LA PERSONA DE CRISTO
¿CÓMO ES QUE JESÚS ES
COMPLETAMENTE DIOS Y COMPLETAMENTE HOMBRE Y, NO OBSTANTE, ES UNA SOLA PERSONA?
EXPLICACIÓN Y BASES
BÍBLICAS
Podemos
resumir la enseñanza bíblica sobre la persona de Cristo de la siguiente manera:
Jesucristo era completamente Dios y completamente hombre en una sola persona, y
lo será para siempre.
El
material bíblico que apoya esa definición es amplio. Estudiaremos primero la
humanidad de Cristo, y luego su deidad, y entonces intentaremos mostrar cómo la
deidad y la humanidad de Jesús están unidas en la persona de Cristo.
A. LA HUMANIDAD DE CRISTO
1. EL NACIMIENTO VIRGINAL.
Cuando
hablamos de la humanidad de Cristo es apropiado empezar hablando del nacimiento
virginal de Cristo. Las Escrituras claramente afirman que Jesús fue concebido
en el vientre de su madre María mediante la acción milagrosa del Espíritu Santo
y sin padre humano.
«El
nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida
para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta
por obra del Espíritu Santo» (Mt 1: 18). Poco después de eso un ángel del Señor
le dijo a José que estaba desposado con María: «José, hijo de David, no temas
recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu
Santo» (Mt 1: 20). Luego leemos que José «hizo lo que el ángel del Señor le
había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales
con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús» (Mt 1:
24-25).
Esos
mismos hechos los encontramos confirmados en el Evangelio de Lucas, donde
leemos acerca de la aparición del ángel Gabriel a María. Después de que el
ángel le anunciara que daría a luz un hijo, María dijo: «¿Cómo podrá suceder
esto, puesto que soy virgen?» A lo que el ángel respondió:
«El Espíritu Santo Vendrá Sobre Ti, Y El Poder Del Altísimo Te Cubrirá
Con Su Sombra Así Que [El Niño Que Va A Nacer Se Llamará Santo] Hijo De Dios»
(Lc 1: 35).
La
importancia doctrinal del nacimiento virginal la podemos ver al menos en tres
cosas:
1. MUESTRA QUE LA SALVACIÓN
DEBE VENIR EN ÚLTIMA INSTANCIA DE PARTE DEL SEÑOR.
Como
Dios había prometido que la «simiente» de la mujer (Gn 3:15) destruiría al
final a la serpiente, hizo que esto sucediera mediante su poder, no por medio
del esfuerzo humano. El nacimiento virginal de Cristo es un recordatorio
inconfundible de que la salvación nunca llega mediante el esfuerzo humano, sino
que es obra de Dios mismo. Nuestra salvación solo se produce a través de la
obra sobrenatural de Dios, y eso se hizo evidente al principio de la vida de
Jesús cuando «Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley,
para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados
como hijos» (Gá 4:4-5).
2. EL NACIMIENTO VIRGINAL
HIZO POSIBLE QUE SE PUDIERA UNIR EN UNA SOLA PERSONA LA DEIDAD EN SU PLENITUD Y
LA HUMANIDAD EN SU PLENITUD.
Este
fue el medio que Dios usó para enviar a su Hijo Gn 3: 16; Gá 4: 4) al mundo
como hombre. Si pensamos por un momento en otras posibles formas en las que
Cristo hubiera podido venir a la tierra, ninguna de ellas habría unido tan
claramente a la humanidad y a la deidad en una persona.
Para
Dios probablemente hubiera sido posible crear a Jesús como un completo ser
humano en el cielo y enviarlo a la tierra sin la intervención de un padre
humano. Pero entonces hubiera sido muy dificil para nosotros poder ver que
Jesús era completamente humano como nosotros, ni hubiera sido parte de la raza
humana que descendía físicamente de Adán.
Por
otro lado, probablemente a Dios le hubiera sido posible hacer que Jesús viniera
a este mundo por medio de dos padres humanos, padre y madre, y con naturaleza
divina unida milagrosamente a su naturaleza humana en algún momento oportuno de
su vida. Pero entonces hubiera sido bastante dificil para nosotros comprender
como Jesús podía ser completamente Dios, puesto que su origen era como el
nuestro en todos los sentidos.
Pensar
en estas otras dos posibilidades nos ayuda a entender cómo Dios, en su
sabiduría, ordenó una combinación de influencias humanas y divinas en el
nacimiento de Cristo, de manera que toda su humanidad fuera evidente para
nosotros en razón del hecho de su nacimiento humano normal de una madre humana,
y su plena deidad fuera evidente en el hecho de la concepción en el vientre de
María mediante la obra poderosa del Espíritu Santo.'
3. EL NACIMIENTO VIRGINAL
HIZO TAMBIÉN POSIBLE QUE JESÚS FUERA COMPLETAMENTE HUMANO PERO SIN LA HERENCIA
DE PECADO.
Como
dijimos en el capítulo 24, todos los seres humanos hemos heredado la culpa
legal y la naturaleza moral corrompida de nuestro primer padre, Adán (lo que a
veces se le llama «pecado heredado» o «pecado original»). Pero el hecho de que
Jesús no tuviera un padre humano significa que la línea de descendencia de Adán
quedó parcialmente interrumpida.
Jesús
no descendía de Adán exactamente en la misma manera que los demás seres humanos
han descendido de Adán. Y esto nos ayuda a comprender por qué la culpa legal y
la corrupción moral que cargan los demás seres humanos no la encontramos en
Cristo.
Esta
idea parece estar indicada en la declaración del ángel Gabriel a María, cuando
dice:
«El Espíritu Santo Vendrá Sobre Ti, Y El Poder Del Altísimo Te Cubrirá
Con Su Sombra Así Que [El Niño Que Va A Nacer Se Llamará Santo] Hijo De Dios»
(Lc 1: 35).
Debido a que el Espíritu Santo causó la concepción de Jesús en el vientre de
María, el niño sería llamado ((santo».2 Esa conclusión no debe interpretarse
como que quiere decir que la transmisión del pecado viene solo por medio del
padre, porque las Escrituras no hacen una aseveración así en ninguna parte.
Baste decir que en este caso la línea ininterrumpida de la descendencia de Adán
quedó interrumpida, y Jesús fue concebido por el poder del Espíritu Santo.
Lucas
1:35 conecta esta concepción por el Espíritu Santo con la santidad o pureza
moral de Cristo, y la reflexión en ese hecho nos permite entender que gracias a
la ausencia de un padre humano, Jesús no era completamente un descendiente de
Adán, y que esa interrupción de la línea de descendencia fue el método que Dios
usó para hacer que Jesús fuera completamente humano sin que heredara el pecado
de Adán.
NOTA: Esto no quiere decir que hubiera sido
imposible para Dios hacer que Jesús viniera al mundo en otra manera diferente,
sino tan solo decir que Dios, en su sabiduría, decidió que este era la mejor
forma de hacer que sucediera, y parte de ello es evidente en el hecho de que el
nacimiento virginal nos ayuda a comprender cómo Jesús podía ser completamente
Dios y completamente humano. Las Escrituras no nos dicen si hubiera sido
«posible» traer a Cristo al mundo en algún sentido absoluto de «posible».
He insertado aquí una traducción de la versión
inglesa RSV, que pienso que es correcta. La frase griega es dio kai to
gennomenon hagion klethesetai, huios theou. La decisión de cuál es la
traducción correcta depende de si tomamos gennomenon como el sujeto
significando «el niño que nacerá» o pensamos que el sujeto es to hagion, «el
santo niño», con el participio gennomenon funcionando como un adjetivo, dando
el sentido que tiene en las versiones hispanas.
Recientemente, una investigación léxica amplia
parece indicar que la expresión to gennomenon era una expresión bastante común
que se solía entender como «el niño que nacerá». Ejemplos de este uso se puede
ver en Plotino, Nead, 3. 6.20; Platón, Menexenus, 237 E; Laws, 6,775 C; Filón,
Sobre la creación, 100; Sobre el cambio de nombres, 267; Plutarco, Moralia,
«Consejos para los Novios», 140 F; «Sobre el afecto a los hijos» 495 E. S e
podrían encontrar probablemente más ejemplos con una investigación de
computadora más completa, pero estos parecen suficientes para demostrar que la
simple posibilidad gramatical de traducir Lucas 1: 35 en la manera que lo hacen
las versiones castellanas no es un argumento fuerte a favor de sus
traducciones, porque los lectores de habla griega del primer siglo hubieran
entendido generalmente las palabras to gennomenon como una unidad que significa
«el niño que nacerá».
Debido a este hecho, la traducción que propongo
representa el sentido que hubieran entendido los lectores del primer siglo:
«Así que el niño que nacerá será llamado santo». (Descubrí estos ejemplos de to
gennomenon al investigar la información en el Thesaurus Linguae Graecae basado
en la computadora Ibycus en el Trinity Evangelical Divinity School.)
La Iglesia Católica Romana enseña la doctrina de la
inmaculada concepción. Esta doctrina no se refiere a la concepción de Jesús en
el vientre de María, sino a la concepción de María en el vientre de su madre, y
enseña que María estaba libre de la herencia del pecado. EI8 de diciembre de
1854, el Papa Pío IX proclamó: «La Santísima Virgen María fue, desde el primer
momento de su concepción... en vista de los méritos de Cristo Jesús preservada
libre de la mancha del pecado original» (Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic
Dogma, trad. Patríck Lynch [Tan, Rockfort, 1960], p. 190). (La Iglesia Católica
también enseña que «como consecuencia de un privilegio especial de gracia de
Dios, María estaba libre de pecado personal durante toda su vida», p. 203.)
En respuesta, debemos decir que el Nuevo Testamento
honra mucho a María como una persona a quien Dios le (ha concedido su favor)
(Lc 1:30), y que es «bendita entre las mujeres» (Lc 1:42), pero en ninguna
parte indica la
Biblia que María estaba libre del pecado heredado.
La expresión «¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios.
El Señor está contigo» (Lc 1:28) simplemente
significa que María había encontrado gran bendición de parte de Dios; la misma
palabra que traducimos como (favor) o «favorecida» en Lucas 1:28 (gr. charitoo)
se usa para todos los cristianos en Efesios 1:6: «para alabanza de su gloriosa
gracia, que nos concedió en su Amado». En realidad, Ott dice: «La doctrina de
la Inmaculada Concepción de María no está explícitamente revelada en las
Escrituras» (p. 200, aunque él piensa que está implícita en Gn 3:15 y Lc 1: 28,
41.
¿PERO POR QUÉ JESÚS NO
HEREDÓ UNA NATURALEZA PECAMINOSA DE PARTE DE MARÍA?
La
Iglesia Católica Romana responde a esa pregunta diciendo que María misma estaba
libre del pecado, pero las Escrituras no enseñan eso, y de todas maneras eso no
resuelve el problema (¿acaso no heredó María el pecado de su madre?). Una
solución mejor es decir que la obra del Espíritu Santo en María debe haber
prevenido no solo la transmisión del pecado de José (porque Jesús no tuvo padre
humano), sino también, en una forma milagrosa, la transmisión del pecado de
María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti Así que al santo niño que va a nacer
lo llamarán Hijo de Dios» (Lc 1: 35).
Ha
sido común, al menos en generaciones anteriores, para los que no aceptan la
completa veracidad de las Escrituras negar la doctrina del nacimiento virginal
de Cristo. Pero si nuestras creencias van a ser gobernadas por las
declaraciones de las Escrituras, no negaremos ciertamente esta enseñanza. Ya
sea que podamos o no discernir algunos aspectos de importancia doctrinal de
esta enseñanza, debiéramos creerla primero que nada porque las Escrituras la
afirman.
Por
supuesto, un milagro así no es demasiado dificil para el Dios que creó el
universo y todo lo que hay en él, todo el que afirme que un nacimiento virginal
es «imposible» está confesando su propia incredulidad en el Dios de la Biblia.
No obstante, además del hecho de que las Escrituras enseñan el nacimiento
virginal, podemos ver que es doctrinalmente importante, y si vamos a entender
la enseñanza bíblica sobre la persona de Cristo correctamente, es importante
que empecemos con una afirmación de esta doctrina.
2. DEBILIDADES Y LIMITACIONES HUMANAS
A. JESÚS TUVO UN CUERPO
HUMANO:
El
hecho de que Jesús tuviera un cuerpo humano como nosotros lo podemos ver en
muchos pasajes de las Escrituras. Nació de la misma manera que nacen todos los
demás seres humanos (Lc 2: 7). Creció como niño hasta llegar a la edad adulta
como todos los niños lo hacen. «El niño crecía y se fortalecía; progresaba en
sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba» (Lc 2: 40).
Además,
Lucas nos dice que «Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez
más gozaba del favor de Dios y de toda la gente» (Lc 2: 52).
Jesús
se cansaba como todos nosotros, porque leemos que «Jesús, fatigado del camino,
se sentó junto al pozo» Gn 4:6) en Samaria. Sintió sed, porque cuando estaba en
la cruz dijo: «Tengo sed» Gn 19:28). Después de haber ayunado durante cuarenta
días en el desierto, leemos que «tuvo hambre» (Mt 4: 2). A veces se sintió
físicamente débil, porque durante el tiempo de sus tentaciones en el desierto
ayunó por cuarenta días (hasta el punto cuando la fortaleza fisica de las
personas se agota por completo y puede suceder un daño irreparable si continúa
el ayuno).
En ese
tiempo «unos ángeles acudieron a servirle» (Mt 4: 11), y aparentemente cuidaron
de él y le proveyeron de sustento hasta que recuperó sus energías para salir
del desierto. Cuando Jesús estaba de camino al Gólgota para ser crucificado,
los soldados obligaron a Simón de Cirene a que llevara la cruz (Lc 23: 26), muy
probablemente debido a que Jesús se encontraba tan debilitado después de los
latigazos que le habían dado que ya no contaba con fuerzas para llevarla él
mismo.
La
culminación de las limitaciones de Jesús en términos de su cuerpo fisico la
vemos cuando murió en la cruz (Lc 23: 46). Su cuerpo humano cesó de tener vida
y cesaron sus funciones, lo mismo que en nuestros cuerpos cuando morimos.
Jesús
también resucitó de entre los muertos en un cuerpo fisico, humano, aunque uno
que era perfecto y ya no estaba sujeto a las limitaciones de la debilidad, la
enfermedad o la muerte. Les demostró repetidas veces a sus discípulos que tenía
un cuerpo fisico auténtico: él dijo: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo
mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los
tengo yo» (Lc 24: 39).
Les
mostró y les enseñó que tenía «carne y huesos» y que no era solo un «espíritu»
sin cuerpo. Otra evidencia de esto lo vemos en que ellos «le dieron un pedazo
de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos» (Lc 24: 42;
v. 30; Jn20: 17, 20, 27; 21: 9,13).
En
este mismo cuerpo humano (aunque era un cuerpo resucitado que ya era perfecto),
Jesús también ascendió al cielo. Dijo antes de dejarlos: «Ahora dejo de nuevo
el mundo y vuelvo al Padre» Gn 16: 28; 17: 11).
La
manera en que Jesús ascendió al cielo fue calculada para demostrar la
continuidad entre su existencia en un cuerpo fisico aquí en la tierra y la
continuidad de su existencia en ese cuerpo en el cielo. Unos pocos versículos
más tarde que cuando Jesús les dijo: «Un espíritu no tiene carne ni huesos,
como ven que los tengo yo» (Lc 24: 39), leemos en el Evangelio de Lucas que
Jesús «los llevó hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo.
Sucedió
que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24:
50-51). Asimismo, leemos en Hechos: «Mientras ellos lo miraban, fue llevado a
las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista» (Hch 1: 9).
Todos
estos versículos tomados juntos muestran que, en lo concerniente al cuerpo
humano de Jesús, era como el nuestro en todos los sentidos antes de la
resurrección, y después de su resurrección era todavía un cuerpo humano con
«carne y huesos», pero hecho perfecto, la clase de cuerpo que nosotros
tendremos cuando Cristo regrese y nos resucite también de entre los
muertos" Jesús sigue existiendo en ese cuerpo en el cielo, como la ascensión
tiene el propósito de enseñarnos.
B. JESÚS TUVO UNA MENTE
HUMANA:
El
hecho de que Jesús «siguió creciendo en sabiduría» (Lc 2: 52) nos dice que pasó
por un proceso de aprendizaje como lo hacen todos los niños. Aprendió a comer,
a hablar, a leer y escribir, y cómo ser obediente a sus padres (vea He 5: 8).
Este proceso de aprendizaje común a todos fue parte de la auténtica humanidad
de Cristo.
También
podemos ver que Jesús tuvo una mente como la nuestra cuando habla del día en
que regresará a la tierra: «Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni
siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre» (Mr 13: 32).
NOTA: Vea capítulo 28, Y el capítulo 42, sobre la
naturaleza del cuerpo resucitado.
Vea adelante una consideración más completa de este
versículo, pp. 560-63.
La palabra tarasso, «angustiado», se usaba, por
ejemplo, para hablar del hecho de que Herodes se «turbó.
Cuando se enteró de que los magos habían acudido a
Jerusalén buscando al nuevo rey de los Judíos (Mt 2:3); los discípulos se
«aterraron» cuando vieron a Jesús caminando sobre las aguas del lago y pensaron
que era un fantasma (Mt 14: 26): Zacarías se «asustó» cuando de repente vio a
un ángel aparecer en el templo en Jerusalén (Lc 1: 12); y los discípulos se
«asustaroll» cuando Jesús apareció repentinamente entre ellos después de la
resurrección (Lc 24: 38).
Pero la palabra aparece también en Juan 14: 1, 27,
cuando Jesús dice: «No se angustien, Confíen en Dios». Cuando Jesús estaba
angustiado en su espíritu, no pensemos, por tanto, que era una falta de fe o
que estaba afectado por algún pecado, era definitivamente una fuerte emoción
humana que suele aparecer en momentos de gran peligro.
C. JESÚS TUVO UN ALMA HUMANA
Y EMOCIONES HUMANAS:
Vemos
varias indicaciones de que Jesús tuvo alma humana (o espíritu). Poco antes de
su crucifixión, Jesús dijo: «Ahora todo mi ser está angustiado» Gn 12:27).Juan
nos dice un poco después: «Dicho esto, Jesús se angustió profundamente» Gn
13:21). En ambos versículos la palabra angustiar representa al término griego
tarasso, una palabra que se usa con frecuencia para referirse a personas con
ansiedad o sorprendidos repentinamente por un peligro:
Además,
antes de la crucifixión de Jesús, al darse cuenta del sufrimiento que iba a
enfrentar, dijo: «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir» (Mt
26: 38). Tan grande era la tristeza que sentía que parecía como que, si hubiera
llegado a ser más fuerte, hubiera acabado con su vida. Jesús experimentó una
gama completa de emociones. Se «asombró» de la fe del centurión (Mt 8: 10).
Lloró
con tristeza por causa de la muerte de Lázaro Gn 11: 35). Y oró con un corazón
lleno de emoción, porque en «1os días de su vida mortal, Jesús ofreció
oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la
muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión» (He 5: 7).
Además,
el autor de Hebreos nos dice: «Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento
aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación
eterna para todos los que le obedecen» (He 5: 8-9). Con todo, si Jesús nunca
pecó, ¿cómo podía él «aprender obediencia»? Al parecer, al tiempo que Jesús
crecía en madurez, como todos los demás niños humanos, fue capaz de desarrollar
su responsabilidad moral.
Cuanto
mayor se hacía tantas más demandas podían sus padres exigirles en términos de
obediencia, y más difíciles serían las tareas que su Padre celestial podía
asignarles para llevarlas a cabo según las fuerzas de su naturaleza humana. Con
cada tarea que aumentaba en dificultad, incluso cuando involucraba algún
sufrimiento (como He 5:8 especifica), la habilidad moral de Jesús, su capacidad
de obedecer bajo circunstancias cada vez más difíciles se incrementaba.
Podemos
decir que su «fibra moral» se fortalecía mediante ejercicio cada vez más
difíciles. No obstante, en todo este proceso nunca pecó.
La
ausencia completa de pecado en la vida de Jesús es muy notable a causa de las
severas tentaciones que enfrentó, no solo en el desierto, sino a lo largo de su
vida. El autor de Hebreos afirma que Jesús fue «tentado en todo de la misma
manera que nosotros, aunque sin pecado» (He 4: 15).
El
hecho de que enfrentara tentaciones significa que tenía una naturaleza humana
auténtica que podía ser tentada, porque las Escrituras claramente dicen que
«Dios no puede ser tentado por el mal» (Stg 1: 13).
D. LAS PERSONAS CERCANAS A
JESÚS LE VIERON SOLO COMO UN HOMBRE:
Mateo
nos informa de un incidente asombroso en medio del ministerio de Jesús. Aunque
Jesús había recorrido toda Galilea (enseñando en las sinagogas, anunciando las
buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente»,
de manera que le «seguían grandes multitudes» (Mt 4: 23-25), cuando llegó a
Nazaret, el pueblo donde se había criado, sus vecinos que le había conocido por
tantos años no le recibieron:
Cuando
Jesús terminó de contar estas parábolas, se fue de allí. Al llegar a su tierra,
comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga, los que se preguntaban
maravillados: (¿De dónde sacó éste tal sabiduría y tales poderes milagrosos?
¿No es acaso el hijo del carpintero?
¿No Se Llama Su Madre María; Y No Son Sus Hermanos Jacobo, José, Simón Y
Judas? ¿No Están Con Nosotros Todas Sus Hermanas? ¿Así Que De Dónde Sacó Todas
Estas Cosas? Y Se Escandalizaban A Causa De Él. Y Por La Incredulidad De Ellos,
No Hizo Allí Muchos Milagros (Mt 13: 53-58).
Este
pasaje nos indica que las personas que le conocieron mejor, los vecinos con los
que había vivido y trabajado durante treinta años, solo le vieron como un
hombre común y corriente, un buen hombre, sin duda, justo, amable y sincero,
pero ciertamente no un profeta de Dios que pudiera hacer milagros, y desde
luego no Dios mismo en la carne.
Aunque
en las secciones siguientes veremos cómo Jesús era completamente divino en
todos los sentidos que era verdaderamente Dios y hombre en una persona- debemos
con todo reconocer toda la fuerza de un pasaje como este.
Durante
los primeros treinta años de su vida Jesús vivió una vida humana que era tan
común y corriente que las personas de Nazaret que le conocían mejor se quedaron
asombradas de que él pudiera enseñar con autoridad y obrar milagros. Ellos le
conocían. Era uno de ellos. Era el «hijo del carpintero» (Mt 13: 55), y él
mismo era «el carpintero» (Mt 6: 3), tan común y normal que se preguntaban:
«¿Así que de dónde sacó todas estas cosas?» (Mt 13: 56). Y Juan nos dice que
«ni siquiera sus hermanos creían en él» Un 7: 5).
¿Fue
Jesús completamente humano? Era tan humano que los que vivieron y trabajaron
con él durante treinta años, y aun sus hermanos que crecieron juntos bajo el
mismo techo, no lo vieron más que como un buen ser humano. Aparentemente no
tenían ni idea de que Dios se hubiera encarnado y viviera entre ellos.
3. SIN PECADO.
Aunque
el Nuevo Testamento afirma con absoluta claridad que Jesús era completamente
humano como nosotros lo somos, también afirma que Jesús era diferente en un
aspecto importante: Era sin pecado, y nunca cometió ningún pecado durante su
vida humana.
Algunos
han objetado diciendo que si Jesús no pecó, entonces no era verdaderamente
humano, porque todos los seres humanos pecan. Pero los que hacen esta objeción
no se dan cuenta que los seres humanos se encuentran ahora en una situación
anormal. Dios no nos creó pecaminosos, sino santos y justos.
Adán y
Eva antes de que pecaran en el huerto del Edén eran verdaderamente humanos, y
nosotros ahora, aunque humanos, no estamos a la altura de la manera de ser que
Dios desea para nosotros cuando quede restaurada por completo nuestra humanidad
sin pecado.
LA IMPECABILIDAD DE
JESÚS SE ENSEÑA CON FRECUENCIA EN EL NUEVO TESTAMENTO.
Vemos
sugerencias de ello temprano en su vida cuando «progresaba en sabiduría, y la
gracia de Dios lo acompañaba» (Lc 2: 40). Luego vemos que Satanás no tuvo éxito
en su intento de tentar a Jesús, y que después de cuarenta días no logró
persuadirle a que pecara. «Así que el diablo, habiendo agotado todo recurso de
tentación, lo dejó hasta otra oportunidad» Lc 4: 13).
Tampoco
vemos en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ninguna evidencia de
falta o error de parte de Jesús. A los judíos que se le oponían, Jesús les
preguntó: «¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado?» Gn 8:
46) y nadie le respondió.
Las
declaraciones acerca de la impecabilidad de Jesús son más explícitas en el
Evangelio de Juan. Jesús hizo la asombrosa declaración: «Yo soy la luz del
mundo» Gn 8: 12). Si entendemos que la luz representa veracidad y pureza moral,
Jesús está aquí afirmando que él es la fuente de la verdad y de la pureza moral
y la santidad en el mundo, lo cual es una afirmación sorprendente, algo que
solo podía decir alguien que estuviera libre de pecado.
Además,
en cuanto a la obediencia a su Padre en el cielo, dijo: «Siempre hago lo que le
agrada» (Jn 8:29; el tiempo presente nos da el sentido de una actividad
continua: «Estoy haciendo siempre lo que le agrada»). Al final de su vida,
Jesús podía decir: (Así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor) (Jn 15: 10).
Es
significativo que cuando Jesús estaba siendo sometido a juicio ante Pilato, a
pesar de las acusaciones de los judíos, Pilato solo pudio llegar a la
conclusión: «Yo no encuentro que éste sea culpable de nada» (Jn 18: 38).
En el
libro de Hechos a Jesús le llaman varias veces: «Santo y Justo», o se refieren
a él con expresiones similares (vea Hch 2: 27; 3: 14; 4: 30; 7: 52; 13: 35).
Cuando Pablo habla de que Jesús vino a vivir como hombre es muy cuidadoso en no
decir que Jesús vino en «carne de pecado», sino más bien dice que «Dios enviando
a su Hijo en semejanza de carne de pecado» (Ro 8: 3, RVR 1960). Y se refiere a
Jesús como el «que no cometió alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador»
(2ª Co 5:21).
El
autor de Hebreos afirma que Jesús fue tentado, pero a la vez insiste en que no
pecó: «Sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros,
aunque sin pecado» (He 4: 15). Él es un sumo sacerdote que es «santo,
irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos» (He
7: 26).
Pedro
habla de Jesús como «un cordero sin mancha y sin defecto» (1ª P 1: 19), usando
las imágenes del Antiguo Testamento para afirmar que está libre de todo defecto
moral. Pedro declara directamente: «No cometió ningún pecado, m hubo engaño en
su boca» (1ª P 2: 22).
Cuando
Jesús murió, era «el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a
Dios» (1ª P 3: 18). Y Juan, en su primera epístola, llama a Jesús «Jesucristo,
el Justo» (1ª Jn 2: 1) y dice: «y él no tiene pecado» (1ª Jn 3:15). Es dificil
de negar, entonces, que la impecabilidad de Cristo se enseña claramente en las
secciones más importantes del Nuevo Testamento. Él era verdaderamente hombre,
pero sin pecado.
En
relación con la impecabilidad de Jesús, debiéramos notar en más detalles la
naturaleza de las tentaciones en el desierto (Mt 4: 1-11; Mr 1: 12-13; Lc
4:1-13). En esencia estas tentaciones fue un intento de persuadir a Jesús de
que escapara del camino duro de obediencia y sufrimiento que estaba preparado
para él como el Mesías.
Jesús
fue «llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue
tentado por el diablo» (Lc 4: 1-2). En muchos sentidos esta tentación fue
semejante a la prueba que enfrentaron Adán y Eva en el huerto del Edén, pero
fue mucho más dificil. Adán y Eva teman comunión con Dios y uno con el otro y
abundancia de toda clase de alimento, y solo se les dijo que no comieran de un
árbol.
Por el
contrario, Jesús no tenía compañerismo humano con nadie y nada para comer, y
después de haber ayunado durante cuarenta días estaba al borde del agotamiento
fisico. En ambos casos la clase de obediencia que se requería no era la
obediencia a un principio moral eterno enraizado en el carácter de Dios, sino
una prueba de pura y simple obediencia a un mandato específico de Dios. Con
Adán y Eva, a quienes Dios les había dicho que no comieran del árbol del
conocimiento del bien y del mal, la cuestión era si ellos obedecerían porque
Dios les había dicho que lo hicieran.
En el
caso de Jesús, «llevado por el Espíritu» al desierto por cuarenta días, este al
parecer se dio cuenta de que era la voluntad del Padre que no comiera durante
esos días, sino que permaneciera allí hasta que el Padre, por medio de la
dirección del Espíritu Santo, le dijera que la tentación había terminado y que
podía marcharse de allí.
Podemos
entender, entonces, la fuerza de la tentación: «Si eres el Hijo de Dios, dile a
esta piedra que se convierta en pan» (Lc 4:3). Por supuesto, Jesús era el Hijo
de Dios, y desde luego tenía poder para convertir la piedra en pan instantáneamente.
Muy
pronto transformaría el agua en vino y multiplicaría los panes y los peces.
La
tentación estaba intensificada por el hecho de que parecía que, si no comía
pronto, corría el riesgo de perder la vida. Con todo, él había venido a
obedecer a Dios de manera perfecta en nuestro lugar, y hacerlo como hombre.
Esto significa que tenía que obedecer basado solo en sus propias fuerzas
humanas. Si hubiera invocado sus poderes divinos para hacer que la tentación le
resultara más fácil, no habría obedecido a Dios completamente como un hombre.
La
tentación consistía en «manipular» un poco los requerimientos y hacer que la
obediencia resultara de cierta forma más fácil. Pero Jesús, a diferencia de
Adán y Eva, rehusó comer cuando parecía que era bueno y necesario para él,
prefiriendo más bien obedecer el mandamiento de su Padre celestial.
La
tentación de inclinarse y adorar a Satanás por un momento y recibir autoridad
sobre «todos los reinos del mundo» (Lc 4: 5) fue la tentación de recibir poder
no por medio del camino de la obediencia de toda una vida a su Padre celestial,
sino mediante el sometimiento erróneo al príncipe de las tinieblas. Jesús de
nuevo rechazó esta senda aparentemente fácil y eligió el camino de la
obediencia que lo llevó a la cruz.
Del
mismo modo, la tentación de arrojarse desde lo alto del pináculo del templo (Lc
4: 9-11) fue la tentación de «forzar» a Dios a realizar un milagro y rescatarlo
en una forma espectacular, y de ese modo atraer a una multitud de seguidores
sin tener que seguir el dificil camino que tenía por delante, que incluía tres
años de ministrar a las personas en sus necesidades, enseñar con autoridad y
ser un ejemplo de absoluta santidad en su vida en medio de una dura oposición.
Pero
Jesús de nuevo se resistió al «camino fácil» para el cumplimiento de sus metas
como Mesías (de nuevo, un camino que en realidad no le hubiera llevado a
cumplir con esas metas en ningún sentido).
Estas
tentaciones fueron en verdad la culminación de un proceso moral de toda una
vida de fortalecimiento y maduración que tuvo lugar durante toda la niñez y
temprana adultez de Jesús, al ir «creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez
gozaba más del favor de Dios» (Lc 2: 52) y «mediante el sufrimiento aprendió a
obedecer» (He 5: 8).
En
esas tentaciones en el desierto y en las varias tentaciones que tuvo que
enfrentar a lo largo de los treinta y tres años de su vida, Cristo obedeció a
Dios en nuestro lugar y como representante nuestro, y triunfó allí donde Adán
había fallado, donde el pueblo de Israel en el desierto había fallado, y donde
nosotros hemos fallado (vea Ro 5: 18-19).
Con
todo lo dificil que pueda ser para nosotros comprenderlo, las Escrituras
afirman que en estas tentaciones Jesús aumentó su capacidad para entender y
ayudamos en nuestras tentaciones. «Por haber sufrido él mismo la tentación,
puede socorrer a los que son tentados» (He 2: 18). El autor sigue relacionando
la capacidad de Jesús para condolerse de nuestras debilidades por el hecho de
que fue tentado como nosotros lo somos:
Porque No Tenemos Un Sumo Sacerdote Incapaz De Compadecerse De Nuestras
Debilidades, Sino Uno Que Ha Sido Tentado En Todo De La Misma Manera Que
Nosotros, Aunque Sin Pecado. Así Que Acerquémonos Confiadamente Al Trono De La
Gracia Para Recibir Misericordia Y Hallar La Gracia Que Nos Ayude En El Momento
Que Más La Necesitemos (He 4: 15-16).
Esto
tiene una aplicación práctica para todos nosotros: En cada situación en la que
luchamos con la tentación, debiéramos reflexionar en la vida de Cristo y
preguntamos si no son situaciones similares a las que él enfrentó. En general,
después de reflexionar un poco, seremos capaces de pensar en algunos momentos
de la vida de Cristo en las que enfrentó tentaciones que, aunque no fueron
iguales en cada detalle, fueron semejantes a las situaciones que nosotros
enfrentamos a dia no adelante que las Escrituras enseñan eso en forma clara y
repetida), ¿no debemos afirmar también que (en algún sentido) Jesús no podía
«ser tentado por el mal»?
4. ¿PODÍA JESÚS HABER PECADO?
A
veces surge la pregunta: «¿Era posible que Jesús pecara?» Algunos argumentan a
favor de la impecabilidad de Cristo en el que la palabra impecable significa
que «no puede pecar».' Otros objetan que si Jesús no podía pecar, sus
tentaciones no podían ser reales, ¿porque cómo puede ser real una tentación si
la persona que está siendo tentada no tiene la posibilidad de caer en pecado?
A fin
de responder a esta pregunta, debemos distinguir lo que las Escrituras afirman
claramente, por un lado, y, por el otro, lo que está más en la naturaleza de la
posible inferencia de nuestra parte.
(1) Las Escrituras claramente afirman que Cristo nunca pecó (vea arriba).
No debiera haber ninguna duda en cuanto a este hecho en nuestras mentes.
(2) También afirman claramente que Jesús fue tentado, y que fueron
tentaciones auténticas (Lc 4: 2). Si creemos las Escrituras, debemos insistir
entonces en que Cristo «ha sido tentado en todo de la misma manera que
nosotros, aunque sin pecado» (He 4: 15). Si nuestra especulación sobre la
cuestión de si Cristo podía haber pecado nos lleva alguna vez a decir que él no
fue verdaderamente tentado, hemos llegado entonces a una conclusión errónea,
una que contradice las claras declaraciones de las Escrituras.
(3) Debemos también afirmar con las Escrituras que «Dios no puede ser
tentado por el mal» (Stg 1: 13). Pero aquí la pregunta se hace más dificil: Si
Jesús era completamente Dios como también completamente hombre (y
argumentaremos más)
Particularmente en relación con la vida familiar,
nos ayuda el recordar que José no aparece mencionado en ninguna parte en los
evangelios después del incidente en el templo cuando Jesús tenía doce años. Es
especialmente interesante notar que José no aparece en los versículos que hablan
de la madre y otros miembros de la familia, mencionando incluso los nombres de
los hermanos y hermanas (vea Mt 13: 55-56; Mr 6: 3; cp. Mt 12: 48).
Parecería muy extraño, por ejemplo, que la «madre
de Jesús» se encontrara en la boda en Caná de Galilea Gn 2: 1) pero no su
padre, si es que todavía vivía (cp. Jn 2: 12). Esto parece indicar que en algún
momento después que Jesús cumplió los doce años José falleció, y que durante
unos años Jesús creció en un hogar donde la madre actuaba como cabeza de familia.
Esto nos está diciendo que al ir creciendo Jesús
asumió cada vez más la responsabilidad de líder de la familia, ganándose la
vida como «carpintero» (Mr 6:3) y cuidando también sin duda de sus hermanos más
jóvenes.
Por tanto, aunque Jesús nunca se casó, Él tuvo, sin
duda alguna, una rica variedad de experiencias familiares en situaciones y
conflictos similares a los que experimentan las familias hoy. La palabra latina
peccare significa "pecar».
Hasta
aquí es donde podemos llegar en términos de afirmaciones claras y explícitas de
las Escrituras. Pero aquí nos enfrentamos con un dilema similar a algunos otros
dilemas doctrinales en los que las Escrituras parecen estar enseñando cosas que
son, si no directamente contradictorias, o a menos muy difíciles de combinar en
nuestro entendimiento. Por ejemplo, con respecto a la doctrina de la Trinidad,
afirmamos que Dios existe en tres personas, y que cada una es completamente
Dios, y que hay un solo Dios.
Aunque
esas declaraciones no son contradictorias, son, no obstante, difíciles de
entender en relación una con otra, y aunque podemos hacer cierto progreso en la
comprensión de cómo encajan unas con otras, al menos en esta vida tenemos que
admitir que no puede haber una comprensión final por parte nuestra. Aquí la
situación es de alguna manera similar.
No
tenemos una contradicción real. Las Escrituras no nos dicen que «Jesús fue
tentado» y que «Jesús no fue tentado» (una contradicción si «Jesús» y «tentado»
se usan exactamente en la misma forma en ambas frases). La Biblia nos dice que
(Jesús fue tentado) y que (Jesús era completamente hombre) y que (Jesús era
completamente Dios» y «Dios no puede ser tentado».
Esta
combinación de enseñanzas de parte de las Escrituras deja abierta la
posibilidad de que a medida que entendemos la manera en que las naturalezas
humana y divina de Jesús funcionaban juntas, podemos comprender más la manera
en la que él podía ser tentado en un sentido y en otro, no obstante, no podía
ser tentado. (Esta posibilidad la examinaremos después más a fondo).
En
este momento, entonces, vamos más allá de las afirmaciones claras de las
Escrituras e intentamos sugerir una solución al problema de si Cristo podía
haber pecado. Pero es importante reconocer que la siguiente solución está más
en la naturaleza del recurso sugerido de combinar varias enseñanzas bíblicas y
no está directamente apoyado por declaraciones explícitas de las Escrituras.
Con esto en mente, es apropiado para nosotros decir:
(1) Si la naturaleza humana de Jesús hubiera existido por sí misma,
independiente de su naturaleza divina, habría sido una naturaleza humana
semejante a la que Dios dio a Adán ya Eva. Estaría libre de pecado, pero, no
obstante, con posibilidad de pecar. Por tanto, si la naturaleza humana de Jesús
hubiera existido por sí misma, estaba la posibilidad abstracta o teórica de que
Jesús podía haber pecado, como la naturaleza humana de Adán y Eva tenían la
posibilidad de pecar.
(2) Pero la naturaleza humana de Jesús nunca existió aparte de la unión con
su naturaleza divina. Desde el momento de su concepción, existió como
verdaderamente Dios y también como verdaderamente hombre. Su naturaleza humana
y su naturaleza divina existieron unidas en una persona.
(3) Aunque hubo algunas cosas (tales como sentir hambre, sed o debilidad)
que Jesús experimentó solo en su naturaleza humana y no las experimentó en su
naturaleza divina (vea más adelante), no obstante, un acto de pecar hubiera
sido una acción moral que habría involucrado al parecer toda la persona de
Cristo. Por tanto, si él hubiera pecado, hubiera involucrado su naturaleza
humana y su naturaleza divina.
(4) Pero si Jesús como una persona hubiera pecado, involucrando sus
naturalezas humana y divina en el pecado, Dios mismo habría pecado, y él
hubiera dejado de ser Dios. No obstante, eso es claramente imposible a causa de
la infinita santidad de la naturaleza de Dios.
(5) Por tanto, si estamos preguntando si era de veras posible que Jesús
hubiera pecado, parece que debemos concluir que no era posible. La unión de sus
naturalezas humana y divina en una persona lo evitaba.
Pero
queda todavía por responder la pregunta: «¿Cómo entonces podían ser válidas las
tentaciones de Jesús?» El ejemplo de la tentación de cambiar las piedras en pan
nos ayuda en este sentido. Jesús tenía la capacidad, en virtud de su naturaleza
divina, de realizar este milagro, pero si lo hubiera hecho, ya no habría estado
obedeciendo solo en base de la fortaleza de su naturaleza humana, hubiera
fallado en la prueba en la que Adán también falló, y no habría ganado la
salvación para nosotros.
Por
tanto, rehusó apoyarse en su naturaleza divina para hacer que la obediencia le
resultara más fácil. Del mismo modo, parece apropiado concluir que Jesús
enfrentó cada tentación, no en base a su poder divino, sino solo en la
fortaleza de su naturaleza humana (aunque, por supuesto, no estaba «solo»
porque Jesús, al ejercer la clase de fe que los humanos debieran ejercer,
estaba dependiendo perfectamente de Dios el Padre y del Espíritu Santo en todo
momento).
La
fortaleza moral de su naturaleza divina estaba allí como una especie de
«respaldo» que le hubiera servido para no pecar (y por tanto, podemos decir que
era imposible que él pecara), pero él no confió en la fortaleza de su
naturaleza divina para hacer que le resultara más fácil enfrentar las
tentaciones, y su negación a convertir las piedras en pan al comienzo de su
ministerio es una clara indicación de ello.
¿Fueron
entonces genuinas las tentaciones? Muchos teólogos han señalado que solo aquel
que resiste con éxito una tentación hasta el final siente de forma más plena
toda la fuerza de esa tentación.
Así
como un campeón de levantamiento de pesas que levanta y sostiene con éxito por
encima de su cabeza las pesas más pesadas en el campeonato siente toda la
fuerza de ello más completamente que el que lo ha intentado pero las deja caer,
todo cristiano que ha enfrentado con éxito la tentación hasta el final sabe que
es mucho más dificil que caer en ella de una vez.
Así
sucedió con Jesús: Cada tentación que enfrentó, lo hizo hasta el final, y
triunfó sobre ella. Las tentaciones fueron reales, aunque no se rindió a ellas.
En realidad, fueron mucho más reales porque no se rindió a ellas.
¿Qué
decimos entonces acerca del hecho de que «Dios no puede ser tentado por el mal»
(Stg 1: 13)? Parece ser que esta es una de las varias cosas que debemos afirmar
que son ciertas de la naturaleza divina de Jesús, pero no de su naturaleza
humana.
Su
naturaleza divina no podía ser tentada por el mal, pero sí su naturaleza humana
y sin duda fue tentada. Las Escrituras no nos explican con claridad cómo
estaban unidas estas dos naturalezas en una persona al enfrentarse a la
tentación.
Pero
esta distinción entre lo que es verdad de una naturaleza y lo que es verdad de
otra naturaleza es un ejemplo de varias declaraciones similares que las
Escrituras nos requieren hacer (vea más adelante más sobre esta distinción,
cuando examinemos cómo Jesús podía ser Dios y hombre en una persona).
5. ¿POR QUÉ ERA NECESARIA LA COMPLETA HUMANIDAD DE JESÚS?
Cuando
Juan escribió su primera epístola, circulaba una enseñanza herética entre las
iglesias que decía que Jesús no era hombre. Esta herejía llegó a ser conocida
como docetismo. Tan seria fue su negación de la verdad acerca de Cristo, que
Juan pudo decir que era una doctrina del anticristo: «En esto pueden discernir
quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que reconoce que Jesucristo ha
venido en cuerpo humano, es de Dios; todo profeta que no reconoce a Jesús, no
es de Dios sino del anticristo» (1ª Jn 4: 2-3).
El
apóstol Juan entendió que negar la verdadera humanidad de Jesús era negar algo
que era esencial en el cristianismo, de modo que todo aquel que negara que
Jesús había venido en la carne no procedía de Dios.
Al
mirar a lo largo del Nuevo Testamento, vemos varias razones de por qué Jesús
tenía que ser completamente humano si es que iba a ser el Mesías y ganar
nuestra salvación. Podemos mencionar aquí siete de estas razones.
A. PARA OBEDIENCIA
REPRESENTATIVA.
Como
ya notamos en el capítulo sobre los pactos entre Dios y el hombre, Jesús era
nuestro representante y obedeció por nosotros allí donde Adán había fallado y
desobedecido. Lo vemos en el paralelismo entre la tentación de Jesús (Lc 4:
1-13) y el tiempo de la prueba de Adán y Eva en el huerto del Edén (Gn 2:
15-3:7). Aparece también claramente reflejado en las reflexiones de Pablo sobre
el paralelismo entre Adán y Cristo, y en la desobediencia de Adán y obediencia
de Cristo:
Por Tanto, Así Como Una Sola Transgresión Causó La Condenación De Todos,
También Un Solo Acto De Justicia Produjo La Justificación Que Da Vida A Todos.
Porque Así Como Por La Desobediencia De Uno Solo Muchos Fueron Constituidos
Pecadores, También Parla Obediencia De Uno Solo Muchos Serán Constituidos
Justos (Ro 5: 18-19).
Por
esto Pablo puede llamar a Cristo el «último Adán» (1ª Co 15: 45) y puede llamar
a Adán el «primer hombre» ya Cristo el «segundo hombre» (1 Ca 15:47).Jesús
tenía que ser un hombre a fin de ser nuestro representante y obedecer en
nuestro lugar.
B. SER UN SACRIFICIO VICARIO:
Si
Jesús no hubiera sido un hombre, no hubiera podido morir en nuestro lugar y
pagar el castigo que justamente nos correspondía. El autor de Hebreos nos dice
que «ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes
de Abraham. Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para
ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de
expiar los pecados del pueblo» (He 2: 16-17; v. 14). Jesús tenía que ser un
hombre, no un ángel, porque Dios estaba preocupado con la salvación de los
hombres, no de los ángeles. Pero para hacer eso «era preciso que en todo se
asemejara a sus hermanos», con el fin de que expiara nuestros pecados, el
sacrificio que es una sustitución aceptable de nosotros.
Aunque
esta idea la consideraremos de forma más completa en el capítulo 27, sobre la
expiación, es importante que aquí nos demos cuenta de que a menos que Cristo
fuera completamente humano, no podía haber muerto para pagar el castigo por los
pecados del hombre. No hubiera podido ser un sacrificio que nos sustituyera a
nosotros.
NOTA: La palabra docetismo viene del verbo griego
dokeo que significa "parecen). Cualquier posición teológica que dice que
Jesús no era realmente un hombre, sino solo parecía ser un hombre, era
considerada una posición «docérica». Detrás del docetismo está la suposición de
que la creación material es inherentemente mala, y por tanto, el Hijo de Dios
no podía haber estado unido a una verdadera naturaleza humana.
Ningún líder prominente de la iglesia defendió
jamás el docetismo, pero fue una herejía preocupante que tuvo varios defensores
en los primeros cuatro siglos de la iglesia. Los evangélicos modernos que
descuidan enseñar la plena humanidad de Cristo pueden apoyar involuntariamente
tendencias docéticas en sus oyentes.
C. PARA SER EL ÚNICO MEDIADOR
ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES:
Debido
a que estábamos alejados de Dios por el pecado, necesitábamos a alguien que
viniera a ponerse entre Dios y nosotros y nos llevara de vuelta a él.
Necesitábamos un mediador que pudiera representamos ante Dios y que pudiera
representar a Dios ante nosotros.
Hay
solo una persona que haya cumplido alguna vez con esa función: «Porque hay un
solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1ª
Ti 2: 5). A fin de cumplir con esta función de mediador, Jesús tenía que ser
completamente hombre y a la vez completamente Dios.
D. PARA CUMPLIR EL PROPÓSITO
ORIGINAL DE DIOS DE QUE EL HOMBRE GOBERNARA LA CREACIÓN:
Conmovidos
en el propósito de Dios al crear al hombre, Dios puso a la humanidad sobre la
tierra para dominarla y gobernarla como representante suyo.
Pero
el hombre no cumplió con este propósito, sino que en vez de eso cayó en el
pecado.
El
autor de Hebreos se da cuenta de que la intención de Dios era poner todas las
cosas bajo la sujeción del hombre, pero reconoce: «Dios puso bajo él todas las
cosas... es cierto que todavía no vemos que todo le esté sujeto» (He 2: 8).
Entonces
Cuando Jesús vino como hombre, fue capaz de obedecer a Dios y de ese modo
adquirió el derecho de sojuzgar la creación como un hombre, y de esa manera
cumplir con el propósito original de Dios al poner al hombre sobre la tierra.
Hebreos reconoce esto cuando ahora dice: «Vemos a Jesús» en un lugar de
autoridad sobre el universo, «coronado de honra y gloria» (He 2: 9; d. la misma
frase en el v. 7).
Jesús
de hecho había recibido «toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt 28:
18), y Dios «sometió todas las cosas al dominio de Cristo» (Ef 1: 22). Y
ciertamente nosotros un día reinaremos con él sobre el trono (Ap 3: 21) y
experimentaremos, en sujeción a Cristo nuestro Señor, el cumplimiento del
propósito de Dios de reinar sobre la tierra (Lc 19: 17, 19; 1ª Co 6: 3). Jesús
tenía que ser un hombre a fin de cumplir el propósito original de Dios de que
el hombre reinara sobre su creación.
E. PARA SER NUESTRO EJEMPLO Y
MODELO EN LA VIDA:
Juan
nos dice: «El que permanece en él, debe vivir como él vivió» (1ª Jn 2:6), y nos
recuerda que «cuando Cristo venga seremos semejantes a él» y esta esperanza de
conformamos al carácter de Cristo en el futuro nos da ahora una pureza moral
creciente en nuestra vida (1ª Jn 3: 2-3). Pablo nos dice que «somos
transformados a su semejanza» (2ª Co 3: 18), y de esa forma vamos progresando
hacia la meta para la cual Dios nos salvó, de que seamos «transformados según
la imagen de su Hijo» (Ro 8:29).
Pedro
nos dice que tenemos que considerar el ejemplo de Cristo especialmente en el
sufrimiento: «Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus
pasos» (1ª P 2: 21). A lo largo de nuestra vida cristiana, tenemos que correr
la carrera que tenemos propuesta delante de nosotros, puesta (la mirada en
Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe) (He 12: 2). Si llegamos a
desalentarnos por causa de la hostilidad y oposición de los pecadores, tenemos
que considerar (a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los
pecadores) (He 12:3). Jesús es también nuestro ejemplo en la muerte.
La
meta de Pablo es (llegar a ser semejante a él en su muerte) (Fil 3: 10; Hch 7:
60; 1ª P 3: 17-18 con 4: 1). Nuestra meta debiera serla de ser semejantes a
Cristo todos los días de nuestra vida, hasta el momento de la muerte, y morir
con obediencia inquebrantable a Dios, con fuerte confianza en él y con amor y
perdón por otros. Jesús tenía que hacerse hombre como nosotros a fin de vivir
como nuestro ejemplo y modelo de vida.
F. PARA SER EL MODELO DE
NUESTROS CUERPOS REDIMIDOS:
Pablo
nos dice que cuando Jesús resucitó de entre los muertos lo hizo con un cuerpo
nuevo que «resucitará en incorrupción en gloria un cuerpo espiritual (1ª Co 15:
42-44). Este nuevo cuerpo de resurrección que Jesús tenía cuando se levantó de
la tumba es el modelo que muestra cómo serán nuestros cuerpos cuando resuciten
de entre los muertos, porque Cristo es «las primicias) (1ª Co 15: 23).
Esta
es una metáfora tomada de la agricultura que asemeja a Cristo a las primeras
muestras de la cosecha, que indican que los otros frutos de la cosecha serán
semejantes. Nosotros tenemos ahora un cuerpo fisico como el de Adán, pero
tendremos uno como el de Cristo: 8y así como hemos llevado la imagen de aquel
hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial) (1ª Co 15: 49).
Jesús tenía que resucitar como hombre a fin de ser el «primogénito de la
resurrección) (Col 1: 18), el modelo de los cuerpos que tendríamos después.
G. PARA COMPADECERSE COMO
SUMO SACERDOTE:
El
autor de Hebreos nos recuerda que «por haber sufrido él mismo la tentación,
puede socorrer a los que son tentados)) (He 2: 18; 4: 15-16). Si Jesús no
hubiera sido un hombre, no habría sido capaz de conocer por experiencia todo lo
que nosotros pasamos en nuestras tentaciones y luchas en esta vida. Pero debido
a que él ha vivido como hombre, está en condiciones de compadecerse
completamente de nuestras experiencias."
NOTA: Este es un concepto dificil para que nosotros
lo entendamos, porque no queremos decir que Jesús adquirió un conocimiento o
información adicional al hacerse hombre, pues ciertamente como Dios omnisciente
sabía todo lo que había que saber acerca de la experiencia del sufrimiento
humano.
Pero el libro de Hebreos dice: «Por haber sufrido
él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados» (He 2: 18), y
debemos insistir en que esa declaración es correcta, pues hay una relación
entre el sufrimiento de Jesús y su capacidad para simpatizar con nosotros y
ayudarnos en la tentación.
Al parecer el autor está hablando de un
conocimiento adicional objetivo o intelectual, sino de la habilidad para
recordar una experiencia personal por la que él mismo había pasado, una
capacidad que no la tendría sino hubiera tenido esa experiencia personal.
Podemos ver un cierto paralelismo de esto en el hecho de un hombre que es un
médico, y que incluso ha escrito libros de texto sobre obstetricia, podía
conocer mucha más información acerca de los niños que muchos de sus pacientes.
Pero debido a que es un hombre, él nunca va a tener
la experiencia real de engendrar un niño en su vientre. Una mujer que tiene un
hijo (o para dar un ejemplo aun más cercano, una mujer médica que escribe
libros sobre medicina y mujeres y, además, ella misma tiene un hijo) puede
simpatizar mucho más con toda otra mujer que está teniendo hijos.
6. JESÚS SERÁ UN HOMBRE PARA SIEMPRE.
Jesús
no dejó a un lado su naturaleza humana después de su muerte y resurrección,
porque apareció a sus discípulos como un hombre después de la resurrección,
incluso con las cicatrices de los clavos en las manos Gn 20:25-27). Él tenía
«carne y huesos» (Lc 24: 39) y tomó alimentos (Lc 24: 41-42). Más tarde,
mientras hablaba con sus discípulos, fue llevado al delo, todavía en su cuerpo
resucitado, y dos ángeles prometieron que regresaría de la misma manera: «Este
mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al delo, vendrá otra vez de
la misma manera que lo han visto irse» (Hch 1: 11).
Tiempo
después, Esteban miró al cielo y vio a Jesús, «al Hijo del Hombre de pie a la
derecha de Dios» (Hch 7:56). Jesús también se le apareció a Saulo en el camino
a Damasco y dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 9:5), una aparición
que Saulo (Pablo) más tarde equiparó a las apariciones de la resurrección a
otros (1ª Co 9:1; 15: 8).
En las
visiones de Juan en Apocalipsis, Jesús todavía aparece como «semejante al Hijo
del Hombre» (Ap 1: 13), aunque está revestido de gran gloria y poder, y su
aparición hace que Juan caiga a sus pies lleno de admiración (Ap 1: 13-17).
Él
promete que un día beberá de nuevo del fruto de la vid con sus discípulos en el
reino de su Padre (Mt 26: 29) y nos invita a una gran fiesta de bodas en el
cielo (Ap 19: 9).
Además,
Jesús continuará ejerciendo para siempre sus oficios de profeta, sacerdote y
rey, todos ellos llevados a cabo en virtud del hecho de que él es tanto Dios
como hombre para siempre.
Todos
estos textos indican que Jesús no se hizo hombre temporalmente, sino que su
naturaleza divina quedó permanentemente unida a su naturaleza humana, y que
vive para siempre no solo como el eterno Hijo de Dios, la segunda persona de la
Trinidad, sino también como Jesús, el hombre que nació de María, y como Cristo,
el Mesías y Salvador de las personas. Jesús permanecerá completamente Dios y
hombre, en una sola persona, para siempre.
B. LA DEIDAD DE CRISTO
Para
completar la enseñanza bíblica acerca de Cristo Jesús, debemos afirmar no solo
que era completamente humano, sino que también era completamente divino.
Aunque
la palabra no aparece explícitamente en las Escrituras, la iglesia ha usado el
término encarnación para referirse al hecho que Jesús es Dios en carne humana.
La encarnación fue la acción de Dios el Hijo por medio de la cual tomó
naturaleza humana. La prueba bíblica de la deidad de Cristo es muy amplia en el
Nuevo Testamento. La examinaremos bajo varias categorías.
NOTA: Vea capítulo 29, sobre los oficios de Cristo.
La palabra latina incarnare significa «hacer carne»
y está derivada del prefijo in (que tiene un sentido causativa, «causar que
algo sea algo» y el término caro, cami, «carne».
En la siguiente sección no he distinguido entre las
afirmaciones de deidad hechas por Jesús mismo y las afirmaciones hechas por
otros acerca de Él. Si bien esa distinción nos ayuda para seguir los
desarrollos de las personas sobre el entendimiento de Cristo, para nuestros
propósitos presentes ambas clases de declaraciones las en contra mas en
nuestras Escrituras canónicas del Nuevo Testamento y son recursos válidos para
la formación de la doctrina cristiana.
Un estudio excelente de la evidencia en el Nuevo
Testamento sobre la deidad de Cristo, sacado especialmente de los títulos de
Cristo en el Nuevo Testamento, lo encontramos en New Testament Theology, de
Donald Guthrie.
1. AFIRMACIONES BÍBLICAS DIRECTAS.
En
esta sección examinaremos declaraciones directas de las Escrituras de que Jesús
es Dios o que él es divino.
A. SE USA LA PALABRA DIOS
(TEAS) PARA REFERIRSE A CRISTO:
Aunque
la palabra «Dios» está generalmente reservada en el Nuevo Testamento para Dios
el Padre, encontramos varios pasajes donde se usa para referirse a Cristo
Jesús. En todos estos pasajes se emplea la palabra «Dios» en el sentido fuerte
para referirse al que es el Creador del cielo y de la tierra, el que reina
sobre todas las cosas. Estos pasajes incluyen A Juan 1:1; 1:18 (en los
manuscritos mejores y más antiguos); 20:28; Romanos 9: 5; Tito 2: 13; Hebreos
1: 8 (citando Sal 45:6); y 2ª Pedro 1:1.
Como
estos pasajes los hemos estudiado en algún detalle en el capítulo sobre la
Trinidad,'9 aquí no repetiremos ese estudio. Es suficiente notar que hayal
menos siete de estos pasajes claros en el Nuevo Testamento que se refieren
explícitamente a Jesús como Dios.
Un
ejemplo del Antiguo Testamento del nombre Dios aplicado a Cristo lo vemos en el
conocido pasaje mesiánico de Isaías 9:6: «Nos ha nacido un niño, se nos ha
concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos
nombres: Consejero admirable, Dios fuerte».
B. SE USA LA PALABRA SEÑOR
(KYRIOS) PARA REFERIRSE A CRISTO:
En
ocasiones la palabra Señor (gr. kyrios) se empleaba simplemente como una forma
cortés de tratar a un superior, parecido a nuestra palabra señor (vea Mt 13:
27; 21: 30; 27: 63; Jn 4: 11).
Otras
veces puede solo significar «amo» de un siervo o esclavo (Mt 6: 24; 21: 40). No
obstante, se usa esa misma palabra en la Septuaginta (la traducción griega del
Antiguo Testamento que era de uso común en el tiempo de Cristo) como traducción
del hebreo YHWH, «Yahweh», o (como ha sido frecuentemente traducido) «el Señor»
o «Jehová». La palabra kyrios se usa 6. 814 veces para traducir el nombre del
Señor en el griego del Antiguo Testamento.
Por
tanto, cualquier lector de habla griega del tiempo del Nuevo Testamento que
tuviera algún conocimiento del Antiguo Testamento en griego hubiera reconocido
que, en contextos donde era apropiado, la palabra «Señor» era el nombre de
aquel ser reconocido como el Creador y Sustentador del cielo y de la tierra, el
Dios omnipotente.
Hay
muchos casos en el Nuevo Testamento donde se usa «Señor» para referirse a
Cristo en los que solo se puede entender con su fuerte sentido del Antiguo
Testamento, «el Señor» que es Jehová o Dios mismo. Este uso de la palabra
«Señor» es bastante sorprendente en las palabras del ángel a los pastores en
Belén: «Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el
Señor» (Lc 2: 11).
Aunque
estas palabras nos suenan familiares por nuestra lectura frecuente de la
historia de la Navidad, debiéramos damos cuenta de cuán sorprendentes les
sonaría a los judíos del primer siglo escuchar que alguien nacido como un bebé
fuera el «Cristo» (o «Mesías»),20 y, además, que aquel que era el Mesías era
también «el Señor», es decir, el mismísimo Señor Dios. La fuerza asombrosa de
la declaración del ángel, que los pastores apenas podían creer, fue que dijera,
esencialmente: «Hoy en Belén ha nacido un niño que es vuestro Salvador y
vuestro Mesías, y que es Dios mismo».
NOTA: Tito 1: 3, en relación con el hecho de que el
v. 4 llama a Cristo Jesús «nuestro Salvador» y con el hecho de que fue Cristo
Jesús quien comisionó a Pablo para que predicara el evangelio, podría ser
también considerado como otro ejemplo del uso de la palabra Dios para referirse
a Cristo.
Vea capítulo 14, para un estudio de los pasajes que
se refieren a Jesús como «Dios». Ve también la obra de Murray j. Harris, Jesús
as God (Baker, Grand Rapids, 1992), para el tratamiento exegético más amplio
que jamás se ha publicado sobre los pasajes del Nuevo testamento que se
refieren a Jesús como «Dios».
La palabra Cristo es la traducción griega de la
palabra hebrea Mesias.
No en
balde «cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían» (Lc 2:
18).
Cuando
María fue a visitar a Elisabeth varios meses antes de que Jesús naciera,
Elisabeth dijo: «Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme»
(Lc 1: 43). Debido a que Jesús todavía ni siquiera había nacido, Ensabet no
podía usaría palabra «Señor» para querer decir algo semejante a un «amo».
Más bien
lo estaba usando en el sentido fuerte del Antiguo Testamento, dando un sentido
asombroso a la expresión: «Pero, ¿cómo es esto, que la madre del Señor Dios
mismo venga a verme». Aunque esta es una declaración muy fuerte, resulta
dificil entender la palabra «Señor» en este contexto en un sentido más débil.
Vemos
otro ejemplo cuando Mateo dice que Juan el Bautista es uno que clama en el
desierto diciendo: «Preparen el camino para el Señor, háganle sendas derechas»
(Mt 3:3). Al decir esto Juan está citando Isaías 40: 3, que nos habla de Dios
mismo que viene a estar entre su pueblo.
Pero
el contexto aplica este pasaje al papel de Juan de preparar el camino para el
Jesús que llegaba. La implicación es que cuando Jesús llega, el Señor mismo
llega.
Jesús
también se identifica a sí mismo como el Señor soberano del Antiguo Testamento
cuando les pregunta a los fariseos acerca del Salmo 110: 1: «Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de mis
pies» (Mt 22: 44). La fuerza de esta declaración está en «Dios el Padre le dice
a Dios el Hijo [El Señor de David]: Siéntate a mi mano derecha».
Los
fariseos saben que él está hablando acerca de sí mismo e identificándose como
alguien digno de llevar el título de kyrios, «Señor», del Antiguo Testamento.
Ese
uso aparece co frecuencia en las epístolas, donde Señor es un nombre común para
referirse a Cristo. Pablo dice: «No hay más que un solo Dios, el Padre, de
quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, es
decir, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos (1ª Co
8:6; 12: 3, y muchos otros pasajes en esta epístola paulina).
Un
pasaje especialmente claro lo encontramos en Hebreos 1, donde el autor cita el
Salmo 102, el cual habla de la obra del Señor en la creación y lo aplica a
Cristo:
Tú, Oh Señor, En El Principio Pusiste Los Cimientos De La Tierra, Y El
Cielo Es Obra De Tus Manos. Ellos Perecerán, Pero Tú Permaneces Para Siempre.
Se Desgastarán Como Un Vestido, Los Doblarás Como Un Manto, Y Cambiarán Como
Ropa Que Se Muda; Pero Tú Eres Siempre El Mismo, Y Tus Años Nunca Se Acabarán
(He 1: 10-12).
Aquí
se habla explícitamente de Cristo como el eterno Señor del cielo y de la tierra
que creó todas las cosas y permanecerá siempre el mismo. Un uso tan fuerte del
término «Señor» para referirse a Cristo culmina en Apocalipsis 19: 16, donde
vemos a Cristo que regresa como un rey conquistador, y «en su manto y sobre el
muslo lleva escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores».
C. OTRAS DECLARACIONES
FUERTES DE DEIDAD:
Además
de los usos de la palabra Dios y Señor para referirse a Cristo, contamos con
otros pasajes que afirman firmemente la deidad de Cristo. Cuando Jesús dijo a
sus oponentes judíos que Abraham había visto su día (el de Cristo), ellos se le
enfrentaron: «Ni a los cincuenta años llegas, ¿y has visto a Abraham?» Gn 8:
57). Aquí una respuesta suficiente para probar la eternidad de Jesús hubiera
sido: «Antes que Abraham fuera, yo era».
En vez
de eso, él hace una afirmación mucho más asombrosa: «Ciertamente les aseguro
que, antes que Abraham naciera, ¡yo soy!» Gn 8: 58). Jesús combina dos
afirmaciones cuya secuencia no parece tener sentido: «Antes de que sucediera
algo en el pasado [Abraham naciera], algo en el presente sucedió [yo soy]». Los
líderes judíos reconocieron de inmediato que él no estaba hablando en acertijos
o cosas sin sentido.
Cuando
él dijo «Yo soy» estaba repitiendo las mismas palabras que Dios usó para
identificarse a sí mismo ante Moisés como «Yo soy el que soy» (Éx 3: 14).Jesús
estaba tomando para sí el título de «Yo soy», mediante el cual Dios declaró que
era un Ser de existencia eterna, el Dios que es la fuente de su propia
existencia y que siempre ha sido y siempre será.
Cuando
los judíos oyeron esta declaración solemne y enfática, supieron que él estaba
afirmando ser Dios. «Entonces los judíos tomaron piedras para arrojárselas,
pero Jesús se escondió y salió inadvertido del templo» Gn 8: 59).
Otra
afirmación fuerte sobre la deidad es la declaración de Jesús al final del
Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y
el Fin» (Ap 22: 13). Cuando eso se combina con la declaración de Dios el Padre
en Apocalipsis 1: 8, «Yo soy el Alfa y la Omega», constituye también una declaración
fuerte que iguala su deidad con la de Dios el Padre. Jesús es soberano sobre
toda la historia y toda la creación, él es el principio y el fin.
En
Juan 1: 1, Juan no solo llama a Jesús «Dios», sino que también se refiere a él
como «el Verbo» (gr. lagos, la Palabra). Los lectores de Juan reconocerían en
este término lagos una referencia doble a la poderosa y creativa Palabra de
Dios en el
Antiguo
Testamento mediante la cual los cielos y la tierra fueron creados (Sal 33: 6) y
al principio organizador y unificador del universo, aquello que, en el
pensamiento griego, lo mantiene todo unido y le permite tener sentido. Juan
está identificando a Jesús con ambas ideas y está diciendo que él no solo es la
poderosa palabra creadora de Dios y la fuerza organizadora y unificadora en el
universo, sino que también se hizo hombre: «y el Verbo se hizo hombre y habitó
entre nosotros.
Y
hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del
Padre lleno de gracia y de verdad» Gn 1: 14). Aquí encontramos otra declaración
fuerte de deidad conectada con una declaración explícita de que Jesús también
se hizo hombre y habitó entre nosotros como hombre.
Otras
evidencias de las afirmaciones de la deidad las podemos encontrar en el hecho
de que Jesús se llamó a sí mismo «el Hijo del Hombre». Este título aparece
ochenta y cuatro veces en los cuatro evangelios, pero solo lo usa Jesús y solo
para hablar de sí mismo (note, p. ej. Mt 16: 13 con Lc 9:18). En el resto del
Nuevo Testamento la frase «el Hijo del Hombre» (con el artículo definido «el»)
se usa solo una vez, en Hechos 7:56, donde Esteban se refiere a Cristo como el
Hijo del Hombre.
NOTA: Los otros «Yo soy» del Evangelio de Juan.
Donde Jesús afirma ser el pan de vida (6: 35), la luz del mundo (8: 12), la
puerta de las ovejas (10: 7), el buen pastor (10: 11), la resurrección y la
vida (11:25), el camino, la verdad y la vida (14: 6), y la vida verdadera (15:
1), contribuyen también al cuadro general que pondrá Juan de la deidad de
Cristo. Vea Donald Guthrie, New Testament Theology, pp.
330-32.
Vea Dona1d Guthrie, New
Testament Theology, esp. p. 326 572 26:
Este
término único tiene su trasfondo en la visión de Daniel 7 donde Daniel vio a
uno semejante a un «Hijo de Hombre» que se «acercó al venerable Anciano» y le
fue dado «autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas
lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás
será destruido! (Dn 7: 13-14).
Es
asombroso que este «hijo de hombre» vino con «las nubes del cielo» (Dn 7: 13).
Este pasaje habla claramente de alguien de origen celestial y que se le dio
autoridad eterna sobre todo el mundo. A los sumos sacerdotes no les pasó
desapercibido este pasaje cuando Jesús dijo: «De ahora en adelante verán
ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y bajando en
las nubes del cielo» (Mt 26: 64).
La
referencia a Daniel 7: 13-14 era inequívoca, y el sumo sacerdote y los miembros
del concilio sabían que Jesús estaba afirmando ser el soberano eterno del mundo
de origen celestial de la visión de Daniel. Inmediatamente dijeron: «¡Ha
blasfemado... Merece la muerte» (Mt 26: 65-66).
Aquí
Jesús por fin hace explícito que las fuertes afirmaciones de ser el soberano
eterno del mundo que antes insinuaba en su uso frecuente del título «el Hijo
del Hombre» se aplican a él.
Aunque
el título «Hijo de Dios» puede ser usado a veces para referirse a Israel (Mt 2:
15), o al hombre como creado por Dios (Lc 2: 38), o generalmente al hombre
redimido (Ro 8:14,19,23), hay, sin embargo, casos en los que la expresión «Hijo
de Dios» se refiere a Jesús como el Hijo eterno y celestial que es igual a Dios
mismo (vea Mt 11: 25-30; 17:5; 1ª Co 15: 28; He 1: 1-3, 5, 8).
Esto
es especialmente cierto en el Evangelio de Juan donde vemos a Jesús como el
Hijo único del Padre Gn 1: 14,18, 34,49) que revela por completo al Padre Gn 8:
19; 14: 9). Como Hijo es tan grande que podemos confiar en él para vida eterna
(algo que no se podía decir de los seres creados: Jn 3: 16, 36; 20: 31).
Él es
también el que tiene toda autoridad de parte del Padre para dar vida,
determinar juicio eterno y reinar sobre todo Gn 3: 36; 5: 20, 25; 10: 17; 16:
15). Como Hijo fue enviado por el Padre y, por tanto, existía desde antes de la
creación del mundo Gn 3:17; 5: 23; 10: 36).
Los
primeros tres versículos de Hebreos hacen hincapié en decir que el Hijo es a
quien Dios «designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo» (He
1: 2). Este Hijo, dice el escritor, «es el resplandor de la gloria de Dios, la
fiel imagen [lit. És el "duplicado exacto", gr. carakter] de lo que
él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa» (He
1:3).Jesús es la duplicación exacta de la «naturaleza» (o ser, gr. hypostasis)
de Dios, haciendo que sea exactamente igual a Dios en cada atributo. Además, él
sostiene continuamente el universo mediante «su palabra poderosa», algo que
solo Dios podía hacer.
Estos
pasajes se combinan para indicar que el título «Hijo de Dios», cuando se aplica
a Cristo, afirma fuertemente su deidad como el Hijo eterno en la Trinidad,
alguien que es igual a Dios en todos sus atributos.
2. EVIDENCIAS DE QUE JESÚS POSEÍA ATRIBUTOS DE DEIDAD.
Además
de las afirmaciones específicas de la deidad de Jesús que vemos en los muchos
pasajes citados (todo). Pedro está seguro que Jesús sabe lo que hay en el
corazón de cada persona y, por tanto, está seguro que conoce su corazón.
El
atributo divino de la omnipresencia no se afirma directamente en cuanto a Jesús
durante su ministerio terrenal. Sin embargo, al mirar hacia el futuro en que la
iglesia estaría establecida, Jesús pudo decir: «Donde dos o tres se reúnen en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18: 20). Además, antes de dejar
la tierra, les dijo a sus discípulos: «Les aseguro que estaré con ustedes
siempre, hasta el fin del mundo» (Mt 28:20).
Podemos
ver que Jesús poseía soberanía divina, una clase de autoridad que solo Dios
posee, en el hecho de que podía perdonar pecados (Mr, 2: 5-7). A diferencia de
los profetas del Antiguo Testamento que declaraban: «Así dice Jehová», él podía
comenzar sus declaraciones con la expresión: «Pero yo les digo» (Mt 5: 22, 28,
32, 34, 39, 44), una afirmación asombrosa de su propia autoridad. Jesús podía
hablar con la autoridad de Dios mismo porque él mismo era Dios en su plenitud.
El
Padre había «entregado todas las cosas» en sus manos y tenía la autoridad de
dar a conocer al Padre a quien él quisiera (Mt 11: 25-27). Tal es su autoridad
que el estado eterno futuro de cada uno en el universo depende de si la persona
cree en él o lo rechaza Gn 3: 36). Jesús también poseía el atributo divino de
la inmortalidad, la imposibilidad de morir. Vemos esto indicado cerca del
comienzo del Evangelio de Juan, cuando Jesús les dice a los judíos: «Destruyan
este templo, y lo levantaré de nuevo en tres días» Gn 2: 19).
Juan
explica que no estaba hablando del templo en Jerusalén hecho de piedras, «pero
el templo al que se refería era su propio cuerpo. Así, pues, cuando se levantó
de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho, y
creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús» Gn 2:21-22). Debemos
insistir, por supuesto, en que Jesús de verdad murió; este pasaje habla de
cuando Jesús «se levantó de entre los muertos».
Pero
es también significativo que Jesús predijo que tendría un papel activo en su
propia resurrección: «Lo levantaré de nuevo». Aunque otros pasajes de las
Escrituras nos dicen que el Padre estuvo activo en resucitar a Cristo de entre
los muertos, aquí él dice que él mismo estará activo en su resurrección. Jesús
afirmó el poder de poner su vida y tomarla de nuevo en otro pasaje del
Evangelio de Juan: «Por eso me ama el Padre: porque entrego mi vida para volver
a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia
voluntad.
Tengo
autoridad para entregarla, y tengo también autoridad para volver a recibirla.
Éste
es el mandamiento que recibí de mi Padre» Gn 10:17-18).Jesús habla aquí de un
poder que ningún otro ser humano había tenido: el poder de entregar su vida y
el poder de recuperarla de nuevo. Una vez más, esta es una indicación de que
Jesús poseía el atributo divino de la inmortalidad.
Asimismo,
el autor de Hebreos dice que Jesús es otro sacerdote «que ha llegado a serlo no
conforme a un requisito legal respecto a linaje humano, sino conforme al poder
de una vida indestructible» (He 7: 16). (El hecho que la inmortalidad es una
característica única de Dios lo vemos en 1Ti 6: 16, donde se habla de Dios como
del «único inmortal».)
NOTA: No estamos tratando de implicar que estos
versículos muestran que la naturaleza humana de Jesús era omnipresente.
La naturaleza humana de Jesús, incluyendo su cuerpo
físico, nunca estuvo en más de un lugar a la vez.
Es probablemente mejor entender estos versículos
como refiriéndose a la naturaleza divina de Jesús (vea más adelante, para un
análisis de la distinción entre las dos naturalezas de Cristo). Vea también
Mateo 8: 13.
Otra
evidencia clara de la deidad de Cristo es el hecho de que él es reconocido
digno de ser adorado, algo que no corresponde a ninguna criatura, incluyendo a
los ángeles (vea Ap 19: 10), sino solo a Dios.
No
obstante, las Escrituras dicen de Cristo que:
«Dios Lo Exaltó Hasta Lo Sumo Y Le Otorgó El Nombre Que Está Sobre Todo
Nombre, Para Que Ante El Nombre De Jesús Se Doble Toda Rodilla En El Cielo Y En
La Tierra Y Debajo De La Tierra, Y Toda Lengua Confiese Que Jesucristo Es El
Señor, Para Gloria De Dios Padre» (Fil2:
9-11). Asimismo, Dios Manda A Los Ángeles Que Adoren A Cristo, Porque
Leemos Que «Al Introducir Su Primogénito En El Mundo, Dios Dice: "Que Lo
Adoren Todos Los Ángeles De Dios"» (He 1: 6).
A Juan
se le permite un vislumbre de la adoración que tiene lugar en el cielo, porque
él ve a miles y miles de ángeles y criaturas angelicales alrededor del trono de
Dios que dicen: «¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el
poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la
alabanza!» (Ap 5: 12).
Y
luego dice: «y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo
de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: "¡Al que
está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y
el poder, por los siglos de los siglos!"» (Ap 5: 13).
Cristo
aparece aquí como «el Cordero, que ha sido sacrificado» y le es otorgada la
adoración universal que solo le corresponde a Dios el Padre, lo que demuestra
su igualdad en deidad.
3. ¿SE DESPOJÓ CRISTO DE ALGUNOS DE SUS ATRIBUTOS DIVINOS MIENTRAS ESTABA
EN LA TIERRA?
(La
teoría kenótica). Pablo escribe a los filipenses:
La Actitud De Ustedes Debe Ser Como La De Cristo Jesús, Quien, Siendo
Por Naturaleza Dios, No Consideró El Ser Igual A Dios Como Algo A Qué
Aferrarse. Por El Contrario, Se Rebajó Voluntariamente, Tomando La Naturaleza
De Siervo Y Haciéndose Semejante A Los Seres Humanos (Fil 2: 5-7).
Comenzando
con este texto. Varios teólogos en Alemania (1860-1880) y en Inglaterra (1890 a
1910) abogaron por una perspectiva de la encamación que no había sido apoyada
antes en la historia de la iglesia. Esta nueva perspectiva fue conocida como la
«teoría kenótica», y la posición general que representaba fue llamada la
«teología kenótica». La teoría de la kenosis sostiene que Cristo se despojó de
algunos de sus atributos divinos mientras que estaba en la tierra como hombre.
(La
palabra kenosis proviene del verbo griego kenoo, que generalmente significa
«vaciarse», y se traduce en Filipenses 2: 7 como «se despojó a sí mismo o se
rebajó voluntariamente».) Según esta teoría, Cristo «se despojó» de algunos de
sus atributos divinos, tales como la omnisciencia, la omnipresencia y la
omnipotencia, mientras que estuvo en la tierra como hombre. Esto se veía como
una limitación voluntaria de parte de Cristo, que él llevó a cabo con el fin de
cumplir con su obra de redención."
¿Pero
enseña de verdad Filipenses 2:7 que Cristo se despojó de algunos de sus
atributos divinos? ¿Lo confirma el resto del Nuevo Testamento? La evidencia de
las Escrituras apunta a una respuesta negativa a ambas preguntas.
Debemos
primero darnos cuenta que ningún
maestro reconocido en los primeros 1800 años de la historia de la iglesia,
incluyendo aquellos que hablaban el griego como lengua materna, pensó que el
«despojarse a sí mismo» de Filipenses 2: 7 significaba que el Hijo de Dios
renunció a algunos de sus atributos divinos.
NOTA: Vea también Mt 28: 17 donde Jesús acepta ser
adorado por sus discípulos después de la resurrección.
27Encontramos un estudio general muy claro de la
historia de la teología kenótica en el artículo «Kenosis, a Kenotic Theology»
por S. M. Smith, en BDT, pp. 600-602. Sorprende (por el volumen en el cual
aparece Este ensayo) que Smith termina apoyando la teología kenótica, Como una
forma válida de Fe bíblica ortodoxa (p. 602).
Segundo, debemos reconocer que el texto no dice que Cristo
«se despojó de algunos poderes» o que «se vació de algunos atributos divinos» o
nada semejante a eso.
Tercero, el texto nos describe lo que Cristo hizo en este
«despojarse». No lo hizo vaciándose a sí mismo de algunos de sus atributos,
sino más bien «tomando la naturaleza de siervo», es decir, viniendo a vivir
como un hombre, y «al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo
obediente hasta la muerte, Y muerte de cruz!» (Fil 2: 8).
De
manera que el contexto mismo interpreta este «despojarse» como equivalente a
«humillarse a sí mismo» y tomar una posición inferior. Por esa razón la NVI, en
vez de traducir la frase «se despojó a sí mismo», lo hace diciendo: «Se rebajó
voluntariamente». El despojamiento incluye cambio de papel y posición, no de
atributos esenciales ni de naturaleza.
Una cuarta razón para esta interpretación
la vemos en el propósito de Pablo en este contexto. Su propósito ha sido el de
persuadir a los filipenses de que «no hagan nada por egoísmo o vanidad; más
bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos»
(Fil 2: 3), y continúa diciéndoles: «Cada uno debe velar no solo por sus
propios intereses sino también por los intereses de los demás» (Fil 2: 4).
Para
persuadirles a que fueran humildes y pusieran los intereses de otros por
delante, les recuerda el ejemplo de Cristo: «La actitud de ustedes debe ser
como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser
igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó
voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo» (Fil 2: 5-7).
Al
presentar a Cristo como un ejemplo, Pablo quiere que los filipenses lo imiten.
Pero, por supuesto, no está pidiendo a los cristianos filipenses que se
(despojaran) o «dejaran a un lado» sus atributos o habilidades esenciales. No
les está pidiendo que «renunciaran» a su inteligencia, fortaleza o capacidad y
se convirtieran en una versión disminuida de lo que eran. Más bien, les está
pidiendo que pongan el interés de otro por encima del suyo: «Cada uno debe
velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los
demás» (Fil 2: 4).
Y debido
a que esa es su meta, encaja bien con el contexto entender que está usando a
Cristo como el ejemplo supremo de uno que hizo exactamente eso: Puso por
delante los intereses de otros y estuvo dispuesto a despojarse de algunos de
sus privilegios y posición que le pertenecían como Dios.
Por
tanto, la mejor manera de entender este pasaje es que habla de que Jesús
renunció a la posición y el privilegio que tenía en el cielo: él «no consideró
el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse» (o «aferrase a ello para
beneficio propio»), sino que «se despojó a sí mismo» o «se rebajó
voluntariamente» por amor de nosotros, y vino a vivir como hombre. Jesús habla
en otra parte acerca de la «gloria que tuve contigo antes que el mundo
existiera» Gn 17: 5), una gloria que había dejado y que volvería a recibir
cuando regresara al cielo.
Y
Pablo podía decir de Cristo «que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo
pobre» (2ª Co 8:9), hablando de nuevo del privilegio y honor que merecía, pero
que dejó temporalmente por nosotros.
La quinta y última explicación de por qué la perspectiva
«kenótica» de Filipenses 2: 7 debe ser rechazada está en el contexto amplio de
la enseñanza del Nuevo Testamento y de la enseñanza doctrinal de toda la
Biblia. Si fuera cierto que un suceso tan trascendental como ese ocurrió, que
el eterno Hijo de Dios cesó por un tiempo de tener todos los atributos de Dios
que cesó por un tiempo de ser omnisciente, omnipotente y omnipresente, por
ejemplo- esperaríamos que algo tan increíble como eso se enseñaría clara y
repetidamente en el Nuevo Testamento, y no solo en una interpretación muy
dudosa de una sola palabra en una epístola.
Pero
nosotros encontramos lo opuesto a eso: No encontramos en ninguna parte
declarado que el Hijo de Dios cesara de tener todos los atributos de Dios que
él poseía desde la eternidad. En realidad, si la teoría kenótica fuera cierta
(y esta es nuestra objeción fundamental a ella), ya no podríamos afirmar que
Jesús era completamente Dios mientras estaba aquí en la tierra. La teoría
kenótica niega en última instancia la plena deidad de Cristo Jesús y hace de él
algo menos que un Dios completo. S. M. Smith admite: «Todas las formas de la
ortodoxia clásica rechaza ya sea explícitamente o en principio la teología
kenótica».
Es
importante que nos demos cuenta que lo que tenía más fuerza para persuadir a
las personas a aceptar la teoría kenótica no era que hubieran descubierto una
mejor explicación de Filipenses 2: 7 o de ningún otro pasaje del Nuevo
Testamento, sino más bien la creciente incomodidad que las personas sentían con
las formulaciones de la doctrina del Cristo histórico de la ortodoxia clásica.
Era
sobre todo que les parecía demasiado increíble a la mente moderna racional y
«científica» creer que Cristo Jesús pudiera ser verdaderamente humano y al
mismo tiempo completa y absolutamente Dios. La teoría kenótica empezó a sonar
cada vez más como una manera aceptable de decir (de alguna forma) que Jesús era
Dios, pero una clase de Dios que durante un tiempo había renunciado a algunas
de sus cualidades divinas, aquellas que resultaba más difíciles de aceptar para
las personas en el mundo moderno.
NOTA: A veces la palabra kenosis se usa en un
sentido débil que no se aplica a la teoría kenótica en un sentido pleno, sino
simplemente para referirse a un entendimiento más ortodoxo de Filipenses 2:7,
en e! que solo significa que Jesús renunció a su gloria y privilegios durante
el tiempo que estuvo en la tierra. (Esta es esencialmente la perspectiva que
nosotros hemos abogado en este texto.)
Pero no parece para nada sabio usar el término
«kenosis» para referirse a tal entendimiento tradicional de Filipenses 2: 7,
porque con demasiada facilidad se confunde con la doctrina completa de la
kenosis que en esencia niega la plena deidad de Cristo. Tomar un término que
formalmente se aplica a una enseñanza doctrinal falsa y usarlo entonces para
una sólida posición bíblica es muy confuso para muchas personas.
S. M. Smitb, «Kenosis, A
Kenotic Theology», p. 601.
Smitb señala que una de las influencias primarias
que llevó a algunos a adoptar la teología kenótica fue e! crecimiento de la
moderna sicología en el siglo XIX. «Nuestro siglo está aprendiendo a pensar en
términos de categorías de sicología. Ser consciente era una categoría central.
Si en nuestro «centro» está nuestro ser consciente, y si Jesús era a la vez
Dios omnisciente y hombre limitado, entonces él tiene dos centros y, por tanto,
no era fundamentalmente uno como nosotros.
La cristología se estaba haciendo inconcebible para
algunos» (Ibíd., pp. 600-601). En otras palabras, la presión de! estudio
sicológico moderno estaba haciendo que la creencia en la combinación de la
plena deidad y plena humanidad en la persona de Cristo resultara dificil de
explicar o incluso intelectualmente embarazosa: ¿Cómo podía ser alguien tan
diferente de nosotros y ser todavía un verdadero hombre?
Con todo, podemos responder que la sicología
moderna está inherentemente limitada en que e! objeto de su estudio es solo los
seres humanos. Ningún sicólogo moderno ha estudiado nunca a alguien que
estuviera completamente libre del pecado (como Cristo lo estaba) y que era
completamente Dios y completamente hombre (como Cristo era). Si nosotros
limitamos nuestro entendimiento a lo que la moderna sicología nos dice que es
«posible» o concebible», entonces no tendríamos un Cristo sin pecado ni a un
Cristo divino. En esto como en otros muchos puntos de doctrina, nuestro
entendimiento de lo que es «posible» debe estar determinado no por los modernos
estudios empíricos de un mundo finito y caído, sino por la enseñanza de las
Escrituras en sí.
4. CONCLUSIÓN: CRISTO ES COMPLETAMENTE DIVINO.
El
Nuevo Testamento, en cientos de versículos explícitos llama a Jesús «Dios» y
«Señor» y emplea un buen número de otros títulos de la deidad para referirse a
él; y en muchos pasajes que le atribuyen acciones o palabras que solo podían
ser ciertas de Dios, afirman una y otra vez la plena y absoluta deidad de
Cristo Jesús, «A Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud» (Col 1:19),
y «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo» (Col
2:9).
En una
sección anterior argumentamos que Jesús es verdadera y completamente humano.
Ahora concluimos que él es verdadera y completamente Dios también. Lleva
correctamente el nombre de «Emanuel» que significa «Dios con nosotros» (Mt 1:
23).
5. ES HOY «INTELIGIBLE» LA DOCTRINA DE LA ENCARNACIÓN
A 'lo
' largo de la historia ha habido objeciones a la enseñanza del Nuevo Testamento
sobre la plena deidad de Cristo. Merece la pena que mencionemos aquí un ataque
reciente a esta doctrina porque ha creado una gran controversia, dado que los
contribuyentes a ese libro eran todos líderes reconocidos de la iglesia en
Inglaterra.
El
libro lleva por título The Myth of God Incarnate, editado por John Hick
(Londres: SCM, 1977). El título expresa la tesis del libro: La idea de que
Jesús fuera «Dios encamado» o «Dios hecho carne» es un «mito». Es, quizá, una
historia útil para la fe de generaciones anteriores, pero no algo en lo que hoy
podamos creer.
El
argumento del libro empieza con algunas suposiciones fundamentales:
(1) La Biblia no tiene una autoridad divina absoluta para nosotros hoy (p.
j), Y:
(2) El cristianismo, como la vida y el pensamiento humano, está
evolucionando y cambiando a lo largo del tiempo.
Las
afirmaciones básicas del libro aparecen presentadas en los dos primeros
capítulos. En el capítulo 1, Maurice Wiles argumenta que es posible tener
cristianismo sin la doctrina de la encamación.
La
iglesia ya ha dejado antes otras doctrinas, tales como la «presencia real» de
Cristo en la Cena del Señor, la infabilidad de las Escrituras y el nacimiento
virginal; por tanto, es posible abandonar la doctrina tradicional de la
encamación y todavía seguir conservando la fe cristiana.
Además,
la doctrina de la encarnación no se presenta directamente en las Escrituras,
sino que se originó en situaciones en las que la creencia en lo sobrenatural
era creíble; no obstante, nunca ha sido una doctrina coherente e inteligible a
lo largo de la historia de la iglesia.
En
cuanto a la enseñanza del Nuevo Testamento, Francis Young, en el capítulo 2,
argumenta que el Nuevo Testamento contiene los escritos de muchos diversos
testigos que cuentan lo que entendían de Cristo, pero que no se puede obtener
una perspectiva única y unificada de Cristo basada en todo el Nuevo Testamento;
la visión de la naciente iglesia acerca de Cristo se fue desarrollando en
varias direcciones a lo largo del tiempo. Young concluye que la situación es
similar hoy.
Dentro
de la iglesia cristiana muchas diversas respuestas personales a la historia de
Cristo son también aceptables para nosotros, y eso incluiría ciertamente la
respuesta que ve a Cristo como un hombre en quien Dios estaba obrando en una
forma única, pero no que fuera en absoluto un hombre que fuera también
completamente Dios."
Desde
el punto de vista de la teología evangélica, es importante notar que este
rechazo franco de la deidad de Cristo solo podría defenderse sobre la
suposición previa de que el Nuevo Testamento no hay que aceptarlo como una
autoridad divina absoluta y veraz en cada aspecto. La cuestión de la autoridad
es, en muchos casos, la gran línea divisora en las conclusiones sobre la
persona de Cristo.
Segundo,
mucha de la crítica de la doctrina de la encamación se enfoca en la afirmación
que no era «coherente» ni «inteligible». No obstante, en su raíz esto es
simplemente una indicación de que los autores no están dispuestos a aceptar
nada que no parezca encajar con su cosmovisión «científica» en la que el
universo natural es un sistema cerrado que no está abierto a intrusiones
divinas como los milagros y la encamación.
La
afirmación de que Jesús era completamente Dios y completamente hombre en una
sola persona», aunque no es una contradicción, es una paradoja que no puede ser
completamente comprendida en esta era y quizá no por toda la eternidad, pero
eso no nos da a nosotros el derecho de catalogarla como «incoherente» o
«ininteligible».
La
doctrina de la encarnación como ha sido entendida por la iglesia a lo largo de
la historia ha sido en verdad coherente e inteligible, aunque nadie mantiene
que nos ha provisto con una explicación exhaustiva de cómo Jesús es a la vez
completamente Dios y completamente hombre.
Nuestra
propia respuesta no es rechazar la enseñanza clara y central de las Escrituras
acerca de la encamación, sino simplemente reconocer que permanecerá una
paradoja, que eso es todo lo que Dios ha elegido damos a conocer acerca de
ello, y eso es verdad. Si estamos dispuestos a sometemos a Dios y a sus
palabras en las Escrituras, entonces debemos creerlo.
6. POR QUÉ ES NECESARIA LA DEIDAD DE JESÚS?
En la
sección anterior mencionamos varias razones por las que era necesario que Jesús
fuera completamente hombre a fin de ganar nuestra redención. Aquí es apropiado
que reconozcamos que es de vital importancia que insistamos también en la plena
deidad de Cristo, no solo porque las Escrituras la enseñan con claridad, sino
también porque:
(1) solo el infinito Dios podía llevar sobre sí todo el castigo de todos
los pecados de todos los que creerían en él. Cualquier otra criatura finita no
hubiera podido cargar con ese castigo;
(2) la salvación viene del Señor (Jan 2: 9) y todo el mensaje de las
Escrituras está designado para mostrar que ningún ser humano, ninguna criatura,
hubiera podido jamás salvar al hombre, solo Dios podía; y:
(3) solo alguien que era verdadera y completamente Dios podía ser el
mediador entre Dios y el hombre (1ª Ti 2: 5), para llevamos de vuelta a Dios y
para damos a conocer a Dios de la forma más completa (Jn 14: 9).
De
modo que, si Jesús no es completamente Dios, no tenemos salvación y al final
tampoco cristianismo. No es accidente que a lo largo de la historia estos
grupos que han abandonado la creencia en la plena deidad de Cristo no han
permanecido por mucho tiempo dentro de la fe cristiana, sino que pronto se han descarriado
hacia la clase de religión representada por el unitarismo en los Estados Unidos
y en otras partes.
«Todo
el que niega al Hijo no tiene al Padre; el que reconoce al Hijo tiene también
al Padre» (1 Jn 2: 23). «Todo el que se descarría y no permanece en la
enseñanza de Cristo, no tiene a Dios, el que permanece en la enseñanza sí tiene
al Padre y al Hijo» (2ª Jn 9).
C. LA ENCARNACIÓN: DEIDAD Y HUMANIDAD EN LA PERSONA DE CRISTO
La
enseñanza bíblica acerca de la plena deidad y plena humanidad de Cristo es tan
amplia que ambas han sido creídas desde los primeros tiempos en la historia de
la iglesia. Pero el concepto preciso de cómo la plena deidad y plena humanidad
pueden estar combinadas juntas en una persona se fue formulando gradualmente en
la iglesia y no se llegó a su forma final hasta la definición del Concilio de
Calcedonia en el451 d.C. Antes de ese momento, se propusieron varias
perspectivas inadecuadas de la persona de Cristo y fueron rechazadas.
Una de
ellas, el arrianismo, que sostenía que Jesús no era completamente divino, ya la
discutimos en el capítulo sobre la Trinidad. Pero debemos mencionar aquí otras
tres perspectivas que al final fueron rechazadas como heréticas.
1. TRES PERSPECTIVAS INADECUADAS DE LA PERSONA DE CRISTO
A. EL APOLINARISMO:
Apolinar,
que fue obispo de Laodicea en el 361 d.C., enseñó que la persona de Cristo
tenía un cuerpo humano, pero no una mente ni un espíritu humano, y que la mente
y el espíritu de Cristo procedían de la naturaleza divina del Hijo de Dios.
Pero
el punto de vista de Apolinar fue rechazado por los líderes de la iglesia de
aquel tiempo, quienes se dieron cuenta que no solo nuestro cuerpo humano
necesitaba salvación y estar representado por Cristo en su obra redentora, sino
también nuestra mente y espíritu (o almas) humanos. Cristo tenía que ser
completa y verdaderamente hombre si es que iba a salvarnos (He 2: 17).
El
apolinarismo fue rechazado por varios concilios de la iglesia, desde el
Concilio de Alejandría en e1362 d.C. hasta el Concilio de Constantinopla en
e1381 d.C.
B. NESTORIANISMO:
El
nestorianismo es la doctrina de que había dos personas separadas en Cristo, una
persona humana y otra divina, una enseñanza que es distinta del punto de vista
bíblico que ve a Jesús como una persona.
Nestorio
fue un predicador popular en Antioquía, y desde el año 428 d.C. fue obispo de
Constantinopla. Aunque Nestorio mismo nunca enseñó la perspectiva herética que
lleva su nombre (la idea de que Cristo tenía dos personas en un cuerpo, más
bien que una persona), por medio de una combinación de conflictos personales y
de una buena medida de política eclesiástica, fue depuesto de su posición de
obispo y sus enseñanzas fueron condenadas."
Es
importante comprender por qué la iglesia no podía aceptar el concepto de que en
Cristo había dos personas distintas. En ninguna parte de las Escrituras tenemos
ninguna indicación de que la naturaleza humana de Cristo, por ejemplo, es una
persona independiente, con la capacidad de decidir algo contrario a la
naturaleza divina de Cristo.
En
ninguna parte tenemos una indicación de que las naturalezas humana y divina
estuvieran discutiendo o luchando dentro de Cristo, ni nada parecido. Más bien,
tenemos una imagen coherente de una sola persona actuando en unidad y como un
todo. Jesús siempre usa el «yo», nunca el «nosotros»,34 aunque puede referirse
a sí mismo y al Padre juntos como «nosotros» Gn 14: 23).
La
Biblia siempre habla de Jesús como «él», no como «ellos». Y, aunque podemos a
veces distinguir acciones de su naturaleza divina y acciones de su naturaleza
humana registradas en las Escrituras, la Biblia misma nunca dice que la
«naturaleza humana de Jesús hizo esto» o «la naturaleza divina de Jesús hizo
aquello», como si fueran dos personas separadas, sino que siempre habla de lo
que la persona de Cristo hizo. Por tanto, la iglesia continuó insistiendo en
que Jesús era una persona, aunque poseía tanto la naturaleza humana como la
divina.
NOTA: Harold O. J. Brown dice: «La persona
encarnada según Nestorio era una sola persona, no dos como pensaron sus
críticos, pero él no pudo convencer a los demás que era así. En consecuencia él
ha quedado en la historia como uno de los grandes herejes aunque lo que él
creía fue reafirmado en Calcedonia» (Hereties, p. 176). Es muy útil el estudio
amplio de Brown del nestorianismo y otros temas relacionados en la pp. 172-84.
Hay un uso poco común en Juan 3: 11, donde Jesús de
repente cambia al plural: «Te digo con seguridad y verdad que hablamos de lo
que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente». Puede que
Jesús se estuviera refiriendo a sí mismo y a algunos discípulos con Él que no
se mencionan, en contraste con el «sabemos » de los líderes judíos a los que
alude Nicodemo cuando él empieza la conversación: «Rabí -le dijo-, sabemos que
eres un maestro que ha venido de parte de Dios» (Jn 3: 2). O puede que Jesús
estuviera hablando de sí mismo junto con el testimonio del Espíritu Santo, cuya
obra es el tema de la conversación (vv. 5-9). En cualquier caso, Jesús no se
está refiriendo a sí mismo como «sabemos», puesto que empieza hablando en
primera persona.
C. MONOFISISMO (EUTIQUISMO):
Se
llama monofisismo a una tercera perspectiva inadecuada que ve a Cristo como
teniendo una sola naturaleza (gr. monos «una» y phycis «naturaleza»). El
principal defensor de este punto de vista en la iglesia primitiva fue Eutiques
(c. 378-454 d.C.), que era el líder de un monasterio en Constantinopla.
Eutiques
enseñó un error opuesto al nestorianismo, porque negó que la naturaleza humana
y la divina permanecieran completamente humana y completamente divina. Sostuvo
más bien que la naturaleza humana de Cristo fue tomada y absorbida por su
naturaleza divina, de modo que ambas naturalezas cambiaron de alguna forma y
surgió una tercera clase de naturaleza.
Podemos
ver una analogía de lo que Eutiques decía en el ejemplo de si echamos una gota
de tinta en un vaso de agua: La mezcla resultante ya no es tinta pura ni agua
pura, sino una tercera clase de sustancia, una mezcla de las dos en que la
tinta y el agua cambian.
Del
mismo modo, Eutiques enseñó que Jesús era una mezcla de elementos divinos y
humanos en los que ambos estaban de alguna manera modificados para formar una
nueva naturaleza.
El
monofisismo también causó comprensiblemente gran preocupación en la iglesia,
porque, según esta doctrina, Cristo no era verdaderamente Dios ni tampoco
verdaderamente hombre. Y si eso era así, no podía representamos de verdad a
nosotros como hombre ni tampoco podía ser de verdad Dios y capaz de ganar
nuestra salvación.
2. LA SOLUCIÓN A LA CONTROVERSIA: LA DEFINICIÓN DEL
CONCILIO DE CALCEDONIA EN EL 451 D.C.
Con el
fin de intentar resolver el problema surgido a causa de estas controversias
sobre la persona de Cristo, se convocó un concilio de la iglesia en Calcedonia cerca
de Constantinopla (la moderna Estambul), desde e18 de octubre al! De noviembre
del 451 d. C. La declaración resultante, conocida como la Definición de
Calcedonia, protegía en contra del apolinarismo, el nestorianismo y el
eutiquismo.
Ha
sido reconocida por la rama católica, protestante y ortodoxa del cristianismo
como la definición formal y ortodoxa de la enseñanza bíblica sobre la persona
de Cristo desde esa fecha .
NOTA: Una variante del Eutiquismo sostiene que la
naturaleza humana quedó simplemente perdida en la divina. De manera que la
naturaleza única resultante fue solo la naturaleza divina.
Esta
declaración no es larga, y podemos citarla aquí completa:
Nosotros, Entonces, Fieles A Los Santos Padres Y Todos De Mutuo Acuerdo,
Enseñamos A Los Hombres A Confesar Al Único Y Mismo Hijo, A Nuestro Señor
Jesucristo, Que Es Perfecto En Divinidad Y También Perfecto En Humanidad;
Verdaderamente Dios Y Verdaderamente Hombre, Con Un Alma Racional Y Cuerpo;
Consustancial Con El Padre Conforme A La Divinidad, Y Consustancial Con
Nosotros Conforme A La Humanidad; Semejante En Todas Las Cosas A Nosotros, Pero
Sin Pecado; Engendrado Desde Antes De La Creación Por El Padre Conforme A La
Divinidad, Y En Los Últimos Días, Para Nosotros Y Para Nuestra Salvación,
Nació De La Virgen María, La Madre De Dios, Según La Humanidad; El Único
Y El Mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, Para Ser Reconocido En Dos
Naturalezas, Inconfundibles, Inalterables Indivisibles, Inseparables; La
Distinción De Naturalezas No Desaparecen En Absoluto Por La Unión, Sino Que
Quedan Preservadas Las Propiedades De Ambas Naturalezas, Y Concurren Juntas En
Una Persona Y Una Sustancia, No Separadas Ni Divididas En Dos Personas, Sino
Uno Y El Mismo Hijo, El Unigénito, Dios, El Verbo, El Señor Jesucristo, Como Lo
Habían Declarado Los Profetas Acerca De Él Desde El Principio, Y El Mismo Señor
Jesucristo Nos Ha Enseñado, Y Como Nos Lo Ha Pasado A Nosotros El Credo De Los
Santos Padres.
En
contra de la opinión de Apolinar de que Cristo no tenía una mente humana o
alma, tenemos la declaración de que es «verdaderamente hombre, con un alma
racional y cuerpo; consustancial con el Padre conforme a la divinidad, y
consustancial con nosotros conforme a la humanidad; semejante en todas las
cosas a nosotros». (La palabra consustancial significa que «tiene la misma
naturaleza o sustancia).
En
oposición al nestorianismo que decía que en Cristo había dos personas unidas en
un cuerpo, tenemos las palabras «indivisibles, inseparables y concurren juntas
en una Persona y una Sustancia, no separadas ni divididas en dos personas».
En
contra del monofisismo que decía que Cristo tenía solo una naturaleza, y que su
naturaleza humana había quedado perdida en la unión con la naturaleza divina,
tenemos las palabras: «para ser reconocido en dos naturalezas, inconfundibles,
inalterables; la distinción de naturalezas no desaparecen en absoluto por la
unión, sino que quedan preservadas».
Las
naturalezas humana y divina no quedaron confundidas ni cambiadas cuando Cristo
se hizo hombre, sino que la naturaleza humana permanece como auténtica
naturaleza humana, y la naturaleza divina permanece como auténtica naturaleza
divina.
Indica
que el eterno Hijo de Dios tomó una verdadera naturaleza humana, y que las
naturalezas divina y humana de Cristo permanecen distintas y retienen sus
propiedades, y no obstante, están unidas eterna e inseparablemente en una misma
persona.
NOTA: Sin embargo, debiéramos indicar que tres
grupos localizados de las antiguas iglesias rechazaron la definición de
Calcedonia y todavía siguen apoyando el monofisismo hasta esta fecha: La
Iglesia Ortodoxa Etíope, la Iglesia Ortodoxa Copta (en Egipto) y la Iglesia
Jacobita Siria. Vea H. D. McDonald, «Mono physitism», en NDT, pp. 442-43.
Algunos
han dicho que la Definición de Calcedonia en realidad no define para nosotros
en una forma positiva lo que la persona de Cristo es realmente, sino que solo
nos dice las varias cosas que no es. En este sentido varios han dicho que no es
una definición muy útil. Pero esa acusación es desorientadora e inadecuada.
La
definición en realidad ayudó mucho a entenderla enseñanza bíblica en forma
correcta.
Enseñó
que Cristo definitivamente tiene dos naturalezas, una humana y otra divina.
Enseñó que su naturaleza divina es exactamente igual a la del Padre
(consustancial con el Padre conforme a la divinidad). Y sostiene que la
naturaleza humana es exactamente como hl nuestra, pero sin pecado
(consustancial con nosotros conforme a la humanidad; semejante en todas las
cosas a nosotros, pero sin pecado).
Además,
afirma que en la persona de Cristo la naturaleza humana retiene sus
características distintivas y que la naturaleza divina conserva sus
características distintivas. (la distinción de naturalezas no desaparecen en
absoluto por la unión, sino que quedan preservadas las propiedades de ambas
naturalezas). Por último, afirma que, ya sea que lo podamos entender o no,
estas dos naturalezas están unidas en la persona de Cristo.
Cuando
la definición de Calcedonia dice que las dos naturalezas de Cristo concurren
«en una Persona y una Sustancia», la palabra griega que se traduce «sustancia»
es la palabra hypostasis, «ser». De aquí que la unión de las naturalezas humana
y divina de Cristo en una persona es algunas veces llamada unión hipostática.
Esta frase significa la unión de las naturalezas humana y divina de Cristo en
un ser.
3. COMBINACIÓN DE TEXTOS BÍBLICOS ESPECÍFICOS SOBRE LA DEIDAD Y HUMANIDAD
DE CRISTO.
Cuando
examinamos el Nuevo Testamento, como hicimos arriba en las secciones sobre la
humanidad y deidad de Jesús, hay varios pasajes que parecen difíciles de
integrar. (¿Cómo podía Cristo ser omnipotente y a la vez débil? ¿Cómo podía
dejar el mundo y estar a la vez presente en todas partes? ¿Cómo podía él
aprender cosas y a la vez ser omnisciente?)
Cuando
la iglesia luchaba por entender estas enseñanzas, llegó por fin la Definición
de Calcedonia, que habla de dos naturalezas distintas en Cristo que retienen
sus propiedades y, no obstante, permanecen juntas en una persona. Esta
distinción, la cual nos ayuda en nuestra comprensión de los pasajes bíblicos
mencionados antes, también parece que estos pasajes la demandan.
A. UNA NATURALEZA HACE
ALGUNAS COSAS QUE LA OTRA NATURALEZA NO HACE:
Los
teólogos evangélicos de pasadas generaciones no han dudado en distinguir entre
las cosas que hace la naturaleza humana de Cristo pero no su naturaleza divina,
o por su naturaleza divina pero no por su naturaleza humana. Parece ser que
tenemos que hacer esto si estamos dispuestos a aceptar la declaración de
Calcedonia acerca de que «quedan preservadas las propiedades de ambas
naturalezas».
Pero
pocos teólogos recientes han estado dispuestos a hacer esas distinciones, quizá
debido a una vacilación en afirmar algo que no se puede entender.
Cuando
hablamos de la naturaleza humana de Jesús, podemos decir que él ascendió al
cielo y que ya no está en el mundo Gn 16: 28; 17: 11; Hch 1: 9-11)." Pero
con respecto a su naturaleza divina, podemos decir que Jesús está presente en
todas partes: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos» (Mt 18: 20); «Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mt
28: 20); «El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos
nuestra vivienda con él» Gn 14: 23).
De
manera que podemos decir que ambas cosas son ciertas acerca de la persona de
Cristo: él ha regresado al cielo y está también presente con nosotros.
Del
mismo modo, podemos decir que Jesús tenía cerca de treinta años (Lc. 3: 23), si
estamos hablando de su naturaleza humana, pero podemos decir que existía
eternamente Gn 1:1-2; 8:58) si estamos hablando de su naturaleza divina.
En su
naturaleza humana, Jesús era débil y se cansaba (Mt 4: 2; 8: 24; Mr 15: 21; Jn
4: 6), pero en su naturaleza divina él era omnipotente (Mt 8: 26-27; Col 1: 17;
He 1: 3). Es especialmente asombrosa la escena en el lago de Galilea donde
Jesús se encontraba durmiendo sobre la dura madera de la barca, supuestamente
porque estaba cansado (Mt 8: 24).
Pero
pudo despertarse del sueño y calmar el viento y las olas con una palabra (Mt 8:
26-27). ¡Cansado y, no obstante, omnipotente! Vemos aquí que la naturaleza
humana débil de Jesús ocultaba completamente su omnipotencia hasta que su
omnipotencia se manifestaba con una palabra soberana de parte del Señor del
cielo y de la tierra.
Si
alguien pregunta si Jesús, cuando se encontraba durmiendo en la barca, estaba
también «[sosteniendo] todas las cosas con su palabra poderosa» (He 1:3), y si
todas las cosas en el universo estaban subsistiendo por medio de él en ese
tiempo (vea Col 1:17), la respuesta debe ser sí, porque esas actividades han
sido siempre y siempre serán la responsabilidad de la segunda persona de la
Trinidad, el eterno Hijo de Dios.
Los
que piensan que la doctrina de la encarnación es «inconcebible» han preguntado
algunas veces si Jesús, cuando era un bebé en el establo en Belén, estaba
también «sosteniendo el universo». La respuesta a esta pregunta debe ser
también sí: Jesús en ese momento no estaba siendo potencialmente Dios ni
alguien en quien Dios actuaba de forma única, sino que era verdadera y
completamente Dios, con todos los atributos de Dios.
NOTA: Los teólogos luteranos, siguiendo a Martin
Lucero, ha afirmado en ocasiones que la naturaleza humana de Jesús, aun su
cuerpo humano, está presente en todas partes o «ubicuo» (omnipresente).
Pero esta posición no ha sido adoptada por ningún
otro segmento de la iglesia cristiana, y parece ser que ha sido una posición
que Martin Lutero tomó principalmente como un intento para justificar su
interpretación de que el cuerpo de Cristo está en realidad presente en la Cena
del Señor (no en los elementos mismos, sino con ellos).
Él era
«un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lc 2: 11). Los que rechazan esto como
imposible es porque tienen una definición diferente de lo que es «posible» de
la que tiene Dios, según se revela en las Escrituras. Decir que nosotros no
podemos entender esto es una actitud humilde apropiada. Pero decir que no es
posible me parece que es más bien arrogancia intelectual.
En una
manera similar, podemos entender que en su naturaleza humana, Jesús murió (Lc
23: 46; 1ª Co15: 3). Pero con respecto a su naturaleza divina, no murió, sino
que fue capaz de levantarse a sí mismo de entre los muertos Gn2: 19; 10: 17-18;
He 7:16). No obstante, aquí debemos expresar una palabra de cautela: Es cierto
que cuando Jesús murió, su cuerpo fisico murió y su alma humana (o espíritu)
quedó separada de su cuerpo y pasó a la presencia de Dios el Padre en el cielo
(Lc 23: 43, 46).
De
esta manera él experimentó una muerte que es como la que experimentamos los
creyentes si morimos antes del regreso de Cristo. Y no es correcto decir que la
naturaleza divina de Jesús murió, o podía morir, si «morir» significa el cese
de la actividad, el cese de la conciencia de sí mismo o una disminución de
poder. Sin embargo, en virtud de la unión con la naturaleza humana de Jesús, su
divina naturaleza de alguna manera saboreó algo de lo que es pasar por la
muerte. La persona de Cristo experimentó la muerte.
Además,
parece dificil de entender cómo la naturaleza humana de Jesús sola podía
soportar la ira de Dios en contra de los pecados de millones de personas.
Parece que la naturaleza divina de Jesús tenía que participar de alguna manera
en cargar con la ira de Dios en contra del pecado que nos correspondía a
nosotros (aunque las Escrituras no afirman esto explícitamente en ninguna
parte).
Por
tanto, aunque la naturaleza divina de Jesús no murió en realidad, Jesús pasó
por la experiencia de la muerte como una persona completa, y sus naturalezas
humana y divina de alguna manera compartieron esa experiencia. Más allá de eso,
las Escrituras no nos permiten decir más.
La
distinción entre las naturalezas humana y divina de Jesús también nos ayuda a
entender las tentaciones de Jesús. Con respecto a su naturaleza humana,
ciertamente fue tentado en todas las maneras en que nosotros lo somos, pero sin
pecar (He 4:1 5). No obstante, con respecto a su naturaleza divina, no fue
tentado, porque Dios no puede ser tentado por el mal (Stg 1: 13).
NOTA: A. N. S. Lane niega explícitamente la
perspectiva de Calcedonia de Cristo sobre la base de que no es posible:
«Omnisciencia e ignorancia, omnipotencia e impotencia no pueden coexistir. Las
primeras inundan las segundas.
Él dice que Cristo «negó explícitamente su
omnisciencia (Mt 24: 36; Mr 13: 32), pero incluso las palabras claras de Cristo
no han sido suficientes para contrarrestar el tirón del docetismo... La
afirmación de la omnisciencia del Jesús histórico no tiene base bíblica y en
verdad va en contra de la enseñanza clara de los evangelios. Tiene serias
implicaciones teológicas que han socavado su verdadera humanidad como se enseña
en las Escrituras»
Pero (vea pp. 587-90) Mt 24: 36 y Mr 13: 32 los
podemos entender perfectamente como refiriéndose al conocimiento de Jesús en su
naturaleza humana. y cuando Lane dice que la omnisciencia y la ignorancia (como
pueden coexistir) él está simplemente lanzando una parte de una paradoja
bíblica contra la otra parte y entonces afirmando que una parte es imposible.
¿En base de qué estamos justificados para decir que una naturaleza omnisciente
divina y una naturaleza humana con conocimiento limitado «no pueden coexistir.?
O que una naturaleza divina omnipotente y una
naturaleza humana débil «no pueden coexistir» en la misma persona, en otras
palabras negar que Jesús podía ser completamente Dios y completamente hombre al
mismo tiempo. De este modo, ellos están negando la esencia de la encamación.
En
este momento parece necesario decir que Jesús tenía dos voluntades distintas,
una voluntad humana y otra divina, y que las voluntades pertenecen a las dos
naturalezas distintas de Cristo, no a la persona.
De
hecho, había una posición, llamada la perspectiva monotelita, que sostiene que
Jesús tenía solo «una voluntad», pero ese era ciertamente el punto de vista de
una minoría en la iglesia, y fue rechazado como herético por el Concilio de
Constantinopla en el 681 d. C. Desde entonces la perspectiva de que Cristo
tenía dos voluntades (una humana y otra divina) ha sido generalmente, aunque no
universalmente, sostenida por la iglesia. De hecho.
Charles
Hodge dice:
La Decisión En Contra De Nestorio, En La Que Fue Reafirmada La Unidad De
La Persona De Cristo; En Contra De Eutiques, Reafirmando La Distinción De
Naturalezas, Y En Contra De Los Monotelitas, Declarando Que La Posesión De Una
Naturaleza Humana Involucra La Necesidad De La Posesión De Una Voluntad Humana,
Ha Sido Recibida Como La Fe Verdadera De La Iglesia Universal, La Griega, La
Latina Y La Protestante.'
Hodge
explica que la iglesia pensó que «negarle a Cristo una voluntad humana era
negar que tuviera una naturaleza humana, o que fuera verdaderamente humano.
Además,
eso excluye la posibilidad de que hubiera sido tentado y, por tanto, contradice
las Escrituras, y le separa tanto de su pueblo que él no podría compadecerse de
ellos en sus tentaciones»:! Además, Hodge nota que junto con las ideas de que
Cristo tenía dos voluntades está la idea relacionada de que tenía dos centros
de conciencia o inteligencia: «Así como hay dos naturalezas distintas, humana y
divina, hay necesidad de dos inteligencias y dos voluntades, la que es falible
y finita, y la que es incambiable e infinita»:
Esta
distinción de dos voluntades o dos centros de conciencia nos ayuda a comprender
cómo Jesús podía aprender cosas y al mismo tiempo conocer todas las cosas.
Por un
lado, con respecto a su naturaleza humana, él tenía un conocimiento limitado
(Mr 13: 32; Lc 2: 52). Por otro lado, era evidente que Jesús conocía todas las
cosas Gn 2: 25; 16: 30; 21: 17). Ahora bien, esto es solo comprensible si Jesús
aprendió cosas y tenía conocimiento limitado con respecto a su naturaleza
humana, pero estaba siempre consciente con respecto a su naturaleza divina y,
por tanto, era capaz de «recordar» cualquier información que fuera necesaria
para su ministerio.
De
esta manera podemos entender la declaración de Jesús en cuanto al tiempo de su
regreso: «Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los
ángeles en el cielo, sino sólo el Padre» (Mr 13: 32). Esta ignorancia del
tiempo de su regreso era solo cierto de la naturaleza y conciencia humanas de
Jesús, porque en su naturaleza divina él era sin duda omnisciente y sabía con
exactitud cuándo regresaría a la tierra:'
En
cuanto a esto alguien podía objetar que si decimos que Jesús tenía dos centros
de conciencia de sí mismo y dos voluntades, eso requiere decir que era dos
personas distintas, y es caer en el error de los nestorianos. Pero en
respuesta, debemos afirmar simplemente que dos voluntades y dos centros de
conciencia de sí mismo no requieren que Jesús sea dos personas distintas.
Es
solo una afirmación sin prueba decir eso. Si alguien responde que no comprende
cómo Jesús podía tener dos centros de conciencia de sí mismo y a la vez ser una
sola persona, eso es comprensible.
Pero
no entender algo no significa que es imposible, sino que nuestro entendimiento
es limitado. La gran mayoría de la iglesia a 10 largo de su historia ha dicho
que Jesús tuvo dos voluntades y dos centros de conciencia, pero que con todo
era una sola persona. Una formulación así no es imposible, sino sencillamente
un misterio que no podemos comprender por completo.
Adoptar
cualquier otra solución crearía problemas mucho más grandes: requeriría tener
que abandonar o bien la plena deidad o la plena humanidad de Cristo, y eso no
lo podemos hacer.
B. LO QUE HAGA CUALQUIERA DE
SUS NATURALEZAS, LA PERSONA DE CRISTO LO HACE:
En la
sección anterior mencionamos una serie de cosas que fueron hechas por una
naturaleza y no por la otra en la persona de Cristo. Ahora debemos afirmar que
todo lo que es verdad de la naturaleza humana o divina es verdad de la persona
de Cristo.
De
modo que Jesús puede decir: «Antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!» (Jn 8:
58). Él no dice: «Antes de que Abraham naciera, mi divina naturaleza existía»,
porque él es libre para hablar acerca de cualquier cosa realizada solo por su
naturaleza divina o solo por su naturaleza humana como algo que él hizo.
En la
esfera humana, esto es también cierto de nuestra conversación. Si yo escribo
una carta, aunque mis pies no tienen nada que ver con la escritura de la carta
por los dedos de mis manos, yo no digo a la gente: «Mis dedos de las manos
escribieron la carta y mis pies no tienen nada que ver con ello» (aunque eso
sea cierto).
Sino
más bien digo: «Yo escribí la carta». Eso es verdad porque todo lo que hace una
parte de mí ser lo hago yo. De modo que «Cristo murió por nuestros pecados» (1ª
Co 15: 3). Aunque solo su cuerpo humano cesó de existir y de funcionar, Cristo
como persona fue el que murió por nuestros pecados. Esto es una forma de
afirmar que cualquier cosa que se pueda decir de una naturaleza o de la otra se
dice de la persona de Cristo.
Por
tanto, es correcto que Jesús dijera: «Ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al
Padre» (Jn 16: 28), o «Ya no vaya estar por más tiempo en el mundo» Jn 17: 11),
pero al mismo tiempo decir: «Estaré con ustedes siempre» (Mt 28: 20). Todo lo
que hace una naturaleza o la otra lo hace la persona de Cristo.
NOTA: En cuanto a esto nos puede ser de alguna
ayuda una analogía de la experiencia humana. Todo el que ha corrido en una
carrera sabe que cerca del final de la competición hay dentro del corredor
deseos conflictivos. Por un lado, los pulmones, piernas y brazos del corredor
están gritando: (¡Para! ¡Parab). Hay un deseo claro de parar a causa del dolor
fisico.
Por el otro lado, algo en la mente del corredor
está diciendo: «¡Sigue! ¡Sigue! ¡Quiero ganar!» Todos hemos conocido
situaciones simulares de deseos conflictivos dentro de nosotros. Ahora bien, si
nosotros, siendo seres humanos normales, podemos tener deseos diferentes o
distintos dentro de nosotros y, no obstante, ser una sola persona, ¿cuánto más
posible es para aquel que era tanto hombre como Dios al mismo tiempo?
Si nosotros decimos que no comprendemos cómo eso
puede ser, simplemente reconocemos nuestra ignorancia de la situación, porque
ninguno de nosotros ha experimentado jamás lo que es ser a la vez Dios y hombre
al mismo tiempo, ni siquiera llegaremos a tener una experiencia como esa.
No debiéramos decir que es imposible, sino que, si
estamos convencidos de que el texto del Nuevo Testamento nos lleva a esa
conclusión, debiéramos aceptarla y estar de acuerdo con ella.
C. TÍTULOS QUE NOS RECUERDAN
QUE UNA NATURALEZA LA PUEDE USAR LA PERSONA AUN CUANDO LA ACCIÓN FUE HECHA POR
LA OTRA NATURALEZA:
Los
autores del Nuevo Testamento a veces usan títulos que nos recuerdan de la
naturaleza humana o de la naturaleza divina a fin de referirse a la persona de
Cristo, aun cuando la acción mencionada no pudo haber sido hecha por la
naturaleza que podríamos pensar basados en el título. Por ejemplo, Pablo dice
que si los gobernantes de este mundo hubieran entendido la sabiduría de Dios
«no habrían crucificado al Señor de la gloria» (1ª Co 2: 8). Cuando vemos la
frase «al Señor de la gloria» nos viene a la mente especialmente la naturaleza
divina de Cristo.
Pero
Pablo usa este título (probablemente con la intención de mostrar la horrible
maldad de la crucifixión) para decir que Jesús fue «crucificado». Aunque su
naturaleza divina no fue crucificada, era cierto de Jesús que como persona
había sido crucificado, y Pablo se refiere a eso aun cuando emplea el título
«Señor de la gloria».
Del
mismo modo, cuando Elisabet llama a María «la madre de mi Señor» (Lc 1: 43), el
nombre «mi Señor» es un título que nos recuerda la naturaleza divina de Cristo.
Aunque María, por supuesto, no es la madre de la naturaleza divina de Jesús, la
cual siempre había existido. María es solo la madre de la naturaleza humana de
Cristo.
No
obstante, Elisabet puede llamarla «la madre de mi Señor» porque está usando el
título «Señor» para referirse a la persona de Cristo. Una expresión similar
aparece en Lucas 2: 11: (Hoyos ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que
es Cristo el Señor).
De
esta manera podemos entender Marcos 13:32, donde Jesús dice que nadie conoce el
tiempo de su regreso, «ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo
el Padre». Aunque las palabras «el Hijo» nos hablan específicamente de la
condición eterna de Hijo de Jesús con el Padre, no se usa aquí para referirse
específicamente a su naturaleza divina, sino para hablar en general de él como
una persona, y afirmar algo que es un hecho cierto solo de su naturaleza
humana." Y es cierto que en un sentido importante (esto es, en su
naturaleza humana) Jesús no conocía el tiempo cuando él regresaría.
D. BREVE FRASE DE RESUMEN:
En
ocasiones se ha usado la siguiente frase en el estudio de la teología
sistemática para resumir la doctrina de la encamación: «Siguió siendo lo que él
era, se convirtió en lo que no era».
En
otras palabras, si bien Jesús «siguió siendo» lo que era (es decir,
completamente divino), también se hizo lo que previamente no había sido (es
decir, completamente humano). Jesús no renunció a nada de su deidad cuando se
hizo hombre, pero sí tomó sobre sí la humanidad que antes no había tenido.
NOTA: Un uso similar lo encontramos en Juan 3: 13 y
Hechos 20: 28 (en este último versículo algunos manuscritos dicen: «con su
propia sangre»).
E. (COMUNICACIÓN) DE
ATRIBUTOS:
Una
vez que hemos decidido que Jesús era completamente hombre y completamente Dios,
y que su naturaleza humana permaneció plenamente humana y que su naturaleza
divina permaneció plenamente divina, todavía podemos preguntar si hubo algunas
cualidades o capacidades que fueron dadas (o «comunicadas») de una naturaleza a
la otra. Parece que sí las hubo.
(1) De la naturaleza divina a la naturaleza humana. Aunque la naturaleza
humana de Jesús no cambió en su carácter esencial, debido a que estaba unida
con la naturaleza divina en la persona de Cristo, la naturaleza humana de Jesús
ganó:
(A) La dignidad de ser adorado y:
(B) La incapacidad de pecar, las cuales no pertenecen en ningún sentido a
los seres humanos:6
(2) De la naturaleza humana a la naturaleza divina
La
naturaleza humana de Jesús le dio a él:
(A) La capacidad de experimentar el sufrimiento y la muerte;
(B) La capacidad de entender por experiencia lo que nosotros estamos
experimentando; y:
(C) La capacidad de ser nuestro sacrificio sustitutivo, lo que solo Jesús
como Dios podía haber hecho.
F. CONCLUSIÓN:
Al
final de este largo estudio, puede resultar fácil para nosotros perder de vista
lo que de verdad se enseña en la Biblia. Es con mucho el milagro más asombroso
de toda la Biblia, mucho más asombroso que la resurrección e incluso que la
creación del universo.
El
hecho de que el eterno, omnipotente e infinito Hijo de Dios pudiera hacerse
hombre y unirse a la naturaleza humana para siempre, de tal manera que el Dios
infinito se hiciera una persona con el hombre finito, permanecerá por toda la
eternidad como el más profundo de los milagros y el más profundo de los
misterios del universo.
PREGUNTAS
DE APLICACIÓN PERSONAL
1. Después de leer este capítulo, ¿hay maneras específicas en las que
usted piensa que Jesús es más semejante a usted de lo que pensaba antes?
¿Cuáles son? ¿En que forma una comprensión más clara de la humanidad de Jesús
le ayuda a usted a enfrentar las tentaciones? ¿Cómo puede ayudarle a orar?
¿Cuáles son las circunstancias más difíciles en su vida ahora? ¿Puede usted
pensar en algunas circunstancias similares que Jesús pudo haber enfrentado? ¿Le
anima eso a orar con más confianza a Jesús? ¿Se puede usted imaginar lo que
hubiera sido si usted hubiera estado presente cuando Jesús dijo: «Antes de que
Abraham naciera, ¡yo soy!» ¿Qué hubiera pensado usted? Con franqueza, ¿cuál
habría sido su respuesta? Trate ahora de imaginarse que usted está en los
momentos cuando Jesús dice otros «Yo soy» que registra el
2. Después de leer este capítulo, ¿hay alguna cosa que usted entiende más
completamente acerca de la deidad de Jesús? ¿Puede usted describir (y quizá
identificarse con ello) lo que los discípulos deben haber sentido al crecer en
su comprensión de lo que Jesús era? ¿Cree usted que Jesús es la persona a la
adoración.
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Juan 1:14: Y El Verbo Se Hizo Hombre Y Habitó Entre Nosotros. Y Hemos
Contemplado Su Gloria, La Gloria Que Corresponde Al Hijo Unigénito Del Padre,
Lleno De Gracia Y De Verdad.