DOCTRINA DE JESUCRISTO EN EL EVANGELIO DE LUCAS 1ª PARTE CAP. 1 AL 9

LUCAS 
(diminutivo de LUCIO o de Lucanos, pueblo al sur de Italia). Autor del Evangelio que lleva su nombre y de los Hechos de los apóstoles. Se supone que era gentil, y único escritor no judío entre los autores del Nuevo Testamento, porque Pablo lo distingue de «los de la circuncisión» en Col 4.11–14. Fue MÉDICO y compañero íntimo de Pablo (v. 14). La tradición lo identifica como sirio de Antioquía y, en efecto, Hechos está repleto de datos acerca de la congregación antioqueña.
La fecha y el lugar de su conversión al evangelio se desconocen, pero sí es auténtica la variante personal en Hechos 11.28 («Y mientras nosotros nos hallábamos reunidos, uno de ellos») prueba que Lucas se identificó muy pronto como cristiano. Si no es auténtica, en Hch 16.10 el narrador usa por primera vez el pronombre «nosotros», lo cual indicaría que Lucas se juntó con Pablo en Troas (ca. 51 d.C.) y le acompañó hasta Filipos. Pero no sufrió la persecución allí ni salió cuando Pablo continuó su viaje.
El «nosotros» del relato desaparece cuando Pablo vuelve a Filipos al final de su tercer viaje (20.5), de lo que se infiere que Lucas permaneció en la ciudad o cerca de ella durante los seis años que intervienen, pero más tarde acompañó a Pablo a Jerusalén (20.5–21.18) y Roma (27.1– 28.16). Las referencias en Col y Flm 24 manifiestan que siguió colaborando con el apóstol durante el primer encarcelamiento de este. Y en 2 Ti 4.11, durante el segundo encarcelamiento, poco antes de su martirio, Pablo escribió: «solo Lucas está conmigo».
El médico amado fue su compañero fiel hasta el fin.
Su estilo literario y el carácter del contenido de su obra indican que Lucas fue un griego culto. Sin ser testigo ocular «desde el principio», Lucas afirma en su prefacio (Lc1.1–4) haber indagado cuidadosamente todos los datos disponibles. Su contacto íntimo durante muchos años con Pablo y otros como Felipe, Timoteo, Silas, Marcos, Bernabé y Santiago, y su presencia en Jerusalén y Cesarea le dieron oportunidad de conseguir amplia información de la vida del Señor y de la iglesia primitiva. La mayoría de los eruditos imparciales lo reconocen como uno de los mejores historiadores de la antigüedad.
Además, de su obra se desprende que Lucas tenía un espíritu amplio y bondadoso, caracterizado por gozo y piedad genuinos, humildad y cortesía. Según la tradición posterior, trabajó en Acaya después de la muerte de Pablo y murió en Bitinia (o Beocia) a los 74 años sin haber contraído matrimonio. Una leyenda del siglo VI lo llama pintor.
EVANGELIO DE LUCAS. Primer tomo de la obra escrita por LUCAS en dos volúmenes; el segundo (HECHOS DE LOS APÓSTOLES) continúa el relato de este (cf. Lc 1.1–4 con Hch 1.1s).
En su Evangelio, Lucas está más interesado en las personas, especialmente las que están en problemas, que en las ideas. Como Lucas es un diestro escritor, la calidad literaria de su Evangelio es superior a la de los otros tres.
Pero Lucas es también historiador, y coloca a Jesús dentro del contexto de la historia universal. Además, Lucas presenta a Jesús y la Iglesia como la culminación de la historia de la salvación.
Foto de E. B. Trovillion
ESTRUCTURA DEL LIBRO
La estructura del Evangelio de Lucas gira principalmente alrededor del ministerio de Cristo en Galilea y Jerusalén.
Los primeros dos capítulos pudieran muy bien titularse «Introducción e infancia».
Aquí Lucas declara cuál es su propósito al escribir su Evangelio (1.1–4), y nos presenta los inmortales relatos del nacimiento de Juan el Bautista y Jesús. En el capítulo Lucas comienza nombrando a los gobernantes romanos de aquel tiempo. Después, relata la predicación de Juan el Bautista y el bautismo, la genealogía y la tentación de Jesús (3.1–4.13).
Entre su tentación y su transfiguración (4.14–9.28), Jesús tiene su ministerio en Galilea. Convencido de la proximidad de su muerte (9.21–2743–45), se dirigió sin vacilaciones a Jerusalén (9.51) donde, como los profetas antes que Él, aceptaría lo que le estaba deparado (9.51–19.27). El lector se mantiene en dramática tensión a medida que Jesús se acerca a Jerusalén y la sombra de la cruz oscurece su camino. Pero «el Hijo del Hombre va según lo que está determinado» (22.22) a cumplir el plan divino.
Como Moisés, Jesús logró la liberación de su pueblo: lo libró de las consecuencias definitivas del pecado. Los hechos de la postrer semana en Jerusalén (19.28–24.53) constituyen la última parte de este Evangelio, y la Ascensión sirve como transición entre la última parte de Lucas y el comienzo de Hechos.
AUTOR Y FECHA
Es evidente que Lucas y Hechos tuvieron un mismo autor porque:
(1) ambos se dirigen a TEÓFILO;
(2) el segundo tomo hace referencia al primero (Hch 1.1), y:
(3) entre los dos existen notables semejanzas de lenguaje, estilo y teología, y paralelos estructurales.
Aunque los escritores mismos son anónimos, el autor se refiere a sí mismo (por ejemplo, Lc 1.3Hch 1.1). Era un personaje conocido tanto para el destinatario como para la iglesia primitiva. Una misma prueba interna demuestra que Lucas fue autor tanto del Evangelio que lleva su nombre como de los Hechos.
La prueba externa que atribuye sin vacilación este primer tomo a Lucas se remonta a la segunda mitad del siglo II: tanto el Canon de Muratori (CANON DEL NUEVOTESTAMENTO) como Ireneo hacen tal afirmación.
La fecha del Evangelio tampoco puede determinarse sin recurrir a la de Hechos.
Algunos, siguiendo una conjetura que se halla en Eusebio y Jerónimo y que se deduce del final de Hechos, fechan este segundo tomo ca. 63 y el primero, por tanto, ca. 58–61.
Otros, basándose en tradiciones que se remontan a Ireneo y el Prólogo a Lucas contra los marcionitas, afirman que Lucas no compuso su obra sino hasta después de la muerte de Pablo (ca. 65–67) y proponen una fecha entre 67 y 72. Esta opinión se apoya en el hecho de que Lucas utilizó el texto de Mc como una de sus fuentes (EVANGELIOS).
Algunos estudiosos opinan que Lc 19.43s21.20–24 23.28–30 indican una fecha posterior a la caída de Jerusalén (70), pero existen otras explicaciones para estos textos.
MARCO HISTÓRICO
Según 1.4 el propósito inmediato del Evangelio fue confirmar la fe de Teófilo, cristiano representativo de muchos gentiles que vivían fuera de Palestina (cf. el uso de «Judea» que significa toda Palestina en 1.57.17, etc.). Además, Lucas se propuso escribir un Evangelio ordenado basado en una cuidadosa investigación y dirigido especialmente a la mentalidad griega (1.1–4). No quiso insinuar (v. 3) que los demás Evangelios no fueran ordenados, sino que su propio plan era presentar los datos en un orden generalmente cronológico y dentro de un marco geográfico preciso, en vez de seguir un plan doctrinal o didáctico.
El método del historiador se ve en su deseo de relacionar la historia redentora con la historia secular (2.1). Lucas se interesa más en la biografía del Salvador que los demás evangelistas (por ejemplo, los detalles en los capítulos que solo se encuentran en Lucas), aunque se vale de estos datos para aclarar la obra redentora más que para satisfacer la curiosidad histórica. Con todo, su insistencia en la investigación esmerada (1.3), en base a testimonios orales y escritos, nos inspira confianza en la historicidad de su obra.
APORTE A LA TEOLOGÍA
Lucas presenta a Cristo como el Hijo del Hombre (19.10), es decir, el Mesías de Dios y el Hombre ideal que vino a identificarse con la humanidad y a ser Salvador de ella (2.323.6). Se traza la experiencia de Jesús a través de toda una vida normal, desde su genealogía, la cual Lucas remonta hasta Adán (3.23–28), su nacimiento (2.1–20), infancia (2.21–39) y niñez (2.40–52) hasta su madurez. Jesús participa plenamente de la vida humana. Es Salvador de toda clase de personas: judíos, samaritanos (9.52–5610.30–3717.11–19) y quienes tenían otras religiones (2.323.684.25–277.9); hombres y mujeres; publicanos (3.125.27–327.37–5019.2–10), y fariseos (7.3611.3714.1); ricos (19.223.50), y pobres (1.532.76.207.22). Es a la vez Salvador universal e individual.
Lucas da prominencia a la oración. Relata nueve oraciones de Jesús, de las cuales solo dos se encuentran en los otros Evangelios. Dos de sus parábolas particulares tratan de la oración (11.1–1318.1–8). Solo Lucas nos informa que Jesús intercedió por Pedro (22.3132), que exhortó a los discípulos a orar en Getsemaní (22.40), y que oró por sus enemigos (23.34).
El Espíritu Santo es otro tema importante (4.11410.2111.1324.49). La humanidad del Señor se revela en su dependencia del Padre en la oración, y del Espíritu Santo. El gozo y la alabanza ocupan un lugar especial (1.1444476.212310.2115.233224.52s); solo en Lucas figuran los cuatro himnos: el Magnificat (1.46–55), el Benedictus (1.68–79), el Gloria in Excelsis Deo (2.14) y el Nunc Dimittis (2.29–32).
OTROS PUNTOS IMPORTANTES
Los escritos de Lucas revelan destreza literaria, tanto en su estructura como en su redacción. Puede componer períodos griegos de sabor clásico (1.1–4), pero generalmente escribe con sencillez y pureza de estilo y pinta fascinantes cuadros de personas y circunstancias. Muestra simpatía, cultura, amor a la poesía y un interés de médico en las aflicciones físicas. Incluye dieciocho parábolas que no se encuentran en los otros Evangelios.
Destaca la pobreza y la riqueza en relación con la vida espiritual (6.2024). Muchas de las parábolas tratan de asuntos financieros, y aun Juan Bautista se nos presenta predicando sobre los pecados al respecto (3.13).
Las mujeres figuran con frecuencia en Lucas. Se mencionan trece que no aparecen en los otros Evangelios. Son prominentes sobre todo en los relatos del nacimiento y de la resurrección. Lucas conocía la degradación de la mujer y quiso hacer hincapié en la actitud del Señor hacia ella.
Este Evangelio se dirige al griego culto como Teófilo. Lucas fue compañero de Pablo, quien fundó la iglesia en el mundo helénico, y seguramente los dos vieron la necesidad de un Evangelio con carácter cosmopolita y cierta pretensión literaria. Por eso contiene menos citas del Antiguo Testamento y menos referencias a la profecía; evita el uso de palabras hebreas como rabino amén.
Lucas se interesa en los niños. Solo él se refiere a la niñez de Juan y de Jesús. En 7.128.42; y 9.38 menciona hijos (o hijas) únicos. Finalmente Lucas destaca más al carácter repentino de la Segunda Venida que la cercanía del fin (17.20) y la consecuente necesidad de la vigilancia (21.34).
CAPÍTULO

1

PREFACIO.

1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,
3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
Vv. 1—4. Lucas no escribe sobre cosas acerca de las cuales pueden diferir entre sí los cristianos, y tener vacilaciones, sino de las cosas que son y deben ser creídas con toda seguridad. La doctrina de Cristo es en lo que los más sabios y mejores hombres han aventurado sus almas con confianza y satisfacción.
Los grandes sucesos de los que dependen nuestras esperanzas, fueron narrados por escrito por los que, desde el comienzo, fueron testigos oculares y ministros de la palabra, y fueron perfeccionados en su entendimiento por medio de la inspiración divina.

ZACARÍAS E ELISABETH.

5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabeth.
Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
Pero no tenían hijo, porque Elisabeth era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,
conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.
13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.
22 Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo.
23 Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.
24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabeth, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
25 Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Vv. 5—25. El padre y la madre de Juan el Bautista eran pecadores como todos somos y fueron justificados y salvados en la misma forma que los demás, pero fueron eminentes por su piedad e integridad. No tenían hijos, y no podía esperarse que Elisabeth los tuviera a su avanzada edad.
Mientras Zacarías quemaba el incienso en el templo, toda la multitud oraba afuera. Todas las oraciones que ofrecemos a Dios son aceptadas y exitosas sólo por la intercesión de Cristo en el templo de Dios en lo alto. No podemos tener la expectativa de poseer un interés allí si no oramos, si no oramos con nuestro espíritu, y si no oramos con fervor.
Tampoco podemos esperar que lo mejor de nuestras oraciones sean aceptadas y traigan una respuesta de paz, si no es la mediación de Cristo, que siempre vive haciendo intercesión. Las oraciones que Zacarías ofrecía frecuentemente recibieron una respuesta de paz. Las oraciones de fe son archivadas en el cielo y no se olvidan.
Las oraciones hechas cuando éramos jóvenes y entrábamos al mundo, pueden ser contestadas cuando seamos viejos y estemos saliendo del mundo. Las misericordias son doblemente dulces cuando son dadas como respuestas a la oración. Zacarías tendrá un hijo a edad avanzada, el cual será instrumento para la conversión de muchas almas a Dios, y para su preparación para recibir el evangelio de Cristo. Se presentará ante Él con coraje, celo, santidad y una mente muerta a los intereses y placeres mundanos. Los desobedientes y los rebeldes serían convertidos a la sabiduría de sus antepasados justos, o más bien, llevados a atender la sabiduría del Justo que iba a venir a ellos.
Zacarías oyó todo lo que dijo el ángel, pero habló su incredulidad. Dios lo trató justamente al dejarlo mudo, porque él había objetado la palabra de Dios. Podemos admirar la paciencia de Dios para con nosotros. Dios lo trató amablemente, porque así le impidió hablar más cosas apartadas de la fe y en incredulidad. Así, también, Dios confirmó su fe. Si por las reprensiones a que estamos sometidos por nuestro pecado, somos guiados a dar más crédito a la palabra de Dios, no tenemos razón para quejarnos.
Aun los creyentes verdaderos son dados a deshonrar a Dios con incredulidad; y sus bocas son cerradas con silencio y confusión, cuando por el contrario, hubieran debido estar alabando a Dios con gozo y gratitud. En los tratos de la gracia de Dios con nosotros tenemos que observar sus consideraciones bondadosas para con nosotros. Nos ha mirado con compasión y favor y, por tanto, así nos ha tratado.

ANUNCIACIÓN DEL NACIMIENTO DE CRISTO.

26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
32 Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí tu parienta Elisabeth, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;
37 porque nada hay imposible para Dios.
38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
Vv. 26—38. Aquí tenemos un relato de la madre de nuestro Señor; aunque no debemos orar a ella, de todos modos debemos alabar a Dios por ella. Cristo debía nacer milagrosamente. El discurso del ángel sólo significa: “Salve, tú que eres la escogida y favorecida especial del Altísimo para tener el honor que las madres judías han deseado por tanto tiempo”. Esta aparición y saludo prodigiosos turbaron a María.
El ángel le aseguró entonces que ella había hallado favor con Dios y que sería la madre de un hijo cuyo nombre ella debía llamar Jesús, el Hijo del Altísimo, uno en naturaleza y perfección con el Señor Dios. ¡JESÚS! El nombre que refresca los espíritus desfallecientes de los pecadores humillados; dulce para pronunciar y dulce de oír, Jesús, el Salvador.
No conocemos su riqueza y nuestra pobreza, por tanto, no corremos a Él; no nos damos cuenta que estamos perdidos y pereciendo, en consecuencia, Salvador es palabra de poco deleite. Si estuviéramos convencidos de la inmensa masa de culpa que hay en nosotros, y la ira que pende sobre nosotros, lista para caer sobre nosotros, sería nuestro pensamiento continuo: ¿Es mío el Salvador? Para que podamos hallarlo, debemos pisotear todo lo que estorba nuestro camino a Él. La respuesta de María al ángel fue el lenguaje de la fe y humilde admiración, y ella no pidió señal para confirmar su fe. Sin controversia, grande fue el misterio de la santidad, Dios manifestado en carne, 1ª Timoteo 3: 16.
La naturaleza humana de Cristo debía producirse de esa manera, para que fuera adecuada para Aquel que iba a ser unido con la naturaleza divina. Debemos, como María aquí, guiar nuestros deseos por la palabra de Dios. En todos los conflictos tenemos que recordar que nada es imposible para Dios; y al leer y oír sus promesas, convirtámoslas en oraciones: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.

ENCUENTRO DE MARÍA Y ELISABETH.

39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabeth.
41 Y aconteció que cuando oyó Elisabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabeth fue llena del Espíritu Santo,
42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;
47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre,
50 Y su misericordia es de generación en generación A los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos.
54 Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia
55 De la cual habló a nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia para siempre.
56 Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
Vv. 39—56. Muy bueno es que aquellos en cuyas almas ha comenzada la obra de la gracia se comuniquen entre sí. Elisabeth estaba consciente, cuando llegó María, de que se acercaba la que iba a ser la madre del gran Redentor. Al mismo tiempo, fue llena del Espíritu Santo, y bajo su influencia declaró que María y ella esperaban hijos que serían altamente bendecidos y felices, y particularmente honrados y queridos para el Dios Altísimo.
María, animada por el discurso de Elisabeth, y también bajo la influencia del Espíritu Santo, prorrumpió en gozo, admiración, y gratitud. Se sabía pecadora que necesitaba un Salvador, y que, de lo contrario, no podía regocijarse en Dios más que como interesada en su salvación por medio del Mesías prometido.
Los que captan su necesidad de Cristo, y que están deseosos de tener justicia y vida en Él, a ésos llena con cosas buenas, con las cosas mejores; y son abundantemente satisfechos con las bendiciones que da. Él satisfará los deseos del pobre en espíritu que anhela bendiciones espirituales, mientras los autosuficientes serán enviados lejos.

NACIMIENTO DE JUAN EL BAUTISTA.

57 Cuando a Elisabeth se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.
58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;
60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.
61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Vv. 57—66. En estos versículos tenemos un relato del nacimiento de Juan el Bautista, y del gran gozo de todos los familiares. Se llamaría Juan o “lleno de gracia”, porque introducirá el evangelio de Cristo, en el cual brilla más la gracia de Dios. Zacarías recuperó el habla. La incredulidad cerró su boca y al creer se la volvió a abrir: cree, por tanto, habla.
Cuando Dios abre nuestros labios, las bocas deben mostrar su alabanza; y mejor estar mudo que no usar el habla para alabar a Dios. Se dice que la mano del Señor estaba obrando en Juan. Dios tiene maneras de obrar en los niños, en su infancia, que nosotros no podemos entender. Debemos observar los tratos de Dios y esperar el acontecimiento.

EL CÁNTICO DE ZACARÍAS.

67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
68 Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo,
69 Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo,
70 Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;
71 Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;
72 Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto;
73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder
74 Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos
75 En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados,
78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.
80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Vv. 67—80. Zacarías pronuncia una profecía acerca del reino y la salvación del Mesías. El evangelio trae luz consigo: en él alborea el día. En Juan el Bautista empezó a alborear y su luz fue en aumento hasta que el día fue perfecto. El evangelio es conocimiento; muestra aquello en lo cual estábamos completamente en tinieblas; es para dar luz a los que se sienten a oscuras, la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
Revive; trae luz a los que se sientan en sombra de muerte, como prisioneros condenados en la mazmorra. Guía, encamina nuestros pasos por el camino de paz, a ese camino que nos traerá la paz al fin, Romanos 3: 17. Juan dio pruebas de fe firme, afectos fuertes y piadosos y de estar por encima del miedo y del amor al mundo.
Así, él maduró para el servicio, pero llevó una vida retirada, hasta que salió a escena, abiertamente, como el precursor del Mesías. Sigamos la paz con todos los hombres, y procuremos la paz con Dios y con nuestras propias conciencias. Si es la voluntad de Dios y vivamos desconocidos para el mundo, aún así busquemos diligentemente crecer firmes en la gracia de Jesucristo.
CAPÍTULO

2

EL NACIMIENTO DE CRISTO.

1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Vv. 1—7. La plenitud del tiempo estaba ahora por llegar, cuando Dios enviaría a su Hijo, hecho de mujer, y sometido a la ley. Las circunstancias de su nacimiento fueron muy viles. Cristo nació en una posada; vino al mundo a estar aquí por un tiempo, como en una posada, y a enseñarnos a hacer lo mismo. El pecado nos hace como un infante abandonado, indefenso y solitario; y así fue Cristo.
Él supo bien cuán poca voluntad hay para que nos alojen, nos vistan, nos alimenten pobremente; cuánto deseamos tener a nuestros hijos ataviados y consentidos; cuán dados son los pobres a envidiar al rico, y cuánto tienden los ricos a desdeñar a los pobres. Pero cuando por fe vemos al Hijo de Dios que es hecho hombre y yace en un pesebre, nuestra vanidad, ambición y envidia son frenadas.
No podemos buscar grandes cosas para nosotros mismos o para nuestros hijos teniendo este objeto justo antes de nosotros.

DADO A CONOCER A LOS PASTORES.

8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
Vv. 8—20. Los ángeles fueron heraldos del recién nacido Salvador, pero fueron enviados solo a unos pastores pobres, humildes, piadosos, trabajadores, que estaban ocupados en su vocación, vigilando sus rebaños. No estamos fuera del camino de las visitas divinas cuando estamos empleados en una vocación honesta y permanecemos con Dios en ello. Que Dios tenga el honor de esta obra; Gloria a Dios en lo alto.
La buena voluntad de Dios para con los hombres, manifestada en el envío del Mesías, redunda para su gloria. Otras obras de Dios son para su gloria, pero la redención del mundo es para su gloria en lo alto. La buena voluntad de Dios al enviar al Mesías, trajo paz a este mundo inferior. La paz es puesta aquí para todo lo bueno que fluye a nosotros desde que Cristo asumió nuestra naturaleza. Dicho fiel es éste, avalado por una compañía incontable de ángeles, y bien digno de toda aceptación: Que la buena voluntad de Dios para con los hombres es gloria a Dios en lo alto, y paz en la tierra. Los pastores no perdieron tiempo; se fueron presurosos al lugar.
Se satisficieron y dieron a conocer por todas partes acerca de este niño, que Él era el Salvador, Cristo el Señor. María observa cuidadosamente y piensa en todas estas cosas, que eran tan buenas para vivificar sus piadosos afectos. Debemos ser librados más de los errores de juicio y práctica si sopesáramos más plenamente estas cosas en nuestros corazones. Aun se proclama en nuestros oídos que nos es nacido un Salvador, Cristo el Señor. Esta debe ser buena nueva para todos.

PRESENTACIÓN DE CRISTO EN EL TEMPLO.

21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.
22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Vv. 21—24. Nuestro Señor Jesús no nació en pecado y no necesitó la mortificación de una naturaleza corrupta o la renovación para santidad, que significaba la circuncisión. Esta ordenanza fue, en su caso, una prenda de su futura obediencia perfecta de toda la ley, en medio de sufrimientos y tentaciones, aun hasta la muerte por nosotros.
Al final de los cuarenta días, María fue al templo a ofrecer los sacrificios establecidos para su purificación. José presenta también al santo niño Jesús, porque como primogénito, tenía que ser presentado al Señor, y ser redimido conforme a la ley. Presentemos nuestros hijos al Señor que nos los dio, rogándole que los rescate del pecado y la muerte, y los haga santos para Él.

SIMEÓN PROFETIZA ACERCA DE JESÚS.

25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.
33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
Vv. 25—35. El mismo Espíritu que proveyó para sostener la esperanza de Simeón, proveyó para su gozo. Los que desean ver a Cristo deben ir a su templo. He aquí una confesión de su fe, que el Niño que tiene en sus brazos era el Salvador, la salvación misma, la salvación planificada por Dios. Se despide de este mundo. ¡Cuán pobre le parece este mundo al que tiene a Cristo en sus brazos, y la salvación a la vista!
Véase aquí, cuán consoladora es la muerte de un hombre bueno; se va en paz con Dios, en paz con su conciencia, en paz con la muerte. Los que dieron la bienvenida a Cristo, pueden dar la bienvenida a la muerte. José y María se maravillaban antes las cosas que se decían del Niño. Simeón les muestra igualmente cuánta razón tenían para regocijarse con temblor. Aún se habla contra Jesús, su doctrina y su pueblo; aún se niega y blasfema su verdad y su santidad; su palabra predicada sigue siendo la piedra de toque del carácter de los hombres.
Los buenos afectos secretos de las mentes de algunos, serán revelados al abrazar a Cristo; las corrupciones secretas de los demás serán reveladas por su enemistad con Cristo. Los hombres serán juzgados por los pensamientos de sus corazones en relación a Cristo. Él será un Jesús sufriente; su madre sufrirá con Él debido a la cercanía de la relación y el afecto de ella.

ANA PROFETIZA SOBRE ÉL.

36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38 Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Vv. 36—40. Entonces había mucho mal en la Iglesia, sin embargo, Dios no se quedó sin testigo. Ana siempre estaba ahí o, al menos iba al templo. Estaba si siempre en espíritu de oración; se entregaba a la oración y en todas las cosas servía a Dios. Aquellos a quienes Cristo se da a conocer, tienen muchos motivos para dar gracias al Señor.
Ella enseñaba a los demás acerca de Él. Que el ejemplo de los venerables santos, Simeón y Ana, den valor a aquellos cuyas cabezas canas, como las de ellos, son corona de gloria, si se encuentran en el camino de la justicia. Los labios que pronto se silenciarán en la tumba, deben dar alabanzas al Redentor. En todas las cosas convino a Cristo ser hecho semejante a sus hermanos, por tanto, pasó la infancia y la niñez como los otros niños, pero sin pecado y con pruebas evidentes de la naturaleza divina en Él.
Por el Espíritu de Dios todas sus facultades desempeñaron los oficios de una manera no vista en nadie más. Otros niños tienen abundante necedad en sus corazones, lo que se advierte en lo que dicen o hacen, pero Él estaba lleno de sabiduría por el poder del Espíritu Santo; todo lo que dijo e hizo fue dicho y hecho sabiamente, por sobre su edad. Otros niños muestran la corrupción de su naturaleza; nada sino la gracia de Dios estaba sobre Él.

CRISTO CON LOS SABIOS EN EL TEMPLO.

41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.
44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50 Más ellos no entendieron las palabras que les habló.
51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Vv. 41—52. Por el honor de Cristo es que los niños deben asistir al servicio público de adoración. Sus padres no regresaron hasta que se quedaron los siete días de la fiesta. Bueno es quedarse hasta el final de una ordenanza como corresponde a quienes dicen: Bueno es estar aquí.
Los que perdieron sus consolaciones en Cristo, y las pruebas de que tenían parte en Él, deben reflexionar dónde, y cuándo y cómo los perdieron y deben regresar. Los que recuperen su pérdida familiaridad con Cristo, deben ir al lugar en que Él ha puesto su nombre; allí pueden esperar encontrarlo. Ellos lo hallaron en alguna parte del templo, donde los doctores de la ley tenían sus escuelas; estaba sentado allí, oyendo su instrucción, planteando preguntas y respondiendo interrogantes, con tal sabiduría, que quienes lo oían se deleitaban con Él.
Las personas jóvenes deben procurar el conocimiento de la verdad divina, asistir al ministerio del evangelio, y hacer tales preguntas a sus ancianos y maestros que tiendan a incrementar su conocimiento. Los que buscan a Cristo con lloro, lo hallarán con el gozo más grande. ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre debo estar? Debo estar en la casa de mi Padre; en la obra de mi Padre; debo ocuparme en el negocio de mi Padre.
 He aquí un ejemplo, porque conviene a los hijos de Dios, en conformidad con Cristo, asistir al negocio de su Padre celestial y hacer que todos los demás intereses le cedan el lugar. Aunque era el Hijo de Dios, no obstante, estuvo sometido a sus padres terrenales; entonces, ¿cómo responderán los hijos de los hombres, débiles y necios, que desobedecen a sus padres? Como sea que rechacemos los dichos de los hombres, porque son oscuros, no debemos pensar así de los dichos de Dios.
Lo que al principio es oscuro puede, después, volverse claro y fácil. Los más grandes y más sabios, los más eminentes, pueden aprender de este admirable Niño Divino, que conocer nuestro lugar y oficio es la grandeza más verdadera del alma; para negarnos las diversiones y placeres que no condicen con nuestro estado y vocación.
CAPÍTULO

3

EL MINISTERIO DE JUAN EL BAUTISTA.

En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
5 Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados;
6 Y verá toda carne la salvación de Dios.
7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.
10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?
11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
13 Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
Vv. 1—14. El alcance y designio del ministerio de Juan eran llevar al pueblo desde sus pecados a su Salvador. Vino a predicar, no una secta ni un partido político, sino una profesión de fe; el signo o ceremonia era el lavamiento con agua. Por las palabras aquí empleadas, Juan predicó la necesidad del arrepentimiento para la remisión de pecados, y que el bautismo de agua era una señal externa de la purificación interna y la renovación del corazón que acompaña, o son los efectos del arrepentimiento verdadero y profesión de arrepentimiento.
Aquí en el ministerio de Juan está el cumplimiento de las Escrituras, Isaías 40: 3. Cuando en el corazón se hace camino para el evangelio, abatiendo a los pensamientos altivos y llevándolos a la obediencia de Cristo, allanando el alma y eliminando todo lo que nos estorbe en el camino de Cristo y de su gracia, entonces se efectúan los preparativos para dar la bienvenida a la salvación de Dios. Aquí hay advertencias y exhortaciones generales que dio Juan.
La culpable raza corrupta de la humanidad llegó a ser una generación de víboras; odiaban a Dios y se odiaban unos a otros. No hay manera de huir de la ira venidera, sino por el arrepentimiento, y el cambio de nuestra conducta debe demostrar el cambio de nuestra mentalidad. Si no somos realmente santos, de corazón y de vida, nuestra profesión de religión y relación con Dios y su Iglesia, no nos servirá para nada en absoluto; más penosa será nuestra destrucción si no damos frutos dignos de arrepentimiento. Juan el Bautista dio instrucciones a varias clases de personas.
Los que profesan y prometen arrepentimiento deben demostrarlo por su reforma, según su ocupación y su condición. El evangelio requiere misericordia, no sacrificio; y su objetivo es comprometernos a todos a hacer todo el bien que podamos, y a ser justos con todos los hombres. El mismo principio que lleva a los hombres a renunciar a las ganancias injustas, los lleva a restaurar lo ganado en mala forma. Juan dice su deber a los soldados. Se debe advertir a los hombres contra las tentaciones de sus empleos.
Las respuestas declaran el deber presente de los que preguntaban y, de inmediato, se constituían en una prueba de su sinceridad. Como nadie puede o quiere aceptar la salvación de Cristo sin arrepentimiento verdadero, así se señalan aquí la evidencia y los efectos del arrepentimiento.

JUAN EL BAUTISTA TESTIFICA DE CRISTO.

15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.
Vv. 15—20. Juan el Bautista reconoce que no es el Cristo; pero confirma las expectativas de la gente sobre el tan largamente prometido Mesías. Sólo podía exhortarlos a arrepentirse y asegurar el perdón por el arrepentimiento, pero no podía obrar el arrepentimiento en ellos ni conferirles la remisión. Así nos corresponde hablar elevadamente de Cristo y humildemente de nosotros mismos.
Juan no podía hacer más que bautizar con agua, como señal de que debían purificarse y limpiarse, pero Cristo puede y quiere bautizar con el Espíritu Santo; Él puede dar el Espíritu para que limpie y purifique el corazón, no sólo como el agua lava la inmundicia por fuera sino como el fuego limpia la escoria interna y funde el metal para que sea echado en un nuevo molde. Juan era un predicador afectuoso; suplicaba; iba directo al corazón de sus oyentes. Era un predicador práctico: los despertaba para cumplir con su deber y los dirigía hacia ellos. Era un predicador popular: se dirigía a la gente según la capacidad de ellos. Era un predicador evangélico: en todas sus exhortaciones guiaba a la gente a Cristo.
Cuando presionamos a la gente con el deber, tenemos que guiarlos a Cristo, por justicia y por fuerza. Fue un predicador copioso: no dejaba de declarar todo el consejo de Dios, pero cuando estaba en la mitad de su vida útil, se le puso un repentino final a la predicación de Juan. Siendo Herodes, por sus muchas maldades, reprobado por él, encarceló a Juan. Los que dañan a los siervos fieles de Dios, agregan culpa más grande aun a sus otros pecados.

EL BAUTISMO DE JESÚS.

21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Vv. 21, 22. Cristo no confesó pecado, como los demás, porque nada tenía que confesar; sino que oró, como los demás, y mantuvo la comunión con su Padre. Fijaos que las tres palabras del cielo, por las cuales el Padre dio testimonio de su Hijo, fueron pronunciadas mientras oraba o poco después, Lucas 9: 35; Juan 12: 28.
El Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal como paloma, y vino una voz del cielo, desde Dios Padre, desde la magnífica gloria. Así, en el bautismo de Cristo se dio prueba de la Santa Trinidad, de las Tres Personas de la Divinidad. 

LA GENEALOGÍA DE CRISTO.

23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí,
24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
Vv. 23—38. La lista que da Mateo de los antepasados de Jesús muestra que Cristo era el hijo de Abraham, en quien son bendecidas todas las familias de la tierra, y heredero del trono de David; pero Lucas demuestra que Jesús era la Simiente de la mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente, y remonta su linaje a Adán, empezando con Elí, el padre, no de José, sino de María.
Las evidentes diferencias entre ambos evangelistas en las listas de nombres fueron solucionadas por hombres doctos. Pero nuestra salvación no depende de que seamos capaces de resolver estas dificultades, ni la autoridad divina de los evangelios es debilitada por ellas. La lista de nombres termina así: “que fue el hijo de Adán, el hijo de Dios”, esto es, la prole de Dios por creación.
Cristo fue el hijo de Adán e Hijo de Dios, para que fuera el Mediador apropiado entre Dios y los hijos de Adán, y pudiera llevar a los hijos de Adán, por medio de Él, a ser los hijos de Dios. Toda carne, por descender del primer Adán, es como pasto, y se marchita como la flor del campo, pero el que participa del Espíritu Santo de la vida del Segundo Adán, tiene esa dicha eterna que, por el evangelio, nos es predicada.
CAPÍTULO

4

LA TENTACIÓN DE CRISTO.

1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4 Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
5 Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.
6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.
7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
8 Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
10 porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
11 y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
12 Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
Vv. 1—13. Al ser llevado al desierto Cristo dio ventaja al tentador; porque estaba solo, nadie estaba con Él para que, por las oraciones y consejos de ellos, hubiera recibido ayuda en la hora de la tentación. Él, que conocía su fuerza, podía dar ventaja a Satanás, pero no nosotros, que conocemos nuestra debilidad. Siendo en todas las cosas semejante a sus hermanos, Jesús, como los otros hijos de Dios, viviría en dependencia de la providencia y la promesa divina.
La palabra de Dios es nuestra espada, y la fe en la palabra es nuestro escudo. Dios tiene muchas maneras de proveer a su pueblo y, por tanto, debemos depender de Él en todo tiempo en el camino del deber. Todas las promesas de Satanás son engañosas; y si se le permite el poder de disponer de los reinos del mundo y la gloria de ellos, los usa como carnada para atrapar hombres para destruir. Debemos rechazar de inmediato, y con aborrecimiento, toda oportunidad de ganancia o avance pecaminoso, como precio ofrecido por nuestra alma; debemos procurar las riquezas, los honores y la dicha sólo en la adoración y el servicio de Dios.
Cristo no adora a Satanás; ni tolera que queden vestigios de la adoración al diablo para cuando su Padre le entregue el reino del mundo. Satanás también tentó a Jesús para que fuera su propio asesino por una confianza incorrecta en la protección de su Padre, de la cual no tenía garantía.
Ningún mal de la Escritura de parte de Satanás o de los hombres abata nuestra estima, o nos haga abandonar su utilidad; sigamos estudiándola, procurando conocerla, y buscando nuestra defensa en ella contra toda clase de ataques. La palabra habite en nosotros en abundancia, porque es nuestra vida. Nuestro Redentor victorioso venció, no sólo por Él, sino también por nosotros. El diablo terminó toda tentación. Cristo lo dejó probar toda su fuerza y lo derrotó.
Satanás vio que no tenía sentido atacar a Cristo, que nada tenía en Él donde se agarraran sus dardos de fuego. Si resistimos al diablo, huirá de nosotros. Aunque se fue, lo hizo temporalmente hasta cuando de nuevo iba a ser suelto sobre Jesús, no como tentador para llevarlo al pecado, y así golpear su cabeza, a lo cual apuntaba ahora y fue totalmente derrotado, sino como perseguidor para llevar a Cristo a sufrir, y así herir su calcañar, que se le dijo que tendría que hacer, y querría hacer, aunque fuera herir su propia cabeza, Génesis 3: 15. Aunque Satanás se vaya por una temporada, nunca estaremos fuera de su alcance hasta que sea sacado de este presente mundo malo.

CRISTO EN LA SINAGOGA DE NAZARET.

14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
19 A predicar el año agradable del Señor.
20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira;
29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
30 Más él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Vv. 14—30. Cristo enseñó en las sinagogas, los lugares de adoración pública, donde se reunían a leer, exponer y aplicar la palabra, a orar y alabar. Todos los dones y las gracias del Espíritu estaban sin medida sobre Él y en Él. Por Cristo pueden los pecadores ser librados de las ataduras de la culpa y, por su Espíritu y su gracia, de las ataduras de la corrupción. Él vino por la palabra de su evangelio a traer luz a quienes estaban en tinieblas, y por el poder de su gracia, a dar vista a los que estaban ciegos. Predicó el año agradable del Señor.
Los pecadores deben oír la invitación del Señor cuando se proclama la libertad. El nombre de Cristo era Maravilloso; en nada lo fue más que en la palabra de su gracia, y el poder que iba con ella. Bien podemos maravillarnos que dijera las palabras de gracia a infelices desdichados como la humanidad. Algún prejuicio suele presentar una objeción contra la doctrina de la cruz que humilla; y aunque es la palabra de Dios que incita la enemistad de los hombres, ellos culparán a la conducta o los modales del orador.
La doctrina de la soberanía de Dios, su derecho a hacer su voluntad, provoca a los hombres orgullosos. Ellos no procuran su favor a su manera; y se enojan cuando los demás tienen los favores que ellos rechazan. Aún sigue Jesús rechazado por las multitudes que oyen el mismo mensaje de sus palabras. Aunque lo vuelven a crucificar en sus pecados, podemos honrarlo como Hijo de Dios, el Salvador de los hombres, y procurar mostrar por nuestra obediencia que así lo hacemos.

EXPULSIÓN DE UN ESPÍRITU INMUNDO Y SANA AL ENFERMO.

31 Descendió Jesús a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.
32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.
36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.
38 Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.
39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.
43 Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
Vv. 31—44. La predicación de Cristo afectaba mucho a la gente; y un poder que obraba iba con ella a la conciencia de los hombres. Los milagros demostraban que Cristo es el que domina y vence a Satanás, y que sana enfermedades. Donde Cristo da vida nueva, en la recuperación de una enfermedad, debe ser una vida nueva dedicada más que nunca a su servicio, a su gloria.
Nuestra ocupación debe ser difundir ampliamente la fama de Cristo en todo lugar, buscarlo por cuenta de los enfermos de cuerpo y mente, y usar nuestra influencia para llevar a Él a los pecadores, para que sus manos puedan ser impuestas sobre ellos para que sean sanados. Él expulsa los demonios de muchos que estaban poseídos. No fuimos enviados al mundo para vivir para nosotros sólo, sino para glorificar a Dios y hacer el bien a nuestra generación. La gente lo buscaba e iba a Él. Un desierto no es desierto si estamos con Cristo.
Él continuará con nosotros, por su palabra y su Espíritu, y extenderá las mismas bendiciones a otras naciones hasta que, por toda la tierra, los siervos y adoradores de Satanás sean llevados a reconocerle como el Cristo, el Hijo de Dios, y hallen redención por medio de su sangre, el perdón de pecados.
CAPÍTULO

5

LA PESCA MILAGROSA Y LLAMAMIENTO DE PEDRO, SANTIAGO Y JUAN.

Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Vv. 1—11. Cuando Cristo terminó de predicar le dijo a Pedro que se dedicara a su ocupación habitual. El tiempo pasado en los ejercicios públicos de la religión durante los días de semana, no deben ser estorbo en cuanto al tiempo, pero pueden ser de gran ayuda en cuanto a la disposición mental respecto de nuestra ocupación secular.
Con qué alegría podemos ocuparnos de los deberes de nuestra ocupación cuando hemos estado con Dios y, de ese modo, ¡santificamos el trabajo por la palabra y la oración! Aunque nada habían pescado, Cristo les dijo que volvieran a echar sus redes. No debemos dejar abruptamente nuestra ocupación, porque no tengamos en ella el éxito que deseamos. Probablemente nos vaya bien cuando sigamos la dirección de la palabra de Cristo. La redada de peces fue un milagro.
Todos debemos, como Pedro, reconocernos como pecadores, por tanto, Jesucristo podría apartarse de nosotros con toda justicia. Pero debemos rogarle que no se vaya; porque, ¡ay de nosotros si el Salvador se aparta de los pecadores! Más bien roguémosle que venga y habite en nuestro corazón por fe, para que pueda transformarlo y limpiarlo.
Los pescadores abandonaron todo y siguieron a Jesús, cuando prosperó su trabajo. Cuando las riquezas aumentan y somos tentados a poner en ellas nuestro corazón, y dejarlas entonces por Cristo, es digno de gratitud.

LIMPIEZA DE UN LEPROSO.

12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades.
16 Más él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
Vv. 12—16. Se dice que este hombre estaba cubierto de lepra; tenía esa dolencia en alto grado, lo que representa nuestra contaminación natural con el pecado; estamos llenos de lepra; desde la mollera a la planta de los pies no hay cosa sana en nosotros. La confianza fuerte y la humildad profunda están unidas en las palabras de este leproso. Si cualquier pecador dice, por un sentido profundo de vileza:
Yo sé que el Señor puede limpiar, pero ¿mirará a uno como yo? ¿Aplicará su sangre preciosa para mi limpieza y salud? Sí, Él querrá. No hables como si dudaras, sino humildemente refiere la cuestión a Cristo. Estando salvados de la culpa y del poder de nuestros pecados, difundamos por todas partes la fama de Cristo y llevemos a otros a oírle y a ser sanados.

SANIDAD DE UN PARALÍTICO.

17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.
18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Vv. 17—26. ¡Cuántos hay en nuestras asambleas, donde se predica el evangelio, que no se someten a la palabra, sino que la soslayan! Para ellos es como cuento que se les narra, no un mensaje enviado a ellos. Obsérvese los deberes que nos son enseñados y recomendados por la historia del paralítico. Al apelar a Cristo debemos ser muy insistentes; eso es prueba de fe, y muy agradable a Cristo y prevalece ante Él.
Danos, Señor, la misma clase de fe respecto de tu habilidad y voluntad para sanar nuestras almas. Danos el deseo del perdón de pecado más que de bendiciones terrenales o la vida misma. Capacítanos para creer en tu poder de perdonar pecados; entonces nuestras almas se levantarán alegremente e irán donde te agrade.

LLAMAMIENTO DE LEVÍ Y LA RESPUESTA DE CRISTO A LOS FARISEOS.

27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?
31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?
34 Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
35 Más vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.
38 Más el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Vv. 27—39. Fue un prodigio de la gracia de Cristo que llamara a un publicano para que sea su discípulo y seguidor. Fue un prodigio de su gracia que el llamado fuese hecho tan eficazmente. Fue un prodigio de su gracia que viniera a llamar pecadores al arrepentimiento y que les asegure el perdón. Fue un prodigio de su gracia que soportara con tanta paciencia la contradicción de pecadores contra sí mismo y contra sus discípulos.
Fue un prodigio de su gracia que fijara los servicios de sus discípulos según su fuerza y posición. El Señor prepara gradualmente a su pueblo para las pruebas asignadas a ellos; debemos imitar su ejemplo al tratar con los débiles en la fe o con el creyente en tentación.
CAPÍTULO

6

LOS DISCÍPULOS CORTAN TRIGO EN EL DÍA DE REPOSO.

1 Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.
2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?
3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
4 cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él.
Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Vv. 1—5. Cristo justifica a sus discípulos en una obra necesaria para ellos mismos en el día de reposo; era sacar trigo cuando tenían hambre, pero debemos cuidar de no confundir esta libertad equivocándola con un permiso para pecar. Cristo quiere que sepamos y recordemos que este es su día, por tanto, debe dedicarse a su servicio y a su honra.

SE PUEDE HACER OBRAS DE MISERICORDIA EN EL DÍA DE REPOSO.

6 Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
8 Más él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.
11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
Vv. 6—11. Cristo no se avergüenza ni teme reconocer los propósitos de su gracia. Sana al pobre aunque sabía que sus enemigos iban a utilizarlo en su contra. Ninguna oposición nos aleje de nuestro deber o de ser útiles. Bien podremos asombrarnos de que los hijos de los hombres sean tan malos.

ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES.

12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:
14 a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote,
16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
18 y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Vv. 12—19. A menudo pensamos que media hora es mucho tiempo para pasar meditando y orando en secreto, pero Cristo pasaba noches enteras dedicado a estos deberes. Al servir a Dios nuestra mayor preocupación debe ser no perder el tiempo, sino hacer que el final de un buen deber sea el comienzo de otro. Aquí se nombran los doce apóstoles; nunca hubo hombres tan privilegiados, pero uno de ellos tenía un demonio, y resultó ser traidor.
Los que no tienen cerca de ellos una predicación fiel, es mejor que viajen una larga distancia, pero que no se queden sin ella. Indudablemente tiene valor ir a gran distancia para oír la palabra de Cristo, y salirse del camino de otras ocupaciones para eso. Vinieron a ser curados por Él y los sanó.
Hay gracia plena y virtud sanadora en Cristo, dispuestas a salir de Él, que bastan para todos, y bastan para cada uno. Los hombres consideran que las enfermedades del cuerpo son males más grandes que los del alma; pero la Escritura nos enseña en forma diferente.

BENDICIONES Y AYES.

20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
24 Más ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
Vv. 20—26. Aquí empieza un sermón de Cristo, cuya mayor parte se halla también en Mateo 5: 7. Sin embargo, algunos piensan que este fue predicado en otro tiempo y otro lugar. Todos los creyentes que toman los preceptos del evangelio para sí y viven por ellos, pueden tomar las promesas del evangelio para sí y vivir sobre la base de ellas. Se pronuncian ayes contra pecadores prósperos dado que son gente miserable, aunque el mundo los envidia.
Indudablemente bendecidos son los que Cristo bendice, pero, ¡deben ser horrorosamente miserables quienes caen bajo su ay y su maldición! ¡Qué tremenda ventaja tendrá el santo respecto del pecador en el otro mundo! ¡Y qué diferencia amplia habrá en sus recompensas, por mucho que aquí pueda prosperar el pecador y el santo ser afligido!

CRISTO EXHORTA A LA MISERICORDIA,

27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.
36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
Vv. 27—36. Estas son lecciones duras para carne y sangre, pero si estamos bien fundados en la fe del amor de Cristo, esto hará que sus mandamientos nos sean fáciles. Todo el que va a Él para lavarse en su sangre y conocer la grandeza de la misericordia y del amor que hay en Él, puede decir, veraz y sinceramente: Señor, ¿qué quieres que haga? Entonces sea nuestro propósito ser misericordiosos según la misericordia de nuestro Padre celestial para con nosotros.

LA JUSTICIA Y SINCERIDAD.

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40 El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
43 No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49 Más el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Vv. 37—49. Cristo usaba a menudo todos estos dichos y era fácil aplicarlos. Debemos ser muy cuidadosos cuando culpamos al prójimo; porque nosotros mismos necesitamos fianza. Si somos de espíritu que da y perdona, cosecharemos el beneficio. Aunque en el otro mundo se paga con medida llena y exacta, no es así en este mundo; no obstante, la Providencia hace lo que ha de estimularnos para hacer el bien.
Los que siguen a la gente para hacer el mal, van por el camino ancho que lleva a la perdición. El árbol se conoce por sus frutos; que la palabra de Cristo sea injertada de tal modo en nuestros corazones que podamos ser fructíferos en toda buena palabra y obra. Lo que la boca habla comúnmente concuerda con lo que abunda en el corazón. Hacen un trabajo seguro para sus almas y para la eternidad, y siguen el rumbo que les será de beneficio en el tiempo de prueba, sólo los que piensan, hablan, y actúan conforme a las palabras de Cristo.
Quienes se esfuerzan en la religión, hallan su esperanza en Cristo que es la Roca de los siglos, y nadie puede poner otro fundamento. En la muerte y en el juicio ellos están a salvo si son sostenidos por el poder de Cristo, por medio de la fe para salvación, y nunca perecerán.
CAPÍTULO

7

SANIDAD DEL SIERVO DEL CENTURIÓN.

1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.
Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Vv. 1—10. Los siervos deben pensar en encariñarse con sus amos. Los amos deben cuidar particularmente a sus siervos cuando se enferman. Aún podemos, por la oración fiel y ferviente, recurrir a Cristo, y debemos hacerlo así cuando hay enfermedad en nuestra familia. Edificar lugares para la adoración religiosa es buena obra, y un ejemplo de amor a Dios y su pueblo.
Nuestro Señor Jesús se agradó con la fe del centurión; nunca deja de responder las expectativas de la fe que honra su poder y amor. La cura fue prontamente obrada y perfecta.

RESURRECCIÓN DEL HIJO DE LA VIUDA.

11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
Vv. 11—18. Cuando el Señor vio a la viuda pobre siguiendo a su hijo a la tumba, tuvo compasión de ella. Véase aquí el poder de Cristo sobre la muerte misma. El evangelio llama a toda la gente, en particular a los jóvenes: Levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Cuando Cristo le dio vida, se vio porque el joven se sentó. ¿Tenemos la gracia de Cristo? Mostrémosla.
Empezó a hablar: cada vez que Cristo da vida espiritual, abre los labios en oración y alabanza.
Cuando las almas muertas son levantadas a la vida espiritual por el poder divino del evangelio, debemos glorificar a Dios, y considerarlo como una visita de gracia a su pueblo. Procuremos tener un interés tal en nuestro Salvador compasivo, que podamos esperar con gozo la época en que la voz del Redentor llamará a todos los que están en los sepulcros. Que seamos llamados a la resurrección de vida, no a la de condenación.

PREGUNTA DE JUAN EL BAUTISTA SOBRE JESÚS.

19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Más ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
26 Más ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27 Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30 Más los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Éste es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Más la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
Vv. 19—35. A sus milagros en el reino de la naturaleza, Cristo agrega este en el reino de la gracia. Se predica el evangelio a los pobres. Señala claramente la naturaleza espiritual del reino de Cristo, como el heraldo que envió a preparar su camino lo hiciera al predicar el arrepentimiento y el cambio de corazón y de vida. Aquí se recalca con justicia la responsabilidad de quienes no fueron atraídos por el ministerio de Juan el Bautista o del mismo Jesucristo.
Se burlaron de los métodos que Dios adoptó para hacerles el bien. Esta es la ruina de multitudes: no son serios en los intereses de sus almas. Pensemos en el modo de mostrarnos como hijos de la sabiduría atendiendo a las instrucciones de la Palabra de Dios y venerando los misterios y la buena nueva que los infieles y los fariseos ridiculizan y blasfeman.

CRISTO ES UNGIDO EN LA CASA DEL FARISEO Y LA PARÁBOLA DE LOS DEUDORES.

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Vv. 36—50. Nadie puede percibir verdaderamente cuán precioso es Cristo, y la gloria del evangelio, salvo el quebrantado de corazón. Aunque lo sientan, éstos no pueden expresar suficiente aborrecimiento de sí por el pecado, ni admiración por Su misericordia, pero el autosuficiente se disgustará porque el evangelio anima a los pecadores arrepentidos.
El fariseo limita sus pensamientos al mal carácter anterior de la mujer, en vez de regocijarse por las señales de su arrepentimiento. Sin perdón gratuito ninguno de nosotros puede escapar de la ira venidera; nuestro bondadoso Salvador lo compró con su sangre para darlo gratuitamente a todo aquel que cree en Él.
Cristo, por una parábola, obligó a Simón a reconocer que la gran pecadora que fue esta mujer, debía demostrar amor más grande por Él cuando le fueron perdonados sus pecados. Aprended aquí que el pecado es una deuda y que todos sois pecadores y deudores del Dios Todopoderoso.
Algunos pecadores son deudores mayores, pero sea nuestra deuda más o menos grande, es más de lo que somos capaces de pagar. Dios está presto a perdonar, y habiendo adquirido su Hijo el perdón para los que creen en su evangelio lo promete, y su Espíritu sella a los pecadores arrepentidos, y les da consuelo.
Mantengámonos lejos del espíritu orgulloso del fariseo y dependamos sencillamente solo de Cristo y regocijémonos en Él, y así, estemos preparados para obedecerle con más celo y recomendarlo con más fuerza a nuestro alrededor. Mientras más expresemos nuestro dolor por el pecado y nuestro amor a Cristo, más clara será la prueba que tenemos del perdón de nuestros pecados.
¡Qué cambio maravilloso efectúa la gracia en el corazón y la vida de un pecador y en su estado ante Dios, por la completa remisión de todos sus pecados por la fe en el Señor Jesús!
CAPÍTULO

8

EL MINISTERIO DE CRISTO.

1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
Vv. 1—3. Aquí se nos dice que Cristo hizo de la enseñanza del evangelio la actividad constante de su vida. Las noticias del reino de Dios son buenas noticias, y es lo que Cristo vino a traer.
Algunas mujeres lo asistían y le ministraban de su sustancia. Esto muestra la baja condición a la cual se humilló el Salvador, que necesitaba de la bondad de ellas, y su gran humildad para aceptarles. Siendo rico se hizo pobre por nosotros.

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR.

4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
6 Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 Ésta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.
13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
15 Más la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.
17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.
19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
Vv. 4—21. En la parábola del sembrador hay muchas reglas y excelentes advertencias muy necesarias para oír la palabra, y aplicarla. Bienaventurados somos, y por siempre endeudados con la libre gracia, si lo que para otros es sólo un cuento que los divierte, es una verdad clara para nosotros por la cual se nos enseña y gobierna.
Debemos cuidarnos de las cosas que nos impidan recibir provecho de la palabra que oímos; cuidarnos, no sea que oigamos con negligencia y ligereza; no sea que alberguemos prejuicios contra la palabra que oímos; y cuidar nuestros espíritus después que hayamos oído la palabra, no sea que perdamos lo que ganamos. Los dones que tenemos nos serán o no continuados según los usemos para la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos.
Tampoco basta sostener la verdad con injusticia; debemos desear tener en alto la palabra de vida, y que resplandezca iluminando todo nuestro entorno. Se da gran ánimo a los que son oidores fieles de la palabra y hacedores de la obra. Cristo los reconocerá como sus familiares.

CRISTO CALMA LA TEMPESTAD Y EXPULSA DEMONIOS.

22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
28 Éste, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
Vv. 22—40. Los que se hacen a la mar cuando está calma, a la palabra de Cristo, deben, no obstante, prepararse para una tormenta y para gran peligro en medio de la tormenta. No hay alivio para las almas sometidas al sentido de culpa, y al temor de la ira, si no acuden a Cristo, le llaman Señor, y le dicen: Estoy acabado si no me socorres.
Cuando terminan nuestros peligros, nos corresponde reconocer la vergüenza de nuestros temores, y dar a Cristo la gloria por nuestra liberación. Podemos aprender mucho en este relato respecto del mundo de los espíritus malignos infernales, porque aunque no obren exactamente de la misma manera ahora que entonces, todos debemos resguardarnos contra ellos. Los espíritus malignos son muy numerosos. Tienen enemistad contra el hombre y contra todas sus consolaciones.
Los que se someten al gobierno de Cristo son dulcemente guiados con lazos de amor; los que se someten al gobierno del diablo son obligados con furor. ¡Ah, qué consuelo es para el creyente que todas las potestades de las tinieblas estén sometidas al dominio del Señor Jesús! Milagro de misericordia es si los poseídos por Satanás no son llevados a la destrucción y ruina eternas. Cristo no se quedará con quienes lo toman a la ligera; puede ser que no regrese más a ellos, mientras otros le esperan felices de recibirlo.

RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE JAIRO.

41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.
50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
54 Más él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.
56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Vv. 41—56. No nos quejemos de la gente, ni de una multitud, ni de lo urgente si estamos en el camino de nuestro deber y haciendo el bien, pero de lo contrario, todo hombre sabio se mantendrá lo más alejado que pueda de tales cosas. Más de una pobre alma sanada, socorrida y salvada por Cristo se halla oculta entre la gente y nadie la nota. Esta mujer vino temblando, pero su fe la salvó. Puede que haya temblor donde aún hay fe salvadora.
Observa las consoladoras palabras de Cristo para Jairo: No temas, tan sólo cree, y tu hija será salva. No era menos duro no llorar la pérdida de una hija única que no temer la continuación de ese dolor; pero en la fe perfecta no hay temor; mientras más temor, menos creemos. La mano de la gracia de Cristo va con el llamado de su palabra para hacerla eficaz. Cristo mandó darle solamente carne. Como bebés recién nacidos así desean alimento espiritual los recién resucitados del pecado, para crecer.
CAPÍTULO

9

ENVÍO DE LOS APÓSTOLES.

1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Vv. 1—9. Cristo envió a sus doce discípulos, a los que entonces ya eran capaces de enseñar al prójimo lo que habían recibido del Señor. No deben estar ansiosos de esperar la estima de la gente por la apariencia externa. Deben ir como están. El Señor Jesús es la fuente de poder y autoridad a quien deben someterse todas las criaturas de una u otra manera; y si Él va con la palabra de sus ministros en poder, para librar pecadores de la esclavitud de Satanás, pueden tener la seguridad de que Él se ocupará de sus necesidades.
Cuando la verdad y el amor van unidos, y aun así la gente rechaza y desprecia el mensaje de Dios, deja sin excusa a los hombres y se vuelve testimonio contra ellos. La conciencia culpable de Herodes estaba lista para concluir que Jesús fue levantado de los muertos. Deseaba ver a Jesús, y ¿por qué no fue y lo vio? Probablemente por pensar que estaba por debajo de Él o porque no deseaba tener más reprensiones por su pecado. Al postergarlo se endureció su corazón y cuando vio a Jesús, estaba tan prejuiciado contra Él como los demás, Lucas 23: 11.

LA MULTITUD MILAGROSAMENTE ALIMENTADA.

10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
Vv. 10—17. La gente siguió a Jesús y aunque era inoportuno el momento, les dio lo que necesitaban. Él les habló del reino de Dios. Sanó a los que necesitaban salud. Con cinco panes y dos peces Cristo alimentó a cinco mil hombres. Él cuida que nada bueno falte a los que le temen y le sirven fielmente.
Cuando recibimos consuelo por medio de criaturas, debemos reconocer que lo recibimos de Dios, y que somos indignos de recibirlo; que todo, y todo el consuelo que tengamos en ello, lo debemos a la mediación de Cristo por quien ha sido quitada la maldición. La bendición de Cristo hará que poco sirva de mucho. Él satisface a toda alma hambrienta, la satisface abundantemente con la abundancia de su casa. Se recogieron las sobras: en la casa de nuestro Padre hay pan suficiente y para guardar. No estamos limitados ni escasos en Cristo.

LA CONFESIÓN DE PEDRO Y EXHORTACIÓN A LA ABNEGACIÓN.

18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
Vv. 18—27. Consuelo indecible es que nuestro Señor Jesús sea el Ungido de Dios; esto significa que fue designado para ser el Mesías y que está calificado para ello. Jesús habla de sus sufrimientos y muerte. Tan lejos como deben estar sus discípulos de pensar en evitarle sus sufrimientos, así deben prepararse para sufrir ellos mismos.
A menudo nos topamos con cruces en el camino del deber; y aunque no debemos echárnoslas sobre la cabeza, cuando están puestas para nosotros, debemos tomarlas y llevarlas como Cristo. Algo es bueno o malo para nosotros según sea bueno o malo para nuestras almas. El cuerpo no puede estar feliz si el alma estará infeliz en el otro mundo, pero el alma puede estar feliz aunque el cuerpo esté sumamente afligido y oprimido en este mundo. Nunca debemos avergonzarnos de Cristo y su evangelio.

LA TRANSFIGURACIÓN.

28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.
32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd.
36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
Vv. 28—36. La transfiguración de Cristo fue una muestra de la gloria con que vendrá a juzgar al mundo; y fue un llamado a sus discípulos para sufrir por Él. La oración es un deber transfigurador, transformador que hace brillar el rostro. Nuestro Señor Jesús, en su transfiguración, estaba dispuesto a hablar de su muerte y de sus sufrimientos. En las glorias más grandes en la tierra recordemos que en este mundo no tenemos ciudad permanente.
¡Cuánta necesidad tenemos de orar a Dios pidiendo la gracia vivificadora! Aunque los discípulos podrían ser los testigos de esta señal del cielo, después de un momento fueron despertados para dar un relato completo de lo que pasó. No saben lo que dicen los que hablan de hacer tabernáculos en la tierra para los santos glorificados en el cielo.

EXPULSIÓN DE UN ESPÍRITU INMUNDO.

37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;
39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
Vv. 37—42. ¡Cuán deplorable es el caso de este niño! Estaba bajo el poder de un espíritu maligno. Las enfermedades de esa naturaleza son más aterradoras que las que surgen de simples causas naturales. ¡Cuánta maldad hace Satanás cuando toma posesión de una persona! Pero bienaventurados son los que tienen acceso a Cristo! Él puede hacer por nosotros lo que no pueden los discípulos. Una palabra de Cristo sanó al niño y cuando nuestros hijos se recobran de la enfermedad consuela recibirlos como sanados por la mano de Cristo.

CRISTO FRENA LA AMBICIÓN DE SUS DISCÍPULOS.

43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.
46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Vv. 43—50. Esta predicción de los sufrimientos de Cristo era bastante clara, pero los discípulos no la entendieron, porque no concordaba con sus ideas. Un pequeñuelo es el símbolo por el cual Cristo nos enseña la sencillez y la humildad. ¿Qué honor más grande puede obtener un hombre en este mundo que el de ser recibido por los hombres como mensajero de Dios y Cristo, y qué Dios y Cristo se reconozcan recibidos y bienvenidos en él?
Si alguna sociedad de cristianos de este mundo tuvo motivos para hacer callar a los que no son de su propia comunión, lo tuvieron los doce discípulos en ese tiempo; pero Cristo les advirtió que no volvieran a hacerlo. Aunque no siguen con nosotros, pueden ser hallados seguidores fieles de Cristo y ser aceptados por Él.

REPRENSIÓN POR EL CELO ERRADO DE ELLOS.

51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
53 Más no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
Vv. 51—56. Los discípulos no consideraban que la conducta de los samaritanos fuera, más bien efecto de prejuicio y fanatismo nacional que de enemistad contra la palabra y la adoración de Dios; aunque se negaron a recibir a Cristo y a sus discípulos, no los maltrataron ni injuriaron, así que el caso era completamente diferente del de Ocozías y Elías. Tampoco se dieron cuenta que la dispensación del evangelio iba a ser marcada por milagros de misericordia.
Pero, por sobre todo, ignoraban los motivos dominantes en sus propios corazones, que eran el orgullo y la ambición carnal. Nuestro Señor les advirtió al respecto. Nos resulta fácil decir: ¡Vengan, vean nuestro celo por el Señor!, y pensar que somos muy fieles en su causa, cuando estamos siguiendo nuestros propios objetivos y hasta haciendo mal y no bien al prójimo.

RENUNCIAR A TODO POR CRISTO.

57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Vv. 57—62. Aquí hay uno que se presenta para seguir a Cristo, pero parece haberse apresurado y precipitado sin calcular el costo. Si queremos seguir a Cristo, debemos dejar de lado los pensamientos de grandes cosas del mundo. No tratemos de hacer profesión de cristianismo cuando andamos en busca de ventajas mundanales. Tenemos otro que parece resuelto a seguir a Cristo, pero pide una corta postergación.
Cristo le dio primero a este hombre el llamamiento; le dijo: Sígueme. La religión nos enseña a ser benignos y misericordiosos, a mostrar piedad en casa y respetar a nuestros padres, pero no debemos convertirlos en disculpa para descuidar nuestros deberes con Dios. Aquí hay otro dispuesto a seguir a Cristo, pero pide tiempo para hablar con sus amigos al respecto, poner orden en sus asuntos domésticos, y dar órdenes al respecto.
Parecía tener más preocupaciones del mundo en su corazón de lo que debiera, y estaba dispuesto a acceder a la tentación que lo alejaría de su propósito de seguir a Cristo. Nadie puede hacer algo en debida forma si está atendiendo a otras cosas. Los que entran en la obra de Dios deben estar dispuestos a seguir o de nada servirán. Mirar atrás conduce a retractarse, y echarse atrás es la perdición. Sólo el que persevera hasta el fin será salvo.