antes y
necesitarán armas.
En esa época
los apóstoles entendieron que Cristo quería decir armas reales, pero Él sólo
hablaba de las armas de la guerra espiritual. La espada del Espíritu es la
espada con que deben armarse los discípulos de Cristo.
LA AGONÍA DE CRISTO EN EL
HUERTO.
39 Y saliendo, se fue, como solía,
al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
40 Cuando llegó a aquel lugar, les
dijo: Orad que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a
distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
42 diciendo: Padre, si quieres,
pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Y se le apareció un ángel del
cielo para fortalecerle.
44 Y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra.
45 Cuando se levantó de la oración,
y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
46 y les dijo: ¿Por qué dormís?
Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Vv. 39—46. Cada descripción que dan los
evangelistas de la disposición mental con que nuestro Señor enfrenta este
conflicto, prueba la terrible naturaleza del ataque, y el perfecto conocimiento
anticipado de sus terrores que poseía el manso y humilde Jesús. Aquí hay tres
cosas que no están en los otros evangelistas:
1. Cuando Cristo agoniza se
presenta un ángel del cielo que le fortalece. Parte de su humillación fue tener
que ser fortalecido por un espíritu ministrador.
2. Estando en agonía oró más
fervorosamente. La oración, aunque nunca es inoportuna, es especialmente
oportuna cuando agonizamos.
3. En esta agonía su sudor fue como
grandes gotas de sangre que caían. Esto muestra el sufrimiento de su alma.
Debemos orar
también para ser capacitados para resistir hasta derramar nuestra sangre en la
lucha contra el pecado, si alguna vez se nos llama a eso. ¡La próxima vez que
en tu imaginación te detengas a deleitarte en algún pecado favorito, piensa en
sus efectos como los que ves aquí!
Mira sus
terribles efectos en el huerto de Getsemaní y desea profundamente odiar y
abandonar a ese enemigo, con la ayuda de Dios, y rescatar pecadores por los
cuales el Redentor oró, agonizó y sangró.
CRISTO TRAICIONADO.
47 Mientras él aún hablaba, se
presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente
de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
48 Entonces Jesús le dijo: Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Viendo los que estaban con él lo
que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo
del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces respondiendo Jesús,
dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
52 Y Jesús dijo a los principales
sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían
venido contra él: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
53 Habiendo estado con vosotros
cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra
hora, y la potestad de las tinieblas.
Vv. 47—53. Nada puede ser mayor afrenta o
dolor para el Señor Jesús que ser traicionado por los que profesan ser sus
seguidores, y dicen que le aman. Muchos ejemplos hay de Cristo traicionado por
quienes, bajo la apariencia de piedad, luchan contra su poder. Aquí Jesús dio
un ejemplo ilustre de su regla de hacer el bien a los que nos odian, como
después lo dio sobre orar por quienes nos tratan desdeñosamente.
La
naturaleza corrompida envuelve nuestra conducta hasta el extremo; debemos
buscar la dirección del Señor antes de actuar en circunstancias difíciles.
Cristo estuvo dispuesto a esperar sus triunfos hasta que su guerra estuviera
consumada, y así debemos hacer nosotros también.
La hora y el
poder de las tinieblas fueron cortos, y siempre será así con los triunfos de
los impíos.
LA CAÍDA DE PEDRO.
54 Y prendiéndole, le llevaron, y
le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo ellos encendido fuego
en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre
ellos.
56 Pero una criada, al verle
sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él.
57 Pero él lo negó, diciendo:
Mujer, no lo conozco.
58 Un poco después, viéndole otro,
dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
59 Como una hora después, otro
afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es
galileo.
60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo
que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
61 Entonces, vuelto el Señor, miró
a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes
que el gallo cante, me negarás tres veces.
62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró
amargamente.
Vv. 54—62. La caída de Pedro fue negar que
conocía a Cristo y que era su discípulo; lo negó debido a la angustia y el
peligro. El que una vez dice una mentira es tentado fuertemente a persistir: el
comienzo de ese pecado, como en las luchas, es como dejar correr el agua. El
Señor se vuelve y mira a Pedro:
1. Fue una mirada acusadora. Jesús
se volvió y lo miró como diciendo, Pedro, ¿no me conoces?
2. Fue una mirada de reproche.
Pensemos con que aspecto de reprensión nos mira Cristo, con justicia, cuando
pecamos.
3. Fue una mirada de amonestación.
¡Tú que eras el más dispuesto a confesarme como Hijo de Dios, y prometiste
solemnemente no negarme jamás!
4. Fue una mirada compasiva. Pedro,
¡cuán caído y deshecho estás si no te ayudo!
5. Fue una mirada de mando, ve y reflexiona.
6. Fue una mirada significante.
Significaba la transmisión de gracia al corazón de Pedro para capacitarlo, para
que se arrepintiera.
La gracia de
Dios obra en la palabra de Dios y por ella, la trae a la mente y la hace llegar
a la conciencia, y así da al alma el feliz regreso. Cristo miró a los
principales sacerdotes, pero no los impresionó como a Pedro. No fue la sola
mirada de Cristo lo que restauró a Pedro, sino su gracia divina en ella.
CRISTO RECONOCE SER EL HIJO
DE DIOS.
63 Y los hombres que custodiaban a
Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
64 y vendándole los ojos, le
golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te
golpeó?
65 Y decían otras muchas cosas
injuriándole.
66 Cuando era de día, se juntaron
los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le
trajeron al concilio, diciendo:
67 ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y
les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
68 y también si os preguntare, no
me responderéis, ni me soltaréis.
69 Pero desde ahora el Hijo del
Hombre se sentaré a la diestra del poder de Dios.
70 Dijeron todos: ¿Luego eres tú el
Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más
testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Vv. 63—71. Los que condenaron a Jesús por
blasfemo eran los más viles blasfemos. Los refirió a su segunda venida como
prueba completa de que era el Cristo, para confusión de ellos, puesto que no
reconocerían la prueba que los dejaría convictos. Se reconoce Hijo de Dios
aunque sabe que debía sufrir por ello. Ellos basaron en esto su condena.
Cegados sus ojos, se precipitaron.
Meditemos en
esta asombrosa transacción y consideremos a Aquel que soportó tal contradicción
de los pecadores contra sí mismo.
CAPÍTULO
23
CRISTO ANTE PILATO.
1 Levantándose entonces toda la
muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle,
diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar
tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó,
diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo
dices.
4 Y Pilato dijo a los principales
sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5 Pero ellos porfiaban, diciendo:
Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta
aquí.
Vv. 1—5. Pilato tenía bien clara la
diferencia entre sus fuerzas armadas y los seguidores de nuestro Señor. Pero,
en lugar de ablandarse por la declaración de inocencia dada por Pilato, y de
considerar si no estaban echándose encima la culpa de sangre inocente, los
judíos se enojaron más.
El Señor
lleva sus designios a un glorioso final, aun por medio de los que siguen las
invenciones de su propio corazón. Así, todos los partidos se unieron, como para
probar la inocencia de Jesús, que era el sacrificio expiatorio por nuestros pecados.
CRISTO ANTE HERODES.
6 Entonces Pilato, oyendo decir,
Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la
jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también
estaba en Jerusalén.
8 Herodes, viendo a Jesús, se
alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas
cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
9 Y le hacía muchas preguntas, pero
él nada le respondió.
10 Y estaban los principales
sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes con sus
soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y
volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos Pilato y
Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Vv. 6—12. Herodes había oído muchas cosas
de Jesús en Galilea y, por curiosidad, anhelaba verlo. El mendigo más pobre que
haya pedido un milagro para el alivio de su necesidad, nunca fue rechazado;
pero este príncipe orgulloso, que pedía un milagro sólo para satisfacer su
curiosidad, es rechazado.
Podría haber
visto a Cristo y sus prodigios en Galilea y no quiso; por tanto, se dice con
justicia: Ahora que desea verlas, no las verá. Herodes mandó a Cristo de vuelta
a Pilato: las amistades de los hombres impíos se forman a menudo de la unión en
la maldad. En poco estaban de acuerdo, salvo en la enemistad contra Dios, y el
desprecio por Cristo.
BARRABÁS PREFERIDO A CRISTO.
13 Entonces Pilato, convocando a
los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14 les dijo: Me habéis presentado a
éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo
delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de
que le acusáis.
15 Y ni aun Herodes, porque os
remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
16 Le soltaré, pues, después de
castigarle.
17 Y tenía necesidad de soltarles
uno en cada fiesta.
18 Más toda la multitud dio voces a
una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
19 Éste había sido echado en la
cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20 Les habló otra vez Pilato,
queriendo soltar a Jesús;
21 pero ellos volvieron a dar
voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
22 Él les dijo por tercera vez:
¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le
castigaré, pues, y le soltaré.
23 Más ellos instaban a grandes
voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los
principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato sentenció que se
hiciese lo que ellos pedían;
25 y les soltó a aquel que había
sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y
entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Vv. 13—25. El temor al hombre mete a muchos
en la trampa de hacer algo injusto aún contra su conciencia para no meterse en
problemas. Pilato declara inocente a Jesús y tiene la intención de dejarlo
libre, pero, para complacer al pueblo, lo castiga como a malhechor.
Si no halló
falta en Él, ¿por qué castigarlo? Pilato se rindió a la larga; no tuvo el valor
de ir contra una corriente tan fuerte. Dejó a Jesús librado a la voluntad de
ellos para ser crucificado.
CRISTO HABLA DE LA
DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN.
26 Y llevándole, tomaron a cierto
Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la
llevase tras Jesús.
27 Y le seguía gran multitud del
pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas,
les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos.
29 Porque he aquí vendrán días en
que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y
los pechos que no criaron.
30 Entonces comenzarán a decir a
los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
31 Porque si en el árbol verde
hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
Vv. 26—31. Aquí tenemos al bendito Jesús,
el Cordero de Dios, llevado como cordero al matadero, al sacrificio. Aunque
muchos le reprocharon e insultaron, algunos lo compadecieron, pero la muerte de
Cristo fue su victoria y triunfo sobre sus enemigos: fue nuestra liberación, la
compra de la vida eterna para nosotros.
Por tanto,
no lloremos por Él sino por nuestros propios pecados, y los pecados de nuestros
hijos, que causaron su muerte; y lloremos por temor a las miserias que nos
acarrearemos si tomamos su amor a la ligera, y rechazamos su gracia. Si Dios lo
dejó librado a sufrimientos como estos, porque era sacrificio por el pecado,
¡qué hará con los pecadores mismos que se hicieron árbol seco, generación
corrupta y mala y buena para nada! Los amargos sufrimientos de nuestro Señor
Jesús deben hacernos estar sobrecogidos ante la justicia de Dios.
Los mejores
santos, comparados con Cristo, son árboles secos; si Él sufrió, ¿por qué ellos
tendrían la expectativa de no sufrir? ¡Cómo será, entonces, la condenación de
los pecadores! Hasta los sufrimientos de Cristo predican terror a los
transgresores obstinados.
LA CRUCIFIXIÓN Y EL MALHECHOR
ARREPENTIDO.
32 Llevaban también con él a otros
dos, que eran malhechores, para ser muertos.
33 Y cuando llegaron al lugar
llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos,
echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y
aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí
mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le
escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de
los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título
escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
39 Y uno de los malhechores que
estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti
mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro, le
reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más
éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí
cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Vv. 32—43. Tan pronto como Cristo fue
clavado en la cruz, oró por los que lo crucificaron. Él murió para comprarnos y
conseguirnos la gran cosa que es el perdón de pecados. Por esto oró. Jesús fue crucificado entre dos ladrones; en
ellos se muestran los diferentes efectos que la cruz de Cristo tiene sobre los
hijos de los hombres por la predicación del evangelio. Un malhechor se
endureció hasta el fin.
Ninguna
aflicción cambiará de por sí un corazón endurecido. El otro se ablandó al fin:
fue sacado como tizón de la hoguera y fue hecho monumento a la misericordia
divina. Esto no estimula a nadie a postergar el arrepentimiento hasta el lecho
de muerte, o esperar hallar entonces misericordia. Cierto es que el
arrepentimiento verdadero nunca es demasiado tarde, pero es tan cierto que el
arrepentimiento tardío rara vez es verdadero.
Nadie puede
estar seguro de tener tiempo para arrepentirse en la muerte, pero nadie puede
tener la seguridad de tener las ventajas que tuvo este ladrón penitente.
Veremos que este caso es único si observamos los efectos nada comunes de la
gracia de Dios en este hombre. Él reprochó al otro por reírse de Cristo.
Reconoció que merecía lo que le hacían. Creyó que Jesús sufría injustamente.
Observe su
fe en esta oración. Cristo estaba sumido en lo hondo de la desgracia, sufriendo
como un engañador sin ser librado por su Padre. Hizo esta profesión antes que
mostrara los prodigios, que dieron honra a los sufrimientos de Cristo, y
asombraron al centurión. Creyó en una vida venidera, y deseó ser feliz en esa
vida; no como el otro ladrón, que solo quería ser salvado de la cruz. Véase su
humildad en esta oración.
Todo lo que
pide es, Señor, acuérdate de mí, dejando enteramente en manos de Jesús el cómo
recordarlo. Así fue humillado en el arrepentimiento verdadero, y dio todos los
frutos del arrepentimiento que permitieron sus circunstancias. Cristo en la
cruz muestra como Cristo en el trono.
Aunque
estaba en la lucha y agonía más grandes, aun así, tuvo piedad de un pobre
penitente. Por este acto de gracia tenemos que comprender que Jesucristo murió
para abrir el cielo a todos los creyentes penitentes y obedientes.
Es un solo
caso en la Escritura; debe enseñarnos a no desesperar de nada, y que nadie
debiera desesperar; pero, para que no se cometa abuso se pone en contraste con
el estado espantoso del otro ladrón que se endureció en la incredulidad, aunque
tenía tan cerca al Salvador crucificado. Téngase la seguridad de que, en
general, los hombres mueren como viven.
LA MUERTE DE CRISTO.
44 Cuando era como la hora sexta,
hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo
del templo se rasgó por la mitad.
46 Entonces Jesús, clamando a gran
voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto,
expiró.
47 Cuando el centurión vio lo que
había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era
justo.
48 Y toda la multitud de los que
estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se
volvían golpeándose el pecho.
49 Pero todos sus conocidos, y las
mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Vv. 44—49. Aquí tenemos la muerte de Cristo
magnificada por los prodigios que la acompañaron, y su muerte explicada por las
palabras con que expiró su alma. Estaba dispuesto a ofrendarse. Procuremos
glorificar a Dios por el arrepentimiento verdadero y la conversión; protestando
contra los que crucificaron al Salvador; por una vida santa, justa y sobria; y
empleando nuestros talentos al servicio de aquel que murió y resucitó por
nosotros.
EL ENTIERRO DE CRISTO.
50 Había un varón llamado José, de
Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y
justo.
51 Éste, que también esperaba el
reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo
de Jesús.
53 Y quitándolo, lo envolvió en una
sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se
había puesto a nadie.
54 Era día de la preparación, y
estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que habían venido
con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue
puesto su cuerpo.
56 Y vueltas, prepararon especias
aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al
mandamiento.
Vv. 50—56. Aunque no se jacten de una
profesión de fe externa hay muchos que como José de Arimatea, cuando se presenta
la ocasión están más dispuestos que otros que hacen mucho ruido, a efectuar un
servicio verdadero. Cristo fue sepultado con prisa, porque se acercaba el día
de reposo. Llorar no debe estorbar al sembrar. Aunque estaban llorando la
muerte de su Señor aun así, debían prepararse para mantener santo el día de
reposo.
Cuando se
acerca el día de reposo debe haber preparativos. Nuestros asuntos mundanos
deben ser ordenados en forma tal que no nos impidan hacer la obra del día de
reposo; y nuestros afectos santos deben ser tan estimulados que nos guíen a
cumplirla. Cualquiera sea la obra que emprendamos, o como sean afectados
nuestros corazones, no fallemos en prepararnos para el santo día de reposo y
mantenerlo santo, porque es el día del Señor.
CAPÍTULO
24
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO.
1 El primer día de la semana, muy
de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían
preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
2 Y hallaron removida la piedra del
sepulcro;
3 y entrando, no hallaron el
cuerpo del Señor Jesús.
4 Aconteció que estando ellas
perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras
resplandecientes;
5 y como tuvieron temor, y bajaron
el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que
vive?
6 No está aquí, sino que ha
resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
7 diciendo: Es necesario que el
Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea
crucificado, y resucite al tercer día.
8 Entonces ellas se acordaron de
sus palabras,
9 y volviendo del sepulcro, dieron
nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
10 Eran María Magdalena, y Juana, y
María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los
apóstoles.
11 Más a ellos les parecían locura
las palabras de ellas, y no las creían.
12 Pero levantándose Pedro, corrió
al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa
maravillándose de lo que había sucedido.
Vv. 1—12. Véase el afecto y el respeto que
las mujeres demostraron hacia Cristo, después que murió y fue sepultado.
Obsérvese la sorpresa cuando hallaron removida la piedra y vacía la tumba. Los
cristianos suelen quedar confundidos con lo que debiera consolarlos y animarlos.
Esperaban
hallar a su Maestro en su sudario, en vez de ángeles en ropajes refulgentes.
Los ángeles les aseguraron que había resucitado de entre los muertos; ha
resucitado por su poder. Estos ángeles del cielo no traen un evangelio nuevo,
pero recuerdan a las mujeres las palabras de Cristo, y les enseñan a
aplicarlas.
Podemos
maravillarnos de estos discípulos, que creían que Jesús es el Hijo de Dios y el
Mesías verdadero, a los que tan a menudo les había dicho que debía morir y
resucitar, y luego entrar en su gloria, y que en más de una ocasión le habían
visto resucitar muertos, pudieran tardar tanto en creer en su resurrección por
su poder.
Todos
nuestros errores en la religión surgen de ignorar u olvidar las palabras que
Cristo ha dicho. Ahora Pedro corre al sepulcro, él que tan recientemente había
huido de su Maestro. Estaba asombrado. Hay muchas cosas que nos causan
estupefacción y confusión, y que serían claras y provechosas si entendiésemos
correctamente las palabras de Cristo.
SE APARECE A DOS DISCÍPULOS
EN EL CAMINO A EMAÚS.
13 Y he aquí, dos de ellos iban el
mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de
Jerusalén.
14 E iban hablando entre sí de
todas aquellas cosas que habían acontecido.
15 Sucedió que mientras hablaban y
discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
16 Más los ojos de ellos estaban
velados, para que no le conociesen.
17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son
estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
18 Respondiendo uno de ellos, que
se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no
has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
19 Entonces él les dijo: ¿Qué
cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso
en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
20 y cómo le entregaron los
principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le
crucificaron.
21 Pero nosotros esperábamos que él
era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya
el tercer día que esto ha acontecido.
22 Aunque también nos han asombrado
unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
23 y como no hallaron su cuerpo,
vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron
que él vive.
24 Y fueron algunos de los nuestros
al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le
vieron.
25 Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
27 Y comenzando desde Moisés, y
siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que
de él decían.
Vv. 13—27. Esta aparición de Jesús a los
dos discípulos que iban a Emaús, sucedió el mismo día en que resucitó de entre
los muertos. Muy bien corresponde a los discípulos de Cristo hablar de su
muerte y resurrección, cuando están juntos; de este modo pueden beneficiarse
del conocimiento mutuo, refrescarse mutuamente la memoria y estimularse unos a
otros sus afectos devotos.
Dónde haya
sólo dos que estén ocupados en este tipo de obra, Él vendrá a ellos y será el
tercero. Los que buscan a Cristo lo hallarán: Él se manifestará a los que
preguntan por Él; y dará conocimiento a los que usan las ayudas que tienen para
el conocimiento. No importa cómo fue, pero ocurre que ellos no lo conocieron;
Él lo ordenó así para que ellos pudieran conversar más libremente con Él.
Los
discípulos de Cristo suelen entristecerse y apenarse aunque tienen razón para
regocijarse, pero por la debilidad de su fe, no pueden tomar el consuelo
ofrecido. Aunque Cristo entró a su estado de exaltación, todavía nota la
tristeza de sus discípulos y se aflige de sus aflicciones. Son forasteros en
Jerusalén los que no saben de la muerte y de los padecimientos de Jesús. Los
que tienen el conocimiento de Cristo crucificado, deben tratar de difundir ese
saber.
Nuestro
Señor Jesús les reprochó la debilidad de su fe en las Escrituras del Antiguo
Testamento. Si supiéramos más de los consejos divinos según han sido dados a
conocer en las Escrituras, no estaríamos sujetos a las confusiones en que a
menudo nos enredamos. Les muestra que los padecimientos de Cristo eran,
realmente, el camino designado a su gloria, pero la cruz de Cristo era aquello
en que ellos no se podían reconciliar por sí mismos.
Empezando
por Moisés, el primer escritor inspirado del Antiguo Testamento, Jesús les
expone cosas acerca de sí mismo. Hay muchos pasajes en todas las Escrituras con
referencia a Cristo, y es muy provechoso reunirlos.
No nos
adentramos en ningún texto sin encontrar algo referido a Cristo, una profecía,
una promesa, una oración, un tipo u otra cosa. El hilo de oro de la gracia del
evangelio recorre toda la trama del Antiguo Testamento.
Cristo es el
mejor expositor de la Escritura y, aun después de su resurrección, condujo a la
gente a conocer el misterio acerca de sí mismo; no por el planteamiento de
nociones nuevas, sino mostrándoles cómo se cumplió la Escritura, y volviéndolos
al estudio ferviente de ellas.
SE DA A CONOCER A ELLOS.
28 Llegaron a la aldea adonde iban,
y él hizo como que iba más lejos.
29 Más ellos le obligaron a
quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
30 Y aconteció que estando sentado
con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
31 Entonces les fueron abiertos los
ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: ¿No
ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?
33 Y levantándose en la misma hora,
volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con
ellos,
34 que decían: Ha resucitado el
Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos contaban las
cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al
partir el pan.
Vv. 28—35. Si deseamos tener a Cristo
habitando en nosotros, debemos ser honestos con Él. Los que han experimentado
el placer y el provecho de la comunión con Él, sólo pueden desear más de su
compañía. Tomó el pan, lo bendijo y lo partió, y lo dio a ellos. Esto hizo con
la autoridad y afecto acostumbrado, en la misma forma, quizás con las mismas
palabras.
Aquí nos
enseña a desear una bendición para cada comida. Véase cómo Cristo, por su
Espíritu y su gracia, se da a conocer a las almas de su pueblo. Les abre las
Escrituras. Se reúne con ellos en su mesa, en la ordenanza de la cena del
Señor; se da a conocer a ellos al partir el pan, pero la obra se completa
abriéndoles los ojos del entendimiento; tenemos breves visiones de Cristo en
este mundo, pero cuando entremos al cielo lo veremos para siempre.
Ellos habían
encontrado poderosa la predicación, aunque no reconocieron al predicador. Las
Escrituras que hablan de Cristo harán arder los corazones de sus verdaderos
discípulos. Probablemente nos haga el mayor bien lo que nos afecta con el amor
de Jesús al morir por nosotros.
Es deber de
aquellos a quienes se ha mostrado, dar a conocer al prójimo lo que Él ha hecho
por sus almas. De gran uso para los discípulos de Cristo es comparar sus
experiencias y contárselas unos a otros.
CRISTO SE APARECE A OTROS
DISCÍPULOS.
36 Mientras ellos aún hablaban de
estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
37 Entonces, espantados y
atemorizados, pensaban que veían espíritu.
38 Pero él les dijo: ¿Por qué
estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
39 Mirad mis manos y mis pies, que
yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como
veis que yo tengo.
40 Y diciendo esto, les mostró las
manos y los pies.
41 Y como todavía ellos, de gozo,
no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
42 Entonces le dieron parte de un
pez asado, y un panal de miel.
43 Y él lo tomó, y comió delante de
ellos.
44 Y les dijo: Éstas son las
palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos.
45 Entonces les abrió el
entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
46 y les dijo: Así está escrito, y
así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al
tercer día;
47 y que se predicase en su nombre
el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando
desde Jerusalén.
48 Y vosotros sois testigos de
estas cosas.
49 He aquí, yo enviaré la promesa
de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Vv. 36—49. Jesús se apareció de manera
milagrosa, asegurando a los discípulos su paz, aunque ellos lo habían olvidado
tan recientemente, y prometiéndoles paz espiritual con cada bendición. Muchos
pensamientos conflictivos que inquietan nuestra mente, proceden de errores
sobre Cristo.
Todos los
pensamientos conflictivos que surgen en nuestros corazones en cualquier momento
son conocidos por el Señor Jesús, y le desagradan. Habló con ellos sobre su
incredulidad irracional.
Nada ha
pasado, sino lo anunciado por los profetas, y lo necesario para la salvación de
los pecadores. Ahora, se debe enseñar a todos los hombres la naturaleza y la
necesidad del arrepentimiento para el perdón de sus pecados. Se debe procurar
estas bendiciones por fe en el nombre de Jesús.
Cristo por
su Espíritu obra en las mentes de los hombres. Hasta los hombres buenos
necesitan que se les abra el entendimiento, pero para que piensen bien de
Cristo, nada se necesita más que se les haga entender las Escrituras.
SU ASCENSIÓN.
50 Y los sacó fuera hasta Betania, y
alzando sus manos, los bendijo.
51 Y aconteció que bendiciéndolos,
se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
52 Ellos, después de haberle
adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
53 y estaban siempre en el templo,
alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
Vv. 50—53. Cristo ascendió desde Betania, cerca del
Monte de los Olivos. Ahí estaba el huerto donde empezaron sus sufrimientos; ahí
estuvo en su agonía. Los que van al cielo deben ascender desde la casa de los
sufrimientos y los dolores. Los discípulos no lo vieron salir de la tumba; su
resurrección pudo probarse viéndolo vivo después: pero lo vieron ascender al
cielo; de lo contrario, no hubiesen tenido pruebas de su ascensión.
Levantó las
manos y los bendijo. No se fue descontento, sino con amor, dejando una
bendición tras Él. Como resucitó, así ascendía, por su poder. Ellos le
adoraron. Esta nueva muestra de la gloria de Cristo sacó de ellos nuevos
reconocimientos.
Volvieron a
Jerusalén con gran gozo. La gloria de Cristo es el gozo de todos los creyentes
verdaderos, ya en este mundo. Mientras esperamos las promesas de Dios, debemos
salir a recibirlas con alabanzas. Nada prepara mejor la mente para recibir al
Espíritu Santo. Los temores son acallados, las penas endulzadas y aliviadas, y
se conservan las esperanzas.
Esta es la
base de la confianza del cristiano ante el trono de la gracia; sí, el trono del
Padre es el trono de la gracia para nosotros, porque también es el trono de
nuestro Mediador, Jesucristo. Descansemos en sus promesas e invoquémoslas.
Atendamos a
sus ordenanzas, alabemos y bendigamos a Dios por sus misericordias, pongamos
nuestros afectos en las cosas de arriba, y esperemos la venida del Redentor
para completar nuestra felicidad. Amén. Sí, Señor Jesús, ven pronto.