En su carácter de segunda Persona de la Santa Trinidad, el Hijo eterno, Cristo, naturalmente, participa del dominio de Dios sobre todas sus criaturas.
Su trono está establecido en los cielos y su reino rige sobre todos,
Sal 103: 19. Esta realeza difiere del carácter real medianero de Cristo,
ejercido por El como una realeza económica que le fue conferida no únicamente
en su naturaleza divina, sino en su carácter de Theanthropos Dioshombre).
La realeza medianera no es un carácter real dado a Cristo por
derecho original sino uno con el que fue investido. No pertenece a un reino nuevo,
uno que no estaba todavía bajo su control como Hijo de Dios, porque semejante
reino en ninguna parte puede encontrarse. Es más bien, para hablar con las
palabras de Dick, su realeza original "investida con una nueva forma,
usando un nuevo aspecto, administrada para un nuevo fin".
En general, podemos definir el carácter real medianero de Cristo
como su poder oficial para regir todas las cosas en los cielos y en la tierra,
para la gloria de Dios, y para la ejecución de los propósitos de Dios en la
salvación. No obstante, debemos distinguir entre un regnum gratiae y un regnum
potentiae.
LA REALEZA ESPIRITUAL DE CRISTO
LA NATURALEZA DE SU CARÁCTER REAL
La realeza espiritual de Cristo es su gobierno real regnum
gratiae, ejercitado sobre su pueblo, o la Iglesia. Es una realeza espiritual,
porque se relaciona con un reino espiritual.
Es el gobierno medianero tal como está establecido en los
corazones y en las vidas de los creyentes. Además, es espiritual porque
descansa en forma directa e inmediata sobre un fin espiritual, la salvación de
su pueblo. Y, finalmente, también es espiritual porque está administrada no
mediante la fuerza o los medios externos, sino mediante la Palabra y el Espíritu
que es Espíritu de verdad y sabiduría, de justicia y de santidad, de gracia y
de misericordia. Este carácter real se revela en la selección de su Iglesia y
en su gobierno, protección y perfección.
La Biblia habla de ella en muchos lugares, por ejemplo, Sal 2:
6; 45: 6, 7 (compárese Heb. 1: 8, 9); 132: 11; Isa. 9: 6, 7; Jer. 23: 5, 6;
Miq. 5: 2; Zac. 6: 13; Luc. 1: 33; 19: 27, 38; 22: 29; Juan 18: 36, 37; Hech.
2: 30-36, y otros lugares. La naturaleza espiritual de esta realeza está
indicada por el hecho de que Cristo repetidamente se llama Cabeza de la
Iglesia, entre otros pasajes en Ef. 1: 22; 4: 15; 5: 23; Col. 1: 18; 2: 19.
Este término, tal como se aplica a Cristo, prácticamente
equivale en algunos casos a "Rey" (Cabeza en un sentido figurado, uno
que está revestido de autoridad), como en I Cor. 11: 3; Ef. 1: 22; 5: 23; no
obstante, en otros casos se usa en un sentido literal y orgánico, Ef. 4: 15;
Col. 1: 18; 2: 19, y también en la parte final de Ef. 1: 22. La palabra nunca
se usa (con la única posible excepción de I Cor. 11: 3) sin la implicación de
este concepto orgánico.
Las dos ideas están muy íntimamente relacionadas. Debido a que
Cristo es la Cabeza de la Iglesia es por lo que puede gobernar como Rey de una
manera orgánica y espiritual. La relación entre las dos ideas puede indicarse
de la manera siguiente:
(1) La jefatura de Cristo como Cabeza señala hacia la unión mística
existente entre Cristo, y su cuerpo, la Iglesia, y pertenece por tanto a la
esfera del ser. No obstante, su realeza implica que está vestido de autoridad,
y corresponde a la esfera judicial.
(2) La jefatura de Cristo está sometida a su realeza. El espíritu
que Cristo, como Cabeza de la Iglesia le imparte a ésta es también el medio por
el cual El ejercita su poder real en y sobre la Iglesia. Los pre milenaristas
de la actualidad insisten firmemente en que Cristo es la Cabeza de la Iglesia, pero
como regla niegan que El sea el rey.
Esto es tanto como decir que no tiene autoridad como gobernante
de la Iglesia, y que los oficiales de la Iglesia no lo representan en el gobierno
de ella. Tales personas no solamente rehúsan admitirle como Rey de la Iglesia, sino
que niegan del todo su presente carácter real, excepto, quizá, como realeza de
jure, una realeza que es suya por derecho pero que no se ha convertido en
efectiva. Al mismo tiempo la práctica de los pre milenaristas resulta mejor que
su teoría porque en la vida práctica, aunque resulta inconsistente, reconocen
la autoridad de Jesucristo.
1. Está fundada en la obra de redención. El regnum gratiae no se
originó en la obra creativa de Dios sino, como el mismo nombre lo indica, en su
gracia redentora.
Ninguno es ciudadano de este reino en virtud de su humanidad.
Solamente los redimidos tienen este honor y privilegio. Cristo pagó el rescate
por todos los que son suyos y mediante su espíritu les aplica los méritos de su
sacrificio perfecto. En consecuencia ellos, actualmente, le pertenecen y lo
reconocen como su Señor y Rey.
2. Es un reino espiritual. En la dispensación del Antiguo
Testamento este Reino quedó delineado en el reino teocrático de Israel. Aun en
la antigua dispensación la realidad de su reino se fundó únicamente en la vida
íntima de los creyentes. El reino nacional de Israel, en el que Dios era rey,
Legislador y Juez, y en el que el rey terrenal sólo era el vice regente de
Jehová designado para representar, al Rey, para ejecutar su voluntad, y para
cumplir sus juicios era sólo el símbolo, la sombra y el tipo de aquella
gloriosa realidad, especialmente, según estaba destinada para presentarse en los
días del Nuevo Testamento. Con la llegada de la nueva dispensación todas las sombras
del Antiguo Testamento pasaron, y entre ellas también el reino teocrático.
Del seno de Israel brotó la realidad espiritual del reino y tomó
una existencia del todo independiente de la teocracia del Antiguo Testamento.
De aquí que el carácter espiritual del reino aparezca con mucha mayor claridad
en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. El regnum gratiae de Cristo es
idéntico con lo que el Nuevo Testamento llama el Reino de Dios o de los cielos.
Cristo es su Rey medianero.
Los pre milenaristas equivocadamente enseñan que los términos
"reino de Dios" y "reino de los cielos", tal como se usan
en los Evangelios, se refieren a dos realidades distintas, es decir, al reino
universal de Dios y al futuro Reino medianero de Cristo.
Es perfectamente claro, tal como algunos de sus propios
dirigentes se sienten constreñidos a admitirlo, que los dos términos se usan
indistintamente en los Evangelios. Esto aparece del hecho de que aunque Mateo y
Lucas a menudo nos transmiten las mismas declaraciones de Jesús, el primero lo
representa usando el término "reino de los cielos, y el último lo
sustituye con el término "reino de Dios", compárese Mat. 13 con Marc.
4; Luc. 8: 1-10, y muchos otros pasajes.
La naturaleza espiritual del reino se revela de varias maneras.
Negativamente está indicado con claridad que el reino no es un imperio externo
y natural de los judíos, Mat. 8: 11, 12; 21: 43; Luc. 17: 21; Juan 18: 36.
Positivamente, se nos enseña que a Él se puede entrar solamente por
regeneración, Juan 3: 3, 5; que el reino es como una semilla arrojada en la
tierra, Marc. 4: 26-29; como una semilla de mostaza, Marc. 4: 30, y como
levadura, Mat. 13: 33.
Está en los corazones del pueblo, Luc. 7: 21, es justicia, paz y
gozo en el Espíritu Santo", Rom. 14: 17, y no es de este mundo, sino un
reino de la verdad, Juan 18: 36, 37. Los ciudadanos del reino se describen como
pobres en espíritu, mansos, misericordiosos, pacificadores, limpios de corazón,
y hambrientos y sedientos de justicia. La naturaleza espiritual del reino debe acentuarse
en contra de todos aquellos que niegan la realidad presente del reino medianero
de Dios y sostienen que tomará la forma de una tendencia restablecida cuando
Jesucristo vuelva.
En relación con la tendencia actual de considerar al reino de
Dios simple-mente una nueva condición social, un reino ético de finalidades que
tienen que establecerse mediante esfuerzos humanos, por ejemplo la educación,
los edictos legales y las reformas sociales, es bueno recordar que el término
"Reino de Dios" no se usa siempre en el mismo sentido.
Fundamentalmente, el término denota una idea abstracta más bien que concreta,
es decir, el Reino de Dios establecido y reconocido en los corazones de los
pecadores.
Si esto se entiende claramente, aparecerá una vez más la
futilidad de todos los esfuerzos humanos y de todo lo que es meramente externo.
Por medio de ningunos meros esfuerzos humanos podrá establecerse el gobierno de
Dios en el corazón de un solo hombre ni podrá ser traído cualquiera al
reconocimiento de ese gobierno. En la medida en que Dios establece su reino en
los corazones de los pecadores crea para sí mismo un reino en el que El gobierna
y en el que El dispensa los más grandes privilegios y las más escogidas bendiciones.
Y, una vez más, en la proporción en la que el hombre responde al
gobierno de Dios y obedece las leves del reino se produce, naturalmente, una
nueva condición de cosas. De hecho, si todos los que son ciudadanos del Reino obedecieran
verdadera-mente, sus leyes en todos los dominios de la vida, el mundo sería tan
diferente que difícilmente podría reconocerse.
En vista de todo lo que hasta aquí hemos dicho, no causa
sorpresa que el término "reino de Dios" se use en varios sentidos en
la Biblia, como por ejemplo, para denotar la realeza de Dios o del Mesías, Mat.
6: 10; el reino sobre el que este gobierno se extiende y la condición de cosas
a las que da surgimiento, Mat. 7 : 21 ; 19 : 23, 24 ; 8 : 12 ; la totalidad de
las bendiciones y privilegios que fluyen del reino de Dios o del Mesías, Mat.
13 : 44, 45 ; y la condición de cosas que marcan la culminación triunfante del
reino de Dios en Cristo, Mat. 22: 2-14; Luc. 14: 16-24; 13: 29.
3. Es un reino tanto presente como futuro. Por una parte es un
reino presente, siempre en desarrollo, una realidad espiritual en los corazones
y las vidas de los hombres, y como tal ejerce influencia en una esfera que cada
vez se hace más amplia. Jesús y los apóstoles se refieren claramente al reino
como ya presente en el tiempo de ellos, Mat. 12: 28; Luc. 17: 21; Col. 1: 13.
Esto debe sostenerse en contra de la gran mayoría de los
actuales premilenaristas. Al contrario, es también una esperanza futura, una
realidad escatológica; de hecho, el aspecto escatológico del reino es el más
prominente de los dos, Mat. 7: 21, 22; 19: 23; 22: 2-14; 25: 1-13, 34; Luc. 22:
29, 30; I Cor. 6: 9; 15: 50; Gal 5: 21; Ef. 5: 5; I Tes. 2: 12; II Tim. 4: 18; Heb.
12: 28; II Ped. 1: 11.
Esencialmente el reino futuro consistirá, como el presente, en
el' gobierno de Dios establecido y reconocido en los corazones de los hombres ;
pero en la venida gloriosa de Jesucristo este establecimiento y reconocimiento,
será perfecto, las fuerzas escondidas del reino quedarán reveladas, y el
gobierno espiritual de Cristo encontrará su consumación en un reino visible y lleno
de majestad.
No obstante, es un error aceptar que el reino presente se irá desarrollando
casi imperceptiblemente hasta convertirse en el reino del futuro. La Biblia nos
enseña con claridad que el reino futuro será introducido mediante grandes
cambios catastróficos, Mat. 24: 21-44; Luc. 17: 22-37; 21: 5-33; I Tes. 5: 2, 3;
II Ped. 3: 10-12.
4. Está estrechamente relacionado con la Iglesia, aunque no es
totalmente idéntico con ella. La ciudadanía del Reino es coextendida con el
carácter de miembro en la Iglesia indivisible. No obstante, su campo de
operación, es más amplio que el de la Iglesia, puesto que aspira al control de
la vida en todas sus manifestaciones. La Iglesia visible es la más importante,
y la única organización externa del Reino instituido divinamente. Al mismo
tiempo es par excelente también el medio dado por Dios para la extensión de su
reino en la tierra.
Es bueno notar que el término "reino de Dios" se
emplea algunas veces en un sentido que lo hace en la práctica equivalente a la
Iglesia visible, Mat. 8: 12; 13: 24-30; 47-50. Aunque la Iglesia y el reino
deben distinguirse, la distinción no debe buscarse siguiendo las líneas indicadas
por el pre milenarismo, que considera al reino como esencialmente Reino de
Israel, y a la Iglesia como el cuerpo de Cristo, seleccionado en la presente dispensación
de entre los judíos y los gentiles. Israel fue la iglesia del Antiguo Testamento
y en su esencia espiritual constituye una unidad con la Iglesia del Nuevo
Testamento, Hech. 7: 38; Rom. 11: 11-24; Gal 3: 7-9, 29; Ef. 2: 11-22.
LA DURACIÓN DE ESTE CARÁCTER REAL
1. Su principio. Las opiniones difieren en este punto. Los
premilenaristas constantemente niegan la presente realeza medianera de Cristo,
y creen que El no se sentará sobre el trono como Mediador hasta que introduzca
el milenio en la época de su segunda venida. Y los socinianos pretenden que
Cristo no fue ni sacerdote ni rey antes de su ascensión.
La posición que por lo general acepta la iglesia es que Cristo
recibió su designación como Rey medianero en las honduras de la eternidad, y
que comenzó a funcionar en este concepto inmediatamente después de la caída, Prov.
8: 23; Sal 2: 6. Durante la Antigua dispensación llevó su trabajo como Rey, en parte,
por medio de los jueces de Israel, y, en parte, por medio de los Reyes típicos.
Pero aunque se le permitió gobernar como Mediador aun antes de
su encarnación, no tomó, su trono público y formalmente para inaugurar su Reino
espiritual, sino hasta el tiempo de su ascensión y elevación a la diestra de
Dios, Hech. 2: 29-36; Fil. 2: 5-11.
2. Su terminación (?). La opinión dominante es que la realeza
espiritual de Cristo sobre su iglesia continuará eternamente según su carácter
esencial, aunque sufrirá importantes cambios en su modo de operación en la
consumación del mundo. La duración eterna de la realeza espiritual de Cristo
parece que se enseña con mucha claridad, en los siguientes pasajes: Sal 45: 6
(compárese Heb. 1: 8); 72: 17; 89: 36, 37; Isa. 9: 7; Dan 2: 44; II Sam 7: 13,
16; Luc. 1: 33; II Ped. 1: 11. El Catecismo de Heidelberg también habla de
Cristo como "nuestro Rey eterno". En forma semejante lo hace la
Confesión Belga en el artículo XXVII.
Además, la realeza y la jefatura de Cristo están atadas juntas
inextricablemente. La jefatura de Cristo está al servicio de su realeza, y
algunas veces ésta se presenta con claridad incluyendo a la primera, Ef. 1: 22;
5: 22-24. Pero, con seguridad, Cristo nunca cesará de ser la Cabeza de su Iglesia
dejándola' como un cuerpo sin cabeza.
Por último, el hecho de que Cristo es sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec parecería argumentar en favor de la duración
eterna del reino espiritual de Cristo, puesto que su oficio medianero es,
después de todo, una sola unidad. No obstante, Dick y Kuyper, arguyen que este
cargo real de Cristo cesará cuando El haya cumplido la salvación de su pueblo.
El único pasaje de la Biblia al que apelan es I Cor. 15: 24-28, pero este
pasaje evidentemente no se refiere a la realeza espiritual de Cristo, sino a su
realeza sobre el universo.
EL CARÁCTER REAL DE CRISTO SOBRE EL UNIVERSO.
LA NATURALEZA DE ESTA REALEZA
Por el regnum potentiae damos a entender el dominio del Dios-hombre,
Jesucristo, sobre el universo, su administración providencial y judicial de
todas las cosas en interés de la Iglesia. Como Rey del universo el Mediador
guía de tal manera el destino de los individuos, de los grupos sociales y de
las naciones como para promover el crecimiento, la purificación gradual y la
perfección final del pueblo que ha redimido por medio de su sangre.
En esa capacidad también protege a los suyos en contra de los
peligros a los que están expuestos en el mundo y vindica su justicia sujetando
y destruyendo a todos sus enemigos. En este carácter real de Cristo encontramos
la restauración inicial de la realeza original del hombre.
La idea de que Cristo gobierna ahora los destinos de los
individuos y de las naciones en interés de la iglesia comprada con su sangre,
es un pensamiento mucho más confortante que la noción de que El es ahora
"un refugiado en el trono del cielo".
LA RELACIÓN DEL REGNUM POTENTIAE CON EL REGNUM
GRATIAE
La realeza de Cristo sobre el universo está subordinada a su realeza
espiritual. Atañe a Cristo como el Rey ungido, para establecer el reino
espiritual de Dios, para gobernarlo y para protegerlo en contra de todas las
fuerzas hostiles. El debe hacer esto en un mundo que está bajo el poder del
pecado e inclinado a torcer todos los esfuerzos espirituales.
Si este mundo estuviera más allá de su control, fácilmente se
frustrarían todos sus servicios. Por lo tanto, Dios lo invistió con autoridad
sobre él de tal manera que puede dominar todos los poderes, fuerzas y movimientos
en el mundo. Y puede asegurar de este modo una segura permanencia de su pueblo
en el mundo y proteger a los suyos en contra de todos los poderes de las
tinieblas. Estos no pueden derrotar sus propósitos, sino que aún están constreñidos
a servirlos. Bajo el reino beneficente de Cristo hasta la ira del hombre tiene que
alabar a Dios.
LA DURACIÓN DE SU REALEZA
Cristo fue investido formalmente con este carácter real sobre el
universo cuando fue exaltado hasta la diestra de Dios. Le fue prometida recompensa
de sus trabajos, Sal 2: 8, 9; Mat. 28: 18; Ef. 1: 20-22; Fil. 2: 9-11. Esta
investidura fue parte de la exaltación de Dioshombre. Esto no le dio algún
poder o autoridad que no poseyera ya como hijo de Dios; ni tampoco aumentó su
territorio.
Pero el Dios-hombre, el Mediador, quedó constituido ahora el
poseedor de esta autoridad, y su naturaleza humana fue hecha para participar en
la gloria de este dominio real. Además, el gobierno del mundo quedó sujeto
ahora a los intereses de la Iglesia de Jesucristo. Y este carácter real de
Cristo durará hasta que la victoria sobre sus enemigos sea completa y hasta que
la misma muerte sea abolida, I Cor. 15: 24-28.
En la consumación de todas estas cosas Dios-hombre entregará la
autoridad que le fue conferida para este propósito especial, puesto que ya no
lo necesitará más. Retornará su comisión a Dios, para que Dios sea todo en
todos. El propósito está cumplido; la humanidad está redimida, y por tanto \ la
realeza original del hombre está restaurada.
PREGUNTAS
PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿En quién fue tipificado Cristo como el profeta en el Antiguo
Testamento?
2. ¿Cómo se distinguen los verdaderos profetas de los falsos?
3. ¿En qué difieren los profetas y los sacerdotes como maestros?
4. ¿Qué era lo que caracterizaba al sacerdocio según el orden de
Melquisedec?
5. ¿Eran expiatorios los sacrificios de Caín y de Abel?
6. ¿Sobre qué base niegan el carácter típico profético de los
sacrificios mosaicosJowett, Maurice, Young y Bushnell?
7. ¿Cuál es la diferencia entre expiación, propiciación,
reconciliación y redención? ¿Qué es lo que explica la extendida aversión al
carácter objetivo de la expiación?
8. ¿Qué argumentos se presentan para desaprobar la necesidad de la
expiación?
9. ¿Por qué es prácticamente imposible la sustitución penal entre
los hombres?
10. ¿Implica necesariamente la oferta universal de salvación que
haya habido una expiación universal?
11. ¿Qué pasa con la doctrina de la expiación en la moderna
teología ancha?
12. ¿Cuáles dos parakletoi tenemos, según la Escritura, y en qué
difiere el trabajo de ambos?
13. ¿Cuál es la naturaleza de la obra intercesora de Cristo?
14. ¿Son nuestras oraciones intercesoras semejantes a las de
Cristo?
15. ¿Se llama siempre a Cristo "Rey de los judíos"?
16. ¿Niegan los premilenaristas solamente la realeza espiritual y
actual de Cristo o también niegan su realeza sobre el universo?